Como se encargaba de recalcar hace unos días la actriz Leticia Dolera en una entrevista de Mujer Hoy, sólo el 7,5 de los referentes culturales en un libro de texto son mujeres. Al menos en el estado español, y según un estudio publicado por la Universidad de Valencia en 2014.
Pero hay más.
En Francia, hasta 2017, el sistema educativo implantado en los noventa no había contemplado a ninguna escritora como objeto de estudio en bachillerato. Ni una. Siendo este el país de Simone de Beauvoir, Marguerite Duras o Françoise Sagan, ¿cómo era posible que ninguna apareciera reflejada en los manuales de literatura de los jóvenes estudiantes? El año pasado, sin embargo, el nombre de Madame de La Fayette apareció anunciado por el Ministerio de Educación como la primera firma femenina que se estudiaría a partir de 2018.
La cosa no acaba aquí, claro. Y aunque los datos sean conocidos, no viene mal recordar alguno, como por ejemplo ese que nos muestra que desde la creación del Premio Nobel el galardón ha sido otorgado 844 veces a hombres y sólo 49 veces a mujeres. ¿Y qué?, dirán algunos. ¡Eso es porque no había mujeres buenas haciendo lo que esos hombres brillantes hacían!, pensarán otros. Y tal vez seguirán pensando que tienen razón, incluso si poco a poco algunas iniciativas editoriales, feministas y combativas vienen a contradecir esas teorías sobre el silencio de la mujer a lo largo de la historia.
Hablo de esa ola de libros que desde hace uno o dos años han comenzado a poblar catálogos editoriales de todo tipo. De esos manuales, enciclopedias y antologías que recuperan a “mujeres rebeldes”, a “mujeres radicales”, a “supermujeres” o a “valerosas mujeres” del mundo de la ciencia, el deporte, la política, el arte o la literatura para concederles al fin la visibilidad y el espacio que nunca les fue concedido.
En la última semana han salido a la venta libros como Mujeres radicales del mundo (Capitán Swing), de Kate Schatz y Miriam Klein, un volumen que recoge historias de mujeres tan dispares pero potentes como la escritora Chimamanda Ngozi Adichie, la activista Malala, la astronauta Kalpana Chawla, o el colectivo de Guerrilla Girls. Pero también el libro de Supermujeres, super inventoras (Lunwerg), de Sandra Uve, donde se homenajea a los grandes nombres femeninos de la ciencia o la educación como Ada Lovelace, Edith Clarke, Fermina Orduña o Maria Montessori.
Estas dos publicaciones aparecidas a principios de 2018 vienen a sumarse a otra lista de libros cuyas características son muy similares y se definen por los rasgos ya comentados. Casi todos son libros hermosos, objetos de lujo y de regalo. Casi todos están ilustrados. Casi todos los firman mujeres. Casi todos son sumas de biografías reinventadas y recontadas para el público de hoy. Y casi todos forman parte de una incipiente moda que incluso a riesgo de resultar repetitiva también es absolutamente necesaria.
Ahí están también los volúmenes 1 y 2 de Valerosas (Dibbuks) el cómic de Pénélope Bagieu en le que recupera historias raras pero fascinantes de emperatrices, piratas, brujas, ginecólogas, mujeres barbudas o políticas. Valerosas ha logrado vender más de 200.000 ejemplares en Francia sólo con el primer volumen, y todo apunta a que el fenómeno seguirá. Ahí está también Cuentos de buenas noches para niñas rebeldes (Destino) de Elena Favilli y Francesca Cavallo, un libro infantil que las pasadas navidades llegó a los 100.000 ejemplares vendidos en España. O la colección Pequeña & Grande, de Alba Editorial, donde se narran a modo de cuento ilustrado vidas como la de Frida Kahlo, Coco Chanel o Gloria Fuertes. O como las colecciones de Mujeres de ciencia y Mujeres del deporte, de la diseñadora e ilustradora Rachel Ignotofsky, publicados en castellano por Capitán Swing.
Son libros necesarios, decíamos, porque no sólo hacen justicia histótica. Porque no sólo ayudarán mujeres jóvenes que buscan inspiración y referentes. Porque no sólo se suman a una corriente de divulgación feminista que está marcando los catálogos editoriales de medio mundo, sino también por resolver de una vez por todas ese ejercicio que menciona Kate Schazt en el prólogo de Mujeres radicales del mundo: “Cierra los ojos y piensa en un pirata. Piensa en un presidente. En un guerrero en plena batalla. En un pintor célebre. En un programador informático. En un médico. En un futbolista. En un faraón. Las mujeres de este libro son todas esas cosas y muchas más”.
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