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Raynor Winn: “Sin techo y con mi marido enfermo solo caminar tenía sentido”

Por EFE  ·  01.10.2021

La escritora Raynor Winn nunca imaginó que en poco tiempo perdería su casa y a su marido le diagnosticarían una enfermedad incurable. Una situación “devastadora” a la que se enfrentaron iniciando un sendero de más de mil kilómetros. “Lo único que sabía es que debíamos caminar”, explica en una entrevista con Efe sobre el libro que escribió y que acabó siendo el más vendido en librerías independientes del Reino Unido.

En “El sendero de la sal”, que acaba de publicar en español Capitán Swing, Winn relata cómo en 2013 pasaron de una vida confortable regentando una casa rural que también era su hogar a recorrer la Costa Sudoeste de Inglaterra convertidos en “sintecho” y durmiendo donde podían, cuando estaban cerca de cumplir los 60 años. Y sin embargo acaba siendo una historia de esperanza.

Una sentencia de desahucio tras una inversión fallida, en la que un amigo de la infancia de su marido les jugó una mala pasada, les arrojó a la calle: “Estábamos completamente convencidos de que íbamos a ganar el juicio”, explica Winn, que admite que les costó mucho trabajo asumir que se habían convertido en “sintecho”.

Por eso, cuando otras personas les preguntaban que por qué estaban haciendo esa ruta que suponía disponer de tanto tiempo, en la que ponían su tienda de campaña allí donde creían que iba a ser más fácil pasar desapercibidos, se sorprendían de las reacciones que provocaban.

“Empezamos a contestar con honestidad que habíamos perdido nuestra casa, que éramos sintecho y no teníamos donde ir.” Pero la reacción de sus interlocutores distaba de resultar empática o comprensiva. “Era un verdadero choque ver a la gente retirarse físicamente, tirar de sus perros, casi proteger a sus niños”, explica.

Por eso, inventaron una verdad alternativa en la que habían decidido vender su casa para lanzarse a la aventura. “La respuesta era muy distinta. Nos decían ‘oh, qué inspirador'”, recuerda.

Para Winn, que aprendió a la fuerza sobre una realidad que hasta entonces le resultaba bastante ajena, “fue extraño tener que cambiar la verdad para que otras personas se sintieran cómodas” pero también, y sobre todo, supuso “una llamada de atención sobre cuántos prejuicios existen sobre el hecho de no tener casa” y el miedo y rechazo que provoca.

La obra está salpicada con datos sobre este colectivo en Reino Unido. Según estudios que cita, en 2013 280.000 unidades familiares afirmaban no tener hogar o estar a punto de perderlo, aunque solo 52.000 personas fueron legalmente aceptadas como tal. “Existe la creencia generalizada de que cualquier sintecho es alcohólico, drogadicto o tiene problemas de salud mental. Aunque este tipo de problemas proliferan, hay las mismas probabilidades de que se deriven de la falta de vivienda como de que sean su causa”, señala la autora.

Por ejemplo, Winn recuerda situaciones como una vez en la que se le cayeron unas monedas, parte de los 40 euros semanales del Estado con los que debían sobrevivir los dos. “Obviamente me tiré al suelo a intentar recogerlas todas antes de que se perdieran o se metieran por algún sitio”. Entonces, una mujer le dijo: “Levántate, no queremos vagabundos borrachos por aquí'”.

“Casi me parecía imposible, cómo podía estar hablándome a mí si hace solo unas semanas era el tipo de persona que hubiéramos podido acoger como huésped en nuestra casa rural”, reflexiona Winn, aún con tristeza. Y asegura que “encontrar que una vida entera puede cambiar tanto y en tan poco tiempo” destruyó su ego, el sentido de quién era.

Otro de los elementos más presentes en el libro es el hambre, ya que pasaban semanas enteras alimentándose de fideos desecados y de té caliente. “No es algo que normalmente experimentamos, pero existe mucho más de lo que uno querría imaginar -recalca-. El hambre toma el control sobre ti, de cada uno de tus pensamientos, te posee”.

Estas condiciones de vida eran lo contrario a lo que el médico había recomendado a su marido, Moth, diagnosticado de degeneración corticobasal, una enfermedad rara e incurable, solo unos días después de la sentencia de desahucio.

“Cuando estábamos en esa consulta y nos dijeron que no había absolutamente nada que pudiéramos hacer para su dolencia, salvo no cansarse demasiado, nos dimos cuenta de que habíamos perdido mucho más en nuestra vida que simplemente nuestro hogar”, relata.

Sin embargo, tomaron una decisión que la propia Winn califica como “realmente extraña”: “Estábamos muy desesperados y pensar en ponernos la mochila en la espalda e irnos a hacer esa caminata nos pareció la opción más simple y obvia. Simplemente seguir una línea en un mapa nos iba a dar una manera de estructurar nuestros días cuando todo lo que les daba forma a nuestras vidas estaba desapareciendo. La idea de seguir un mapa parecía un propósito y una razón para continuar cuando estábamos luchando para encontrar un razón para seguir adelante”, destaca.

Contra todo pronóstico, a Moth los meses de caminata le mejoraron, y aún ahora, cuando su vida material se ha vuelto a estabilizar, siguen utilizando los kilómetros como inesperada medicina. “Acabamos de volver de una marcha realmente larga, hemos estado caminando cuatro meses, desde el Noroeste de Escocia a la costa del sur de Inglaterra. Está en mejor estado de salud de lo que ha estado en años”, subraya.

Preguntada por la persona que les cambió la vida con su engaño financiero, afirma que gracias al camino le ha perdonado. “Si no hubiéramos hecho ese sendero sería distinto. Pero ese camino nos permitió superar la amargura y dejar atrás cualquier sentido de la recriminación. Así que sí, absolutamente perdonado. Todos hacemos cosas que quizá más tarde lamentamos”, concluye.

Marina Estévez Torreblanca

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