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Roxane Gay, la ‘mala feminista’

Por El Mundo  ·  22.01.2017

Gay dinamita estereotipos en ‘Mala feminista’, una recopilación de artículos y textos autobiográficos

«En mis épocas más difíciles, no sé qué es más molesto, ser negra o mujer», confiesa Roxane Gay, una de las voces más refrescantes del nuevo feminismo en Estados Unidos por su prosa crítica, desacomplejada y sincera. Gay es hija de inmigrantes haitianos que emigraron a Estados Unidos, profesora en la universidad, ex adolescente con numerosos desórdenes alimentarios y un pasado, la verdad, bastante agitado: a los 19 años, después de chatear durante meses con un desconocido de 44 años, se fugó de casa y desapareció. Sus padres la encontraron un año después en Arizona gracias a un detective privado, aunque a Gay no le gusta hablar demasiado de aquel episodio. Las redes sociales siguen siendo, eso sí, su hábitat natural.

Hace dos años apareció en Estados Unidos Bad feminist, una recopilación de algunos de sus artículos publicados en diarios y revistas y piezas más autobiográficas, algunas muy íntimas. El libro, que ahora publica Capitan Swing con traducción de Ana Monplet, se convirtió rápidamente en un éxito por el estilo fresco y directo de Gay (cero académico, aunque reflexivo y en ocasiones, incisivo) y por dinamitar los estrictos corsés del feminismo más oficial o políticamente correcto.

«Asumo la etiqueta de mala feminista porque soy humana. Soy complicada. No pretendo ser un ejemplo», asegura Gay, a la que le gusta enumerar algunos de sus supuestos pecados capitales a modo de presentación: «soy una mujer a la que le gusta el rosa, que le gusta montárselo y que baila a muerte una música que trata fatal a las mujeres», dice en referencia al hip hop y a «raperos como Jay-Z, que utilizan la palabra bitch como si se tratara de un signo de puntuación». ¿Puede una mujer considerarse feminista y disfrutar con Blurred lines de Robin Thicke? Sí, no pasa nada, chicas, viene a decir Gay, una apasionada y ultracompetitiva (casi diríase que semiprofesional) jugadora de Scrabble.

En Mala feminista escribe sobre temas como el aborto, la desigualdad salarial o la misoginia en el mundo del espectáculo, pero lo mejor son sin duda los artículos sobre su infancia y adolescencia -una pubertad marcada a fuego por la primera Miss America negra, Vanessa Williams en 1984, y Las gemelas de Sweet Valley– y sus análisis de productos culturales como 50 sombras de Grey, la serie de televisión Orange Is The New Black o películas que abordan la negritud con desigual resultado como Criadas y señoras, Django desencadenado o 12 años de esclavitud. De la primera escribe: «Si vas al cine sin el cerebro (déjatelo en la guantera), Criadas y señoras te parecerá una buena película». De Django, lo más suave es del estilo: «No puedo hablar de los méritos artísticos de esta película porque tengo las palmas de las manos ardiendo de ganas de abofetear a Tarantino hasta que se me cansen los brazos».

¿Qué tal le ha sentado a Roxane Gay la victoria de Donald Trump? «Todavía sigo devastada», confiesa vía email. «Estuve y sigo estando aturdida, aunque no debería estarlo. El racismo y la misoginia han demostrado ser mucho más poderosos de lo que jamás pude imaginar. Pero la vida continua. Yo, por mi parte, intento hacerlo lo mejor que puedo para seguir adelante. Lo que no podemos hacer es obcecarnos en lo terrorífico de la presidencia de Trump, sino luchar activamente contra ella», explica.

A Gay, pese a su talante conciliador y positivo, no se le escapa que uno de los factores más determinantes detrás de la victoria del millonario republicano es que muchas mujeres votaron por él pese a sus comentarios misóginos y que la mayoría de mujeres que así lo hicieron son blancas. El color de la piel y los privilegios siguen importando, y mucho, en Estados Unidos.«Las mujeres blancas en particular ponen mucho más énfasis en proteger su blancura y sus relaciones con hombres blancos, que son los que ostentan la mayoría del poder, que en apoyar otras opciones que protegerían mucho mejor sus intereses como mujeres blancas», opina Gay, que en su ensayo critica abiertamente a las principales corrientes feministas de las últimas décadas por no ser lo suficientemente inclusivas racialmente o, dicho de otro modo, por ser excesivamente blancas -un reproche que, por cierto, ya le hacía Gloria Steinem a Betty Friedman y su extremadamente wasp La mística de la feminidad, allá por la segunda ola, en los 60-. «Durante años creía que el feminismo no me iba como mujer de color, ni como mujer que se ha considerado homosexual en varios momentos de su vida, porque históricamente, el feminismo se ha dedicado mucho más a mejorar las vidas de las mujeres blancas heterosexuales de detrimento de todas las demás», reflexiona Gay.

Volviendo a las mujeres que votaron a Trump pese a todo, ¿qué hacer respecto a ello? ¿Qué actitud hay que tomar ante algo asi? «El feminismo es una elección, y si una mujer no quiere ser feminista, está en su derecho, pero aun así es mi responsabilidad luchar por sus derechos», asegura Gay. «No podemos escoger a aquellos o aquellas por las que luchamos. Ése es el tipo de pensamiento que ha contribuido a la victoria de Trump», recalca.

Gay cree que el presente político norteamericano es, en parte, fruto de una reacción negativa (un backlash) a ocho años de progreso marcado por el gobierno del primer presidente afroamericano de la historia en Estados Unidos, pero no se amilana. Opina que «Obama no va a ir a ningún sitio» y que podrá seguir ejerciendo de líder de la comunidad negra aunque deje de ser el inquilino de la Casa Blanca y elogia a voces emergentes como Ta-Nehisi Coates, el autor de la tremenda Entre el mundo y yo (Seix Barral).

¿Y qué hay de las redes sociales, a las que defiende por su libertad y horizontalidad pese a los excesos y abusos que se cometen al amparo del anonimato? «La verdad es que me toca lidiar con mucho acoso y odio online y no siempre es fácil llevarlo bien. Es una mierda, así de simple. Y en ocasiones duele de verdad y lo peor de todo es que los trolls lo saben, por eso hacen lo que hacen. Pero sigo disfrutando de Twitter. A veces me siento sola pero otras la sensación es muy parecida a formar parte de una conversación. Me encanta poder estar conectada con mis lectores y otros escritores a los que admiro. Se trata de ignorar lo malo y quedarte con lo bueno».

Autora del artículo: Leticia Blanco

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