Hablamos con Laura Bates, autora de Los hombres que odian a las mujeres, sobre la industria millonaria que saca tajada de estas subculturas misóginas que habitan en redes sociales, foros, blogs y grupos de Telegram. Pero no son solo haters o trolls: el fenómeno más extremo se ubica ya en el ámbito del terrorismo.
Laura Bates se ha hecho famosa en todo el mundo por su proyecto Machismo cotidiano, en el que puede participar desde hace más de 10 años cualquier mujer. Es una plataforma en la que, de forma anónima o no, mujeres de todo el mundo cuentan con sus palabras las situaciones de machismo que han sufrido o sufren en su día a día. Allí hay casos serios o menores, ofensivos e indignantes, o tan triviales y naturalizados que a muchos no les parecen machismo. Pero lo es.
Laura Bates lleva más de una década dando conferencias sobre igualdad de género en escuelas y universidades. Me cuenta que hace cuatro o cinco años algo llamó su atención: el aumento exponencial del machismo entre los más jóvenes. Se dio cuenta de que memes y bromas, en apariencia inofensivos, iban normalizando que los hombres (sobre todo los más jóvenes y vulnerables) se sintieran víctimas de la liberación femenina. Y decidió meterse en ese lodazal que son los foros, blogs y grupos de Telegram que forman la machoesfera (o manoesfera) para llevar a cabo una investigación sobre lo que estaba pasando, a qué se debía ese aumento de la misoginia y ese “adoctrinamiento” para que los más jóvenes crecieran odiando a las mujeres y responsabilizándolas de sus fracasos.
La autora acaba de publicar en España Los hombres que odian a las mujeres (Capitan Swing, 2023) que no es sino el resultado de esa investigación sobre las subculturas misóginas que pululan por internet, lo que se conoce como “la machoesfera”, cuyo rasgo común es el odio hacia las mujeres.
Laura Bates, autora de Los hombres que odian a las mujeres. Incels, artistas de la seducción y otras subculturas misóginas online.
Para llevar a cabo su investigación, Bates se hizo pasar por Alex, un veinteañero blanco con estudios universitarios, infeliz porque no tenía éxito con las mujeres. Así logró acceder a los grupos de incels (Involuntary celibates) o solteros involuntarios, hombres, a menudo muy jóvenes, que ven su fracaso amoroso y su soledad como una injusticia social provocada por mujeres todopoderosas. Bates, bajo el nombre de Alex, publicó un par de mensajes muy anodinos que daban información básica sobre su edad, soltería y frustración y al día siguiente recibió un montón de mensajes con la “verdad”: que el mundo estaba en contra de hombres como él, que era el último mono porque eran las mujeres las que tenían privilegios y la sartén por el mango, las destinatarias de todas las prerrogativas. Las auténticas víctimas eran los hombres, y las mujeres, el mismísimo demonio. Mensajes que en su mayoría derivaban y hasta justificaban la violencia hacia las mujeres.
“La lógica incel tiene una irremediable contradicción: denigra a las mujeres por acostarse con hombres y, al mismo tiempo, por negarse a hacerlo. Son infelices por el hecho de no tener sexo”.
Los incels, y muchos de los otros grupos de la machoesfera, comparten un lenguaje común y propio, una jerga única. Han acuñado términos como foid (female humanoid) para referirse a las mujeres; chad o alfa para el hombre exitoso; las mujeres atractivas y promiscuas son stacy; las no atractivas becky, y beta cucks o “machos betas” son los hombres que se ven obligados a gastarse su dinero en una mujer que ni siquiera es virgen. En su anhelo de pertenencia a un grupo nada es tan atractivo como uno con su propia jerga: por una lado, eso los diferencia de los demás, les da un sentimiento de pertenencia a algo exclusivo; por otro, ese idioma “propio” es una forma de normalizar el lenguaje machista de deshumanizar a las personas, tratarlas como cosas.
La comunidad incel es tristemente famosa por sus actos de terrorismo: en 2014, Elliot Rodger, un joven de 22 años, mató a seis personas e hirió a otras trece en California antes de suicidarse. El día anterior había publicado en YouTube un vídeo en el que anunciaba “su venganza contra la humanidad” tras una vida sin relaciones sexuales con mujeres. En abril de 2018, en Toronto, Alek Minassian, de 25 años de edad, atropelló a un grupo de peatones, causando 10 víctimas mortales y 14 heridos, tras publicar en un post de Facebook: “¡La rebelión incel ya ha comenzado! ¡Derrocaremos a todos los chads y stacys! ¡Saludad todos al supremo caballero Elliot Rodger!”. En la actualidad Minassian cumple condena de cadena perpetua por los asesinatos.
A partir de 2018, la ideología incel se ha descrito como una amenaza terrorista. Un ataque de febrero de 2020 en Toronto se convirtió en el primer caso de violencia relacionada con la comunidad incel en ser procesada como un acto de terrorismo. El que lo cometió era un joven de 17 años. ¿Víctima o verdugo? Según Bates, las dos cosas a la vez: los incels son todos individuos inseguros y manipulables, frustrados, y hay muchos intereses, sobre todo económicos, en desensibilizar a los jóvenes de forma que vean como algo normal la violencia machista. Pero también son individuos responsables de sus actos.
El problema también se da en nuestro país. El Barómetro Juventud y Género realizado por el Centro Reina Sofía encontró que uno de cada cinco jóvenes varones entrevistados de edad entre 15 a 29 años considera que la violencia de género no existe y que se trata de un “invento ideológico”. El peligro está ahí.
La machoesfera
Los incels son solo una de las subculturas misóginas que pueblan internet y que, en su conjunto (foros de reddit y 4chan, grupos de Facebook y Telegram, blogs, TikTok), forman lo que se conoce como la “machoesfera”. Las discusiones que se producen en la machoesfera se caracterizan por el resentimiento, la misantropía, la misoginia y la apología de la violencia contra las mujeres y, a veces, contra los hombres que se suponen sexualmente activos. Estos foros están en contra del feminismo y lo culpan de sus problemas, así como de la degradación de los valores occidentales. Comparten en muchos casos ideología con grupos de extrema derecha o “derecha alternativa” (también conocida como “alt-right”) y de supremacismo blanco.
Comparten con la derecha más rancia una visión de la sociedad que se basa en la reivindicación de la masculinidad tradicional y autoritaria, la crítica al feminismo y la defensa de valores conservadores. Por un lado, la machoesfera se enfoca en temas como la seducción, el sexo y las relaciones interpersonales desde una perspectiva que promueve la dominación masculina y la objetificación de las mujeres. Por su parte, la “derecha alternativa” se caracteriza por su rechazo a la corrección política, al multiculturalismo, y por su defensa de la identidad nacional y la supremacía blanca. Promueven la exclusión de minorías étnicas, religiosas y sexuales, así como la defensa de una masculinidad tradicional y autoritaria.
Aunque no todos los miembros de la machoesfera forman parte de la derecha alternativa, algunos de sus líderes y seguidores han expresado opiniones que coinciden con los principios de la derecha alternativa. Ambos movimientos comparten un desprecio por las formas de pensamiento progresista y altruistas y utilizan para expresar su “clarividencia” las metáforas de la píldora azul y la píldora roja, originarias de Matrix (y eso que Matrix en realidad es una historia de transgénero).
Elegir la píldora roja
En la machoesfera, la píldora roja y la píldora azul representan dos opciones diferentes. La pastilla roja representa una elección de aprender una verdad potencialmente inquietante, que te cambia la vida. Por otro lado, la pastilla azul representa no haber tomado la pastilla roja y vivir en una feliz ignorancia. Los grupos supremacistas y las subculturas misóginas de la machoesfera utilizan estos términos como metáforas, elegir la pastilla roja es abrir los ojos a lo que ellos consideran “verdades”. Ese es el momento específico en el un individuo se convence de que ciertos roles de género a los que se espera que se ajuste, como el matrimonio y la monogamia, están pensados, no para le beneficio de la pareja, sino solo para beneficiar únicamente a las mujeres. La metáfora de la pastilla roja ha sido adoptada también por el movimiento derecha alternativa para representar la adopción de puntos de vista de extrema derecha.
¿Quién habita la machoesfera?
Laura Bates ha encontrado cinco grupos bien diferenciados de subculturas misóginas que se ceban y crecen en internet. Los incels, de los que ya hemos hablado, pero hay otros cuantos más:
Artistas de la seducción (o PUA de Pick Up Artists)
Este es el grupo que a mí me da más grima. Se enfocan en la seducción de mujeres y promueven una visión de las relaciones interpersonales basada en la manipulación y la dominación masculina. Si el papel de Tom Cruise como Frank C. J. Makey en Magnolia parecía una risible anécdota, una parodia sin importancia y ridícula, la realidad es que sí que existen hombres así. Depredadores natos, los artistas de la seducción buscan el sexo sin descanso.
Los incels odian a las mujeres porque les niegan el sexo que se merecen, los artistas de la seducción tienen todo el sexo que pueden, pero los dos grupos tienen en común más de lo que puede aparecer en un principio, me explica Bates:
“Ambos se fundamentan en la separación de hombres y mujeres en categorías reducidas y sumamente estereotipadas. Los dos presentan el sexo heterosexual como la cúspide de los logros masculinos y consideran a las mujeres como poco más que objetos cuya único propósito consiste en complacer a los hombres en el terreno sexual como si fuera una especie de tragaperras porno. La diferencia estriba en que los incels consideran que las máquinas están amañadas y solo dan premio a las élites predeterminadas y socialmente superiores (los chads) mientras que a los demás hombres se los condena a introducir eternamente monedas en las máquinas sin obtener recompensas o se les niega por completo el acceso a ellas”.
Muchos artistas de la seducción son lo que se conoce como maestros o gurús: dan cursos y talleres en los que enseñan a otros hombres a ligar, o, mejor dicho, lo que les enseñan es a acosar sexualmente a una mujer, o incluso a abusar de ella. Es un negocio que mueve mucho dinero y que ha hecho millonarios a artistas de la seducción como Neil Strauss, conocido por Style, o Daryush Valizadeh, que ahora ha encontrado a Dios y ya no ofrece cursos sobre cómo ligar, sino sobre cómo llegar a Dios.
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Las doctoras Elisa García-Mingo y Silvia Díaz Fernández de la Universidad Complutense de Madrid aseguran en su investigación Jóvenes en la manosfera. La influencia de la misoginia digital en la percepción que tienen los hombres jóvenes de la violencia sexual que en la machoesfera española “los principales gurús de la seducción serían los que están en torno a Mario Luna y Álvaro Reyes, cuyos negocios sobreviven por su éxito entre el público latinoamericano. Entre otros coachs o guías con menor centralidad en la manosfera nos encontramos a Luis Tejedor con su proyecto Egoland Seducción, Álvaro Tineo, Ray Havana o David del Bass. O el TIktoker @Rubenji”.
Hombres que siguen su propio camino (o MGTOW de Men Going Their Own Way)
Esta subcultura promueve la idea de que los hombres deben abandonar las relaciones con mujeres y el matrimonio, y vivir independientemente de las mujeres, ya que son unos seres diabólicos que solo traen problemas. Los hombres que eligen su propio camino eligen renunciar a cualquier tipo de relación con mujeres, se niegan incluso a comer con compañeras de trabajo por si la mujer luego les denuncia por haberse sobrepasado en algo.
Activistas por los derechos de los hombres
Lo foros de este grupo de la machoesfera reivindican una supuesta discriminación contra los hombres y critican el feminismo, a menudo minimizando o negando los problemas que enfrentan las mujeres en la sociedad.
Trolls
De estos Laura Bates sabe bastante, ha recibido tantas amenazas online que la policía le ha instalado vigilancia continua en su casa. A los trolls se los ve como figuras divertidas, inofensivas y cómicas –o como seres desagradables y malvados pero en última instancia poco inteligentes– que viven en las profundidades que rehuyen de la luz del sol y son demasiado tontos como para hacer mucho daño al margen de asustar a la gente de vez en cuando. La realidad de los trolls es mucho más grave como sabe cualquiera que se haya asomado un poco a Twitter.
Hombres, vosotros sois el aliado
“La mayoría de los hombres son buenas personas y compasivas”, explica Bates. Los hombres son claves para luchar por la igualdad de género y para evitar que los más jóvenes, como única salida a su frustración adolescente, se refugien en los foros de incels que pueblan la machoesfera. “Los hombres son muy importantes para lograr un mundo más justo e igualitario. Es distinta la reacción que tiene un joven según quién le marca el camino; si es una madre o una hermana o si es una figura modelo masculina, un hermano mayor, un tío”. Los jóvenes necesitan figuras modelos: profesores, cuidadores, entrenadores varones que enseñen la masculinidad respetuosa, que lo que es de “muy hombre” es respetar a las mujeres.
Se necesitan modelos a seguir que proyecten una masculinidad respetuosa con las mujeres
Los hombres que odian a las mujeres habla de esas subculturas misóginas en la machoesfera, pero también de otros tipos de misóginos, como los maltratadores. Sin embargo, Laura Bates hace mucho hincapié en que los hombres misóginos son una minoría; que el mundo está lleno de personas, hombres y mujeres, que luchan por la igualdad y por un mundo mejor. Yo le doy la razón, el odio vende, es un negocio, y para saber realmente cómo funciona solo puedo recomendar este maravilloso libro, que se lee como una novela y contiene información rigurosa y exhaustiva.
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