Pensamiento crítico en la caja tonta

Por El País  ·  14.08.2010

Los libros que indagan o explican filosofías vitales que laten en las series de televisión se han convertido en complemento para los seguidores.

En un corcho de la oficina de los productores de Mad Men han colgado una felicitación. No es la enésima carta anónima, sino una manuscrita del propio presidente de Estados Unidos, Barack Obama. Cualquier asesor de imagen -quién sabe si ha sido ocurrencia de uno- apoyaría esta expresión de entusiasmo, porque hoy la pasión por cierta televisión es cool. Algunas series, calificadas por algunos como «la mejor narrativa americana actual», no son un fenómeno nuevo, hay que remontarse al 2002 con el estreno de The Wire. Aunque sí lo es el comportamiento de la audiencia. Han descubierto que hay vida más allá del visionado de un capítulo de cualquiera de estas series. Ellas te ponen a prueba. Hace tiempo que el espectador no aguarda la entrega semanal y se indigesta con un atracón de episodios. Ahora, además, gracias a Facebook y Twitter, disfruta de un contacto directo con los actores, productores y guionistas; intercambia impresiones en los foros cibernéticos y tiene acceso a los detalles más inauditos en unas webs oficiales cada vez más completas. Un caldo de cultivo que ha propiciado una avalancha de libros sobre unas series que invitan a la reflexión.

«Twitter o Facebook son un mundo. Yo me twitteo con los actores o con los guionistas. Hay una revolución desde hace un año en la que tienen cabida los libros y cualquier medio de comunicación. Es muy divertido, pero también un poco loco porque hay mucho y hay que ir descartando», cuenta entusiasmada Mariló García, coordinadora de series Cinemanía y bloguera (yonomeaburro.blogspot.com). «Por ejemplo, después de las nominaciones de los Emmys en Twitter había actores que se quejaban. El periodista está dejando de ser el intermediario». Su blog, centrado en las series, recibe 4.000 visitas diarias con picos de 15.000.

La periodista propuso, sin fortuna, a un sello editorial escribir un libro sobre la moda en las series. «Las editoriales tienen miedo a lo nuevo», dice convencida. «Los productores ahora son también los guionistas y eso es muy importante. Cuando tú haces un producto y pones la pasta, intentas que sea un fenómeno». El resultado es que se adelantan informaciones para caldear el ambiente y se editan, al igual que en las superproducciones juveniles, guías oficiales de las series.

¿Y por qué no antes la reflexión en las series? Las reglas publicitarias generaban espectadores perezosos, vendidos a un entretenimiento tan puro como hueco. Hasta que llegó el canal de pago HBO con su eslogan «esto no es televisión» y rompió los cánones. No estaba obligado a rendir pleitesía a los anunciantes, sino a presentar sus respetos a una audiencia dispuesta a costear un producto vanguardista. «No hay nada que te sirva de paño caliente respecto a una historia triste, una historia airada, una historia subversiva, una historia perturbadora», observa David Simon, productor de The Wire, una serie «sobre la porción de Estados Unidos que hemos desechado».

«La literatura de series no es solo un fenómeno fan que vive del fetichismo, sino que quien se enfrente a estas obras verá que aquí se están dilucidando formas distintas de la narrativa audiovisual contemporánea», sostiene Xavier Pérez, profesor de narrativa audiovisual en la Universidad Pompeu Fabra. «HBO fue una gran apuesta experimental. Habíamos pasado una época en la que parecía invariable que la serialidad televisiva se basaba en un esquema de un mundo estable que se desequilibra y que al final vuelve a la estabilidad original», agrega Pérez. «Sus guionistas empezaron a declarar que se habían inspirado en series como Berlin Alexanderplatz (basada en la novela de Alfred Döblin), de Rainer Werner Fassbinder, que presentaban un mundo en permanente descomposición», subraya Pérez, coautor con Jordi Balló de Yo ya he estado aquí. Ficciones de la repetición (Anagrama, 2005). Durante muchos años, Pérez pensó que Twin Peaks, de David Lynch, y The Kingdom, de Lars von Trier, serían siempre una excepción en esa concepción desintegradora.

¿Hablamos de las series como si fueran Arte, con mayúsculas? «Es muy complicado, porque el arte es lo que los hombres dicen que lo es y, sobre todo, las instituciones legitimadas para decirlo. Es un producto comercial, pero de calidad máxima intelectual, política y estética», opina Iván de los Ríos, profesor de filosofía contemporánea en la Universidad Autónoma de Madrid. «Apuestan por una nueva forma de narrar, no tan simplista y sensacionalista. Una expresión muy crítica sobre la sociedad que las engendra».

La caja tonta (o lista) y los filósofos de nueva hornada han creado un tándem muy rentable en Estados Unidos, un país de gran tradición en ensayos de cultura popular. Las series son la excusa para explicar conceptos filosóficos -un vade retro para el lector medio- y que, sin embargo, pica el anzuelo por su afinidad televisiva. «Este tipo de libros continuará. Titular con el nombre de la serie y luego añadir «… y la filosofía», es una idea que nació en 1999 con Seinfeld. Ahora hay más de cincuenta libros. Son inteligentes, para fans inteligentes de una cultura popular inteligente. La televisión no es para peleles», sostiene William Irwin, profesor de Filosofía en el King’s Collage de Pensilvania, autor de esa primera obra (Seinfeld and Phisosophy: a Book about Everything and Nothing) y coeditor de Los Simpson y la filosofía. La máxima de Homer: «Si lo intentas y fracasas la lección es: nunca lo intentes».

«No se requiere tener un background filosófico. Intentamos que el público sea capaz de pensar de una forma más crítica, y que vea que muchas de las preguntas que se plantea en sus series se han debatido décadas», explica Henry Jacoby, autor de La filosofía de House. Todos mienten. «Sería estupendo si después de leernos alguien se interesa por la filosofía». «Hay muchas cuestiones filosóficas planteadas en House. Como es obvio, algunas relacionadas con la ética médica. House usa la lógica para resolver puzles. Pero no son las únicas», prosigue Jacoby. Al estadounidense le ha salido un competidor en España: el manual de autoayuda Dr. House. Guía para la vida, de Toni de la Torre.

«La tradición de apelar a la cultura popular para explicar y discutir la filosofía nos hace volver a Sócrates. Él hablaba en términos de la mitología popular y analogías agrícolas», compara Irwin. «La mayoría de los filósofos comprenden que con estos libros tratamos de difundir la filosofía como él. A veces me topo con algunos prejuicios, pero no permito que me fastidien».

«La divulgación científica vende. Uno no compra un libro de Aristóteles porque nos resulta un peñazo, pero si ves en la librería Aristóteles en 20 minutos, te engancha», argumenta De los Ríos. «Aunque sí hay filosofía en Los Simpson. Por ejemplo, las paradojas de la omnipotencia de Bart. Nadie me escucha si yo afirmo: ‘En la teología medieval se decía: si Dios existe y es omnipotente crearía una piedra que sería incapaz de mover… ‘. Pero te llega si lo pones en boca de Bart: ‘¿Podría Jesucristo calentar en el microondas un burrito tanto que fuera incapaz de comérselo?». De los Ríos ha participado en dos libros de factura nacional: The Wire. 10 dosis de la mejor serie de televisión y Los Soprano forever. Antimanual de una serie de culto, ambos en Errata Naturae.

«Estos libros tienen una mezcla de rigor intelectual y humor, a veces con mala leche. Se ha intentado, y creo que conseguido, que los ensayos tuviesen la altura intelectual de los guiones», explica De los Ríos. El editor de Errata Naturae, Rubén Hernández, no tiene intención de publicar muchos más: «No queremos especializarnos en series. Tiene que surgir un libro muy en nuestra línea editorial». The Wire arranca con un prólogo de David Simón. El productor y periodista de sucesos no se anda con chiquitas: «La pauta que sigo para intentar ser verosímil es muy sencilla (la vengo siguiendo desde que empecé a escribir ficción): que se joda el lector medio». Prosigue con una conversión entre Simon y el Nick Horby (Alta fidelidad), que pasaron una tarde en Londres hablando del proceso de escritura, de Baltimore, de la música y del deporte. Le dan el relevo siete ensayos de Rodrigo Fresán, Iván de los Ríos y Margaret Talbot, entre otros. Y el volumen se cierra con El confidente, un inédito de Georges Pelecanos, uno de sus guionistas.

Mientras tanto, Los Soprano forever propone diferentes ángulos de la vida de esta familia mafiosa de Nueva Jersey: su relación con Dios, el sexo, el mal o la obesidad. Ideas que se desgranan de la mano de De los Ríos, Fresán, Fernando Delafuente. Ignacio de Castro Rey y Fernando Castro Flórez. «Los Soprano es un buen producto que está sobredimensionado porque sufrimos aburrimiento doméstico», plantea este último, quien se niega a un «arresto domiciliario» para ver series.

Los Soprano. Temporada dos. Un tipo feliz. Tony (el protagonista): «Tengo el mundo cogido por las pelotas y no dejo de sentirme como si fuera un puto pringado». «¿Qué opinarían Platón, Aristóteles, los estoicos o los epicúreos de la felicidad de este gordo criminal?», se preguntan en Los Soprano y la filosofía (Richard Greene y Peter Vernezze). «No creo que la gente necesite saber más de Los Soprano, pero hay un montón de cuestiones que explorar. Nuestros ensayos versan sobre qué nos puede decir Los Soprano acerca de la filosofía y de nosotros mismos. La gente está interesada en la cultura popular porque no vivieron el pasado. Es algo que hay que estudiar ahora», explica Richard V. Greene, de la Weber State University, coeditor de la obra.

«Está haciendo televisión una generación que ya nació con ella, y eso influye y beneficia», se felicita Rodrigo Fresán, quien participa también en Los Soprano forever. «No escribiría guiones, son un planeta diferente. Bueno sí, si me lo pidiese alguien de quien soy fan, pero seguro que luego me arrepentiría», asegura este forofo de Bob Esponja.

Los enigmas de Perdidos (Lost), la paranoia en la isla del Pacífico, con osos polares y un humo negro asesino, genera mucha literatura. «Es normal porque la serie plantea lo siguiente al espectador: ‘Tienes que saber más si quieres entrar en mi mundo’. Es una máquina de producir otras interpretaciones y un complemento son los libros. No podemos ver Perdidos como vemos una película o un sit com», razona Simone Regazzoni, autor de Perdidos. La filosofía. «Tenemos que participar en la creación de ese mundo. Y para hacerlo necesitamos leer y escribir, conocer a otras personas que viven en ese mundo. Mi libro es una forma de participar en el juego narrativo de este mundo. Tiene, como en un videojuego, distintos niveles de dificultad».

«Perdidos no es filosofía popular, pero un filósofo puede hacer filosofía popular con la serie. Hay todavía demasiados prejuicios. El filósofo clásico intelectual (que no sabe qué está ocurriendo en la cultura popular) se resiste a la televisión. Se entiende que no pueda cambiar su paradigma intelectual, pero la nueva generación de filósofos (bad guys para los académicos) está preparada para trabajar con las series, los cómics o la pornografía», prosigue Regazzoni. El profesor de la Universidad Católica de Milán es coautor también de un ensayo sobre House y otro de Harry Potter que Duomo publicará este septiembre.

Se esperaba para estas fechas la edición inglesa, pero la Enciclopedia Lost, tan ansiada por los fans, verá la luz en otoño. Ha trascendido que intentará explicar todos los enigmas y misterios en sus 400 páginas, con más de 1.500 fotos. El final tan abierto de la emisión defraudó a muchos que confían en cerrar muchas incógnitas con su lectura, como han prometido los productores. Grijalbo sacará a la venta la versión en español. Lluís Alba y Miguel Pérez, del blog Zumbarte, sabían que su baza frente a la Enciclopedia Lost era el tiempo. Así que el mismo día de la despedida, tras seis temporadas, entregaron su volumen Perdidos. La guía definitiva a Dolmen, editor desde 2006 de otros cuatro libros sobre la serie. «Tiene 400 páginas, con análisis de cada capítulo. No hacemos elucubraciones personales, ni nos hacemos eco de las teorías de otros», cuenta Alba.

Don Draper, el publicista neoyorquino protagonista de Mad Men, tiene siempre en su escritorio media docena de camisas almidonadas. Todo lo que ve o toca es elegante y, pese a lo que podría parecer, nada es insustancial en la serie favorita de Barack Obama. Se retrata las costumbres sociales y políticas de cambio de los años sesenta en Estados Unidos (la identidad y la autenticidad del feminismo, la libertad o la felicidad) con tal profundidad que Irwin es también editor de otro libro Mad Men and Philosophy: nothing is as it seems (Paperback, 2010). Los niñatos malhablados y corrosivos de South Park han sido también merecedores de tres libros que, como el primero, no han llegado a España. Y de otros irreverentes, la familia animada más conocida del mundo, se acaba de editar El Evangelio según los Simpson. El libro, escrito por Mark A. Pinsky, un periodista judío que sirvió al Ejército israelí, muestra como Bart y compañía se mofan de la religión organizada pero, al mismo tiempo, abrazan la fe para hacer frente a su frustración social.

El tiempo demostrará si la literatura de series ha llegado para quedarse. Por lo pronto, pocos niegan que las series son una compañía un poco adictiva. De los Ríos lo resume: «No sabemos qué hacer con nosotros mismos y necesitamos consumir productos que nos den la ilusión de que queda algo para mañana».

Yo ya he estado aquí. Ficciones de la repetición. Jordi Balló y Xavier Pérez. Anagrama. Barcelona, 2005. 198 páginas. 19 euros. The Wire. 10 dosis de la mejor serie de televisión. VV. AA. Introducción de David Simon. Ilustraciones de David Sánchez. Errata Naturae. Madrid, 2009. 238 páginas. 16,90 euros. Perdidos. La filosofía. Simona Regazzoni. Traducción de María Ángeles Cabré. Duomo Ediciones. 133 páginas. 19,90 euros. Perdidos. La guía definitiva. Dolmen. Lluís Alba y Miguel Pérez. Dolmen. Barcelona, 2010. 460 páginas. 20 euros. El Evangelio según los Simpson. Mark A. Pinsky. Selector. México, 2010. 330 páginas. 19,50 euros. Los Soprano y la filosofía. Richard Greene y Peter Vernezze. Traducción de María Ruiz de Apodaca. Barcelona, 2010. 266 páginas. 19,50 euros. Los Soprano forever. Antimanual de una serie de culto. VV AA. Traducción de Inés Antón. Errata Naturae. Madrid, 2009. 169 páginas, 16,90 euros. Dr. House. Guía para la vida. Toni de la Torre. Now Books. Barcelona, 2010. 7,50 euros. La filosofía de House. Todos mienten. William Irving y Henry Jacoby. Selector. México, 2009. 248 páginas. 15 euros. Los Simpson y la filosofía. William Irwin, Mark T. Conard y Aeon J. Skoble. Traducción de Diana Hernández. Blakie Books. Barcelona, 2009. 415 páginas. 22 euros.

Elisa Silió

 

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