10º Aniversario
¡El capitán cumple diez años!
descúbrelo

¿Por qué no hay socialismo en los EE.UU.?

Por Ojos de Papel  ·  01.04.2010

El pasado 27 de octubre de 2008, justo una semana antes de la elección de Barack Obama como presidente de los Estados Unidos, el principal analista político de la prestigiosa revista The New Yorker trataba de responder a una pregunta simple y directa: ¿Es Barack Obama un socialista?

Podría parecer una pregunta inocente, retórica, pura provocación; nada más lejos, sin embargo. Cuando John McCain y Sarah Palin acusaban a Obama de socialista, eran muy conscientes de que, si hay algo que produzca pánico y rechazo entre el electorado norteamericano, eso es precisamente el socialismo, el comunismo, o cualquier ismo que se le parezca.

En este sentido, hay que decir que esta polémica en torno a la supuesta querencia de Obama por el pensamiento de Marx y Engels, no es más que el último episodio de un debate de mucho mayor alcance y de una importancia fundamental dentro de la historiografía norteamericana; me refiero, por supuesto, a la discusión que Werner Sombart desató hace más de un siglo con la publicación de un célebre texto en el que el sociólogo y economista alemán trataba de responder a lo que se le antojaba un enigma sin resolver: ¿Por qué no hay socialismo en los Estados Unidos?

La historia de la obra de Sombart que acaba de editar por primera vez en castellano la joven editorial madrileña Capitán Swing Libros, es una historia sobre cómo un texto erudito, supuestamente dirigido a una minoría interesada, termina por convertirse en todo un clásico de la sociología sobre los Estados Unidos, un libro de referencia y consulta obligada, convertido en el punto de partida de uno de los debates más longevos y productivos dentro de la historiografía norteamericana: el debate sobre las razones y los factores que han impedido que la doctrina socialista, que ocupa y ha ocupado un lugar de honor en la tradición del pensamiento occidental europeo durante el siglo XX, no ha sido capaz de enraizar en el suelo americano, donde las condiciones previas (inexistencia del feudalismo y jerarquías sociales, democratización temprana y espíritu igualitario o industrialización precoz y notable desarrollo económico) parecían conjurarse para un triunfo incontestable de un socialismo que –en palabras de Engels– avanzaría en los Estados Unidos “con una energía y un ímpetu comparados con los cuales en Europa seremos tan sólo unos niños”.

Es en 1904 y con motivo de la Exposición Universal de Saint Louis, cuando una delegación de intelectuales alemanes –entre ellos Ferdinand Tönnies, Ernst Troeltsch, Max Weber y Werner Sombart– acude a la celebración del Congress of Arts and Sciencie. Ya en ese Congreso, el propio Sombart presentará ante el público americano una primera aproximación a lo que él entendía por proletariado, empleando una palabra que, si bien de uso común en Europa, representaba un concepto ciertamente novedoso al otro lado del Atlántico. Un año después y con el título original –y menos llamativo– de Estudios sobre la historia del desarrollo del proletariado norteamericano, el Archiv für Sozialwissenschaft und Sozialpolitik (la revista editada por Sombart, Weber y Jaffé, en la que meses antes había aparecido la primera versión de La ética protestante y el espíritu del capitalismo) publicaba una primera versión del texto de Sombart. Finalmente en 1906 es editado ya en formato libro con el título definitivo de ¿Por qué no hay socialismo en los Estados Unidos? (Warum gibt es in den Vereinigten Staaten keinen Sozialismus?).

Sombart combina de forma magistral el análisis comparativo –entre socialismo alemán/europeo y americano– más erudito, con la exposición de una serie de sugerentes y atrevidas hipótesis sobre el fracaso del socialismo en los Estados Unidos que, si bien matizadas o ampliadas con el paso de los años, no han dejado de ser el punto de referencia a partir del cual se construye cualquier discurso sobre el tema Pese a que algunos estudiosos del socialismo en los Estados Unidos suelen considerar el libro de Sombart como un estudio poco documentado y con un marcado sesgo ideológico (Sombart era, en el momento de aparición del libro, un autor de ideas filosocialistas), hay que decir que, si más de cien años después la obra de Sombart se sigue leyendo, reeditando y discutiendo, esto se debe a un conjunto de razones que hacen de ¿Por qué no hay socialismo en los Estados Unidos?, un clásico de la literatura social sobre los Estados Unidos.

Entre estas razones destaca el hecho de que el estudio de Sombart combina de forma magistral el análisis comparativo –entre socialismo alemán/europeo y americano– más erudito (el libro contiene un aparato crítico imponente, con multitud de notas, cuadros y estadísticas), con la exposición de una serie de sugerentes y atrevidas hipótesis sobre el fracaso del socialismo en los Estados Unidos que, si bien matizadas o ampliadas con el paso de los años, no han dejado de ser el punto de referencia a partir del cual se construye cualquier discurso sobre el tema. Es quizá esta mezcla entre el riguroso método sociológico empleado por Sombart y la fuerza descriptiva que poseen algunas de las teorías lanzadas por el autor alemán, lo que hace que la obra no haya perdido un ápice de su actualidad. A la hora de elaborar su personal conjetura sobre la ausencia del socialismo en la sociedad americana, Sombart parte de una primera constatación: los Estados Unidos son el territorio del planeta en el que el desarrollo capitalista ha alcanzado su máxima expansión.

Apoyado en esta realidad y en la premisa marxista según la cual un capitalismo fuerte generaba como reacción natural un movimiento obrero fuerte, Sombart aplicaba una regla de tres que le llevaba a inferir una ecuación –aparentemente– difícil de refutar: “Si el socialismo moderno –tal como yo he supuesto siempre y he dicho a menudo– sigue al capitalismo como una reacción necesaria, el país con un desarrollo capitalista más avanzado –es decir, los Estados Unidos– debería ser al mismo tiempo el país clásico del socialismo; sus trabajadores deberían ser el soporte del movimiento radical socialista por excelencia. […] De hecho esta afirmación merece nuestra mayor atención: ¡un país sin socialismo a pesar del más alto desarrollo capitalista!; ¡la doctrina del socialismo ineluctable desvirtuada por los hechos! No puede haber nada más importante para el teórico social ni para el político social que analizar este problema” (p. 50). Y eso es precisamente lo que se propuso Sombart en su obra: analizar el porqué de ese enigma, la razón de ser de esa contradicción lógica, la esencia del célebre excepcionalismo norteamericano. De entre los múltiples y variados argumentos que aduce Sombart, dos son los que mayor influencia han ejercido sobre la literatura posterior.

La primera gran razón que explicaría el carácter marginal y residual del socialismo norteamericano es una razón de naturaleza histórica. La ausencia en la historia de los Estados Unidos de las rígidas estructuras jerárquicas y aristocráticas propias de la sociedad feudal europea, habrían hecho de la americana una sociedad eminentemente burguesa y propensa –al menos desde el punto de vista formal y legal– a un igualitarismo democratizante que tiene como base primera e irrenunciable el principio del individualismo. Nobleza, clero o campesinado son categorías de análisis inviables según Sombart para el contexto americano; un contexto de mayor movilidad social en el que lo individual siempre se privilegia sobre lo colectivo.

El trabajador americano, haciendo gala de un optimismo ilimitado y un patriotismo acrítico y casi mesiánico, se convierte en el análisis de Sombart en un cómplice incomprensible del régimen capitalista, hasta el punto de que se le considera la propia base del sistema, su fuerza motriz. En este contexto, concluye Sombart, cualquier apelación al sentimiento de clase se torna estéril, cualquier referencia a la misión revolucionaria del proletariado carece de sentido. En un ambiente en el que la propiedad individual tiene el rango de sagrada (“No hay país en el mundo –había dicho años antes Tocqueville– en donde el sentimiento de la propiedad se manifieste más activo e inquieto que en los Estados Unidos”), el espíritu del socialismo ortodoxo es un fantasma; la lucha de clases marxista, una quimera.

Francisco Fuster

Ver artículo original