Hasta hace bien poco, para encontrar un ejemplar de la Historia de la Revolución rusa de Trotski en España había que acudir al archivo de textos de Trotski digitalizados libremente en la red. No entraré en discusiones sobre las traducciones de estos documentos —que, siendo gratis, bastante es que estén traducidos—. También se podía encontrar el libro dividido en dos volúmenes bajo el sello de la editorial SARPE. Un par de ejemplares con una buena traducción, no mal trabajo de edición y un papel amarillo del año 85 que puede cortar la carne y casi llegar hasta el hueso. En serio, he visto ejemplares firmados con sangre.
Por suerte para nosotros, la editorial Capitán Swing ha editado la obra en un magnífico tomo con tapas duras y papel de Biblia que, si bien corta lo suyo también, es mucho más manejable y puede lucir precioso en la estantería de nuestras librerías. Lectores, les presento a mi amigo «Rechazo», no se dejen avasallar por él, pero reconozcamos que la prosa de Trotski, sea del año de edición que sea, no hay traductor que haya logrado «suavizarla» un poco para su mejor digestión.
Lo importante es que todos estamos bien y dispuestos a enfrentarnos a esos textos abigarrados y colmados de motivos internos entre bolcheviques, mencheviques y demás palabrería y fauna, que después el bueno de Carr explicaría con hermosas palabras de historiador y no de politólogo soviético. En todo caso, Trotski se propone hacer algo que nadie por entonces se atrevía a hacer —y con razón, ya sabemos cómo acaba eso—: explicar los verdaderos motivos de la necesidad de una revolución a nivel nacional de la que prácticamente toda la Rusia de los zares hablaba.
Es una verdadera lástima que cada párrafo de esta obra vaya irremediablemente encadenado al anterior y al siguiente, porque es imposible querer enterarse de algo sin perder el hilo cada vez que hacemos un alto —más que necesario— en su lectura. Pero, sin lugar a dudas, es imprescindible para comprender dónde surge la cuestión nacional que daría paso al comunismo soviético y, de forma irreprimible, a la propia actitud de la sociedad rusa de entonces y de hoy.
La lengua es el instrumento más importante de contacto entre los hombres y, por tanto, de vinculación de la economía. Se convierte en lengua nacional con la victoria de la circulación mercantil que unifica una nación. Sobre esta base se establece el Estado nacional, que es el terreno más cómodo, ventajoso y normal para las relaciones capitalistas.
Nada más que añadir, señoría. Y sí, he seleccionado un fragmento en el que defiende los usos del capitalismo porque Trotski, damas y caballeros, no era un idiota, y sí un tío lo suficientemente lúcido como para no hacer ascos a las relaciones de creación y circulación del capital; es decir, a las relaciones del poder económico emergente en la Europa del momento. Lean y juzguen por ustedes mismos, pues puedo asegurar que muy pocos a día de hoy se han enfrentado a esta obra como hay que hacerlo: desnudos y sin prejuicios.
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