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Pedro Gullón: “El coronavirus sí entiende de clases sociales”

Por El Mundo  ·  11.10.2020

Epidemiólogo social y médico especialista en medicina preventiva y salud pública. Junto con Javier Padilla es autor de Epidemiocracia (Capitán Swing), un ensayo sobre la respuesta política, sanitaria y social ante las epidemias.Su libro se titula ‘Epidemiocracia’. ¿Nos gobierna la pandemia de coronavirus?No queríamos decir eso exactamente. El título de Epidemiocracia viene de unir ‘epi’, ‘demos’ y ‘cracia’. ‘Epi’ es sobre, ‘demos’ es el pueblo y ‘cracia’ es el poder. Queríamos analizar cómo las epidemias tienen que ver mucho con la distribución del poder en la sociedad. Algo que pasa no sólo con las epidemias, sino con la salud en general.¿Quiere decir que las epidemias afectan de manera distinta según el entorno social?Sí. Lo hemos visto con múltiples epidemias. Lo vimos con la peste, que afectó a los lugares donde había condiciones más insalubres. Lo hemos visto con la epidemia del VIH, que se cebó con las personas que consumían drogas o que vivían en la calle. Y ahora lo estamos viendo claramente con la Covid-19: la incidencia de la enfermedad en los distritos del sur de Madrid, que tienen una población de nivel socioeconómico menos favorecido, es mucho más alta que en otros barrios. Y no lo vemos solo en Madrid, lo vemos a nivel internacional. ¿Las epidemias, y en concreto esta de coronavirus, entienden entonces de clases sociales?Efectivamente. Y en esta pandemia de Covid-19 ocurre a tres niveles. El primero es la probabilidad de coger la enfermedad: no tiene la misma probabilidad de resultar infectada una persona que teletrabaja, que realiza todas sus actividades en su hogar y que tiene una vivienda de un tamaño adecuado para poder hacer aislamiento en caso de que sea necesario que una persona que tiene un empleo precario, que se desplaza en transporte público, que se tiene que encargar de personas mayores y que cuando vuelve a su hogar convive en un lugar más hacinado, a veces con más familias, donde no se puede realizar ni una cuarentena ni un aislamiento. Bajo ese prisma se entiende bien cómo la enfermedad se distribuye de manera diferente por clases sociales. Pero no sólo es eso.¿Qué más diferencias sociales arroja esta pandemia? Una vez que tienen la enfermedad, las personas de clase social menos favorecida son más vulnerables a las consecuencias médicas del Covid-19. Las condiciones que hacen que una persona tenga más posibilidades de tener un desenlace fatal de la Covid-19 son tener enfermedad pulmonar obstructiva crónica, tener diabetes, tener enfermedad cardiovascular… Y, curiosamente, todas esas enfermedades siguen exactamente el mismo patrón social en España y en el resto del mundo. De ese modo, las personas en situación menos favorecida tienen más probabilidades de coger la enfermedad, más vulnerabilidad a las consecuencias médicas y, en tercer lugar, más vulnerabilidad a las consecuencias sociales y económicas que pueda tener esta pandemia, que seguramente traerá una recesión que se cebará con ellos. Sin embargo nos han repetido machaconamente que este virus no distingue entre ricos y pobres, que todos estamos expuestos por igual a él…La frase de que “la epidemia no entiende de clases sociales” creo que tenía una intención comunicativa muy positiva. Era una manera de alertar de una situación ante la cual todos somos vulnerables. Pero no nos podemos olvidar de que aunque seamos todos vulnerables, unos pueden ser más vulnerables que otros.La Organización Mundial de la Salud dice que no se explica por qué España tiene un número tan elevado de contagios y se ha convertido en el país con los peores datos de Europa. ¿Usted a qué lo atribuye?Lo primero es que eso lo dijo una persona que trabaja para Organización Mundial de la Salud, no fue una declaración institucional. Tenemos que distinguir lo que dice una persona de lo que dice una organización al completo. Es altamente complicado analizar por qué España está siendo líder en esta segunda ola, pero hay dos elementos a tener en cuenta: cuáles son las oportunidades para resultar infectado y cómo se ha controlado cuando se ha producido una infección. Y en esas dos situaciones hay elementos que pueden explicar por qué Madrid específicamente es el lugar con la incidencia más alta. En cuanto a las oportunidades para resultar infectado Madrid es -junto con París y alguna otra- la ciudad con más segregación de toda Europa, lo que hace que acumulemos gente en unos barrios con un nivel socioeconómico menos favorecido y que por sus propias condiciones de vivienda y de trabajo tienen más posibilidades de coger Covid-19. Además, en cuanto a oportunidades de contagiarse, hemos permitido ciertas actividades que en otros lugares han estado más limitadas y que principalmente tienen que ver con el ocio nocturno y las estancias en interiores que han supuesto oportunidades para el contagio. Ahora bien, aquí es donde entra en juego otro elemento, porque brotes y contagios ha habido en casi todos los países.¿Y cuál ha sido ese otro elemento que ha llevado a Madrid a encabezar la lista de contagios de Europa?Quizá una de las grandes diferencias con lo que se ha hecho en las capitales y grandes ciudades de otros países es que Madrid no ha conseguido cortar las cadenas de transmisión cuando ha sido posible, no ha tenido el número de rastreadores necesarios ni ha hecho el esfuerzo epidemiológico y de salud pública para cortar las cadenas de transmisión cuando se producía un brote.La primera oleada de la pandemia afectó en Europa sobre todo a los países que reciben más turistas, concretamente a Italia, Francia y España. ¿Habría que tomar medidas respecto a Barajas?La primera y la segunda ola son muy diferentes. Seguramente en la primera ola el virus entró a través de destinos turísticos. Pero después de esa primera ola, el virus nunca ha desaparecido del interior de los territorios, siempre ha habido una transmisión basal, nunca ha habido una transmisión cero. Si hubiésemos estado en el escenario de transmisión cero, lo más peligroso es la entrada de personas de otros lugares. Nueva Zelanda o Australia, por ejemplo, son países que ahora mismo están blindados al exterior porque tienen la epidemia súper controlada. Si hubiésemos estado en un escenario de control absoluto, seguramente en Barajas sería el sitio más peligroso por el cual podría entrar el virus. Pero con lo que ha pasado en los últimos meses, donde apenas parece que ha habido casos importados, y visto que el resto de países de Europa tenían una incidencia muy baja, incluso inferior a la que teníamos en España, no parece que Barajas haya sido un factor fundamental para la expansión de la segunda ola. ¿Qué se está haciendo mal en este momento? Es difícil decir lo que se está haciendo mal porque no me encuentro en posición de tomar las decisiones, y además tengo un enorme respeto por las personas que tienen que tomar decisiones a nivel de todas las administraciones. Yo no soy un experto en gestión, no soy un político, ellos seguramente tendrán todas las variables. Pero desde el punto de vista de salud pública creo que todavía nos quedan algunas lecciones pendientes para los próximos meses. Una de ellas, que debería ser casi inmediata, es mover todas las actividades que podamos a los exteriores y actuar con contundencia para intentar evitar las reuniones en interiores, donde hay más posibilidad de que se produzca el contagio. Y eso, políticamente, implica dar un paquete de estímulo a esos locales para que no se hundan económicamente. El otro aspecto es que nos hemos olvidado de uno de los factores fundamentales de los que más hablamos en mayo, en junio y julio, y es que necesitamos cortar las cadenas de transmisión. Parece que se nos ha olvidado que hay que reforzar los sistemas de epidemiología y salud pública de los que tanto hablábamos hace unos meses. Ahora, con todo lo que está pasando y especialmente en Madrid, aún no tenemos todavía un sistema de vigilancia adecuado y de control de las cadenas de transmisión. Aunque decía que el título “Epidemiocracia” no alude a eso, la epidemia nos está gobernando, ¿no cree? Muchas de las decisiones políticas que se están tomando buscan ponerle freno…Ahora vivimos en una crisis sanitaria continua, y parece que gobierna absolutamente todas las decisiones que se toman. Pero no debemos perder el foco de dónde se sitúa esta epidemia. En el libro utilizamos el concepto de ‘crisis matrioska’ para analizar como la crisis sanitaria no es más que la muñeca rusa pequeña dentro de una muñeca rusa más grande que es la crisis social y económica que vivimos desde 2008, y de la que aún no nos hemos recuperado. Y eso está dentro de otra crisis aún mayor, la crisis ecológica y el cambio climático, de la que no nos podemos olvidar y que tiene unas intersecciones muy grandes con la Covid-19. Parece que todas las decisiones están gobernadas por la actualidad y la crisis sanitaria, pero no nos debemos olvidar del contexto.Del sustrato en el que surgen las epidemias, como lo llaman en su libro… Eso es. Si nos fijamos exclusivamente en la emergencia sanitaria y además la atendemos exclusivamente desde el punto de vista médico, nos estamos olvidando de cuáles son las condiciones que hacen que una epidemia pueda surgir. Y esas condiciones tienen que ver con el cambio climático, con la dependencia de los viajes internacionales, con la industria de la carne y del pollo… Todos estos elementos no los podemos olvidar a la hora de hacer políticas de la pandemia.Uno de los grandes debates éticos que ha traído esta epidemia es si se debe salvar la economía o salvar vidas. Bruselas ha cerrado esta semana todos los bares y cafés; París, todos los negocios de hostelería y Nueva York, los de seis barrios, porque esta última ciudad tiene una tasa de positividad del 3%. Madrid tiene una tasa en torno al 20% y la hostelería sigue abierta. ¿Qué le parece?Es una tensión que, efectivamente, se está viviendo. Pero quizá no habría que verlo como algo estático, como decidir entre salvar la economía o salvar la salud, sino de manera longitudinal. El comentario que mucha gente hace es: ‘Si no morimos de esta pandemia, moriremos de hambre’. Es verdad que si ahora apostamos más por la protección de la salud, eso puede llevar a una reducción de la actividad económica y a una reducción del PIB, y puede tener consecuencias en el futuro. Pero ante una recesión económica provocada por una crisis pandémica podemos tener herramientas políticas y sociales para intentar mitigar sus efectos. En cambio, si ahora apostamos por una apertura de la economía no tenemos herramientas para mitigar los efectos de esa pandemia, porque las herramientas para mitigar los efectos de esa pandemia pasan precisamente por cerrar la economía. Quizás lo mejor ahora es apostar, siempre con un equilibrio, por la protección de la salud. Y después, cuando llegue la recesión económica, intentar apostar por políticas diferentes a las que se aplicaron en2008 para que el efecto sea el mínimo posible y sobre todo, para que no se cebe con las clases con las que siempre se suele cebar.Deduzco que considera que hay una relación muy fuerte entre los daños que está provocando esta pandemia y la actual economía de mercado, ¿no?Sí, desde luego. Hay un estudio que asegura que desde los años 80, desde que empezó esto que llamamos el ‘capitalismo tardío’ o ‘capitalismo avanzado’, se ha producido un aumento del número de brotes epidémicos. Aunque cada vez hay menos personas con casos de enfermedades infecciosas, se producen más brotes epidémicos, porque surgen más enfermedades y las enfermedades viajan a lugares en los que no se encontraban antes. Eso, desde luego, tiene que ver con el sistema económico que tenemos. No se trata de simplificar, de decir que si dejáramos de lado el capitalismo ya no habría pandemias, porque antes del capitalismo también existían pandemias. Pero la propia estructura de nuestro sistema económico – sobre todo lo que tiene que ver con el aceleramiento de la economía, con la invasión de ecosistemas, con la dependencia de los viajes internacionales- está haciendo que seamos más vulnerables a la aparición de pandemias a nivel mundial.¿Cree que vamos a vivir más pandemias después de ésta?Ha habido pandemias en el pasado, las hay en presente y las habrá en el futuro. Lo que quizá está en nuestra mano es decidir, en primer lugar, si vamos a crear una sociedad que sea más proclive a tener pandemias o no. Y después, saber qué herramientas vamos a tener para parar esas pandemias. Que va a haber pandemias en el futuro es seguro, pero si atendemos a esos elementos que son su sustrato -el cambio climático, la invasión de ecosistemas, los sistemas con los que funcionan las granjas de pollos… – y actuamos ahí, es muy posible que disminuyamos la probabilidad de que ocurran pandemias en el futuro. Pero, aun así, han existido pandemias a lo largo de la historia y también tenemos que estar preparados. La salud pública tiene en ese sentido que revisarse a sí misma, porque los planes de preparación que teníamos pensando en una gran pandemia de gripe se han visto superados cuando nos ha llegado el Covid-19.

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