Figura señera de la contracultura y precursor del llamado nuevo periodismo, Terry Southern (1924-1995) fue una figura tan excesiva como influyente cuya impronta se extendió también al ámbito cinematográfico.
Forjado en las cavas parisinas de humo y jazz entre 1948 y 1952, Southern se instaló después en Nueva York, donde comenzó a desarrollar su carrera literaria a la par que la «beat generation». Irónico hasta el sarcasmo, ácido hasta la corrosión, rebelde hasta autodestruirse, Southern es además un magnífico dialoguista, talento que aplicaría con éxito a su faceta de guionista cinematográfico. Películas como ¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú -que le convirtió en uno de los escritores más celebrados y reclamados de la década de los 60– Casino Royale o la mítica Easy rider -sobre la autoría de cuyo guión se peleó amargamente con Denis Hopper y Peter Fonda- contaron con su participación, no siempre reflejada en los créditos.
Coinciden estos días en las librerías españolas dos oportunas ediciones de obras de Southern. Por un lado, A la rica marihuana … (1967), un volumen multiforme en el que incluyó algunos de sus me¬jores relatos y reportajes. Aquí está, por ejemplo, «Bastoneando en Ole Miss», una pieza sobre una escuela de majorettes de Misisipi que, por la introducción -generosa introducción- del punto de vista subjetivo, ha sido considerada hito auroral del «nuevo periodismo». Junto a ella, cuentos como el supremo «La carretera que sale de Axotle» dan fe de la talla de Southern.
El cristiano mágico, varios años anterior (1959), es la novela en la que el texano quintaesencia su mordacidad, sirviéndose de la figura de Guy Grand, un supemillonario que disfruta comprobando hasta dónde la gente se humilla por dinero. Las ideas delirantes —poner, por ejemplo, a un pigmeo al frente de un estudio de publicidad o ir modificando el lenguaje de un periódico hasta hacerlo absurdo e insoportable— se suceden en la obra para pasmo y gozo del lector.
EUGENIO FUENTES