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Revolotea como una mariposa, pica como una abeja

Por Zenda  ·  02.01.2023

Al igual que le ha ocurrido a la mayoría de las estrellas deportivas cuya fama ha trascendido a su actividad, Cassius Clay tenía un nutrido grupo de colaboradores y admiradores que conformaron a lo largo del tiempo un curioso séquito —del que llegaron a formar parte el escritor Norman Mailer y el actor Burt Lancaster—. Entre todos ellos un hombre destacaba con fuerza —desde que se incorporó a la vida de Muhammad Ali en 1963—, Bundini Brown. Boudi —como le llamaba Clay— era el único con licencia para decirle al campeón lo que no quería oír, lo que nadie se atrevía a comentar. Un bufón con permiso para escupir la verdad. Bundini Brown —inspirado seguramente por un artículo de A.J. Liebling en The New Yorker— fue también el hombre que moldeó la frase que mejor definió al púgil norteamericano: «Revolotea como una mariposa, pica como una abeja«. Un eslogan que Ali hizo suyo, interiorizó y repetía como un mantra antes de cada combate. El periodista y biógrafo Jonathan Eig ha realizado más de setecientas entrevistas, analizado hemerotecas, accedido a los papeles del FBI y consultado varios trabajos de investigadores sobre las peleas disputadas por Cassius Clay, para elaborar Vida de Ali (Capitán Swing, 2022), una obra igual de colosal que su protagonista. En este libro encontramos al Clay fanfarrón que descubrió que cuanto más subía la apuesta con sus payasadas, mayor era el premio que recibía. Este boxeador fue la gran revolución cultural norteamericana de mitad del siglo XX: era un rebelde y también un clown. Ali lideró un gran cambio en el paradigma cultural de la sociedad de USA y el resto de las occidentales.

Vida de Ali es una completa biografía de un personaje excesivo e hiperbólico, y también una suculenta crónica de todos los combates que disputó”

Vida de Ali es una completa biografía de un personaje excesivo e hiperbólico, y también una suculenta crónica de todos los combates que disputó, desde sus inicios hasta su retirada, pasando por momentos históricos como la «lucha en la selva» —Rumble in the Jungle—, que protagonizó junto a George Foreman en el centro del continente africano. Esta es una obra que hará las delicias de los amantes al boxeo, pero también de cualquier lector que quiera disfrutar de 700 páginas de auténtica diversión. Jonathan Eig administra perfectamente los tiempos de esta historia para hacer el libro accesible a todos los públicos. Uno de sus mayores logros es despojar de misticismo la transformación de Cassius Clay en Muhammad Ali —»Cassius Clay es el nombre de un esclavo. No lo escogí, no lo quería. Yo soy Muhammad Ali, un hombre libre«—, narrando con detalle y rigor periodístico las complicadas relaciones internas de la Nación del Islam. Eig no escatima a la hora de mostrar el pasado más turbio de la organización fundada por Wallace Fard Muhammad: la corrupción y las infidelidades de su líder Elijah Mujamahd, señalado como instigador del asesinato de su antiguo protegido, Malcolm X. También cuenta cómo son los estrambóticos fundamentos de la Nación, más cercanos a la ciencia ficción de serie B que a la religión. La negritud es troncal en este ensayo. El racismo articula toda la obra. También aparece por estas páginas el reverendo Martin Luther King, al que «los hermanos» no tenían demasiado cariño. Elijah y Malcolm llegaron a calificar la Marcha del Millón de Hombres —un gran acto celebrado en Washington contra el racismo— de farsa. El boxeador hace de la lucha por los derechos de los afroamericanos su bandera, y no escatima en medios ni declaraciones, muchas veces surrealistas, para hacer llegar su discurso a todos los rincones de la nación. Sus proclamas a veces son tan delirantes —provocaba a sus contrincantes de color con insultos como «Tío Tom» o «negrata», afirmando que su victoria sería «la de los negros»— que cuesta saber si realmente quería ser un activista o solo estaba preparando su próximo combate. El terrible racismo que asolaba el país, y que él mismo sufrió, acaba en ocasiones convertido en mofa por su forma de usarlo para sus intereses personales. La cosa se complicó cuando Ali decidió no acudir a filas; hacerse insumiso. En esos capítulos queda más visible la doble moral del campeón de los pesos pesados, enfrentado a su país por la Guerra de Vietnam, pero que accedió a luchar en un país corrupto como el Zaire de Mobutu por un único motivo: la pasta. Solo unos meses antes de la pelea, había sido enviado por la Nación del Islam a recaudar dinero para la organización a los dominios de uno de los mayores asesinos de África, el terrorífico dictador ugandés Idi Amin.

“Ali fue uno de los mejores boxeadores de la historia, pero el excesivo personaje que creó acabó devorándolo”

Ali fue un gran negocio y todos querían su tajada: la Nación del Islam, los componentes de su gran séquito personal y el grupo empresarial que gestionaba su carrera junto con personajes tan variopintos como Bob Arum. Hay una frase en el libro de este abogado judío que define perfectamente de qué iba ese negocio: «Nada es por el dinero, siempre es por el dinero«. También se acercó a Alí el promotor que revolucionó el boxeo en los 80 con Mike Tyson, Don King, el Einstein del gueto. Vida de Ali nos lleva en su tramo final al trágico desenlace del mito. Clay quedó destrozado por los golpes recibidos durante su carrera pugilística, víctima de su estrategia Rope-a-dope —dejarse pegar en las cuerdas para sorprender a su rival con un feroz contraataque—, que provocó que recibiese muchos más golpes de los que dio. Ali fue uno de los mejores boxeadores de la historia, pero el excesivo personaje que creó acabó devorándolo. Eig ha firmado una obra notable, una biografía tan memorable como fue Open (J. R. Moehringer) de Andre Agassi. Cambió de nombre —Muhammad Ali—, también de religión y de amigos —dejó a Malcolm X poco antes de su muerte—, traicionó la confianza de sus contrincantes —fue especialmente cruel con Frazier— y engañó a sus mujeres. Todo valía para seguir siendo el bocazas que todos querían que fuese. En este ensayo, Alí lanza un jab tras otro a nuestro mentón, baila alrededor nuestro mientras pasamos las páginas y al final de cada capítulo nos grita al oído: «Soy el mejor». ¿Alguien lo duda?

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