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“Necesitamos cambiar nuestra forma de pensar, para variar la de actuar”

Por EFE  ·  20.03.2021

“Necesitamos cambiar nuestra forma de pensar, para variar la de actuar”, sanar la Tierra y evitar más crisis sanitarias como la provocada por la Covid-19, ha explicado en entrevista a Efe la catedrática norteamericana de biología, ecóloga y defensora de los pueblos nativos Robin Wall Kimmerer.

Kimmerer, que acaba de publicar su nuevo libro ‘Una trenza de hierba sagrada‘ (ed. Capitán Swing), señala que el coronavirus ha demostrado no sólo “lo interdependientes que somos los unos de los otros” y “las devastadoras consecuencias de la degradación de los ecosistemas”, sino también que “somos capaces de cambiar radicalmente nuestro comportamiento, si nuestra vida depende de ello”.

La Naturaleza, nuestra maestra más antigua

En su última obra, un ensayo sobre el despertar de la conciencia ecológica a través de la celebración de la unión del ser humano con la Naturaleza, describe cómo, en épocas pasadas cuando la vida humana estaba “íntimamente ligada” a la Tierra, era “fácil reconocerla como un regalo”.

Directora del Centro para los pueblos nativos y el medioambiente en Nueva York y descendiente ella misma de la tribu potawatomi, del pueblo de los indios algonquinos, Kimmerer defiende la idea de que “la Naturaleza es nuestra maestra más antigua” y reivindica la unión de la ciencia contemporánea con “el saber tradicional y los relatos ancestrales” como remedio para “sanar nuestra relación rota con la Madre Tierra”.

Hoy día, la Naturaleza se concibe como “una merca mercancía o propiedad” pero, para las creencias de la comunidad indígena, era el origen de cuanto permitía vivir y también parte de la identidad propia, así como la conexión con los antepasados y el “hogar de la familia no humana”.

Cultura de la gratitud

Por ello, aboga por transformar nuestra relación con ella defendiendo una “cultura de la gratitud” hacia el planeta que frene “el consumo excesivo que está alentando la crisis climática y la pérdida de biodiversidad”.

En su análisis, esta gratitud ayudaría a cultivar en los seres humanos una ética de la plenitud y de la reciprocidad porque “cuando estamos agradecidos por recibir un regalo, comenzamos a pensar qué podemos dar nosotros a cambio” y ello serviría para tomar del planeta sólo aquello que necesitamos, además de encontrar siempre la manera de restaurarlo.En su caso, afirma que le gusta comenzar cada día inhalando de manera consciente el aire fresco de la mañana, “aire hecho por las plantas”, y dando las gracias a todas las formas de vida que hacen posible la suya.

“No somos los dueños del mundo”, recuerda una y otra vez Kimmerer a Efe, aludiendo al hecho de que “estamos sujetos a las mismas fuerzas que el resto de la vida en la Tierra” y, además dependemos totalmente de ellas ya que no podemos vivir “sin los regalos de otras especies”.

Por eso, defiende que todas las personas, con independencia de que habiten en el campo o en la ciudad y de cuál sea su cultura, pueden “encontrar su propio camino” y su forma de practicar este agradecimiento que trata de establecer una “responsabilidad mutua”.

En ese sentido, ha insistido en que “no podemos ser meros espectadores de la destrucción de aquello que más amamos” y afirma tener fe en la resiliencia ecológica y evolutiva de la biosfera “siempre y cuando esté presente el amor humano”.

De hecho, la vulnerabilidad que siente la sociedad actual ante las incertidumbres generadas por nuestro día a día, “nos lleva a preguntarnos si estaremos a salvo, si podremos vivir sin obstáculos, si nuestros hijos podrán prosperar aquí” pero eso, en lugar de una preocupación, debería constituir una fuerza para elevar la conciencia sobre “el daño que infligimos a otras especies a través de economías explotadoras” y actuar en consecuencia.

EFEVerde

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