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Proletariado estadounidense, de la cría eugenésica de trabajadores al odio racial

Por Cultur Plaza  ·  09.12.2020

Durante 400 años, en Estados Unidos se impuso la idea de que los trabajadores blancos eran defectuosos, lumpen procedente de Inglaterra, formado por prostitutas y delincuentes, y que debía ser mejorado. Se propusieron medidas eugenésicas, pero en el siglo XX, según Nancy Isenberg de la Universidad de Louisiana, la herencia ideológica de esa mentalidad derivó en un clasismo que impulsó el odio racial. Lo expresó Lyndon B Johnson: Si le dabas a los blancos pobres alguien a quien odiar, no se enteraban de quién les metía la mano en el bolsillo.

Entre 2014 y 2015, la publicidad televisiva del portal de encuentros eHarmony.com difundió en Estados Unidos ese mismo mensaje: ningún solicitante “normal” de clase media tenía por qué quedarse empantanado con un perdedor o perdedora hortera (entiéndase con una persona de clase baja) 7/12/2020 – 

VALÈNCIA. Es más viejo que la tos. Ante cualquier planteamiento de clase, se contesta circulen. El fenómeno lo tenemos en España en múltiples facetas, también envuelto en banderas, como en Estados Unidos. Aunque hay que admitir que el diputado Contreras Peláez ha vuelto a aquella vieja moda de los 90 que se había quedado en un cajón desde 2008: el neoliberalismo. Esta semana ha declarado en el Congreso que la desigualdad socioeconómica se debe a que las personas “tenemos talentos distintos, distintos niveles de esfuerzo, adquirimos una cualificación profesional más o menos esmerada y, por consiguiente, terminamos teniendo rentas distintas”

Este sería el espíritu avant la lettre de los Estados Unidos de América desde su fundación. El lugar donde el hombre es libre y le va en la vida según el empeño que ponga en prosperar. Una idea que la profesora de la Universidad de Louisiana, Nancy Isenberg, puso en duda en un ensayo titulado White Trash que, con idéntico título, ha traducido este año en España la editorial Capitan Swing.

Es curioso que se haya mantenido el título tal cual, pero por razones comerciales se entiende perfectamente. Todos sabemos a qué se refieren con white trash y quedaría más difuso si se hablara de “basura blanca” o “escoria blanca” -que aparece sutilmente en el subtítulo entre paréntesis-. Es una prueba de que este país es profundamente cristiano. La cultura colectiva rebaja las connotaciones del término y sus aristas se liman un poquito dejando el término en inglés. Ocurre exactamente lo mismo con teoría queer, que quiere decir marica/maricón/mariconada, pero aquí no se traduce, lo que, con ese innecesario pudor, desprovee al término de la naturaleza con la que fue acuñado, pues lo que pretendía el activismo autodenominándose “maricón” era precisamente apoderarse de esa palabra para retar al pensamiento dominante de entonces.

El libro de Isenberg es un ensayo lleno de referencias que, con el paso de los años, da la impresión de que Estados Unidos no está en un lugar tan exclusivo. No nos es tan ajeno lo que cuenta, con las debidas salvedades, que es la historia del proletariado estadounidense, con especial incidencia en el rural. Todo lo que las clases altas cultas no querían ser, ni parecer, ni tener cerca, al tiempo que les llenaba muchas horas de diversión con chistes y mofas sobre su condición. En España es un fenómeno muy habitual en diferentes formas y con motivaciones distintas que se ejerce desde la derecha y desde la izquierda. El chiste de Chumy Chúmez en La Codorniz de hace cuarenta y cinco años sobre el progre que deducía que esas gentes no se merecían que él se leyese entero El Capital sigue plenamente vigente.

Originalmente, en Estados Unidos hubo un trasplante de lumpen-proletariado, delincuentes, vagabundos, prostitutas, huérfanos, etc… desde Inglaterra. Iban destinados a formar una barata clase trabajadora. Thomas Jefferson observaba a aquella gente como al ganado, pero en un sentido literal. En Notes on the state of Virginia de 1787 escribió “La belleza superior se considera digna de ser resaltada en la propagación de nuestros caballos, perros y otros animales domésticos ¿por qué no en la del hombre?”. En Revisal of the laws analizó cómo un esclavo negro podía volverse blanco. Consideraba que con los debidos cruces, como con los perros, en el momento de tener siete octavos de sangre blanca, la “mancha” desaparecía.

En sus correspondencia discutía si los negros se estaban volviendo más blancos por efecto del clima. Daban por hecho que si mandaban negros a Suecia, también se volverían blancos por el tiempo en cuestión de generaciones. Con respecto a los blancos, se quejaba de que había mujeres que se casaban con ancianos “feos y viciosos” por razones de riqueza y ambición, o que estropeaba la raza. Veía a la sociedad como unos estratos y los que se encontraban abajo eran los “abyectos sin principios”.

En el siglo XIX, hubo ideas como la del doctor Gideon Lincecum, que proponía a los “buenos criadores”, castrar a los criminales. Sin embargo, a principios del siglo XX la disputa por el poder entre demócratas y republicanos disparó este pensamiento. Los primeros, según Isenberg, buscaban un gobierno de la elite blanca y los segundos pretendían reconstruir el sur a imagen del norte. Un enfrentamiento que llenó los periódicos de argumentos como cría antinatural o naturaleza degenerada. Sobre el sur, por mucha tradición aristocrática que tuviera, no se les escapaba que sus gentes provenían de “la escoria de Europa”. Había dudas de si, tras el final de la Guerra Civil, los blancos sureños podrían mantener una economía de libre mercado y una sociedad alfabetizada.

Este recorrido acababa con el inevitable enfrentamiento entre blancos pobres y negros libertos. A los blancos, sostiene, se les enseñó a odiar, pero no a quienes los someten. Lyndon B. Johnson lo resumió con una frase: “Si consigues convencer al blanco más tirado de que está por encima del mejor de los hombres de color, ni se enterará de que le estás metiendo la mano en el bolsillo ¡Demonios! ¡Dale alguien a quien menospreciar y te dará todo lo que tenga!”.

Quizá por esa línea, denuncia la autora, en 2009 se diera la paradoja de que el 1% de la población destinaba un 5,2% de sus ingresos a los impuestos y el 20% más humilde estaba pagando un 10.9%. Sin embargo, cuando se han intentado implantar políticas destinadas a reducir la desigualdad o la pobreza, haya sido con Roosevelt, Johnson u Obama, “ciudadanos coléricos arremeten contra las medidas”, la reacción es “dura” y “aparentemente inevitable”. La mentalidad es que el gobierno roba a quien trabaja duramente para que burócratas se saquen un sueldo esforzándose en ayudar a quien “no se lo merece”.

El paradigma de este marco fue la novela de James DickeyDeliverance, llevada al cine por John Boorman, cuyos efectos cita el ensayo. Trata de unos excursionistas que se pierden en el bosque en Georgia, les encuentran unos lugareños y les violan. Una violación masculina. Entonces tienen que huir, con épica, de semejante gente. Al publicar el libro, el autor recibió multitud de cartas elogiando a los aventureros por cómo habían superado los peligros de la naturaleza escapando de las garras de los salvajes… blancos.

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