En 1899, Yusuf Diya al-Din Pasha al-Khalidi escribió una carta destinada al padre del sionismo, Theodor Herzl, en la que le advertía de los peligros de sus intenciones de crear un Estado judío en Palestina. Su proyecto, le señalaba, crearía la discordia entre cristianos, musulmanes y judíos palestinos y pondría en peligro el estatus y la seguridad de los que los judíos siempre habían gozado en los territorios del imperio otomano de la época. Pero lo más importante de lo que dejó constancia Yusuf Diya fue de que “Palestina está habitada por otros” y que esa población autóctona no aceptaría verse reemplazada. “En el nombre de Dios, dejemos a Palestina en paz”, le pedía. Yusuf Diya fue un erudito de las religiones que hablaba inglés, francés y alemán y vivió en Malta, Estambul o Viena. Ejerció como cónsul, gobernador de varias regiones del impero otomano y, durante una década, como alcalde de Jerusalén. La carta y sus reflexiones resultan hoy proféticas.
El académico y escritor Rashid Khalidi recuerda las advertencias de su tío tatarabuelo en el inicio de su libro “Palestina, cien años de colonialismo y resistencia”, editado por Capitán Swing y que se ha presentado en Casa Árabe, donde ha concedido esta entrevista a EL MUNDO. En él analiza el conflicto palestino-israelí en clave histórica y actual para denunciar la realidad impuesta sobre el terreno: “Son realidades de discriminación sistemática, de opresión y desposesión -en una palabra: propias del llamado colonialismo de ocupación-, que no pueden ser ignoradas”.
Pregunta. Su libro intenta cambiar las narrativas hegemónicas sobre el conflicto. ¿Por qué esto es tan importante?
Respuesta. Creo que es importante porque lo que usted llama la narrativa hegemónica es un gran obstáculo para la comprensión y para el cambio de nuestro statu quo, que es muy perjudicial. Si la gente cree que la llegada del sionismo y la creación de Israel hizo florecer el desierto, como dijo vergonzosamente la presidenta de la Comisión Europea, entonces hay todo tipo de tropos racistas que se encarnan en que los palestinos no existieron, que dejaron el país hecho un erial, que sólo la llegada de los pioneros judíos cambió esta terrible situación y, por lo tanto, todo lo que sucedió está justificado es entendible. Y eso es sólo un ejemplo de por qué esta narrativa hegemónica ha sido muy útil para Israel. Y ha sido muy perjudicial para los palestinos. Así que creo que es muy importante cambiarlo. No se puede conseguir ninguna resolución mientras se tenga la dominación absoluta de un pueblo sobre otro pueblo en un país que comparten y esa es la situación actual. Y la que siempre ha sido desde 1948; de hecho, desde que los británicos vinieron y establecieron una hegemonía legal donde un pueblo tenía derechos nacionales y el otro pueblo realmente no existía. Si lees la Declaración Balfour y lees el mandato, los palestinos no existen. Nunca se mencionan. Se habla del hogar nacional judío, de estos derechos y aquellos derechos, de estas estructuras, estas prerrogativas gubernamentales que se dan al hogar nacional judío… Nada para los palestinos. Y esa ha sido la estructura desde 1917. Y eso no es una base para nada más que la dominación y la opresión. Y eso es lo que resulta de crear esa estructura y crear herramientas para la dominación y opresión. Una narrativa que sostiene eso es parte del problema. Así que creo que desafiar esa narrativa es un paso para acercarnos a una solución real y sostenible. No una artificial en la que el dominado acepte la dominación del dominador. Eso es lo que fue Oslo. Eso no es una resolución.
P. Algunos pintan este conflicto como una “guerra eterna”. Pero usted explica en su libro que data de un siglo más o menos y acaba de conmemorarse el 75 aniversario de la Nakba. ¿Cuál diría que es el punto de inflexión de estos años de conflicto?
R. En primer lugar, no es eterno. Retrocede 200 años: nadie hablaba de un Estado judío hace 200 años. El sionismo político no existía. Nadie hablaba de un Estado palestino hace 200 años. Son nacionalismos modernos. Esta es una lucha nacida del nacionalismo y del imperialismo. Si no hubiera surgido el nacionalismo moderno y los británicos no se hubieran apoderado de Palestina en 1917, no tendríamos la situación actual. Esta es una creación de la era moderna, hace 100, 120 años… Pero hace 200 años mis tatarabuelos y los tatarabuelos de los israelíes no luchaban entre sí. Nunca en Palestina hubo ningún tipo de conflicto entre ningún grupo que tuviera que ver con los antepasados de los israelíes y los antepasados de Palestina. Luchaban contra los otomanos, contra los británicos, pero eso es diferente. El conflicto nacional que tenemos hoy no existía antes del surgimiento del nacionalismo moderno ni antes de la conquista de Palestina por los británicos y la imposición del Mandato Británico. Por lo tanto, fecho esta guerra, lo que yo llamo guerra en Palestina, en 1917 con la llegada de los británicos, la imposición de la Declaración Balfour y el Mandato. Y creo que eso determinó los contornos, no sólo los contornos, determinó el curso de los acontecimientos para más de un siglo después.
P. Argumenta que las potencias europeas no son “honestas” observadoras de lo que ocurre. ¿Qué les dice a los gobiernos europeos? ¿Cuál debería ser su papel? ¿Y el de EEUU?
R. Obviamente, el principal facilitador de Israel es Estados Unidos, desde luego desde los años 60 y quizá desde los años 40. Pero Europa juega un importante papel subsidiario tanto en permitir lo que Israel hace como en garantizar la impunidad israelí para sus acciones. Me refiero a que cuando Israel mata civiles, cuando se dedica a lo que la mayoría de los juristas internacionales consideran Apartheid, no hay consecuencias. Ciertamente no de Europa. Dejemos a Estados Unidos fuera; de hecho, el problema ahí es más grave. Cuando Israel destruye instalaciones, escuelas, sistemas de agua construidos con dinero de la UE, con vuestros impuestos. ¡¡Nada!! ¡¡Ni una palabra!! Lo siento, sí, una palabra: ‘Ohhh, es terrible’. Y luego lo hacen de nuevo, una vez y otra. Y los europeos seguís permitiendo que lo hagan. ¿Por qué no hay sanciones?: ‘Habéis destruido esto. Vamos a dejar de daros dinero. Te vamos a sancionar’. Es decir, ahí hay un papel para Europa que niega a ejercer. De hecho, Europa juega un papel apoyando Israel, de muchas, muchas maneras. Europa es el mayor socio comercial de Israel. Israel es el mercado más pequeño para Europa. Pero para Israel, es muy importante, hay influencia allí. Europa podría usar esa influencia. Ahora, ¿por qué no lo hace? Una razón es porque cada vez que alguien plantea una objeción a una determinada política israelí puede ser acusado de antisemitismo. El antisemitismo es principalmente un crimen europeo. Hay una sensibilidad comprensible al antisemitismo en Europa. Pero el antisemitismo es una cosa y la crítica de la política de un Estado soberano es otra cosa. Un Estado que se proclama a sí mismo, por una ley de 2018, el Estado nación del pueblo judío. Es una ley aprobada por la Knesset, por supuesto constitucional. Es un Estado, si hace algo que es un crimen de guerra o una violación del Derecho Internacional, debería haber una consecuencia. Rusia hace algo y todo el mundo se levanta en armas. Myanmar hace algo y todo el mundo se levanta en armas. Sanciones, medidas internacionales, régimen paria… Israel hace algo y… aquí hay más ayuda, más apoyo, aquí hay otro veto, aquí hay más armas. Eso es principalmente lo que hace Estados Unidos, pero Europa también.
P. ¿Es optimista hacia el futuro, hacia la posibilidad de conseguir una solución?
R. [Suspira profundo] Soy optimista a largo plazo. Porque hoy la situación es particularmente mala por varias razones. Una es que tenemos este extremismo creciente en Israel. No sólo este Gobierno, pero especialmente este. Ha ido empeorando durante décadas. Otra razón es que el movimiento nacional palestino está tan desorganizado y es tan débil, no tiene estrategia, no tiene política de información, no tiene mensaje ni fuerza, ni medios para cambiar el statu quo. Y el mundo árabe está gobernado por gobiernos antidemocráticos que no representan a sus pueblos. Y así la opinión pública, que es muy solidaria con los palestinos, no puede expresarse. Finalmente, otra razón es debido a la situación en Estados Unidos y Europa. Si dependiera de China, de India, de Brasil o de los países africanos, tendríamos una respuesta global mucho más equilibrada a lo que Israel hace. Pero Europa y Estados Unidos lo impiden. Dominan las Naciones Unidas, contribuyen con la mayor parte del dinero. Los americanos monopolizan absolutamente el llamado proceso de paz, lo que significa que no hay paz. Hay un proceso, pero no hay paz. Y así ha sido durante décadas, desde Oslo e incluso antes de Oslo. Y hasta que eso no cambie, obviamente, el statu quo continúa. E Israel seguirá yendo cada vez más al extremo; los palestinos, cada vez más a la derecha, débiles, desorganizados; el mundo árabe, dominado por regímenes débiles sin legitimidad que no representan a sus pueblos. Y los europeos y estadounidenses, permitiendo la impunidad israelí.
Soy optimista porque empieza a haber cambios en Estados Unidos. Soy optimista porque hay una generación más joven en el mundo árabe y en Palestina que no aceptará el statu quo. Cómo lo cambiarán, no lo sé. Pero no aceptan el statu quo. Ya lo hemos visto con la Primavera Árabe: los jóvenes no soportan a estos gobiernos. Y tarde o temprano, va a haber un desafío de nuevo a las élites antidemocráticas, cleptocráticas y ladronas que hacen política para servir a sus intereses, ya sea en las dictaduras como Argelia, Egipto o Siria, o ya sea en las monarquías absolutas como las del Golfo o en las monarquías híbridas como Marruecos. No representan a su pueblo. Creo que la juventud no seguirá aceptando esto, ni en Palestina ni en el mundo árabe, y veo que se está produciendo un cambio importante en Estados Unidos a nivel popular y entre los jóvenes.
P. ¿Y qué pasa con Palestina? Porque también hay una crisis de legitimidad, institucional, de liderazgo… No ha habido elecciones desde 2006.
R. No, los palestinos viven una terrible crisis de un movimiento nacional dividido. De, en el caso de la Autoridad Palestina, un liderazgo envejecido y que no tiene visión. Y es ilegítimo, en realidad: las últimas elecciones fueron hace 17 años. Eso tiene que cambiar. El problema es que ustedes los europeos apoyan ese statu quo. Apoyan un Estado policial antidemocrático y autoritario en Cisjordania. Eso sirve más a Israel que a su propio pueblo. No deberían hacerlo. Debería haber presión para el cambio. Supuestamente, lo que está pasando en Ucrania tiene que ver con la democracia. Bueno, la democracia es la democracia. Si los ucranianos merecen la independencia y la soberanía y la autodeterminación y el fin de la ocupación y el derecho a elegir su gobierno, lo mismo para los palestinos. Y eso no sólo significa el fin de la ocupación, también significa no apoyar a un Estado policial autocrático y autoritario que sirve a los intereses de Israel, que es lo que la Autoridad Palestina es.
P. ¿Cuál es su opinión sobre la disrupción que el presidente Trump creó en el proceso de paz con los acuerdos de Abraham?
R. Creo que Trump estaba haciendo esencialmente lo que los israelíes querían, que era a la vez legitimar a Israel y al mundo árabe y restar importancia a la cuestión de Palestina. Esa era una agenda israelí. Por desgracia, ahora se ha convertido en la política estadounidense. La Administración Biden ha continuado esa política.
P. La sociedad israelí también está en crisis. Desde enero hay protestas semanales contra los planes del Gobierno de Netanyahu de recortar los poderes del Tribunal Supremo. ¿Cuál es su análisis al respecto?
R. Este es el Gobierno más extremista de la historia israelí. Y es extremo, no sólo en su política hacia los palestinos -los ciudadanos palestinos de Israel y los palestinos bajo ocupación-, sino también hacia importantes sectores de la sociedad judía israelí: los judíos seculares, la comunidad LGBTI, las mujeres, la gente que cree en la estructura constitucional de Israel… Todos están en el punto de mira de este Gobierno y sus derechos están amenazados. Por eso ha habido estas enormes protestas de un gran sector de la sociedad israelí. Es un Gobierno extremista, además, en lo que respecta a los palestinos. Ahora, eso no le preocupa a la mayoría de los judíos israelíes. No les importa si Gaza es bombardeada, no les importa si hay ataques en Nablus y Yenín cada dos días y la gente es asesinada, no les importa si los tribunales militares son injustos. No les importa si cientos de niños están bajo detención, los casos de detención administrativa sin cargos, sin juicio y que puede extenderse indefinidamente. Eso no les importa. Pero la ocupación está llegando a casa. Estas restricciones de los derechos de los palestinos, de todos los palestinos de los territorios ocupados y de algunos derechos de los ciudadanos palestinos de Israel, están llegando ahora a los judíos israelíes. Uno espera que despierten y se den cuenta de que hay una conexión. Que no se puede hacer esto allí sin que vuelva aquí, a sus casas.
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