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Quinn Slobodian: “La seguridad nacional tiene prioridad sobre la apertura de la economía. Hay una reterritorialización de la imaginación económica”

Por eldiario.es  ·  13.03.2021

Quinn Slobodian (Canadá, 1978) es historiador especializado en la Alemania moderna e historia internacional, y profesor asociado del Wellesley College (Massachusetts). Recientemente la editorial Capitán Swing ha publicado su libro ‘Globalistas: el fin de los imperios y el nacimiento del neoliberalismo’ en el que sigue la historia intelectual del neoliberalismo desde sus orígenes en la Austria de entreguerras hasta la creación de la Organización Mundial del Comercio.

Para Slobodian, el neoliberalismo no se reduce al fundamentalismo de mercado, sino que aboga por una relación precisa entre el estado y el mercado en el que los estados se organizan internacionalmente para asegurar la primacía del principio de propiedad privada. El neoliberalismo tampoco es economicista, sino que pone el acento en las leyes y las instituciones.Publicidad

En sus propias palabras, ¿de qué trata el libro?

Al empezar la Crisis Financiera Global se pensó que veríamos un nuevo paradigma de gobernanza económica global, en torno a quizás a un Keynesianismo renovado. Rápidamente, quedó claro que volveríamos al modelo de los años noventa en el que los estados estaban diseñados principalmente para facilitar el funcionamiento de los actores privados del mercado.

Me pareció que merecía la pena escribir una prehistoria intelectual más larga de cómo llegamos a ese momento. Descubrí en mi investigación preliminar que fue realmente después de la Primera Guerra Mundial cuando la gente empezó a hablar de la economía mundial como una unidad interconectada. Y, durante al menos 100 años, la gente había estado tratando de rediseñar la relación entre los estados y los mercados, de manera que los estados no interfiriesen con la distribución de los recursos y del valor de los que eran responsables los mercados. Y parecía que, al menos desde el final de la guerra fría hasta la década de 2010, hubo unos 30 años en los que más o menos todos habían estado de acuerdo en que ​​la forma de resolver este problema era llegar a acuerdos multilaterales en los que los gobiernos cedían parte de su soberanía a organizaciones basadas en tratados, ya fueran la UE, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, o la Organización Mundial del Comercio.

Pero sucedió algo curioso cuando estaba terminando el libro: Donald Trump fue elegido y el Brexit resultó victorioso en Gran Bretaña. Entonces me enfrenté con algo que no esperaba, que es que pensaba estar escribiendo una historia del presente y resultó que acababa de terminar una historia del pasado reciente. El libro es una genealogía de esa era que pensábamos que iba a durar mucho más y que parece haber llegado a un final prematuro.

Ahora que ha ocurrido el Brexit y que Joe Biden ha sido elegido, ¿cree que esto fue un paréntesis, o que esta renacionalización de la política va a continuar?

Creo que la ruptura no fue temporal. Gran parte de la historia de la globalización neoliberal, especialmente desde la década de 1960 hasta el año 2000, se describió en su momento como primer mundo frente a tercer mundo o sur global frente a norte global. La historia que domina ahora es China contra el mundo. Biden, la UE o el Reino Unido han cambiado completamente su retórica. La seguridad nacional tiene prioridad sobre la apertura económica. Hay una reterritorialización de la imaginación económica, que podría haber sucedido antes o después pero que fue acelerada por las afirmaciones soberanistas que hacían los partidarios de Trump o del Brexit. Especialmente en cuestiones comerciales, el argumento de Trump se ha llevado el gato al agua.

La administración Biden no está cambiando su posición con respecto a la administración de Trump precedente, lo que es bastante sorprendente. Las élites de Europa y Norteamérica hasta ahora realmente no se habían dado cuenta del gran desafío que era China.

¿Tiene una definición de neoliberalismo?

El término neoliberalismo se usa más a menudo de tres formas diferentes. Se usa como descripción de un cierto período del capitalismo global. Luego se describe como una especie de mentalidad. La tercera forma describe un movimiento intelectual concreto y ésa es la que uso en mi libro: una ideología asociada con un número limitado de personas que, a partir de la década de 1930, acuñaron el propio término neoliberalismo para describir la relación que imaginaban entre estados y mercados.

El liberalismo clásico había fracasado, la gran depresión lo demostró. Los neoliberales trataban de conciliar el principio de soberanía nacional y representación democrática con lo que asumían necesario: un mundo en el que los derechos del capital privado, el principio de propiedad, siempre triunfasen sobre los principios de democracia o de soberanía nacional. El proyecto del siglo XX, relatado en mi libro desde el punto de vista de este grupo de autodenominados neoliberales, es buscar un guardián para la economía mundial. Fían sus esperanzas brevemente a la Sociedad de Naciones, y luego las Naciones Unidas, que fue una decepción inmediata. No fue realmente hasta la creación de una Comunidad Económica Europea cuando algunos neoliberales vieron un guardián adecuado para la economía debido al poder del Tribunal Europeo de Justicia.

Y luego la Organización Mundial del Comercio, que tenía autoridad legal a nivel mundial, lo cual de nuevo demostró ser un optimismo mal enfocado porque a las naciones y poblaciones a menudo no les gusta ver su soberanía anulada por el principio de propiedad privada. El neoliberalismo se describe a menudo como un proyecto realizado, pero los neoliberales ven el siglo XX como una serie de fracasos.

¿Hasta qué punto es la UE una institución neoliberal?

Mi primera respuesta sería que las instituciones no tienen una esencia inmutable. La propia UE es fascinante. El enfoque que adopto en el libro es mirarla desde el punto de vista de los propios neoliberales. ¿Qué pensaban los neoliberales de Europa en la década de 1950? La mitad de ellos pensaba que era buena porque estaba abriendo un libre mercado interior y agregando una capa de jurisdicción, que podría anular a los gobiernos nacionales, lo que tal vez podría más tarde globalizarse. La otra mitad veía la política agrícola común como una pesadilla proteccionista que en realidad estaba bloqueando el libre comercio.

En la década de 1990 la mitad de los neoliberales pensaba que el Banco Central Europeo era una forma de imponer una disciplina monetaria elogiable. La otra mitad pensaba que la idea de Jacques Delors de la Europa social conduciría a un superestado socializado gobernando desde Bruselas. Hay más división intelectual en el campo neoliberal ahora que nunca. La mitad de los intelectuales del libre mercado se han inclinado hacia posiciones nacionalistas, a menudo xenófobas, en las que dicen que la única forma de salvar el capitalismo es disolver la Unión Europea, volver al principio de nación y comenzar a seleccionar inmigrantes de acuerdo con su capital humano que a menudo ven de formas muy racializadas. La otra mitad dice: no, debe salvarse la UE volviendo a sus principios básicos de movilidad económica y libertad, y dejar de preocuparse por el cambio climático o la justicia social.

Desde el punto de vista neoliberal, ninguna institución es lo suficientemente neoliberal. Si lo miras desde su punto de vista, puedes decir: ¿cuáles son las partes de la UE que les preocupan más? Y si eres de izquierdas, como yo, a través de los ojos de tu enemigo puedes ver las grietas en un edificio que puede parecer un monstruo neoliberal.

Una cosa interesante que escribe sobre lo que pensaban estos neoliberales en la década de 1930 es que en general se oponían a la libre circulación de trabajadores. La UE insiste en el movimiento de trabajadores como una de sus cuatro libertades.

En las décadas de 1910 y 1920 todos ellos creen normativamente que debería haber libre circulación de trabajadores. A principios de la década de 1930, lo que estás recogiendo del libro es que se dan cuenta de que, dada la hostilidad entre diferentes naciones, es poco probable que la gente acepte la libre circulación de trabajadores. Concluyen que la máxima libertad de movimiento de bienes y capitales puede compensar la falta de libertad de movimiento de la mano de obra. Y ésa se convierte en la posición desde la que trabajarían durante los siguientes 100 años.

A partir de la década de 1990, hay mucha más discusión sobre ciertos rasgos económicos que se asocian con ciertos grupos culturales: la idea de que las personas de origen europeo tienen mejores preferencias temporales y dotes empresariales, y que se pueden medir estas cosas. Hay un ala del neoliberalismo de derechas que se convence cada vez más de que la libertad de movimiento es mala como principio porque va en contra de la eficiencia económica. Y tienes razón en que esto hace de la libertad de movimiento dentro de la UE uno de los aspectos más radicales del experimento europeo y que no encaja fácilmente en la categoría neoliberal. Puede funcionar para reforzar las lógicas neoliberales de competitividad y precariedad en el entorno laboral, pero también tiene un potencial político que muchos intelectuales neoliberales encuentran muy preocupante y que les provoca ansiedad.

Así que creo que es un principio por el que vale la pena luchar y que no debe descartarse por ser inherentemente neoliberal, puesto que no lo es.

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