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Por qué necesitamos una medicina con perspectiva de género

Por Woman  ·  08.03.2021

‘Mujeres invisibles para la medicina’, de Carme Valls Llobet, un libro muy recomendable para entender tu salud y prepararte para muchas cosas que te pueden pasar en una consulta médica por la falta de estudios científicos en igualdad.

La médica endocrina Carme Valls Llobet publicó en 2006 un libro sobre la falta de presencia de las mujeres en los estudios científicos. Las consecuencias eran tremendas. Por ejemplo, señalaba que cuando un hombre acude con dolor torácico a urgencias se le somete inmediatamente a un electrocardiograma, mientras que si es una mujer la que presenta idénticos síntomas, se le da un ansiolítico. Un estudio de la Universidad de Leeds reveló que las mujeres tenían un 50% más de probabilidades de recibir un diagnóstico erróneo cuando tenían un ataque cardíaco porque la investigación se realiza básicamente en los síntomas masculinos, no en los que experimentan las mujeres. “Es bestial y sigue pasando. A las mujeres se les receta cinco veces más antidepresivos que a los hombres y dos veces más de ansiolíticos”, indica Carme Valls Llobet.

Precisamente, eso, que sigue ocurriendo, fue lo que la llevo a pensar en una nueva edición de su libro, esta vez más completo y con el título correcto: ‘Mujeres invisibles para la medicina’ (Capitán Swing). Además de este, Carme Valls Llobet tiene ocho libros publicados y su objetivo fundamental siempre es el mismo: ayudar a las mujeres a comprender sus cuerpos. Y vaya sí lo consigue, pero además, te hace entender por qué a veces te sientes tan impotente y poco comprendida en las consultas médicas. “El personal sanitario debe escuchar a las mujeres. A veces tu propio médico te niega tus síntomas o incluso de tacha de histérica, eso es una agresión mental a ti como paciente”, señala y anima a todas las mujeres “a exigir nuestros derechos en las consultas, a reclamar que se nos escuche”.

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En 2018 le dieron el ‘Premio Buenas Prácticas de Comunicación no sexista’, otorgado por la Asociación de Mujeres Periodistas de Cataluña, mientras que en 2019 recibió la Medalla de la Universidad de Valencia por su labor. Cuando Carme Valls Llobet da charlas en las universidades sobre Medicina y Género, las salas se llenan hasta los topes. “Eso es un buen síntoma. Los estudiantes están muy interesados en formarse en género, tanto ellos como ellas. La Universidad debería de recoger ese interés y ofrecer formación en género transversal, a lo largo de toda la carrera. Eso sería fundamental para que las mujeres dejen de ser invisibles para la medicina”, apunta.

En el libro hay datos que impresionan, como que la violencia, tanto física como psíquica, contra las mujeres es causa de muchas enfermedades, pero permanece invisible para la medicina: alrededor de un 30% de las mujeres que acuden a consulta con problemas psicosomáticos podrían estar sufriendo maltrato. “Esto se podría diagnosticar más en consulta su hubiera una formación en género del personal sanitario”, explica. Hablamos con ella sobre por qué es fundamental que la medicina tenga esa perspectiva de género que no se cansa de reclamar.

¿En qué momento decidiste actualizar este libro, que ya habías publicado en 2006 con el nombre de ‘Mujeres invisibles’, y por qué?

Desde entonces, se ha multiplicado por tres la información porque la editorial Capitán Swing no me ha puesto límites y ha entendido que se publicó con un título, ‘Mujeres invisibles’, que parecía una novela. Ahora tiene el título adecuado, ‘Mujeres invisibles para la medicina’. Después de 20 años he podido comprobar que aunque hemos mejorado un poco en algunas cosas en cuanto al estudio de hombres y mujeres en medicina, en otras no hemos avanzando nada. Ese balance es el que hago en este libro, entender que en aspectos hemos ido mejorando, en cuáles estamos igual y en cuáles, a veces, hemos retrocedido. El libro me ha permitido que lo que decíamos hace 30 años continúa siendo cierto y viene avalado por numerosos estudios, que cada vez hay más, y bibliografía.

En él hay más de 900 citas bibliográficas de investigadoras e investigadores que están estudiando las diferencias entre hombres y mujeres. ¿Qué supone que no se tengan en cuenta esas diferencias en los estudios científicos?

Eso tiene muchas consecuencias. Las enfermedades cardiológicas de las mujeres, por ejemplo, eran invisibles porque no habían investigaciones cardiológicas en mujeres. Ahora ha mejorado porque ya en un 38% de los trabajos se incluyen a mujeres, pero aún falta un 62%. Si tenemos en cuenta que las patologías cardiovasculares suponen la primera causa de muerte de las mujeres en el mundo, no se entiende que no incluyamos a las mujeres en los estudios de investigación sobre el tema. Creo que en este libro hay mucha información que puede ayudar a las mujeres a comprender y solucionar sus problemas, y también a muchos profesionales de la sanidad a abrir los ojos para poder estudiar qué nos produce la muerte y qué nos enferma y nos empeora la calidad de vida a las mujeres.

Leyéndolo, entiendes síntomas que has tenido y que quizá pensabas que eran una exageración tuya o que no habían tenido demasiado en cuenta tu médico o médica.

Si has entendido esto, el libro cumple perfectamente con su cometido. He recibido algunas críticas por poner demasiados datos clínicos y síntomas en él. Pero precisamente lo he hecho para que le sirva a la lectora, para que pueda identificar qué le pasa. A muchas mujeres el médico les dice que no tienen nada, que solo son nervios o las tachan de histéricas. Y ellas, que sienten sus molestias pero que respetan la opinión médica, acaban por creer que solo son nervios, cuando no lo son. Por eso he hecho el esfuerzo de poner los síntomas crónicos más frecuentes que tienen las mujeres.

¿Cuáles son las enfermedades menos estudiadas que sufren las mujeres?

Las enfermedades crónicas que son las que más padecen las mujeres son las menos estudiadas y las menos compensadas, por tanto es muy fácil que si la mujer va cansada y con dolor al médico se le atribuya a problemas de nervios en vez de a buscar las carencias que tiene. Por ejemplo, con la menstruación una mujer debería perder unos 80 centímetros cúbicos de sangre, pero la mayoría pierden más y van con falta de hierro para toda su vida, hasta la menopausia, que supone una liberación. Si se tuviera en cuenta eso en consulta más a menudo, se evitarían muchas molestias y dolores con los que se ven obligadas a convivir las mujeres porque no se las escucha lo suficiente. Muchas  que han leído el libro me han dicho que se han sentido muy identificadas en él y que, gracias a eso, han podido pedir ayuda mejor o decir, ‘no me de un sedante, yo quiero averiguar qué tengo’.

El tema cardiovascular parece especialmente necesario de revisar.

Efectivamente, lo mismo ha pasado con la parte cardiovascular, que alguna mujer ha identificado que el dolor que sentía desde el esternón hasta la mandíbula, un dolor raro que no lo había tenido nunca, ha ido a urgencias y no se ha marchado hasta que no le hicieran un ‘electro’ y pudieron comprobar que tenía un infarto y le pusieron el tratamiento adecuado. Una vez más, no eran nervios. Me han escrito lectoras para darme las gracias y contármelo. Un infarto si lo tratas a tiempo se puede recuperar mejor, pero las mujeres llegan tarde al hospital con un infarto y cuando lo hacen, muchas veces se las trata como si fuera ansiedad. Esto sigue pasando.

¿Dónde comienzan los sesgos de género en la medicina?

En no investigar las diferencias propias de las mujeres en los trabajos de investigación. A partir de ahí, toda la investigación es sesgada. Se trata de un problema ya casi de falta de ética, porque la ética médica debe investigar a hombres y mujeres por igual, no debes discriminar de entrada. Había trabajos hace años sobre la sífilis que solo incluían a hombres, como si no hubiera mujeres que la tuvieran, que además las habían contagiado sus maridos. Hasta la década de los 90 no se incluyeron mujeres en los trabajos de investigación sobre infartos de miocardio, cuando la sintomatología que anuncia un infarto es diferente en hombres y en mujeres.

¿Y cuáles son las consecuencias de esa falta de igualdad de género en los estudios científicos?

La consecuencia principal es que la docencia en las facultades de Medicina tampoco incluye a mujeres, se explica en un neutro. En las clases de Anatomía, yo veía un cuerpo de hombre, me explicaban los músculos masculinos y no es igual. Por eso me encanta la portada de este libro, en la que aparece un cuerpo como desgarrado y puedes ver el interior de un cuerpo femenino, con sus músculos y sus órganos. El sentido del libro es ese, visibilizar lo que pasa dentro de cada dentro de cada ser humano. Y de paso, también lo que pasa con los hombres. Los hombres jóvenes van al hospital solo si ya están muy mal. Los más mayores, a partir de los 50, ya empiezan a ir más porque su salud se empieza a parecer a la de sus mujeres. Eso también hay que cambiarlo, ellos necesitan urgentemente educación en auto cuidados y salud. Falta ciencia de la diferencia, primero investigar y después enseñarla bien.

‘Mujeres invisibles para la medicina’, de Carme Valls LLobet. | D.R.

¿Cuáles son los sesgos de género más habituales en las consultas?

El problema suele empezar en no investigar lo que te plantea una persona, también por falta de tiempo. No hemos de olvidar que el personal sanitario anda saturado y sin tiempo. Y luego recetar con demasiada rapidez. A las mujeres se les receta cinco veces más antidepresivos que a los hombres y dos veces más de ansiolíticos. Tu vas diciendo que tienes un problema, y el médico o la médica, que el sesgo está en los dos géneros, decide achacarlo a los nervios que es la vía fácil. El problema es que en la facultad nos han enseñado que las enfermedades crónicas son patologías poco importantes porque, total, no te vas a morir de eso. Otro sesgo horrible que está pasando es tratar los problemas de dolor con opioides que generan dependencia. Se achaca a la fibromialgia, le dan sedantes y antidepresivos más opioides. Incluso ha aumentado la mortalidad por el uso de opioides, en su mayoría en mujeres. Yo sugiero investigar mejor las causas del dolor.

Algo que me parecía paradójico al leer el libro es ver tantos sesgos en un sector que está muy feminizado, donde la mayoría de trabajadoras con mujeres. ¿Es un síntoma de falta de formación en género entre el personal sanitario?

Absolutamente. Si no te forman en la facultad, sales de allí solo con lo que te han enseñado y tienes que tener un saludable espíritu crítico para analizar lo que ocurre, pero no todas las personas lo poseen. Los estudiantes jóvenes están adquiriendo formación de género porque se preocupan por ello, por autoformarse con perspectiva de género. Aquí, en la Facultad de Medicina de la Universidad de Barcelona se llenan aulas con más de 200 estudiantes, atentísimos a la formación en Medicina y Género, chicos y chicas. Así que tengo la esperanza de que salga una nueva generación mejor. Pero, con todo, hemos de cambiar el origen. Se debería de incluir la formación de género trasversal en los estudios de Medicina, como debería de hacerse en todas las carreras.

Algo de lo que no se habla es de lo que tenemos que pelear las mujeres en consulta. Para conseguir que te hagan una prueba o para que se tomen en serio los síntomas que tienes. La sensación es que como que tu propio médico, o médica, no te cree.

Totalmente de acuerdo. Ocurre a menudo y es un desgaste más que no tendría que pasar. Yo lo considero parte de las microviolencias en el acto médico. Una de ellas es esa, ir al médico y que no te crean o te digan que no tienes nada. Esta pelea constante desgasta y no se puede permitir. Tenemos igualdad de derechos el hombre y la mujer a ser atendidos con nuestras diferencias. El derecho a la salud incluye que te atiendan con tus propias diferencias, que ha de tener bien claras el profesional que te atienden. Pero como no ha habido formación porque no ha habido investigación en mujeres, las guías y protocolos no incluyen las diferencias. Es una agresión a tu salud mental como paciente que te nieguen tus síntomas.

A las mujeres nos recetan el 85% de los hipnosedantes. ¿Son más propensas las mujeres a la depresión y la ansiedad, o es que se las diagnóstica así para que se callen?

Es un método de control, las mujeres no somos más propensas a la depresión. Mira, incluso cuando se han estudiado los cuestionarios que se hacen sobre la depresión y la ansiedad se ha visto que están muy sesgados, las preguntas ya están sesgadas. Con lo cual las respuestas no se pueden considerar válidas científicamente. A ver, una pregunta podría ser si notas dolor de estómago cuando sientes una angustia o ante un problema. Al mirar los resultados, ves que a las mujeres les pasa más. ¿Es porque somos más depresivas? No, es porque al faltarle hierro habitualmente por la menstruación, tiene más sensibilidad en el sistema nervioso autónomo. Pero es por una razón biológica, no porque tenga más ansiedad. Y eso se ha estudiado fatal. Seguro que cinco veces más, no la tiene. Esto es psicofarmacológico, no real.

¿Están sobremedicadas las mujeres porque las dosis de los medicamentos están pensadas para los cuerpos masculinos?

Sí, sobre todo los psicofármacos están pensados para el cuerpo del hombre, no se tiene en cuenta que las mujeres los metabolizan más rápido y de manera más eficaz. Por tanto, a la mujer en muchos psicofármacos les deberían de dar la mitad o la tercera parte. Dedico un capítulo a esto por su importancia. Cuando estudias los tratamientos cardiovasculares, se experimenta en un 75% en ratas macho, un 2,5% con rata hembra y del resto no saben el género. Al obviar al sexo femenino, con todas sus diferencias, creas tratamientos que que no funcionan adecuadamente para las mujeres. ¿Cómo se las obvia, cuando el hígado de las mujeres es más pequeño? Esto va a generar también una reflexión a la larga sobre como se hormona el cuerpo de las personas trans. Las personas transgénero aunque decidan ponerse hormonas, su hígado continúa siendo del género biológico, con el que nacieron, y eso se debería de tener muy en cuenta al darle hormonas, pero en la actualidad no se está haciendo. Es un tema muy complejo sobre el que voy a escribir en el futuro porque una hormona no es solo un sentimiento, también es un fármaco.

¿Se puede percibir en la contracepción de manera clara el patriarcado?

Sí (risas). ¿Por qué crees que apenas hay contracepción masculina? Yo te contesto, por que han visto que darle un anticonceptivo a un hombre le bajaba la libido. Además, a las mujeres les dijeron, ‘oiga, es usted la que se queda embarazada, así que es usted quien debe tomar medidas anticonceptivas’. Por eso no hay anticonceptivos masculinos, ni los va ha haber porque no hay ningún laboratorio al que le interese. Hay que reclamar igualdad, también en eso.

La consecución de corresponsabilidad en los cuidados está aún muy lejos de alcanzarse. ¿Cómo afecta cuidar a la salud?

Los cuidados afectan muchísimo la salud porque es una forma de estrés físico y también mental, por eso los cuidados y la dependencia se han de repartir socialmente y tendría que haber muchas más residencias buenas en los que los grandes dependientes sean atendidos. La Ley de Dependencia tendría que funcionar para que pudiera haber ayuda que descargaran los hombros de las mujeres, porque todavía son ellas las que cuidan. Aunque es cierto que también hay hombres que cuidan, yo he visto casos muy interesantes de repartos de los cuidados pero cuando los cuidados recaen sobre una sola espalda, enferman.

En el libro hablas en una parte de la adolescencias y de cómo los estereotipos y los mandatos de género pueden afectar a la salud de las niñas y de las jóvenes. ¿Cómo se puede compensar esto?

Lo más importante es cultivar el propio criterio y la propia autoestima de las adolescentes y que no dependan de modelos limitados para imitar, limitarlos es una manera de atacar la salud mental. Así, las ayudaremos a que no dependan de la mirada del otro. Este es un problema muy grave porque la publicidad y las redes sociales puedes empujarlas a querer parecerse a esa modelo o a aquella influencer, y eso a veces es imposible. Hemos de educar a mujeres que lean, estudien, trabajen, piensen, que se cuiden y que se lo pasen bien. Sobre todo eso, que quieran pasárselo bien, no que quieran parecer que se lo pasan bien. Mujeres vitales y fantásticas. No se debe tratar de buscar la apariencia, sino de vivir la vida que sientan cada una.

Quizás lo único más invisible de los hombres respecto a la medicina a la salud que las mujeres es la andropausia. ¿Se habla mucho de la menopausia y poco de la andropausia ?

Totalmente, sí. La andropausia se ha estudiado poco. En un momento dado, los hombres mayores se empiezan a parecer a sus propias mujeres cuando son mayores. Ellos y ellas tienen dolor en las articulaciones, molestias, problemas que no habían valorado en sus etapas anteriores, pero ellos no tienen la educación en la salud que solemos tener las mujeres, más conectadas con nuestros cuerpos. Por eso siempre digo que hay que estudiar a mujeres y hombres en igualdad, también para ellos. En general la andropausia se ha estudiado mal y poco y falta ciencia al respecto.

Hay como una brecha en el deseo entre las mujeres y los hombres. A partir de cierta edad, el de ella permanece y mientras que el de ellos baja e incluso puede desaparecer, pero se habla poco de ello. ¿Está muy estereotipada la sexualidad masculina?

Está muy bien esta pregunta. La sexualidad del hombre solo se ha estudiado genitalmente, les han genitalizado tanto que parece que solo es una erección, no es un deseo y muchos hombres lo pasan fatal. Se les ofrece una viagra, pero algunos no lo quieren utilizar porque son más sensibles y estar empalmados todo el día no les supone ninguna satisfacción. O sea, que está muy bien tu pregunta para reflexionarla también por qué la medicina, o mejor dicho la industria farmacéutica buscan tratamientos sin entender todo lo que supone la salud de las personas.

¿Hace falta más feminismo en la sanidad? ¿Cuáles serían las grandes líneas de actuación para lograr la igualdad?

Sí, hace falta más feminismo y para mi las grandes líneas son incorporar la ciencia y la creencia en unas simples estructuras troncales de las Ciencias de la Salud, porque también han de estudiar las enfermeras, las psicólogas… Todo el personal sanitario ha de abandonar las ideas preconcebidas. Creo que sería fundamental no se de dinero público a los trabajos de investigación que no incluyan a mujeres y hombres. Necesitamos una ciencia que valore las diferencias entre mujeres y hombres. Esa es la gran asignatura pendiente.

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