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No busques un abrazo del diablo

Por Público  ·  28.03.2023

“¡Te reprendo, Satanás! ¡No puedes tocarme!”, grita la pastora saturando el micrófono y cruzando de un lado a otro del escenario mientras un organillo atonal añade todavía más estridencia a la escena. Es un fragmento de uno de los sermones de la fundadora de la Iglesia Cristo Viene en Usera (Madrid), Yadira Maestre, que circuló por redes después de que el pasado fin de semana participase en un acto del PP en Madrid titulado ‘Europa es Hispana’. A dos meses de las elecciones, el PP se lanza a la caza del voto latino más allá de los millonarios venezolanos del barrio de Salamanca, y se mete de lleno en los barrios obreros con otra vaselina: el evangelismo, la música y las habituales críticas a los gobiernos de izquierdas de Latinoamérica.

En este evento, la lideresa espiritual evangélica, a la que esta vez no acompañaba el organillo ni se movió de su atril, pidió a Dios la bendición y la protección de los líderes del Partido Popular, Feijoo, Almeida y Ayuso, y escenificó públicamente su apoyo. “Creemos, Dios mío, que tú eres el Dios Todopoderoso, aleluya, para que se siga expandiendo tu palabra.” Y es que hace tiempo que la comunidad latina es mentada por líderes como Ayuso, quien, cuando habla de migración, siempre mira hacia allí y siempre se olvida (cuando habla bien), de nuestros vecinos del sur. La propia Yadira Maestre lleva años viéndose con el PP, y hasta cedió su templo en junio de 2021 para recoger firmas contra los indultos a los presos catalanes del Procés.

Hay una semejanza evidente entre la fe religiosa y la política, entre los recursos, los discursos y los fanáticos de unas y otras ideas, y entre la instrumentalización que hacen algunos líderes de estos credos para su propio beneficio. Y hay intereses a menudo compartidos y alianzas interesadas. Las creencias y los valores nos ayudan a situarnos en el mundo, a encajar sus piezas, a tener una suerte de guion en la vida, de límites, interpretaciones y justificaciones. Existen agnósticos, incrédulos y conversos, y existen fundamentalistas de una u otra ideología que nada tienen que envidiar a los religiosos, incapaces de aceptar discrepancia alguna, y dispuestos a justificar cualquier cosa por su fe o por sus ideas, por un bien superior. Y es que el cielo y el infierno al que las diferentes confesiones aluden se asemeja a menudo al que se refieren los políticos cuando hablan del adversario o de ellos mismos.

El voto de los evangelistas ya se ha convertido en un botín preciado en España, como lo es desde hace años en otros países como Brasil o Estados Unidos, donde los seguidores de esta fe han sido claves para las presidencias de Donald Trump y Jair Bolsonaro. La editorial Capitán Swing publicó recientemente en castellano el magnífico trabajo de la historiadora norteamericana Kristin Kobes Du Mez titulado ‘Jesús y John Wayne: Cómo los evangélicos blancos corrompieron una fe y fracturaron una nación’, que muestra la influencia política de estos líderes religiosos en Estados Unidos y su batalla política y cultural. Hoy parece que los tenemos aquí dispuestos a librar esa misma guerra, y que las derechas ya les han puesto el púlpito y el micrófono, como anteriormente y todavía hoy siguen haciendo con la santa madre iglesia.

Más allá de lo que a cualquier agnóstico o ateo le puede parecer un sermón, no se debe menospreciar la importancia y la capacidad que tienen estos líderes religiosos y estas comunidades a la hora de influir en la política. Hay que prestar gran atención a lo que los políticos conceden a estos grupos y en qué medida va a afectar a nuestras vidas, creamos o no en su dios. Los derechos conquistados a lo largo de la historia, por mucho que creamos que son ya inamovibles, siempre se pueden perder. El laicismo y la aconfesionalidad del Estado, es la garantía por la que conviven las diferentes creencias sin que ninguna condicione la vida pública del resto de la ciudadanía a través de la política y de las instituciones. La irrupción o la permanencia de las agendas religiosas en la política son un peligro para las democracias y para la diversidad de creencias que las componen.

“Nuestro objetivo desde el PP es unir las relaciones con estas iglesias evangélicas, en torno al proyecto y al programa del PP de Madrid”, dijo el vicesecretario de Electoral del PP de Madrid, Jorge Rodrigo tras reunirse con la pastora evangélica Yadira Maestre en junio de 2022. El PP y las derechas globales saben que en los fundamentalismos religiosos tienen buenos aliados. Sobre todo, para librar las batallas culturales habituales contra los derechos de determinados colectivos, como ya hicieron contra el matrimonio igualitario, la ley del aborto, la eutanasia o en su día, el divorcio.

Decía Gabriel Rufián desde la tribuna en el Congreso de los Diputados contestando a la moción de censura de Vox, que la derecha siempre te receta España cuando algo va mal. Si tienes hambre o no tienes casa, España siempre está ahí. Y las banderas te lo recordarán. Si no te abraza tu marido, decía Yadira en uno de sus sermones, “No importa. Que te abrace Jesús, el Espíritu Santo. Pero no busques un abrazo del diablo, de la gente endemoniada, de hombres astutos hijos de Satanás”.

Yo no sé quién va a abrazar a los miles de ciudadanos a los que echan de sus casas cada día, a los que no llegan a fin de mes o a los que no pueden pagarse un médico para sortear las listas de espera en la sanidad pública. Quizás Ayuso esté pensando en que las sanaciones milagrosas que publica Yadira Maestre en sus redes alivien dicha precarización. Lo que está claro es que ni los que gobiernan, ni los que quieren gobernar, ni los que recetan banderas y aleluyas ante cualquier problema, tienen ninguna intención de abrazar a nadie.

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