El historiador y escritor Rashid Khalidi (Nueva York, 1948) nació en el seno de una familia de origen palestino-libanés que nunca olvidó sus raíces. Su tatarabuelo, Yusuf Diya al-Khalidi, fue alcalde de Jerusalén, y él tomó las riendas de un inabarcable legado histórico que narra en primera persona en Palestina: Cien años de colonialismo y resistencia (Capitán Swing, 2023). Khalidi, titular de la cátedra Edward Said de Estudios Árabes en la Universidad de Columbia, recibe a LA RAZÓN en Casa Árabe de Madrid, donde presenta su libro.
El conflicto árabe-israelí es en realidad un conflicto colonial.
La naturaleza colonial tiene dos caras. En primer lugar, la británica. Cuando Reino Unido conquistó Palestina, emitió la Declaración Balfour, por la cual otorgó un país por el que no tenía derecho a otro pueblo. Los palestinos nunca fueron mencionados en la declaración ni en el mandato británico. Además, el sionismo se vio a sí mismo como un proyecto colonial. Entendieron que estaban implantando una población judía mayoritariamente europea en una tierra no europea. En el libro me centro especialmente en los líderes del sionismo revisionista, como Theodor Herzl, David Ben-Gurión, Jaim Weizmann, que han dominado la política israelí desde los años setenta. Sólo a través de la fuerza podemos vencer la resistencia de los árabes. Algunos, como [el líder sionista Zeev] Jabotinksy, a quien cito, entendían que los árabes tenían una causa nacional. Pero simplemente creían que su causa era más justa. Si te fijas hoy en los Territorios Ocupados, en los colonos, te das cuenta. No es muy diferente de lo que pasó en Argelia, Norteamérica o Australia.
Divide el libro en seis capítulos. Uno por cada declaración de guerra contra los palestinos. Desde la Declaración Balfour hasta los fallidos procesos de paz. ¿Está en curso una séptima?
La sexta declaración de guerra, de la que hablo en el libro, se centra en los ataques de Israel en Gaza, que es lo que hemos estado viendo en la última semana. Es la continuación de ese ciclo. ¿Podemos ver algo diferente? Quizá. Hay una forma diferente de resistencia que está teniendo lugar en Cisjordania, que no está organizada desde fuera o desde arriba, que parece ser de base, espontánea. No es Hamás, no es Fatah… tampoco Yihad Islámica. Este es un posible cambio; el otro es el mayor extremismo del Gobierno israelí, con figuras como [el ministro de Finanzas, Bezalel] Smootrich o [el titular de Seguridad Pública Itamar] Ben Gvir, que han hablado como si quisieran expulsar a más palestinos. Así que posiblemente veamos una séptima declaración de guerra, que no vendrá de los palestinos. La resistencia es inevitable como resultado de la ocupación. Seguirán existiendo formas de resistencia. Armadas, violentas o pacíficas. El simple hecho de permanecer en la tierra es una forma de resistencia, negarse a salir es una forma de resistencia. Que haya una séptima declaración de guerra dependerá de Israel, y de lo que le dejen hacer Estados Unidos o la Unión Europea.
Dedica buena parte del libro a la división en el seno de las organizaciones políticas palestinas.
Uno de los grandes obstáculos que afrontan los palestinos no es solo la división, sino la ausencia de un movimiento nacional unificado, la ausencia de una estrategia clara. Y tampoco hay un mensaje claro ni para el mundo ni para los israelíes. En los años 70 y 80, hasta Oslo, estaba claro que los palestinos querían un Estado junto a Israel. Pero ya es hora de que tengan una nueva visión, porque Israel ha cerrado la puerta a la solución de los dos Estados. Ese barco ya zarpó, aunque todavía algunos en Washington y Bruselas no quieran verlo.
¿Un nuevo liderazgo más allá de la Autoridad Palestina y Hamás?
Insto, es hora de que tengan una nueva visión. Soy especialmente crítico con los dos liderazgos, con el de Ramala y con el de Gaza. Porque mantienen la división, son antidemocráticos –no ha habido elecciones desde 2006, y debe haber elecciones¬–. Y porque no tienen una estrategia para revertir la situación. Ahora bien, Israel hizo en el pasado todo lo posible por detener o matar a los líderes palestinos. Y no sólo líderes militares, considerados terroristas, sino intelectuales, políticos, diplomáticos. Será muy difícil. Quizá la próxima generación de líderes tenga que surgir fuera de los Territorios Ocupados, o quizá dentro de Israel, o en la diáspora. Eso sí, contar con un liderazgo palestino elegido y unificado es el requisito para cualquier cambio.
Israel atraviesa una de sus mayores crisis políticas y sociales de su historia. ¿Cuál debería ser la posición de los palestinos?
Es una crisis que afecta principalmente a los derechos de los ciudadanos judíos israelíes. Lo que intenta la extrema derecha israelí es privar de sus derechos a algunos israelíes e impedir que el Tribunal Supremo los proteja. El Tribunal Supremo, en realidad, nunca ha protegido los derechos de los palestinos, ni de los ciudadanos palestinos de Israel ni de los palestinos que residen en los Territorios Ocupados. Y cuando lo hace, genera una furibunda reacción de la derecha. Sin embargo, la oposición [a la reforma judicial del primer ministro, Benjamín Netanyahu] se ha movilizado para proteger los derechos de las mujeres, de los israelíes seculares, del colectivo LGTB. Es una crisis sin precedentes, pero hasta ahora sólo afecta a los derechos de los ciudadanos judíos de Israel. Si alguna vez traspasara esa línea y hablara de los derechos de todos, el escenario cambiaría.
Como sabe, Israel y Yihad Islámica han acordado esta semana un alto el fuego después de casi una semana de combates. ¿Cómo valora el anuncio y, sobre todo, que Hamás no haya intervenido?
Israel tiene acuerdos de seguridad con la Autoridad Palestina, todo el mundo lo sabe. [El presidente palestino, Mahmud] Abás lo tiene, y Hamás también. Son acuerdos para parar la militancia, para detener los ataques contra Israel, a cambio de la apertura de algunas barreras para el tránsito de personas y bienes. Estos acuerdos siguen en vigor, lo que explica que Hamás lleve sin intervenir desde 2019. Desde entonces se han producido tres intercambios de misiles entre Israel y Gaza, y la tregua siempre se lleva a cabo con la mediación de Egipto, Qatar y Turquía.
Cuenta que, en 1968, se sumó a una manifestación en la Universidad de Yale en contra la entonces primera ministra israelí Golda Meir, cuando estaba de visita. Eran solo cuatro estudiantes, por las decenas que la recibían con vítores. ¿Sería esto posible hoy?
No, en absoluto. La dinámica ha cambiado por completo. Los jóvenes son hoy mucho más críticos, se trata de un cambio generacional que ha ocurrido, sobre todo, en Estados Unidos. Nadie considera ya a Israel un pequeño David peleando contra Goliat. Saben que es mucho más poderoso que todos los países árabes, incluido Irán, y que tiene armas nucleares.
Los Acuerdos de Abraham, firmados por el expresidente de Estados Unidos Donald Trump, cambiaron por completo el paisaje de Oriente Próximo, orillando las reclamaciones palestinas. La Administración Biden ha mantenido esta agenda. ¿Qué espera de Washington?
No se ha producido prácticamente ningún cambio en la política estadounidense en ninguna cuestión importante relativa a Palestina. Desde que el presidente Joe Biden fue elegido, la Embajada estadounidense sigue en Jerusalén, Estados Unidos ha reconocido la anexión israelí de los Altos del Golán… y el inmovilismo continuará porque, aunque el Partido Demócrata haya cambiado y sus votantes también, sus líderes no.
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