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No eres tú, es que está mal diseñado

Por Yorokubu  ·  27.05.2024

Si alguna vez te has sentido torpe porque no has sido capaz de utilizar un aparato o una nueva tecnología, a lo mejor no es culpa tuya. Quizás esté mal diseñado. Es lo que explica Don Norman, investigador, escritor y profesor de Ciencias Cognitivas estadounidense en su libro El diseño de las cosas cotidianas (Capitán Swing, 2024). Según Norman, un mal diseño es aquel que ignora las necesidades de las personas.

El diseño debe solucionar los problemas de la gente, pero también debe ser estético. ¿El diseño es arte?

No, para nada. El arte es algo diferente. El arte es muy importante. Enriquece nuestras vidas. Puede hacer que nuestras vidas sean bellas o feas. Puede lanzar mensajes, expresar opiniones y sentimientos y hacernos pensar… pero no es diseño. Diseñar es construir cosas para otras personas. Y a veces diseñamos cosas que nunca usaríamos nosotros. Se han creado así porque se ha demostrado que hay personas que lo necesitan así.

En mi nuevo libro señalo que el diseño puede abordar muchas de las dolencias sociales que tenemos en este mundo: los problemas fronterizos, la falta de vivienda, la atención médica, la educación, la agricultura, la alimentación… y todo esto no requiere estética. La estética es importante, pero no fundamental para todo.

Dices también en tu libro que «los ingenieros están formados para pensar de manera lógica» y que crean sus diseños según esa manera de pensar, lo que no siempre es bueno. ¿No es contradictorio? ¿El diseño no debe ser lógico?

No, el diseño no debe ser lógico. Sin embargo, los ingenieros están formados para pensar de manera lógica. Como resultado, acaban por creer que todas las personas deben pensar así y diseñan sus máquinas en consecuencia. Si quieres diseñar cosas para personas hay que entender a las personas.

Por una parte, están los aspectos cognitivos: para que la gente pueda usar algo de forma fácil primero tiene que entenderlo. Por eso es importante hacer que las cosas sean comprensibles. Si entiendes por qué las cosas son como son, las cosas complejas se vuelven simples. Y por otra, están las emociones, que son nuestro sistema de valores, nuestra ética, lo que nos permite diferenciar lo seguro de lo peligroso y lo bueno de lo malo. Sin emociones y conocimiento no podríamos sobrevivir en el mundo. Necesitamos ambas cosas. Y ninguna de ellas tiene que ver con la lógica.

Por lo tanto, un buen diseño debe ser comprensible, utilizable y debe proporcionar una experiencia satisfactoria y placentera al usuario.

Según eso, ¿podrías poner ejemplos de buenos y malos diseños?

Ejemplos de buenos diseños hay muchos. Son todos esos que nadie repara en ellos, que parecen invisibles porque, al utilizarlos, todo va bien. El problema es cuando lo usas y las cosas no van tan bien. Y el ejemplo más obvio es el smartphone. Nos hemos empeñado en que sea estético, elegante, delgado, liviano y que no se desperdicie ni un milímetro de la pantalla. ¿Pero qué pasa cuando suena el teléfono? Pues que toco en otro sitio de la pantalla, la llamada de teléfono desaparece y no puedo contestar. ¿Te ha pasado alguna vez?

Muchas, pero siempre he pensado que era por mi torpeza…

Pues no, es porque es un mal diseño. ¿Por qué nadie se le ha ocurrido que cuando suene el teléfono se desactiven automáticamente otras partes de la pantalla y prevalezca la parte relevante en ese momento, que es la llamada?

¿Cuál es el mayor pecado del diseño actual?

Nuestro mayor pecado es haber obedecido órdenes sin rechistar y sin pensar en las consecuencias de algunos de nuestros diseños. Y como resultado, diseñamos y construimos cosas que destruyen el mundo. Cosas que son difíciles de reparar y que deben reemplazarse rápidamente.

¿Cuántos años conservas tu móvil? ¿Un año? ¿Dos años? ¿A veces tres? Y luego compras uno nuevo, y otro, y otro… Utilizamos demasiado plástico. Y creamos cosas difíciles de desmontar, reparar y cuyos componentes también son difíciles de reutilizar. Y eso ha llenado el mundo de basura. Así que, ese es el peor pecado del diseño… que somos parte de un sistema que tiene como objetivo el beneficio de las corporaciones.

Por suerte, muchos diseñadores y muchas empresas lo han reconocido y están intentando cambiar la forma de trabajar, cambiar la forma de vivir y cambiar los productos que fabricamos para que sean menos dañinos para el medio ambiente.

Ya que sacas el tema, ¿cómo podemos integrar mejor la sostenibilidad y la responsabilidad social en el proceso de diseño?

Lo primero, acabando con el plástico. Necesitamos materiales que puedan reutilizarse una y otra vez, o que, si se desechan, sean biológicos y se degraden sin dañar el medio ambiente. O mejor aún, que ayuden al medio ambiente. Vamos, economía circular.

En segundo lugar, deberíamos pensar si necesitamos productos o servicios. ¿De verdad necesitamos un coche? ¿No sería mejor un servicio de automoción que me permita utilizarlo solo cuando lo necesito? Podría utilizar un coche pequeño cuando voy solo al trabajo, uno grande cuando voy al campo con la familia un fin de semana o una furgoneta si voy a transportar paquetes grandes. Además, los coches pasan la mayoría del tiempo parados.

Esta nueva forma de entender los productos del mercado no es nueva, ya existe en nuestras ciudades. Y esta es la parte buena del cambio climático: por fin hemos asumido que existe y empezamos a tomar medidas. Hay incendios por todo el mundo, lluvias torrenciales, vientos huracanados, sequías, calor extremo y otras anomalías meteorológicas que hemos ignorado. Naciones Unidas lleva 28 años hablando del tema, pero sin hacer nada. Y por fin ahora parece que todo el mundo se lo ha tomado en serio.

¿Realmente lo crees?

Sí, porque los humanos somos muy malos previniendo crisis, que es la mejor medida, pero muy buenos reaccionando cuando llegan, y por fin nos hemos dado cuenta de que esto es una crisis que está causando daño y lo estamos padeciendo todos. Y ya estamos buscando soluciones.

Otro problema del diseño actual es lo que llamas «funcionitis», hacer que un diseño tenga cada vez más aplicaciones. ¿Por qué es un problema? ¿No es bueno pensar en cómo satisfacer mejor las necesidades del usuario y adelantarse a ellas?

Si de verdad lo que queremos es satisfacer mejor las necesidades del usuario, lo que tendríamos que hacer es eliminar funciones. Son los departamentos de marketing y ventas los que engañan haciéndonos creer que necesitamos más funciones.

Si tenemos dos productos y uno de los cuales puede hacer más cosas, nos suelen convencer para que las compremos, aunque no las utilicemos. ¿Cuántas funciones utilizas en tu ordenador? ¿O en tu móvil, lavadora, lavavajillas o incluso en tu televisor? ¿Recuerdas los viejos tiempos, cuando el televisor simplemente lo encendías y cambiabas de canal? ¿No era agradable? Hoy es imposible hacer eso. Hoy el televisor es un ordenador complejo que tiene un mando, el mando a distancia, con demasiados botones, demasiadas opciones y demasiadas alternativas. En definitiva, te hace la vida más difícil.

Entonces los malos son los de marketing…

No se trata de demonizar a nadie, pero sí es cierto que la gente de marketing y ventas nos ha convencido de que es mejor comprar un producto o servicio que hace más cosas sin pensar si esas personas lo necesitan o van a saber cómo utilizarlo. Ni siquiera somos capaces de utilizar todas las funciones de nuestros propios automóviles, entre otras cosas porque el manual de instrucciones tiene 400 páginas y no se las lee nadie. Por eso creo que la funcionitis es una enfermedad mortal causada por este sistema económico en el que vivimos… y por las personas que hacen el marketing… jejeje.

¿Está el diseño influenciado por la velocidad a la que vivimos las personas en esta sociedad que hemos construido?

En realidad, lo que está mal diseñado es la sociedad. Y el responsable es el sistema económico, impulsado por políticos y bancarios. Hoy lo que importa es tener beneficios. Productividad, costos y timmings. Y queda en un segundo plano la calidad de vida de las personas que realizan el trabajo, a pesar de que pasamos más tiempo trabajando que con nuestras familias y amigos. Por eso creo que hay algo mal en la forma en la que nuestra sociedad ha sido diseñada.

Hay una pregunta obligada ¿Qué piensas de la aplicación de la IA en el diseño? ¿Hay que tenerle miedo o hay que verla de manera positiva?

Todas las tecnologías producen cambios. El automóvil cambió la forma de viajar y el teléfono la de trabajar. La revolución industrial cambió por completo la vida de las personas y la IA va a transformar nuestros trabajos y nuestras vidas. ¿Para bien o para mal? Yo soy optimista.

Para empezar, recomiendo a todo el mundo que comience a utilizarla tan pronto como pueda, porque cuanto antes lo entendamos, antes sabremos cómo utilizarla para hacer nuestro trabajo más fácil y efectivo. Obviamente, hay una cara B: el mal uso de la IA. Es cierto que puede utilizarse para diseñar armas, pero en la Inglaterra del siglo XVIII se utilizó para tejer telas y otras causas buenas para la sociedad, y en este caso debería ocurrir lo mismo. Debemos apelar a la responsabilidad del diseñador y a que las regulaciones legislativas se orienten al buen uso de la IA.

Pero volviendo a la pregunta, la revolución industrial fue buena para el mundo, pero mucha gente perdió su trabajo. Y eso puede volver a ocurrir ahora, y en ese caso habrá que pensar en cómo ayudar a esas personas. De cualquier forma, eso no sucederá hasta dentro de 10 o 20 años, que es el tiempo medio que tarda una tecnología en cambiar el mundo, y hay tiempo de reacción… salvo que se cumpla la norma que comenté antes: somos malos en prevenir y buenos en reaccionar cuando llegar el problema.

¿Cuál crees que es el concepto más importante que los diseñadores deberían tomar de The Design of Everyday Things para mejorar su práctica profesional?

El diseño es un campo muy importante que está muy mal entendido. Como decías al principio, a menudo se piensa que el diseño es arte. Y a menudo se enseña en las escuelas de arte. Pero no, el diseño no es arte. El diseño debe centrarse en resolver problemas de la gente y mejorar su calidad de vida.

En un proceso de diseño intervienen muchos profesionales de distintas disciplinas. Incluso para diseñar algo tan sencillo como un bolígrafo. Haz el ejercicio. Mira el boli con el que estás escribiendo. En su creación hay 10 o 12 partes diferentes y en el proceso intervienen personas que entienden de materiales, ingenieros que saben cómo construirlo y hacerlo confiable, economistas que se encargan de los costes, responsables de la cadena de suministros, logística… Todo el mundo se centra en unos costes, una producción y en llegar a tiempo, pero solo hay uno que tiene en cuenta la calidad de vida de la gente que va a usar ese boli: el diseñador. Ese es el mensaje más importante del libro.

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