Desde que surgió la crisis, hace ya dos años y medio, han proliferado los escritos, artículos y libros acerca de las causas que la han promovido y las propuestas efectuadas para salir de ella. Ha sido, desde luego, un acontecimiento que ha sacudido la rutina del pensamiento económico dominante. Pero si se hace un repaso de lo mucho que se ha publicado se llega a una conclusión, y es que se está lejos de alcanzar un consenso sobre las razones que se esconden detrás de una situación semejante.
En principio, lo que quedó de manifiesto fue el fracaso del pensamiento principal, basado en el fundamentalismo de mercado y la creencia de que las fluctuaciones económicas, que habían afectado al capitalismo a lo largo de la historia, ya estaban superadas y eran cosa del pasado. La globalización estaba siendo un éxito, señalaban, y ahí estaban para demostrarlo los enormes crecimientos de economías como la India y China, y la larga ola de expansión que se estaba viviendo en prácticamente todos los países del mundo. La crisis y el derrumbe del sistema financiero hicieron fuerte mella en estos planteamientos. Pero aunque parezca mentira estos teóricos vuelven a la carga y tratan de culpabilizar a las actuaciones de los gobiernos y los controles existentes, y no a los mercados, de lo que ha sucedido. Los mercados siguen siendo, para estos analistas, tan eficientes como ellos han teorizado, aunque su comportamiento real no se ajusta ni de lejos al comportamiento teórico previsto.
Se niegan a aprender del comportamiento de la realidad y de la experiencia histórica, y esto no deja de ser grave, pues la influencia de estas ideas es muy poderosa en los medios decisorios internacionales. Se han realizado muchas críticas a estos planteamientos, sobre todo desde posiciones poskeynesianas, marxistas y otras escuelas críticas de algún modo con la corriente principal. Pero también por enfoques más moderados, como las neokeynesianas de Stiglitz y Krugman. Los artículos de estos dos autores son muy recomendables.
Entre las diferentes publicaciones que sobre ello han aparecido voy a citar dos: “El mito del mercado global” (El Viejo Topo, 2008) de G. Palermo y un libro de K. Polanyi “El nuevo sustento del hombre” (Capitán Swing, 2009), que complementa muy bien a su obra más conocida, “La gran transformación”. En estos dos libros, el primero desde un enfoque teórico y el segundo con una perspectiva histórica, se analizan las limitaciones e insuficiencias a las que se encuentra sujeta una economía supeditada al mercado libre sin ningún tipo de restricciones.
No obstante, a pesar de los neoliberales, casi todo el mundo está de acuerdo en que Keynes ha vuelto en cierta forma. En todo caso, como dice J. Bellamy Foster: “y si tomamos en serio a Keynes como crítico (aunque limitado) del capitalismo, ¿no es acaso necesario regresar aún más hasta el mayor de todos los críticos: Karl Marx?”. (Monthly Review en castellano, nº 10, editorial Hacer). Efectivamente Marx también regresa como un importante analista de las crisis. Sus libros se vuelven a ver en las librerías, así como los de los que se consideran herederos y seguidores de sus planteamientos teóricos.
Precisamente la revista que acabo de mencionar dedica este número 10 a “La debacle de Wall Street y la crisis del capitalismo global, 2007-2009”. Esta edición en castellano se publica cada seis meses y en ella se traducen algunos artículos aparecidos en la edición mensual en inglés. Esta revista mensual, con sede en Nueva York y que se define como socialista independiente, comenzó su andadura en 1949, en plena caza de brujas, o sea que acaba de cumplir su sesenta aniversario. Ha tenido como editores a Leo Huberman (1903-1968), al gran marxista norteamericano Paul M. Sweezy (1910-2004) y a Harry Magdoff (1913-2006). Actualmente el editor es John Bellamy Foster.
Este, junto con Fred Magdoff, hijo de Harry, acaba de publicar el libro “La Gran Crisis financiera” (Fondo de Cultura Económica, 2009). Un libro que resulta de enorme interés, que se sustenta en las contribuciones de Baran, Sweezy y Magdoff, que a su vez se basaron en las aportaciones de Marx, Veblen, Schumpeter, Keynes, Kalecki, Steindl y Minsky. La idea principal sobre la que gira el libro es que el capitalismo tiende hacia el estancamiento, lo que no quiere decir que no exista crecimiento en absoluto, sino más bien que la economía funciona bastante por debajo de su potencial, con capacidad productiva ociosa importante y un desempleo y subempleo significativos.
El capitalismo trata de combatir el estancamiento con mecanismos que pueden permitir momentos de auge significativos. La prosperidad que caracterizó a la economía de las décadas de los cincuenta y sesenta, se debió a factores históricos temporales que ellos mencionan y analizan. Fue precisamente el agotamiento de estos mecanismos de posguerra los que estuvieron detrás de la crisis de los setenta, y es a partir de aquí cuando se produjo para combatir el estancamiento lo que dio lugar al surgimiento del régimen capitalista financiarizado. El auge de las finanzas, el creciente endeudamiento, y todas las innovaciones financieras es lo que ha predominado desde entonces, que ha conducido a varias recesiones que ha habido desde entonces y que ha desembocado en la crisis actual.
Es una argumentación la que se hace en el libro consistente y que viene apoyada con datos, además de las aportaciones teóricas de los que fueron sus predecesores en esta escuela marxista de la “Monthly Review”. Leerlo resulta muy interesante e ilustrativo y desde luego permite una comprensión global del funcionamiento de un sistema, el capitalista, más allá de lo que lo hacen los economistas neokeynesianos. No es la única interpretación que se hace desde el marxismo, pero sin duda es de las más fructíferas, pues en lo que respecta a la interpretación que se hace de Marx, para entender el presente, aunque demasiado centrado en el capitalismo de Estados Unidos, no siguen de un modo fundamentalista a este gran pensador, sino que los análisis los llevan a cabo desde una visión un tanto heterodoxa, lo que suscita críticas desde otras corrientes marxistas. No tienen en cuenta, además, solo la interpretación de Marx sino las de otros gigantes de la economía, que ya hemos mencionado, y que enriquecen enormemente su contribución.
Otra de las publicaciones interesantes y diferentes es el reciente libro “La crisis del capitalismo” de Karl Marx (Sequitur, 2009), con introducción de Daniel Bensaïd. Justo, además, cuando estoy escribiendo estas líneas me llega la noticia de su fallecimiento. Nacido en 1946, líder en el movimiento estudiantil de mayo, militante troskista, profesor de filosofía universitario, era un buen intelectual del marxismo. Pues bien, en este libro escogió fragmentos de la obra de Marx procedentes de “Las teorías sobre la plusvalía”.
Es una elección interesante y que resulta muy de agradecer, pues como se sabe Marx no tiene un tratamiento sistemático sobre las crisis, y, sin embargo, las trata a lo largo de su obra, principalmente en “El Capital”, los “Grundisse” y en la obra que se acaba de mencionar. Entresacar entre tantas páginas esta aportación es de agradecer, lo que también pone de manifiesto la gran capacidad intelectual de Marx a la hora de entender las crisis económicas. A muchos les parecerá que reivindicar al marxismo es algo trasnochado y fuera de lugar. Mucho más sin duda después de la caída del comunismo. Pero esto es un gran error pues Marx sigue siendo un intelectual muy potente, y para entender las crisis desde la izquierda es condición necesaria conocer su pensamiento, aunque no suficiente. Hay que hacerlo sin dogmatismo y siendo conscientes de los cambios que ha habido en la economía mundial desde el siglo XIX. Pero ello no anula su teoría, aunque la limite. La izquierda tiene que armarse teóricamente, entre otras cosas para que no nos engañen, y a eso contribuyen estas publicaciones referidas, entre otras muchas.
Carlos Berzosa
Ver artículo original