Noemí López Trujillo: “Saber que la maternidad puede ser un lugar de opresión no extingue el deseo de ser madre”

Por El Salto  ·  10.10.2019

Noemí López Trujillo se resiste a la crítica de que su libro cae en una romantización de la maternidad, aunque es lo que sugiere el título del volumen que acaba de publicar Capitán Swing, El vientre vacío. Su relato quiere retratar a una generación precaria sin hijos, o más bien sin hijos por precaria, y lo hace a través de su propia experiencia y la de otras mujeres.

López Trujillo se pregunta cómo va a plantearse tener hijos una generación que no sabe cuánto le van a subir el alquiler el próximo mes, y mucho menos si va a tener trabajo dentro de nueve meses. Una generación a la que se ha etiquetado como “blandita” pero a la que ella pone otras etiquetas: “somos la generación del 15M y del 8M”, dice. La que, explica la periodista, sabe bien que no hay soluciones individuales a problemas colectivos.

Cuando tenemos que agradecer a los feminismos que desmitificaran la maternidad y hoy sabemos que las mujeres no tenemos necesariamente que ser madres, venís unas cuantas feministas a reivindicar el ser madres. ¿No cae tu libro en una romantización de la maternidad?
Entiendo lo que dices y eso lo explica Silvia Nanclares en su libro. En Quién quiere ser madre, ella dice que había formado parte de ese discurso de los años 90 o de los 2000, donde la maternidad era una imposición más contra la que había que luchar, y por eso digo en el libro que no soy una insurgente ni una revolucionaria, ni todos los aspectos de mi vida tienen que estar ideologizados. El libro en sí no reivindica la maternidad, o no solo, sino nuestro derecho a poder realizar proyectos vitales que no sean cercenados por un estado que está ausente, que ha dejado de hacer determinadas políticas sociales. Me daría pena, aunque entiendo que se pueda leer así, que el libro fuera leído como una nostalgia de la maternidad, idealizando. Sé que la maternidad es jodida, y eso me genera miedo, pero me genera más miedo no poder elegir. Si yo tengo una hija y es deseada y luego veo los inconvenientes que conozco de otras maneras, ya me daré cuenta por mí misma, pero dejadme darme cuenta de ello. No es una corriente conservadora la que yo promulgo en el libro…

¿No es provida?
¡Sí, me quiero apropiar de eso! Es pro nuestras vidas, pro vidas dignas. Apoyo completamente a la que quiera abortar, yo misma podría hacerlo, pero la realidad es que muchísimas mujeres siguen queriendo ser madres, y que el deseo no se extingue por que haya un discurso feminista, que es esencial y ha hecho que podamos ser conscientes de que la maternidad puede ser un lugar de opresión, pero no extingue el deseo. Y luego podemos entrar en la discusión de por qué hay tantas mujeres que siguen siendo ser madres. ¿Es porque nos han inculcado la idea de que la felicidad es a través de la maternidad? Seguramente mi deseo tiene que ver con la cuestión cultural y con mi socialización como mujer, pero saber todo eso no extingue el deseo. No cambiaría la propuesta del libro y a esta crítica respondería que no es un libro biologicista, sino que es un discurso pro nuestras vidas. 

Además, algunas entrevistadas ni siquiera saben si quieren ser madres, no se trata de gente poetizando sobre el deseo de maternidad, y me han llegado mensajes de mujeres que me han dicho que no se identifican con el deseo de maternidad pero sí se identifican con esa vorágine en la que la precariedad no te permite realizar proyectos vitales. 

Dices que os llaman la “generación blandita”, que vive en la queja… ¿qué tienes que decir a quienes hablan así de vuestra generación?
Me resulta curioso porque es difícil no hacer un discurso victimista, y tengo mis dudas con la palabra victimista. Como dice Marta Sanz, por un lado me pone en un lugar de pasividad, pero por otro lado, como ella dice, no tengo por qué ir forzando una voz de barítono que no me corresponde. Creo que este discurso, y esto lo he ido pensando en estas semanas con la presentación del libro, viene por la distribución de los periodos históricos en España.

Si te das cuenta, está la guerra civil, que es terrible porque es una guerra que no está cerrada —la memoria histórica es un asunto pendiente y la transición fue un parche—. Luego, la dictadura y luego la Transición, que se hace como proceso de paz, y los procesos de paz existen por una amenaza de conflicto. Entonces durante muchos años la historia de España está marcada por un conflicto bélico, con esta idea de masculinidad tóxica en la que el carácter se forja a través del conflicto o sobreponiéndote a él y entonces el éxito se forja sobreponiéndose a él, y solo es merecido cuando te has sobrepuesto y tu personalidad o tu carácter se ha endurecido. 

Creo que la generación de mis padres se creyó esa ficción de que la transición era un proyecto de todos y había que salvaguardar la democracia. Y en esa amenaza de conflicto ellos eran los procuradores de esas nuevas generaciones que no tendrían que pasar por lo mismo. Ellos tienen un proyecto formulado en positivo, ellos custodian la democracia y el claro ejemplo es la mili obligatoria.

Nosotros llegamos en ausencia de conflicto, simplemente nos tenemos que preocupar de estudiar. Ya no hay una cuestión de escasez de recursos, al menos en teoría, no hay posibilidad de conflicto porque ellos se han sacrificado por nosotros. En ese discurso, nuestra generación no ha tenido ese conflicto y por eso nos llaman “generación blandita”, y dicen “en una guerra tenías que haber estado”, “tenías que haber hecho la mili”… Porque ellos han tenido que vivir en un contexto de vida amenazada, y nosotras y nosotros eso lo tenemos garantizado, por eso no entienden la queja.

Las generaciones anteriores han tenido que vivir en un contexto de vida amenazada y por eso no entienden la queja, pero nuestro conflicto es la crisis y nos tenemos que sobreponer a eso

Entiendo que les sea difícil de entender, pero nuestro conflicto es la crisis y nos tenemos que sobreponer a eso. Pero no lo queremos hacer de manera individual, porque eso hemos visto que no funciona. Lo queremos hacer de manera colectiva y para eso tenemos que formular nuestro propio discurso, y ese discurso no lo acaban de entender porque siempre han vivido en crisis. Sin embargo, nosotros hemos visto como en un país en democracia incipiente donde las cosas iban bien, de repente hay una ruptura. 

Entonces, ¿no eres blandita?
Quizá a nivel emocional, porque a mí no me molesta reconocer la vulnerabilidad, no tengo que ir sacando músculo ni forzar una personalidad que no soy. Yo sí soy blandita, pero generacionalmente no lo somos. Somos la generación del 15M y del 8M —teniendo en cuenta que el 8M está integrado por generaciones anteriores— que son dos ejemplos de cómo sobreponerte al individualismo que se está promoviendo. Nos acusan de individualistas, pero no lo creo. Nos dicen que somos la generación más preparada, o la más castigada… y tampoco. No me gustan los relatos hiperbólicos. Nuestra generación tiene unas características peculiares por la crisis, y eso es lo que denunciamos.

Noemí López Trujillo 2
Noemí López Trujillo, en un descanso de la sesión de fotos.

Hablas mucho de Silvia Nanclares. Ella nos preguntó “quién quiere ser madre”. Y tú dijiste, pues yo misma”. Pero en tu libro te parapetas detrás de datos, informes testimonios. ¿Tú por qué quieres ser madre?
No lo sé, no he conseguido desentrañarlo. Hay una cuestión cultural. Además, cuando me remonto a mi infancia, creo que he tenido una buena madre y unos buenos padres y de alguna forma quiero parecerme a mi madre y ser quien continúe la estirpe, demostrarme a mi misma de que puedo hacerlo. Y, por supuesto hay una cuestión de miedo a la soledad. Yo no me imagino viviendo sola con mi pareja toda la vida, no entiendo las relaciones de pareja para toda la vida, pero los hijos sí, y esa idea me gusta. También me gusta la idea de familia como red, pese a lo que conlleva como unidad de opresión: en mi idea personal de familia y viendo la familia que he tenido, querría replicar eso. Hay una cuestión de tradición en el sentido de mantener unas costumbres que son favorables a la vida, a los cuidados, y que a mí me hacen sentir bien.

Y sé que hay un punto egoísta pero por eso la queja de libro es, teniendo en cuenta que mi deseo puede tener un punto egoísta, sí quiero darle [a un hijo] la mejor vida para que no se arrepienta de ocupar este lugar en el mundo. No me gustaría traer a alguien al mundo para abocarle a una vida que no merezca la pena ser vivida. Por eso el Estado nos tiene que asegurar una red cuando hay una inexistencia de recursos… No sé, ¿qué quieres que te responda? ¿Tú por qué querías ser madre?

Yo, porque sí.
Yo no sé explicar el deseo. Y no lo supedito todo al deseo de tener hijos, porque si no, lo hubiera hecho ya. El hecho primigenio del deseo, no hay una manera de explicarlo y no lo quiero romantizar. La clave del deseo es que es inexplicable, no solo del deseo de maternidad. Y no creo que me parepete, sino que no quería que fuera un diario ñoño. Todo lo mío que necesitaba que estuviera, está.

El libro va mucho de maternidad pero también de precariedad y de crisis, y de una generación. Va una pregunta pancartera: ¿dirías que es anticapitalista?
Mmmm… estoy pensando pero claro, es que si te digo que sí tú me vas a entrecomillar: “Mi libro es anticapitalista” y yo no he dicho eso.

Te sabes las trampas, no caigas en ellas…
No he reflexionado lo suficiente para definirme a mí misma como anticapitalista y no me veo como tal, pero el capitalismo que hay ahora impuesto no me gusta. Y es una cuestión sobre la que tengo que reflexionar, el si me da miedo posicionarme como anticapitalista, o es que no me gusta el capitalismo tal y como está planteado pero creo que hay otra forma mejor para este sistema. Por otro lado también pienso, ¿por qué tengo que posicionarme sobre esto? Me gustaría hacer un ejercicio de valentía, pero lo cierto es que no me defino a mí misma como anticapitalista aunque desde luego soy consciente de los fallos del capitalismo. Y creo que el libro puede ser leído en clave anticapitalista y todo lo que denuncio es fruto del sistema capitalista tal y como está planteado ahora mismo.

El capitalismo como está planteado es un capitalismo salvaje que genera desigualdades y daña nuestra vidas, pero no es cuestión de idealizar otros sistemas

Pero el marco no es la izquierda o la derecha sino la maternidad, y luego encajamos el resto. Hay quien promulga que el origen de todos nuestros males es el capitalismo: es mentira. En sociedades no capitalistas también ocurre que los cuerpos de las mujeres son vistos como si estuvieran al servicio del Estado. Entonces, el capitalismo como está planteado es un capitalismo salvaje que genera desigualdades y daña nuestra vidas, pero no es cuestión de idealizar otros sistemas. ¿Hay otro tipo de sistema capitalista que podría asegurar que tuviéramos vidas dignas? No lo sé. Seguramente no. Diría que el libro es feminista, y no sé si anticapitalista aunque mucha veces feminismo y anticapitalismo tienen que ir de la mano. Me genera dudas y no puedo ser taxativa al respecto, aunque en su origen el libro no me lo planteé como tal. Y sé que hay un miedo a definirme públicamente como anticapitalista. No sé qué contestarte más allá de eso….

Bueno, me has contestado…
Claro, y ahora vas a entrecomillar: “Me da miedo decir que soy anticapitalista”. Pero es que me da rabia este planteamiento de que el capitalismo es el origen de las desigualdades, lo entiendo pero creo que se queda corto. No: el patriarcado es el origen de las desigualdades y, por supuesto, el capitalismo las agrava y capitaliza las cuestiones que expongo en el libro. El patriarcado es anterior al capitalismo, y eso lo tenemos que tener en cuenta.

El otro día una persona en Twitter interpretaba tu libro como un apoyo a la gestación subrogada y me llamó la atención…
Quien me puso esos tuits no se había leído el libro. Lo que venía a decir es que había que regular la gestación subrogada y abaratarla porque todos tenemos que ser padres.. Pero es que eso no puede ser a costa de los cuerpos de otras mujeres, y no haciendo negocio. Yo lo que explico en el libro es que no entiendo que la reproducción asistida sea un negocio que tenga que estar en clínicas privadas, porque me parece que debería ser el Estado quien asuma esa cuestión. No puede ser que haya listas de espera, que a los 37 no puedas… Eso lo absorbe la privada, que fluctúa precios y servicios, y me parece un gran fallo del sistema. Ahí no entra para nada la gestación subrogada, que ni siquiera la quiero llamar así porque son vientres de alquiler. 

El otro día me di cuenta de que en el libro hablo poco de dinero, y pienso que tenemos menos reparo en enseñar nuestros genitales que en mostrar nuestra nómina

Claro, es que hay una crítica muy clara al negocio de las clínicas y al lenguaje que utilizan, que no difiere mucho del de las empresas de gestación subrogada con reclamos como “tu bebé recién nacido o te devolvemos el dinero”. ¿Crees que el feminismo, que ha sido contundente en su postura con la gestación subrogada, ha sido descafeinado en su crítica a estas clínicas?
Creo que el feminismo es crítico, y en este caso se crea mucha alarma porque hay un bebé. Pero cada vez que idealista te pone pisos de 35 m2 por mil euros, está haciendo los mismo exactamente. Hay que reivindicar que la vida no es solo un negocio en todos los sentidos. Al final se pone precio a la vida y a cómo la vas a llevar a cabo. Y no me parece que el feminismo en eso sea descafeinado. El tema de la ovodonación me produce conflicto, pero por eso mismo creo que debería estar en manos del sistema público, y desde luego no comparo la ovodonación con la gestación subrogada ni el sistema público tienen que garantizar que haya mujeres donando sus óvulos, y si no las hay el sistema no puede regular para que las haya, que es lo que hace el mercado.

Está sonando un poco anticapi…
Sí, pero en ciertas cuestiones.

Venga, dame un titular…
El otro día me di cuenta de que en el libro hablo poco de dinero. Y pienso que tenemos menos reparo en enseñar nuestros genitales que en mostrar nuestra nómina. Los ricos no quieren parecer ricos y los pobres no quieren parecer pobres. Me molesta porque no hablar de dinero perpetúa la desigualdad y permite que no podamos poner números a la desigualdad, y pienso que en ese aspecto tenía que haber sido más valiente en el libro.

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