El pueblo nativo potawatomi, originario de la región de los Grandes Lagos, fue obligado a abandonar sus tierras y su cultura. Tras licenciarse en Botánica, Robin Wall Kimmerer (Syracuse, Nueva York, 1953) reconectó con sus raíces.
-¿Podría presentarse en lengua potawatomi?
-‘Bozho jayak! Shaabodaske gizhgokwe ndezhnekas. Bodwewadmikwe ndaw, anishinaabekwe. Mko ndoodem minwa Mgize ndoodem’.
-¿Qué significa?
-Saludos respetuosos. Mi nombre es Mujer Rayo de Luz que Atraviesa el Cielo. Soy potawatomi y anishinnabe, miembro del clan de los Osos y de las Águilas.
-Al sugerir esta entrevista, un colega advirtió sobre la posibilidad de que fuera una “chorrada chamánica”. ¿Le pasa a menudo?
-[Carcajada] No, pero es verdad que hay mucho de eso ahí fuera. El libro no es una llamada al misticismo, es una investigación sobre cómo la ciencia occidental y el conocimiento tradicional pueden trabajar unidos. Para resolver los problemas medioambientales necesitamos sumar múltiples formas de conocimiento.
-Habla tanto de moléculas como de metáforas, algo poco habitual en una científica.
-La noción indígena de ‘conocimiento’ incorpora no solo el conocimiento intelectual y la observación física, sino también los valores, símbolos y enseñanzas de tiempos profundos. En la tradición intelectual indígena se usa la metáfora para ayudar al público a relacionarse con los hechos de la ley natural.
-La neurobiología habla de inteligencia vegetal, algo que los pueblos nativos ya sabían.
-Al llamarlo ‘conocimiento tradicional’ suena como una pieza de museo, algo del pasado, cuando es una epistemología completa sobre nuestras relaciones con el mundo natural, pero con una voz distinta. Sería mejor llamarlo ‘ciencia indígena’ y no ‘conocimiento tradicional’.
-Explica que su abuelo fue separado de su familia con 9 años para llevarlo a un internado.
-En aquel momento, la ley federal disponía que los niños indígenas fueran separados de sus familias e internados en escuelas donde se les prohibía hablar su lengua. La idea era asimilar a los pueblos nativos para hacerlos desaparecer. En la ceremonia de graduación, mi abuelo tuvo que recitar esta frase: “He abandonado mi arco y mi flecha y he adoptado el arado”.
“La ley federal disponía que los niños indígenas fueran internados en escuelas donde se les prohibía hablar su lengua”
-¡Uf! Pero aquí está usted.
-Yo no fui criada en las prácticas de la cultura potowatami, pero sí en sus valores. Vivíamos en el campo, en contacto con la tierra. No tenía ancianos sabios a los que dirigirme, pero en nuestra cultura las plantas se consideran nuestros parientes más antiguos, así que ellas se convirtieron en mis maestras.
-Y acabó estudiando Botánica.
-Ya me había licenciado cuando me invitaron a una reunión de ancianos con conocimientos sobre plantas medicinales. Estuve cuatro días escuchándoles. Ese encuentro me hizo reconectar con todo lo que la educación occidental me había forzado a dejar de lado y me recordó lo profunda y rica que es la ciencia indígena de las plantas. Desde entonces, la reclamación de la cultura que le fue arrebatada a mi pueblo atraviesa mi escritura y mi manera de enseñar.
-¿Qué aporta el pensamiento indígena al método científico?
-En la ciencia indígena los valores van de la mano del conocimiento del mundo natural, en cambio la ciencia occidental separa al observador de lo observado y se aísla de los valores para formular hipótesis.
-Es lo que le ha permitido hacer avances espectaculares.
-Es un método muy potente, pero la crisis de biodiversidad y la catástrofe climática no son solo un problema biofísico, sino que surgen en la intersección entre los valores humanos y la ciencia. ¿Cómo puede ser la ciencia en solitario la solución?
-El pensamiento indígena llama ‘parientes’ a todos los seres vivos.
-Los seres vivos no son objetos, son personas, pero no personas humanas (no es antropomorfismo) sino seres soberanos con sus propias intenciones, inteligencia, dones y responsabilidades en el mundo. Como bióloga puedo afirmar que eso es cierto.
-Expresiones como “hermano árbol” suelen caricaturizarse.
-Los potawatomi hablamos de ‘persona-pino’ o de ‘persona-olmo’. Compartimos el 70% de nuestros genes con un árbol y el 95%, con un conejo. Está claro que estamos emparentados y que no podemos vivir los unos sin los otros.
“Los potawatomi hablamos de ‘persona-pino’ o ‘persona-olmo’. Compartimos el 70% de genes con un árbol, estamos emparentados y no podemos vivir los unos sin los otros”
-¿Qué implicaciones tiene esta forma de pensar?
-Esta diferencia lingüística tiene consecuencias determinantes. Al considerar a todos los seres vivos como nuestros parientes, tenemos responsabilidades morales y éticas hacia ellos. En cambio, si son cosas, mercancías, somos libres de explotarlos.
-Si las plantas son nuestros maestros más ancianos, ¿qué nos pueden enseñar de la pandemia?
-Las consideramos inferiores porque no se mueven. Pero si tienes que vivir cientos de años en un mismo lugar y no vas a poder huir cuando las cosas vayan mal, tienes que invertir mucho en tener buenas relaciones. Al tener que quedarnos quietos, estamos aprendiendo que son las relaciones las que nos van a mantener sanos. También nos enseñan mucha resiliencia.
-Bill Gates proyecta grandes fábricas de absorción y transformación de CO2. ¿Qué le parece?
-Las plantas lo hacen de forma natural y me gustaría decirle que, con prácticas de reforestación y restauración, podríamos aumentar su capacidad de absorción y, además, aumentaríamos la biodiversidad, la pureza del agua, la riqueza de los suelos y la polinización, cosa que no harán estas industrias. Sin embargo, no es suficiente.
-Necesitamos la tecnología.
-Sí, pero sin sustituir los cuidados. No solo tenemos que ocuparnos de mitigar el cambio climático, tenemos que ayudar al bosque a andar, a moverse.
-¿Eso qué significa?
-Se trata de crear corredores de migración para que las plantas se muevan de forma natural. A nivel ‘micro’ yo lo estoy haciendo en mi terreno. Planto árboles que son especies nativas que viven más al sur, porque este lugar pronto será un hábitat favorable para ellos. A mi humilde manera, intento ayudarles a llegar aquí para cuando el cambio climático caiga sobre ellos.
“No puedes solo llevarte, también tienes que devolver. Si solo te llevas, se produce un cambio descontrolado que es donde estamos ahora”
-Ese es el eje de su libro, la reciprocidad, el cuidado mutuo entre los seres vivos.
-Esto viene por dos lados. En primer lugar, como científica ecológica, la reciprocidad es el intercambio de materiales que proporciona equilibrio en cualquier ecosistema. No puedes solo llevarte, también tienes que devolver. Si solo te llevas, se produce un cambio descontrolado que es donde estamos ahora.
-¿Y el segundo argumento?
-En la ciencia indígena (que incluye lo biofísico, lo cultural, lo emocional y lo ético), dar y devolver crea una justicia y un equilibrio, construye un vínculo y un reconocimiento de nuestra interdependencia. En cambio, comprar es solo una transacción, no es recíproco.
-Da clases de Ciencias Ambientales tumbada en la hierba para tener “la perspectiva de una araña”.
-La mejor forma de aprender sobre la naturaleza es en el campo y desde la perspectiva de otros organismos. Enseñamos ecología a distancia. Lo nombramos todo, observamos estructuras y funcionamientos, pero siempre en relación con nosotros. Te puede interesar
-Define al ser humano como “un organismo heterótrofo que se alimenta del carbono que otros seres transforman”. Dicho así, somos muy poca cosa.
-Tendemos a situar a los humanos en la cúspide de la jerarquía, pero no es así. Necesitamos al resto del mundo mucho más que el mundo a nosotros.
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