Allende y con el ascenso al poder del dictador Augusto Pinochet . Recordamos su figura y las
últimas horas de vida del presidente con la ayuda de Mario Amorós . El periodista e historiador nos
atiende desde Chile , donde ya ha presentado Salvador Allende. Biografía política y semblanza
humana editada con Capitán Swing, una revisión actualizada de su anterior libro que ha contado
con la presencia en Viña del Mar, entre otros, de la senadora Isabel Allende y Enrique Santiago,
diputado de Sumar. Amorós explica que la muerte de Allende fue un acto político culminado con el
suicidio, pero “los responsables son los golpistas, fue un asesinato indirecto” . Conocemos la
historia de la periodista Mirta Drago . En la mañana del 11 de septiembre de 1973 se montó en
autobús para ir a clase, pasó por el Palacio de la Moneda y, tras el golpe tuvo que huir del país
pidiendo asilo a la Embajada de Argentina. Ha regresado estos días para reencontrarse con sus
raíces. “Me encuentro con la chilena que no fui. La vida se interrumpió hace cincuenta años”.
El historiador alicantino publica la biografía de la gran víctima del golpe de Estado perpetrado por
Augusto Pinochet en septiembre de 1973. El 11 de septiembre de 1973 el presidente Salvador
Allende (1908-1973) llegó al Palacio de La Moneda a las siete y media de la mañana,
acompañado de algunos de los jóvenes militantes socialistas que eran sus guardaespaldas tras
varios atentados jamás dados a conocer. Le inquietaban unas noticias de movimiento de tanques
por todo el país que los mandos militares le negaban, hasta que dejaron de cogerle el teléfono, y
llevaba con él un fusil ametralladora AK soviético que Fidel Castro le había regalado. Aquella
mañana, Allende habló varias veces a la nación pero, tras comprobar que la sublevación militar
era imparable y que, traicionado por casi todos, el gobierno de Unidad Popular y su revolución
socialista estaban perdidos, en su último discurso, a las 9:20 proclamó: “Yo no voy a renunciar.
Colocado en un tránsito histórico, pagaré con mi vida la lealtad del pueblo […]. Tienen la fuerza,
podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen, ni con la fuerza.
La historia es nuestra”. Después, tras ordenar que todos abandonasen el Palacio, se suicidó con
la ametralladora. Y, sin embargo, según Mario Amorós (Alicante, 1973), también autor de las
biografías de Víctor Jara , Pablo Neruda , Augusto Pinochet y Dolores Ibárruri , “a cincuenta años
de aquel 11 de septiembre [el presidente] ha derrotado al paso del tiempo y a la muerte”, mientras
que “Pinochet es uno de los paradigmas del dictador despiadado y entronizado desde la traición”
(p. 16). Conviene decirlo desde el principio: esta biografía, publicada por primera vez en 2013,
pero editada ahora actualizada y ampliada, es una obra más cercana a la hagiografía que al
estudio desapasionado de los acontecimientos. Desde la primera hasta la última página, Amorós
recorre la trayectoria intelectual, política y humana de Allende sin plantear objeciones y sin
cuestionamientos de ningún tipo, aunque, eso sí, manejando con rigor y pulso casi novelesco una
ingente, abrumadora documentación en la que no faltan informes públicos y secretos que
demuestran la implicación en el 11-S de los Estados Unidos y de turbios oligarcas como Agustín
Edwards (primo de Jorge Edwards), que tras avisar al presidente Nixon del peligro que suponía la
revolución “filocomunista” de Allende en plena Guerra Fría, se instaló en Estados Unidos como
vicepresidente de PepsiCo y presidente de Foods International. [Mario Amorós: “Hay un retorno
del pinochetismo”] Desde su niñez en el seno de una familia acomodada, sus estudios de
medicina, su entrega al socialismo hasta su trágica muerte en el Palacio de La Moneda, Amorós
reivindica la honestidad personal de Allende , su preparación intelectual y el profundo idealismo de
quien no dudó en cumplir sus promesas electorales nacionalizando las minas de cobre, que
pertenecían mayoritariamente a empresas estadounidenses, a las que indemnizó de manera que
estas consideraron ofensiva, así como la banca, los monopolios industriales y los grandes
latifundios para repartirlos entre los más pobres, sin contar con que esto podría aterrar a las clases
medias y provocar una suerte de bloqueo internacional encubierto que empobrecería al país hasta
la indigencia. Para Salvador Allende no había marcha atrás, pero no midió ni el poder del miedo ni
la ambición de sus enemigos, que creyeron que Pinochet les devolvería el poder pasados un par
de años. El resto es historia.