Eso, ¿qué se siente al ser un pájaro? Vaya pregunta, pero qué bonito sería saberlo, conocer cuáles son las sensaciones de animales que disfrutan de cualidades asombrosas. La principal de ellas, volar, una de las eternas aspiraciones del ser humano y materia recurrente de nuestros sueños. También admiramos otros de sus superpoderes, como la agudeza visual, especialmente desarrollada en las rapaces. De todo esto trata ‘Los sentidos de las aves’, el celebrado ensayo científico del ornitólogo británico Tim Birkhead (69 años), que la editorial Capitán Swing acaba de publicar en España, traducido por Ana González Hortelano. No tengáis dudas: es un libro tan rigurosamente científico como divertido, que por momentos se lee como una novela de aventuras, una narración de misterio o un relato humorístico.
El libro estaba sobre mi mesa, en la redacción de La Verdad, cuando regresé de las vacaciones el lunes 2 de septiembre, así que el choque con la rutina ha sido más llevadero: después de un mes de desconexión entre perdices, tórtolas (más turcas que comunes), gaviotas, cormoranes y halcones peregrinos (los que anidan en los cortados de Cabo Cope), leer ‘Los sentidos de las aves’ ha supuesto algo parecido a prolongar el veraneo.
Publicado en 2014 en Reino Unido, donde el ‘birdwatching’ es casi una religión, ‘Bird Sense’ tuvo un gran impacto científico y popular porque nunca antes se había descrito de una manera tan certera y sencilla lo que supone para un ave volar a 100 km por hora, o cómo se desenvuelve en la maleza, casi ciego, un kiwi australiano, qué sucede en la cabeza de un ruiseñor mientras canta o de qué manera detectan los pájaros el campo magnético de la tierra, o presienten la lluvia a grandes distancias. Es decir, este profesor de la Universidad de Sheffield desde 1976 se mete en la cabeza de las aves y describe las claves de su comportamiento.
Atentos: «El hecho de que las aves utilicen los ojos izquierdo y derecho para diferentes tareas es uno de los descubrimientos ornitológicos más extraordinarios de los últimos tiempos. Como en los humanos, el cerebro de las aves está dividido en dos hemisferios, derecho e izquierdo. Por la forma en que los nervios están dispuestos, la mitad izquierda del cerebro procesa la información de la parte derecha del cuerpo, y viceversa». ¿Quién sabía esto?
Y ahora un apunte más personal: «Durante varios años, cuando mis hijos estaban creciendo, tuvimos un diamante cebra de mascota que se llamaba ‘Billie’. Como había nacido ciego, a ‘Billie’ le encantaba la compañía humana y tenía especial predilección por mi hija Laurie, que lo había criado desde que era un polluelo. Conocía su voz, pero lo más impresionante es que reconocía sus pasos, aunque cómo lo hacía era un misterio, ya que Laurie tiene una gemela idéntica y ‘Billie’ nunca se emocionó con el sonido de los pasos de su hermana».
Leedlo y nunca volveréis a mirar a un pájaro con indiferencia.
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