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Rashid Khalidi: “La ocupación y la invasión deberían significar lo mismo en todas partes”

Por SER  ·  20.05.2023

El escritor Rashid Khalidi carga contra la hipocresía de Occidente ante la ocupación israelí y pide ayuda para acabar con la espiral de violencia en Palestina

La Nakba de los Khalidi

En marzo de 1899, el fundador del sionismo Theodor Herzl recibió una carta del entonces alcalde de Jerusalén en la que le advertía sobre los peligros de la creación de un estado judío en Palestina, un territorio de mayoría árabe por entonces. Más de un siglo después el tataranieto de aquel alcalde, el escritor Rashid Khalidi, cuenta la historia de su pueblo en “Palestina. Cien años de colonialismo y resistencia” (Capitán Swing).

Este 15 de mayo se ha conmemorado el 75 aniversario de la Nakba o “catástrofe”, como los palestinos se refieren a su mayor éxodo forzado. Un momento del que Khalidi no tiene recuerdos, no había nacido todavía, pero que cuenta a través de la vida de su familia.

Esa expulsión “fue una experiencia traumática para miles de personas. Cambió su vida totalmente”, explica el historiador y escritor estadounidense. 750.000 palestinos se vieron obligados a abandonar sus hogares y otros muchos se quedaron bajo ocupación israelí o bajo mandato de Jordania y Egipto.

En el libro que acaba de publicar, Khalidi cuenta lo que supuso la Nakba para la población palestina a través de sus historias y sus biografías y cómo ha ido afectando a las generaciones venideras. “Mi caso es un ejemplo de ello… Yo nací en Nueva York porque mis padres no podían volver a Palestina. Ni mi madre ni mi padre pudieron volver a la tierra de sus ancestros y yo acabé naciendo en Estados Unidos. Es un ejemplo más de cómo esta situación dramática afectó a miles y miles de personas”.

Pregunta: ¿De qué manera expresaban sus abuelos y sus padres ese trauma? ¿Qué les contaban a ustedes en casa?

Es cierto que las generaciones anteriores no suelen hablar mucho de esto. No les gusta hablar de ello. Ahora es cuando empiezan a publicarse entrevistas con supervivientes y otras personas que vivieron estos acontecimientos de primera mano y empezamos a ver el trauma que supuso para ellos. Pero es un trauma que aflora más tarde. Para que se hagan una idea, en Gaza hay una población de dos millones de personas, más de la mitad son niños, y sólo podemos empezar a atisbar el trauma que supone para ellos vivir la situación de violencia que están viviendo. Yo mismo lo viví en Líbano en la década de los 70 y 80 cuando mis hijos eran pequeños. Empecé a ver cómo el trauma les afectaba más adelante por todo lo que habían pasado. Muchas veces no sabemos el impacto que tienen estas situaciones en las personas hasta más adelante.

Mi tío, por ejemplo, sí que escribió sus memorias y tenía una gran implicación política. En el escrito que he utilizado para mi libro, él manifestaba su ira y su enfado y también su amargura hacia los británicos (en primer lugar) por haber permitido que se produjera esta situación. Y también su amargura e ira por haber perdido el hogar de sus ancestros. El hogar de mi abuelo que estaba en la ciudad de YAFFA. Mi padre no solía hablar del tema porque es cierto que cuando se produce un evento así de traumático se tarda en hablar.

La Nakba es el hecho más notable de este conflicto que usted, desde las primeras páginas del libro, presenta como una historia de una colonización y la resistencia del pueblo colonizado. Un relato que Israel ha conseguido neutralizar a lo largo del tiempo en favor de sus propios intereses. ¿Usted cree que todavía lo sigue haciendo? ¿Qué visión cree que tienen sobre todo las nuevas generaciones occidentales de lo que sigue pasando a día de hoy en Palestina?

Yo creo que, ahora mismo, las personas más jóvenes tienen más capacidad para acceder a otro tipo de información y son capaces de ver la realidad de lo que está sucediendo en Palestina con mucha mayor objetividad. Ya no dependen tanto de los medios de comunicación tradicionales y la información la obtienen de las redes sociales. Es información que no ha pasado por un filtro previo ni de la CNN ni de los medios de comunicación tradicionales.

Y como tienen acceso a esta información son más objetivos y más críticos con la situación. Esto es algo que ha cambiado a lo largo de los años sobre todo en Estados Unidos donde yo vivo y doy clases. Los jóvenes tienen acceso a más información que les permite sortear los mitos y la desinformación que presentaba a Israel como un estado que se había creado para personas que no tenían un territorio y que corría el riesgo de ser destruida. Ya sabemos que eso no es así y los jóvenes comienzan a acceder a información que demuestra que eso no era así.

Sí que es cierto que Israel ha tenido mucho éxito en los últimos años porque ha conseguido ocultar toda esta información. Ha corrido un tupido velo sobre la situación y lo podemos ver, incluso, en cómo reaccionan ante la celebración de la Nakba por parte del pueblo palestino.

Ayer mismo, en una sesión de Naciones Unidas, se trataba este tema y el embajador israelí se refirió a ello como una “mentira”. No es una mentira cuando se expulsó a más de 750.000 personas de sus hogares. Estamos hablando de que era imposible crear un estado judío en un territorio en el que el 65 por ciento de la población eran árabes. La única manera de hacerlo era expulsando a esa mayoría de población árabe y fue lo que sucedió. Con lo cual, estas mentiras que se han ido transmitiendo de generación en generación ya no se pueden transmitir tan fácilmente porque los jóvenes tienen acceso a otro tipo de información.

De hecho, su familia ha sido testigo directo de los acontecimientos que ha vivido el pueblo palestino, no solo por la huida de sus abuelos, sino antes incluso. Cuando el sionismo empezaba a planificar su proyecto de Estado, su antepasado el alcalde de Jerusalén intentó que uno de los ideólogos del sionismo, Theodor Herlz, entrara en razón y se diera cuenta del terrible riesgo que implicaba este proyecto. Fue la primera advertencia que recibió el sionismo sobre las consecuencias que podía acarrear la creación del Estado de Israel.

Sí… Lo que hago en el libro es poner ejemplos de situaciones que ha vivido personalmente mi familia y las familias de otras personas cercanas, como la de mi mujer. El abuelo de mi mujer era editor del principal periódico palestino de la época en la ciudad de Yaffa.

A mí me interesaba algo más que presentar los hechos como algo frío y ya está. Quería contar lo que había detrás, humanizar la situación. En el libro menciono esa carta de mi pariente, Yusuf Diya, que fue alcalde de Jerusalén y también había sido diputado por Jerusalén en el parlamento nacional.

Era una carta que le envió a Hertz en aquel momento advirtiéndole de los peligros que entrañaba el sionismo y que su objetivo no era una tierra sin gente. Le decía que lo que iban a hacer era implantar a otra población en la tierra de Jerusalén y le pedía que -por favor- dejasen a Palestina tranquila.

También menciono la respuesta que le dio Hertz ignorando esta advertencia. Fue una de las advertencias que han ido haciendo los palestinos a lo largo de la historia contando los peligros vinculados al proyecto de imponer el sionismo en la zona. Y los líderes sionistas ignoraron estas advertencias y lo siguen haciendo en la actualidad.

Ya vemos cómo reaccionan los diplomáticos israelíes frente a la celebración de la Nakba negando el daño y el perjuicio que supuso para la ciudadanía palestina la expulsión de todas estas familias.

¿Cómo podemos explicar a las nuevas generaciones el efecto que la creación del Estado de Israel ha tenido, no solo para el pueblo palestino, sino para toda la región de Oriente Medio en estas más de siete décadas?

Yo creo que lo importante aquí es la historia. Hay que explicar la historia, el porqué de este conflicto, cómo surgió y cómo afectó al resto de la región. A partir de 1948, no sólo Palestina, otros países árabes se vieron afectados, sobre todo aquellos que acogían a la mayoría de los refugiados palestinos como Jordania, Líbano, Siria… Como resultado de la llegada de estos refugiados surgió la inestabilidad en estos países, golpes de estado militares y las guerras en el 56, en el 67, en el 73… Todo ello fue una consecuencia de lo que había pasado.

Y yo en el libro me remonto a 1917 porque fue el momento en el que el imperio británico tomó el control de los territorios palestinos y comenzó a apoyar al movimiento sionista. Fue realmente ahí cuando empezó todo el conflicto.

Actualmente hay personas que consideran que el conflicto no tiene tanta relevancia. Es cierto que hay muchos estados árabes que han restablecido sus relaciones con Israel, pero el conflicto no ha cambiado en esencia. Estamos hablando de un pueblo que intenta imponer su voluntad en un territorio donde hay dos pueblos, dos poblaciones.

Y para conseguirlo, se ha dedicado a expulsar a la mitad de la población a lo largo de la historia. Hasta que no se aborde estas realidades, hasta que no se aborden las causas del conflicto, continuará la violencia, continuarán los movimientos de resistencia. Es imposible que se alcance la paz o una solución pacífica del conflicto a no ser que haya una resolución justa para ambas partes. Y cuando hablo de solución justa no me refiero solamente a una cuestión de fronteras… hablo de cosas de mayor calado. Para que haya una solución tenemos que hablar de Justicia con mayúsculas para todas las partes.

A mi personalmente, me ha llamado la atención del relato del libro los recurrentes errores que describe de responsables palestinos que debían defender los intereses de su pueblo. Por ejemplo, describe cómo delegaciones que iban a Nueva York a asistir a Naciones Unidas no salían de su hotel. O cuando tocaba negociar, las delegaciones de Palestina eran incapaces de interpretar complejos textos legales que planteaba Israel y su aliado EE.UU. y terminaron incluso capitulando en favor de los intereses de Israel. ¿Cómo pudo ser eso posible? ¿Cómo hubo esa aparente insensatez de esos responsables palestinos que no eran conscientes de lo que se estaban jugando?

Creo que hace referencia a las negociaciones de la conferencia de Oslo… cuando estuvimos negociando en Madrid y en Washington… donde había una delegación palestina que contaba con asesores excelentes. Yo formaba parte de esa delegación y teníamos asesores legales buenísimos. Todos los miembros de la delegación hablaban inglés perfectamente y tenían el conocimiento necesario.

Por ello, precisamente, rechazamos los textos que proponía Israel porque no era un texto que permitiera llegar a la independencia y la autodeterminación en algún momento.

Hubo diez sesiones de negociación. La primera en Madrid. Fueron diez sesiones celebradas entre octubre del 91 y julio del 93. Y lo que sucedió fue que, entremedias, La OLP (en el año 92) decidió enviar su propia delegación de negociadores. En este caso, era una delegación que no estaba compuesta por miembros que tuvieran un nivel de inglés suficiente para llevar a cabo las negociaciones ni tampoco tenían el conocimiento jurídico.

Y tampoco tenían la experiencia de haber estado negociando con Israel durante las sesiones anteriores. Nosotros sí teníamos esa experiencia, sí sabíamos hacia dónde quería llevarnos Israel y por eso no aceptábamos el texto.

Desgraciadamente, la delegación de la OLP fue incapaz de ver esta situación y eso fue un gran fracaso de la OLP. Yo me mostré muy crítico en aquel momento, igual que me muestro muy crítico ahora con aquella situación y el resultado está a la vista de todos.

Cuando vinimos aquí a Madrid a negociar había unos 150.000 colonos y en la actualidad hablamos de una cifra de unos 750.000. La situación ha empeorado muchísimo. Cuando vinimos a negociar a Madrid había violencia, pero se podían mover por la región. Ahora la situación es mucho peor. Están viviendo en guetos o encarcelados sin que haya un juicio a la vista con lo cual es una situación que ha empeorado por la política israelí y el apoyo que le ha prestado Estados Unidos, pero también por los errores cometidos por los líderes palestinos.

Es cierto que la OLP tuvo muchos aciertos y logros en la década de los 60 y 70 como sacar a la palestra el problema palestino, pero en este caso cometieron un gran error.

Cometieron un error porque lo único que les importaba era estar ahí, sin importar para qué.

Yo creo que el error se debió a varios motivos… Por un lado, las personas que habían enviado a negociar eran personas que no habían vivido en los territorios palestinos durante 25 años. Los que vinimos de Madrid sí estábamos en Gaza y Cisjordania y sí sabíamos lo que estaba pasando.

En segundo lugar, eran personas que estaban desesperadas por acabar con el exilio. Eran personas que vivían en Túnez y lo que querían era volver a la región. Se habían aislado durante muchísimos años en los países árabes debido también a su posicionamiento durante la invasión de Kuwait por parte de Irak.

Y, en tercer lugar, creo que pensaban que firmaran lo que firmaran en Oslo, ellos podrían cambiar la situación después sobre el terreno. Yo creo que ellos sí pensaban que podían crear algo mejor con lo que estaban firmando, pero fue el error en el que cayeron.

Ahora mismo los más fervientes defensores de la aniquilación de toda la huella palestina en ese territorio están en el Gobierno israelí. ¿Cambia en algo la situación general esa circunstancia?

Voy a responder claramente. Sí, la situación se ve muy agravada por esto que acaba de mencionar. Estamos hablando de personas que no tienen ningún reparo en expresar que su deseo es eliminar a los palestinos y hacer que toda esa región sea parte de Israel. No tienen ningún problema con tener que expulsar a más ciudadanos de la región.

Hace unos años en la Knesset, el parlamento israelí, el actual ministro de finanzas se dirigió a un diputado árabe y le dijo que la pena es que Ben Gurión no había acabado su trabajo en el 48 con lo cual, como ve usted, es una situación peligrosa porque no se cortan a la hora de hacer este tipo de declaraciones.

¿Y qué percibe de las nuevas generaciones palestinas? ¿Qué van a hacer para responder a ese desafío que nos acaba de describir?

Lo cierto es que hay una ausencia total de horizonte político para esas nuevas generaciones. Muchas de estas personas se encuentran en una situación de desesperanza en la que ven que no hay salida ni futuro. Yo creo que esto puede llevar a un incremento de la violencia y de una resistencia cada vez más violenta, como hemos visto a lo largo de estos últimos dos años en Palestina donde han aumentado los actos violentos contra los colonos, las tropas israelíes y contra ciudadanos israelíes, incluso.

Si se bloque la posibilidad de que haya un cambio positivo en la región, al final, lo que se va a generar es una situación mucho más explosiva que va a afectar -sobre todo- a los jóvenes, lo cual será una tragedia no solo para estos jóvenes sino también para Israel y para el mundo. Habrá muchas personas que queden traumatizadas por esa violencia que ejercerá Israel para responder a esta situación.

Y lo que está claro es que ahora mismo los palestinos por sí solos no pueden detener esta espiral, pero el resto del mundo sí. Tienen que dejar claro que hay que imponer unos límites. Israel depende de Europa, depende de Estados Unidos, son ellos los que le brindan protección e impiden que se imponga sanciones.

Si Rusia hace lo que hace, Europa -de repente- entra en cólera y aplica todo tipo de sanciones. Llevamos 56 años de ocupación de los territorios palestinos. La ocupación y la invasión debería significar lo mismo en un lugar y en otro porque si no las personas que claman contra la ocupación, por parte de Rusia, serían unos hipócritas.

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