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Roxane Gay: “No me importa nada cómo encajan los hombres el #MeToo”

En el último volantazo de los tiempos, la ensayista y escritora Roxane Gay (Omaha, EEUU, 1974) se ha convertido en una de esas voces que importan en la cultura norteamericana. Con tarima en publicaciones como ‘The New York Times’ y ‘The Guardian’, la autora de ‘Mala feminista’ acomoda ahora en su regazo la caja de los truenos del #MeToo y prologa y edita un espeluznante tratado forense sobre la cultura de la violación titulado ‘No es para tanto’ (Capitán Swing).

El nombre del artefacto –en el que una treintena de personalidades aportan vivencias autobiográficas que contribuyen a poner las coordenadas de la depredación sexual– es irónico, claro, y autorreferencial. Porque precisamente “no es para tanto” fue la muletilla que se repitió ella una y otra vez tras haber sufrido a los 12 años una violación en grupo.

Aquel mantra envenenado, cuenta, le permitió descomponer el trauma en algo más llevadero. Sin embargo, también enterró a mucha profundidad el listón para medir cómo merecía ser tratada. Gay contesta a EL PERIÓDICO por correo electrónico. Sus respuestas aparecen, aquí, tras un párrafo del prólogo de ‘No hay para tanto’ escrito por ella.

”Si violarme en grupo no era para tanto, entonces aún lo era menos que me empujaran, me agarraran del brazo, marcándome, o me metieran mano en las bragas. La lista de malos tratos que toleré acabó por resultarme insoportable. No pude más”.

–Mantuvo su violación en secreto nada menos que 25 años. ¿En qué momento decidió que había llegado la hora de desenterrar aquella historia?
–Yo no ‘enterré’ el secreto. Simplemente lo guardé. Nunca se lo conté a mis padres, pero es algo de lo que sí hablé en terapia y también, de vez en cuando, con algún ser querido. Decidí escribir Hambre porque quería indagar sobre la gordura y cómo a veces recurres a la comida para sobrellevar el trauma. Haber sido violada formaba parte de esa historia, por eso lo incluí en el libro.

–Después de recopilar historias sobre violaciones, ¿se ha hecho una idea de por qué a las víctimas les resulta tan difícil decir: “Me ha pasado esto y, en efecto, sí hay para tanto”?
–Es complejo porque a menudo se sigue minimizando la violencia sexual. Nos dicen que “los chicos son chicos” y que deberíamos estar agradecidas por cualquier atención que nos dispensen. Nos decimos a nosotras mismas que no es tan malo, porque así no tenemos que enfrentarnos a lo malo que realmente es.

–¿Cómo ha vivido la irrupción del huracán #MeToo?
–Me alegra ver que el movimiento permanece al frente del debate cultural. Ha tardado mucho tiempo en llegar y, aunque esto es solamente el comienzo, es un comienzo necesario y también alentador.

–¿Cuál cree que es su principal impacto?
–Ha logrado que las personas, finalmente, tengamos conversaciones reales y públicas sobre el alcance de la depredación sexual y la violencia. En algunos casos, estamos viendo las consecuencias reales para los perpetradores de estos delitos. El movimiento no está cometiendo ningún error. Nunca habrá nada de malo en hablar de violencia sexual, en responsabilizar a las personas por cometer actos de este tipo y en exigir un cambio cultural en el lugar de trabajo y dentro del sistema de justicia.

-¿En qué medida el debate está poniendo en jaque las leyes sobre el consetimiento en las relaciones?
De entrada, la conversación está variando. Quedará por ver si al final se convierte o no en un cambio real.

–Leyendo el libro, uno se da cuenta de que, algunas veces, los agresores no son del todo conscientes de sus actos. En una de las historias, un chico cuenta que el primer encuentro con su novia fue cuando esta, entonces una desconocida, estaba absolutamente bebida. ¿Cómo están viviendo los hombres el impacto del #MeToo?
Pues no lo sé porque no me importa nada. Creo que es su responsabilidad sintentizar lo que está sucediendo y, con un poco de suerte, convertirse en mejores personas gracias a él.

-Oiga, ¿qué pasa en los campus universitarios? Una de cada cinco mujeres es agredida sexualmente.
Pues que hay jóvenes que experimentan libertad y acceso irrestricto al alcohol por primera vez. Están explorando esa nueva libertad y, con demasiada frecuencia, no tienen ni idea de lo que es un consentimiento entusiasta ni nada que se le parezca.

–¿Y qué piensa sobre voces, como la de la feminista Germaine Greer, que han cuestionado el valor y la eficacia del #MeToo, argumentando que está presentando a las mujeres como víctimas lloronas que no saben decir “no” ni manejar sus vidas?
Creo que Germaine Greer está llena de mierda, demuestra pereza intelectual y es irresponsable por su parte decir cosas de este tipo.

–En un artículo reciente, escribía usted que algunos hombres señalados están preparando grandes regresos y que tras la caída, su aterrizaje en realidad está siendo cómodo. Más allá de los tribunales, ¿cabe una restitución pública?
En primer lugar, creo que debería haber una disculpa genuina a las víctimas, una alocución del error que han cometido, una restitución financiera y contribuciones económicas y de otro tipo a organizaciones sin fines de lucro que trabajan para combatir la violencia sexual.

Núria Marrón

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