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Rashid Khalidi: “Los tratados de paz de los 90 reforzaron la posición israelí y obligaron a los palestinos a aceptar una situación de inferioridad”

Por Librújula  ·  18.05.2023

Texto: David VALIENTE

“Casi siempre se cuenta la historia de la diplomacia palestina desde la perspectiva estadounidense y muy pocas veces se toma en cuenta la verdadera historia”, comienza a responder el historiador y escritor Rashid Khalidi (New York, 1948), que acaba de publicar Palestina. Cien años de colonialismo y resistencia (Capitán Swing), un recorrido desde la perspectiva palestina, familiar y personal del autor de uno de los conflictos más longevos y enquistados del Próximo Oriente.

Rashid fue asesor de la delegación palestina durante las negociaciones de paz que sucedieron en Madrid (1991) y en Oslo (1993) a raíz del crecimiento de la violencia entre palestinos e israelíes. “Echando la vista atrás, me doy cuenta de que muchas de las cuestiones problemáticas que se plantearon en las negociaciones se enfrentan en la actualidad”. En una entrevista concedida a Librújula, el titular de la cátedra de Edward Said de Estudios Árabes de la Universidad de Columbia relata que “Israel sigue negando a los palestinos su soberanía, su derecho de autodeterminación y su independencia”. También se niega a detener la anexión de las tierras palestinas y no les permite participar en la toma de decisiones de cuestiones relacionadas con la seguridad, la libre circulación, el agua y el espacio aéreo: “Israel impide que los palestinos decidan sobre asuntos que les competen”. “Los tratados de paz reforzaron la posición israelí y obligaron a los palestinos a aceptar una situación de clara inferioridad, lo que no sé es si la gente se dio cuenta de lo que, por desgracia, en Oslo la OLP aceptó”, lamenta Rashid.

El tema de la identidad palestina es muy controvertido: algunos, los más fanáticos, aseguran que no existe, otros que es resultado del conflicto con Israel y hay un tercer grupo que defiende que los palestinos ya se consideraban como tal antes de la colonización israelí. Por lo tanto, ¿cuándo nace la identidad palestina?

Hace un tiempo escribí un libro, que no se ha traducido al español, sobre esta cuestión. En él sostengo que la mayoría de las identidades nacionales son creaciones con apenas ciento cincuenta años de recorrido. A mis alumnos les explico que incluso aquellas que consideramos que tienen un fuerte arraigo en la historia, en realidad, se han desarrollado recientemente. Es el caso de Reino Unido. Su monarquía, en el siglo XIV, era de origen normando, hablaba francés y menospreciaba a los ingleses. En 1688, ascendió al trono un rey de raíces neerlandés y treinta y dos años después gobernó otro rey de origen alemán. Entonces, ¿de verdad, en el siglo XVIII, había en Reino Unido una identidad nacional consolidada? Las identidades nacionales se forjaron en los siglos XIX y XX y, por supuesto, la israelí y la palestina no son la excepción que confirma la regla. En Palestina, la variedad de identidades populares se solapaban las unas con las otras y en 1850 aún no se veían como nacionales palestinos, pero tampoco en las comunidades judías había una consideración sobre una Israel nacional. Los judíos ucranianos y rusos, por ejemplo, aunque sentían conexión con otras comunidades judías, se identificaban como nacionales del territorio que habitaban. Y, claro, el conflicto palestino-israelí ha afectado a la concepción identitaria de la población palestina, pero es un proceso natural y diría yo que inevitable. Si alguien viene de fuera a invadir tu tierra, se produce una reacción. El conflicto ha hecho que cambiara la manera que los palestinos tenían de autopercibirse: una serie de episodios traumáticos, como la nakba, han reforzado el sentimiento nacional palestino, lo que no significa que antes de 1948 no hubiera ya una identidad palestina, que, por supuesto, sí existía.

Se ha dicho que el enfrentamiento entre Palestina e Israel y el conflicto árabe-israelí es la lucha de David contra Goliat, siendo Israel el pequeño David y los Estados árabes el gran Goliat, ¿dónde nació esta narrativa?

Israel, comparado con el resto del mundo árabe, es un territorio pequeño. Además existe la ilusión de que los Estados árabes son fuertes y están hermanados. Pero es tan solo una ilusión. En realidad, los países de la esfera árabe mantienen, en su mayoría, buenas relaciones con Tel- Aviv; no están unidos y algunos de sus miembros son Estados fallidos o les afecta una guerra civil. Por lo tanto, es un mito bien decorado que la pequeña y pobre Israel vaya a ser derrotada por el gigantesco conglomerado árabe. Israel ha recibido siempre el apoyo de los imperios más poderosos del momento: primero del británico y ahora del americano. ¡¿Cómo va a ser David?! Si es una potencia regional con poder nuclear. ¡¿Cómo va a ser David?! Es un Goliat que dispone del suficiente potencial armamentístico para bombardear ciudades árabes antiquísimas, como El Cairo y Damasco. De hecho, quienes sí temen por su integridad territorial son sus vecinos, que más de una vez han probado su metralla o directamente han sido invadidos por el supuesto vecino amedrentado. Con esto no quiero decir que la población israelí no sienta miedo, pero el Estado en ningún momento teme por su existencia o su integridad territorial. Las nuevas generaciones son más conscientes de la realidad, y no aceptan el relato que sus padres asumieron.

¿Qué males y qué errores achacarías a los dirigentes políticos palestinos?

En otro libro, aún no traducido al español, The Iron Cage (La jaula de hierro), trato sobre los muchos errores que la élite política palestina ha cometido a lo largo de su historia. Se puede afirmar que las negociaciones de paz con Israel de la década de los noventa fueron todo un fracaso porque se aceptaron, provenientes de Israel, una serie de ofertas que estaban muy por debajo de los estándares que la población palestina realmente se merecía y estaba dispuesta a aceptar. Aceptar los Acuerdos de Oslo se tradujo en un incremento de los niveles de ocupación (nunca antes imaginados) y una mayor actividad del Ejército israelí que no dudó un solo segundo en construir muros y establecer controles en áreas de tránsito. Las negociaciones llevaron a un gran deterioro de la causa palestina y la responsable no es otra que la cúpula política. Sin embargo, no siempre fue así, el movimiento palestino gozó de momentos de éxito entre los años sesenta y setenta, cuando los palestinos consiguieron tener voz en los foros internacionales, algo que no había sucedido ni durante la Declaración Balfour ni en la resolución de la ONU del año 1948, momento en el que se dividió Palestina y se le concedió la mayor parte del territorio a una minoría colonizadora. Los palestinos empezaron a hablar por sí mismo, aún con la negativa israelí que construyó un relato en el que daba a entender que el conflicto es entre Israel y los países árabes, convirtiendo a los palestinos en un mero grupo de árabes hostiles. En resumen, la élite política palestina tuvo sus éxitos en diferentes periodos del conflicto, pero mayoritariamente ha tendido al fracaso.

En el libro cuenta esa vez que usted y otros intelectuales palestinos se reunieron con Arafat para hablarle de temas relacionados con Estados Unidos, pero este os despachó en pocos minutos…

Los líderes palestinos no contaban con una visión largoplacista. No se manejaban mal en las esferas del mundo árabe y, mejor que peor, sabían lidiar con los problemas internacionales del tercer mundo. No obstante, fallaban a la hora de entender lo importante que era negociar con Estados Unidos y los países europeos. No así los dirigentes sionistas que estaban bien formados en  los códigos políticos y sociales de Occidente. En gran medida esto era posible porque muchos de ellos habían pasado largas temporadas en esos países. Golda Meir nació en Ucrania, aunque se crio en Milwaukee y su inglés revestía acento americano; Benjamín Netanyahu también vivió una larga temporada en Estados Unidos y sabe las fórmulas necesarias para clicar el corazoncito americano. Los líderes palestinos no contaban con esta ventaja, pero tampoco entendieron hasta qué punto Estados Unidos estaba vinculado con Israel. Arafat y compañía centraron sus esfuerzos en pequeñas políticas locales, en vez de escuchar lo que ese reducido grupo de intelectuales les quería decir.

Entonces, ¿los intelectuales palestinos os habéis sentido desplazados por los líderes políticos?

El actual liderazgo en Gaza y Ramallah apenas escucha nuestros consejos. Pero en la década de los veinte y los treinta, por ejemplo, los intelectuales palestinos, desde poetas a profesores, estuvieron muy integrados en el movimiento político, algunos incluso llegaron a ocupar puestos en el liderazgo. Nos escuchaban. Pero sí es verdad que en los últimos tiempos el deterioro de las capacidades de la élite política palestina los ha vuelto menos proclives a atender reflexiones.

David Ben Gurión dijo: “Debemos hacer todo lo posible para garantizar que los palestinos no regresen…Los viejos morirán y los jóvenes olvidarán”. ¿Los jóvenes están olvidando? ¿Cree que la diáspora palestina podría hacer más de lo que ha hecho para solucionar el conflicto o agotó todos sus recursos?

Ben Gurión estaba en lo cierto cuando dijo que los viejos iban a morir, aunque se equivocó con los jóvenes. Los jóvenes no olvidan. Ahora hay una tercera generación de palestinos viviendo bajo ocupación israelí en Cisjordania y Gaza y una cuarta generación en la diáspora, que equivale en número a la población que ha permanecido en la tierra de sus antepasados, y, por supuesto, tampoco olvidan. Los colonizadores recurren al ‘epistemicidio’ para borrar la memoria de todo un pueblo y suplantarla por un relato más acorde con sus intereses. Y sí, la diáspora puede hacer más, pero también le digo que los esfuerzos que se están haciendo desde fuera son superiores a los que se hacen dentro del propio territorio. Los líderes políticos palestinos están infecundos de ideas, no protegen a los palestinos (salvo por algunos servicios sociales que tienen que ver con la educación y la sanidad), sino que sirven a los intereses de seguridad de los colonizadores israelíes,  abandonado la lucha de los derechos de su pueblo. La cúpula palestina busca autopreservarse y preservar a Israel. El ejecutivo israelí ha conseguido que sea otro, encima el subyugado, quien haga los deberes de seguridad por él. Este era el plan de Isaac Rabin. Rabin aceptó los Acuerdos de Oslo porque intuyó la incapacidad de Israel para contener la primera intifada. De ahí que hiciera una serie de concesiones que ninguna autoridad israelí había hecho hasta entonces: reconoció a los palestinos como pueblo (antes los tachaban de terroristas) y aceptó que la OLP (Organización para la Liberación de Palestina) los representara. Esto era lo máximo que Isaac Rabin estaba dispuesto a conceder, nunca toleraría la autodeterminación de los territorios bajo control de las fuerzas israelíes. Un asesor cercano a Rabin, y esto lo escuché yo,  aseguró que Arafat solo podía hacer una cosa: trabajar para Tel-Aviv. La autoridad palestina fue creada por Israel que la sigue financiando a través del dinero que consigue de las aduanas y con parte de los sueldos que los trabajadores palestinos obtienen en suelo israelí. Israel es quien decide si se abre o se cierra el grifo. Los controla. Esperar que hagan algo no tiene mucho sentido, así que tanto la sociedad civil palestina como las nuevas generaciones han cogido el testigo y confrontan las anexiones ilegales. En los últimos cuatro meses el mando israelí ha dado pasos gigantescos e insisten en que seguirán trabajando al mismo ritmo. Por ello, lo que sea que hacen las asociaciones palestinas o los individuos no es suficiente, se necesitan más esfuerzos.

En la actualidad, con la crisis económica que estamos viviendo, la guerra en Ucrania y la presencia cada vez más acuciante de China en el Pacífico, ¿Washington tiene el mismo interés que antes por Palestina e Israel?

Claro que a Washington le gustaría estar enfocado en otras cuestiones y en otras partes del planeta. Los analistas americanos reconocen que ha sido un error estratégico tremendo prestar tanta atención al Próximo Oriente. Sin embargo, en las ruedas de prensa los periodistas no preguntan primero por la guerra en Ucrania o las tensiones con China, sino que lo hacen sobre Netanyahu y el conflicto palestino-israelí, que llama a la puerta estadounidense una y otra vez. La violencia se prolonga en el tiempo en las calles de Gaza y Ramallah, y los acontecimientos no pueden ser silenciados por mucho que las administraciones lo deseen así. Por lo tanto, a corto plazo tanto los republicanos como los demócratas apoyarán las acciones israelíes. En 2016 la administración Obama aprobó un presupuesto anual de tres mil ochocientos millones de dólares en ayuda militar a Israel que todavía percibe y continuará percibiendo unos años más. Donde sí podemos apreciar un cambio es en las bases del Partido Demócrata. Una encuesta de Gallup reveló que cada vez son más los votantes demócratas que simpatizan con los palestinos. Este es un hecho desde luego revolucionario que no se veía desde los tiempos de Woodrow Wilson, y se debe, sobre todo, a la metamorfosis en la mentalidad juvenil mucho más abierta en cuanto a sus redes de información y menos proclives a documentarse en los medios tradicionales. Antes, cuando en clase les preguntaba a mis alumnos si habían leído tal o cual artículo de The New York Times, la mayoría le había echado un vistazo, pero ahora casi nadie sabe de él. En conclusión, y hablando en términos generales que afectan a los votantes demócratas, el cambio es apreciable, pero no será efectivo en la política hasta que no ocurra el relevo generacional y aquellos mandatarios que crecieron con el discurso de la Israel chiquita y amenazada abandonen sus cargos. Pero me preocupa que el cambio se realice demasiado tarde porque los eventos no dejan de sucederse y además muy deprisa.

En este último tiempo, Israel ha acercado posturas con algunos países árabes, ¿en qué situación diplomática e internacional deja este hecho a Palestina?

Netanyahu ha conseguido establecer buenas relacionales con regímenes árabes dictatoriales, antidemocráticos y represivos, como Sudán del Norte, Bahréin o Emiratos Árabes Unidos. Estas monarquías, por otro lado, tienen serios problemas de seguridad interna o externa y carecen de una legitimidad verdadera. Aunque ofrecen una serie de privilegios a sus ciudadanos, no les permiten tomar decisiones en lo referente al gobierno y la dirección del país. Y esto es un gran problema para los palestinos porque las encuestas revelan que en torno al 80 y 90% de los ciudadanos árabes apoyan la causa palestina y se oponen a la normalización de relaciones con Israel. Los gobiernos no están materializando la pulsión y los deseos de sus ciudadanos. Palestina ha alejado al mundo árabe de su órbita porque el liderazgo ha fracaso absolutamente en la tarea de dirigir una diplomacia bien marcada, tarea que sí supo desarrollar la OLP en sus comienzos y que les permitió seducir a unos regímenes árabes muy parecido a los de ahora. En la actualidad, la diplomacia en Ramallah y Gaza se reduce a hablar con los americanos y con las fuerzas de seguridad israelíes, no tienen una estrategia ni una visión centralizada con la que actuar, por mucho que tengan a una buena parte del cuerpo diplomático dispuesto a trabajar para defender los intereses de Palestina. Al contrario, Israel cuenta con una marca distintiva a nivel internacional y la vende de una manera modernamente exitosa. Israel es High Tech, Israel es democracia, Israel es seguridad: te venden las mejores armas, los mejores equipos de espionaje y de control ciudadano, las mejores bases de datos, los últimos métodos de tortura… Por eso tienen relaciones con India, China y Brasil, saben explotar su marca a través de su tecnología y sus avances. Los palestinos no cuentan con una marca propia ni una estrategia que difunda las cosas buenas que tiene Palestina. En definitiva, el problema no es que los gobiernos árabes normalicen sus relaciones con Israel, sino que también el movimiento nacional palestino está en baja forma, incluso diría que se encuentra en similar situación anímica a la de los años previos a la nakba, cuando casi fue destruido. Por suerte, el activismo palestino nunca ha estado en mejor forma de lo que lo está en estos momentos.

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