La crisis de la vivienda se ha convertido en uno de los principales foco de interés en España durante la última década. Desahucios, burbuja inmobiliaria, pisos turísticos, subida de precios de alquiler… son problemas de acceso que se viven en nuestro país, pero que también se están reproduciendo en otras partes del mundo. El sociológo norteamericano David Madden, experto de la situación de la vivienda en Nueva York, ha publicado un libro junto a Peter Marcuse llamado En defensa de la vivienda (Capitan Swing, 2018) para analizar de forma crítica el problema global de acceso a la vivienda y darle una respuesta radical.
Profesor asociado en la London School of Economics and Political Science (LSE), Madden ha realizado diversas investigaciones y estudios urbanos alrededor de la vivienda. Hablamos con él sobre derecho a la vivienda, medidas a nivel local y experiencias en ciudades como Nueva York.
¿Qué significa hoy hablar de derecho a la vivienda?
Lo primero que hay que decir es que el de la vivienda está reconocido de forma formal como derecho en varias constituciones estatales en el mundo, también en España. Lo puedes ver en la Declaración Internacional de Derechos Humanos y en otros muchos tratados también. Lo interesante es que este apoyo no solo existe a nivel legal o administrativo: muchísima gente está a favor de la idea de que todo el mundo debería tener un hogar. Pocos te dirían que alguien no debería de tener un lugar donde vivir; no es polémico decir esto.
Lo que pasa con la vivienda, como ocurre con todos los derechos, es que depende de cómo se aplica después en las instituciones y se traduce en la realidad que vive la gente. Nosotros vemos el derecho a la vivienda como una estrategia política amplia que implica una transformación completa. No se trata de tocar elementos en la superficie o de pequeños cambios técnicos: tener este derecho hoy es reorientar la estructura de la vivienda hacia las necesidades sociales de todos antes que a las específicas de los inversores, especuladores o propietarios.
Para que el derecho a la vivienda sea efectivo hay que cuestionar el sistema en sí mismo entonces.
Por supuesto, necesita cambios profundos en el sistema. Una de las cosas que decimos en el libro es que los problemas que tiene la gente para acceder a la vivienda ahora mismo no tienen que ser vistos como fallos del mercado sino como la única manera que tiene el sistema de funcionar y sobrevivir. Para que podamos tener un mundo en el que todos tengan la vivienda que necesitan, necesitamos modificar el sistema entero.
Marcuse y yo hablamos sobre las posibles direcciones que hay que tomar para que este cambio integral suceda. Y sí, hay muchas áreas por democratizar, cooperativizar y “desalienizar”.
Vamos hacia un mundo en el que nos concentraremos todos en ciudades: se construirá más vivienda y vivirá más gente en zonas urbanas. ¿Cómo se pueden realizar esos cambios estructurales en un mercado inmobiliario tan grande y suculento?
Lo primero que hay que tener en cuenta es que la vivienda es sólo parte de un gran mercado inmobiliario por decisiones políticas de una institución, y para que no sea una mercancía se pueden seguir distintas lógicas. El espacio urbano no tiene por qué ser necesariamente un problema: puedo imaginarme una gran ciudad con mucha vivienda social y cooperativas, con un sistema que no esté sujeto a las fuerzas del mercado.
Es cierto que se va convertir en un problema a medida que las ciudades sigan creciendo; los urbanistas tendrán que lidiar con esto. Muchos dicen: “La tierra ya está urbanizada, por lo que las ciudades y la vida urbana nos salvarán de alguna manera”. Mucho tiene que cambiar para que eso sea cierto: las ciudades son profundamente desiguales y para darle la vuelta a eso desde la vivienda hay que transformar las cosas de forma radical.
En España, uno de los problemas de vivienda que viven hoy las ciudades, especialmente Madrid y Barcelona, es el del incremento del precio de los alquileres. Si es cierto que el cambio tiene que ser total, ¿en el caso del alquiler por dónde se empieza?
Hay diferentes elementos que se pueden poner encima de la mesa de forma coordinada: vivienda pública y social, cooperativas de vivienda, limitación de precios para los propietarios y estabilización del mercado, mayores derechos para los inquilinos para que sea más difícil echarlos de sus casas… puedes poner en marcha muchas maneras de intervenir. Cada ciudad se enfrentará al problema de forma distinta según las propias características de su sistema, claro.
¿Un gobierno local, o incluso nacional, tiene capacidad para realmente cambiar el panorama de la vivienda?
Se enfrentan a un problema global, es evidente. Muchísimos gobiernos no tienen el poder de transformar las cosas, no lo están intentando o están tomando decisiones para que la situación sea todavía peor. Ningún gobierno puede llevar hoy a cabo políticas que resuelvan los problemas de la vivienda de un día para otro, pero desde luego sí que puede tomar medidas concretas y realizables para dejar de exacerbarlos. Por ejemplo, moratorias para la privatización de las viviendas. Es una medida que se pueda tomar de forma rápida y puede mejorar los derechos de los inquilinos. Otras, requieren más tiempo y acciones a diferentes niveles, claro.
Una de las medidas que se están tomando en Madrid y Barcelona es limitar la concesión de licencias a viviendas de uso turístico, un fenómeno que se ha extendido a través de plataformas como Airbnb. ¿Puede coexistir el modelo Airbnb con un sistema de vivienda que se preocupe del acceso a la vivienda de los vecinos?
El fenómeno de subalquilar puede tomar distintas formas. Nosotros hablamos en el libro de una larga historia de gente que recurre al subarrendamiento como estrategia para sobrevivir en un mercado de la vivienda demasiado competitivo. Plataformas como Airbnb son vectores de financiarización de esto a gran escala en el mundo tecnológico actual; por eso, nos encontramos que algunas personas tienen una gran cantidad de apartamentos o incluso edificios enteros. Es un problema que se dedique espacio residencial a esta actividad de enriquecimiento de algunos antes que a las necesidades de los vecinos. Viajar es genial, a todos nos encanta, pero es todavía mejor hacerlo de una forma equitativa y sostenible. El turismo urbano se tiene que poder organizar, como cualquier otro aspecto de nuestra vida.
En su libro habla sobre el derecho a la vivienda en Nueva York. ¿Los movimientos sociales realmente lograron cambiar las cosas? ¿Qué “victorias del pasado” en esa ciudad pueden servirnos de guía para el futuro de nuestro tejido asociativo?
Bueno, no lo consiguieron solos, pero establecieron medidas de presión en cada una de sus reivindicaciones para desarrollar el derecho a la vivienda. De no ser por los activistas del derecho a la vivienda probablemente no se hubiesen logrado algunas de las regulaciones de seguridad, no se hubiesen establecido los códigos de construcción o no se hubiese regulado el control de las rentas sobre viviendas sociales. En el libro hablamos de cómo todos estos matices reflejan un estado de tensión permanente en el cual ni los activistas llevaron por ellos mismos las riendas del proyecto ni el Gobierno fue tampoco proactivo en resolver los problemas y actuar con benevolencia. La mayor parte del tiempo fue una combinación entre ambos: por un lado las administraciones tenían miedo de la insurrección popular y por el otro los movimientos sociales empujaron para hacer efectivas sus demandas.
“El sistema de viviendas neoyorquino ha estado históricamente marcado por las movilizaciones a favor de la vivienda”
Concretamente, el sistema de viviendas neoyorquino, que evidentemente está lleno de problemas, ha estado históricamente marcado por las movilizaciones a favor de la vivienda. Esto no es de ahora, lleva pasando durante más de 100 años. Durante todo este tiempo se ha conseguido crear cooperativas, retener los precios y controlar los derechos de los inquilinos. En el libro enseñamos casos muy concretos. Por ejemplo, un año lograron convencer a la Concejalía de Deportes de no aumentar los pagos, que bueno, es una pequeña victoria, pero una victoria al fin y al cabo, y muestra cómo se ha estado luchando a favor de los derechos e intereses de los inquilinos de una clase concreta. Los movimientos sociales han sido una presencia importante que ha estado allí a lo largo de la historia.
Es evidente que el interés general por saber sobre vivienda y plantearse sus provlemas ha aumentado. ¿Este interés creciente se nota también en el ámbito académico?
Sin duda, sin duda. Cada vez hay más artículos y documentos realmente creativos e interesantes sobre los investigadores del derecho a la vivienda. Y no solo de ellos, sino también de los estudiantes, que cada día están más interesados en estudiarlos desde una perspectiva política. También hay que decir que son cuestiones que la gente vive en su día a día, es imposible caminar por las calles de una ciudad y no observar los problemas en el sistema de vivienda, al final el interés creciente viene poque lo viven en sus propias carnes cada día.