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Patti Smith y el dandismo

Por La Vanguardia  ·  20.11.2012

El concierto del lunes de Patti Smith en el Palau de la Música –lean la crónica de Miquel Molina en este diario– coincide con la presentación (librería Mutt, jueves a las 19 horas) de la antología (¡y apología!) del dandismo que edita Capitán Swing, titulada Prodigiosos mirmidones.

La poetisa del punk, a sus 65 años, mantuvo esa actitud capaz de combinar conocidos himnos del malditismo con las propuestas del nuevo disco Banga. El pelo largo y aparentemente descuidado, la americana y el chaleco negro, las botas por encima de los pantalones, y las flores rojas y blancas con las que apareció en el escenario forman un todo, un posicionamiento estético (y ético) que va mucho más allá de la decoración y la impostura. Es, pues, la autenticidad de Smith la que la convierte, tal vez, en el último arquetipo de eso que entendemos como dandi, concepto que ha encarnado tan pocas mujeres (si nos olvidamos de Marlene Dietrich y su inconfundible esmoquin).

El prólogo de Prodigiosos mirmidones – como les llamaba Baudelaire – viene firmado por Luis Antonio de Villena, que resume el fenómeno como “la bella provocación de lo diferente”. Y es que el dandismo es por encima de todo una forma de protesta, un gesto ante el mundo que proviene inicialmente del romanticismo inglés, y que coge su nombre de una onomatopeya que imita el sonido de una determinada manera de caminar: “dan-dy”. El dandismo, pues, no es (no sólo) sinónimo de elegancia, tal y como ha querido hacer ver la mercadotécnica y la publicidad. El dandi es melancólico y se enfrenta a la sociedad en la que le ha tocado vivir reivindicando la individualidad desde dentro, siendo distinto, sorprendiendo y provocando. El elegante quiere ser aceptado y valorado por la comunidad. El dandi, sin embargo, ridiculiza la doble moral y la hipocresía gracias al escándalo.

En el concierto de Patti Smith, enmarcado dentro del Festival Mil·leni, la artista fue in crescendo hasta recordar al público que People have the power, escupiendo varias veces sobre el inmaculado suelo del Palau de la Música. Insistimos, no se trataba de un simulacro para rememorar su pasado punk, sino que volvía a ser una afirmación de su posición radical. Alimentar el personaje para alimentar el discurso.

Otra de las cuestiones importantes es cultivar la ambigüedad. El dandi (por eso el primer glam se considera buen ejemplo de dandismo) juega con la no-definición. Ser homosexual o no es lo de menos. La categorización sexual es, también, una imposición externa. El hombre se puede mostrar delicado y frágil, y la mujer – en este caso, Smith – fomenta su feminidad potenciando precisamente su lado más masculino.

Volviendo a Baudelaire, podríamos definir al dandi como “el último resplandor de heroísmo en la decadencia”. Carlos Primo y Leticia García, coordinadores del volumen de Capitán Swing, insisten en que lo que se intenta es “escapar de la decepcionante realidad, estetizando la cotidianidad y convirtiendo la vida en una cuidada escenificación”. Hay, así, máscara, representación. Se construye un sujeto, atendiendo a todos los detalles, para conseguir un distanciamiento.

Barthes afirma que el dandismo es “una distinción más metafísica que social”. Ante un mundo con leyes obsoletas, ante un contexto en el que la incertidumbre es quien reina, el dandi es extravagante (el dandi francés opta por el decadentismo mientras el británico prefiere cierta contención). Al dandi lo mata la moda capitalista, que lo utiliza como marca, como escaparate, desactivando todos sus artefactos y armas.

Fragmentos y capítulos de Disraeli, Balzac, Barbey d’Aurevilly, Huysmans, Umbral o Wolfe, entre muchos otros, conforman el libro, ilustrado por Marina Domínguez Garachana. Será Camus, en La rebelión de los dandis, quien hable con más claridad de disidencia. Ante el tedio que le produce la mediocridad, el héroe romántico se adhiere al abismo, confunde amor y muerte, y “busca una solución en la actitud”. Es un desafío desde la coherencia propia, un asombrar continuo a la comunidad, teniendo como única moral el arte (Wilde es el mejor paradigma, claro). El dandismo es un acto de soledad en medio de la multitud. Un ejercicio drástico contra todo borreguismo.

¿Patti Smith es de verdad nuestro último dandi? ¿Cómo escaparemos nosotros de la masa?

Albert Lladó

 

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