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‘Revival’ Thoreau

Por El Periódico  ·  28.05.2013

En 1846 Henry David Thoreau (Concord, Massachusetts, 1817-1862) pasó una noche entre rejas (su tía abonó la fianza). ¿Motivo? Llevaba 6 años sin pagar impuestos. Por principios. Se negaba a dar su dinero a un Estado esclavista que hacía la guerra contra México: «Cuando un Gobierno es injusto el lugar de todo hombre justo está en la cárcel». Es un episodio anecdótico, pero de él surgió un ensayo, con cuyo título este filósofo, intelectual y uno de los fundadores de la literatura americana se forjó la leyenda de padre de la desobediencia civil. Inconformista y crítico, consideraba que un individuo era libre de negarse a cooperar con un Estado si, aun siendo legítimo, era abusivo y actuaba contra los derechos humanos y el bien común.

 

150 años después de su muerte, su figura y sus ideas, que entre otros inspirarían a Ghandi y Luther King, reviven -oportunamente, en esta era de indignación ciudadana y crisis de confianza en el poder- gracias a varias editoriales, que renuevan su obra maestra, Walden, sus diarios y su vida (en cómic y, en otoño, la Biografía esencial, de Antonio Casado da Rocha, reeditada por Acuarela Libros).

Con 20 años, Thoreau se graduaba en Harvard y empezaba su diario (a lo largo de su vida, que truncó la tuberculosis, llenó 14 cuadernos, de los que Capitán Swing publica el primer volumen de una selección a cargo de Damion Searls). Coincidía con el Pánico de 1837, una crisis económica nacional, con quiebra de bancos, ejecuciones hipotecarias y paro. «Muchos de vosotros vivís unas vidas pobres y serviles (…); andáis siempre al límite, tratando de entrar en negocios y salir de deudas (…), prometiendo pagar mañana y muriendo hoy, insolventes; tratando de buscar favores, de hacer clientes de todas las maneras posibles», escribió en el ensayo Walden, que recupera Errata Naturae, con nueva traducción y en edición crítica. Según su editor, Rubén Hernández, «veía en el comercio una herramienta del diablo que contaminaba al hombre».

«Era una situación como la actual, como en la crisis del petróleo de los 70, cuando Thoreau fue reivindicado por militantes de los derechos cívicos y la contracultura hippy. Son épocas de cambio de paradigma, en que la sociedad entra en crisis y deja de creer en el poder establecido porque el individuo se ve desamparado por un Estado que debería cuidar de él. El Estado ya no es fuerte, deja de existir y cede ante los poderes económicos y la sociedad civil levanta la voz», comenta Enrique Redel, editor de Impedimenta, que publica la biografía en cómic Thoreau. La vida sublime, de Maximilien Le Roy y A. Dan.

Esa voz la levantó él también para defender públicamente a John Brown -un abolicionista a quien ayudó a liberar a esclavos y que fue ahorcado por una acción armada que causó varias muertes- y para alertar de los riesgos de la explotación abusiva de los recursos naturales y del peligro de extinción de las especies, una convicción naturalista y ambientalista cercana al ecologismo que le liga a hoy día.

En la novela gráfica, el profesor de la Universidad de Lyón Michel Granger cree que sigue de actualidad «porque se opone a la opinión común, se rebela contra la injusticia política o la hipocresía religiosa y rechaza la adicción al dinero y el trabajo para proponer un modelo de vida simple y feliz, liberado del consumismo».

Así, escribe Thoreau: «Acumular lo que vale una casa corriente puede llevar entre 10 y 15 años de la vida de un trabajador (…) Por lo general, habrá pasado más de la mitad de su vida antes de que pueda comprarla» y la mayoría trabaja «20, 30 o 40 años para llegar a convertirse en los propietarios reales de sus granjas». Y se dirige a todo aquel «que está disconforme y se queja perezosamente de la dureza de su destino, o de los tiempos que les ha tocado vivir, cuando podría mejorarlos» y a los «que, en apariencia, son ricos, pero en realidad pertenecen a una clase terriblemente empobrecida, que han acumulado basura y no saben cómo hacer uso o deshacerse de ella, y que de esta forma han construido sus propias prisiones de plata u oro».

EL EXPERIMENTO / No era un teórico. De ahí su «experimento»: el 4 de julio de 1845, día de la Independencia, se retiró a vivir dos años solo a una rústica cabaña en el bosque, construida con sus propias manos, al lado de la laguna Walden, cerca de la casa familiar, para llevar una vida sencilla y salvaje en plena naturaleza, cultivando su huerto y siendo autosuficiente produciendo sus propios recursos, lo que, según Redel, «era una forma de no vincularse al poder y ser independiente».

«Walden es un manual de vida para aprender a ser feliz reduciendo las necesidades a lo que depende solo de nosotros, para no estar condicionado por las circunstancias externas. Así, la crisis le afectaba menos -apunta Hernández-. Es una forma de ver la vida radicalmente distinta a la que nos han enseñado. Hoy surgen nuevos modelos que beben de ello, iniciativas autogestionadas, banca ética, cooperativas…».

Sin embargo, Daniel Moreno, editor de Capitán Swing matiza que hay que ser conscientes de que los postulados de Thoreau «están atravesados por la filosofía trascendentalista», que compartía con el grupo de Concord, con su amigo Ralph Waldo Emerson y Walt Whitman: «Criticaba la sociedad de la época pero tenía una concepción de la vida y la libertad individual muy americana. Entendían que el Gobierno no debía intervenir en cuestiones individuales. Hoy, el derecho a ir armado en Estados Unidos no se entendería sin ellos».

 

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