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Mujeres que escribieron sobre su propia violación para ayudar a otras: “Hablar en primera persona era algo político”

Por   ·  27.12.2018

Roxane Gay contó en Hambre cómo llegó a pesar 261 kilos como respuesta traumática a la agresión sexual múltiple que sufrió a los doce años, y vuelve como editora de No es para tanto, la frase que se repitió durante 20 años.

Roxane Gay mantuvo casi en secreto hasta los 30 años la violación en grupo que sufrió a los 12. No del todo en secreto porque lo habló en terapia: “Una parte de mí siempre supo que lo que me habían hecho era algo muy malo”. Era ya muy adulta cuando se enfrentó “al trauma”, pero lo hizo con todo el equipo. Primero publicó una autobiografía, Hambre, sobre cómo aquello afectó a cómo veía el mundo y, sobre todo, cómo cambió su cuerpo –llegó a alcanzar los 230 kilos para, de alguna paradójica manera, esconderse de él–. Ahora ha editado  No es para tanto, un libro titulado como la frase con la que se intentó autoconvencer una y otra vez durante ese tiempo y que ha descubierto como nexo común entre víctimas.

No es para tanto es un compendio de testimonios sobre violaciones que comenzó mucho antes del #MeToo. En 2015, concretamente. “Es difícil para la gente hablar de su experiencia con la violencia sexual, pero las 29 autoras y autores de esta antología encontraron la manera. Lo complicado, creo, era compartir las historias y contextualizarlas de manera que las entendieran los lectores”, relata Gay a eldiario.es. De hecho, lo que le ha sorprendido es ver “cuánta gente, en diferentes tipos de cuerpos, es capaz de verse reflejada en lo que había contado en Hambre”.

No es para tanto, además de tratar todo tipo de cuerpos, trata muchos tipos de violencia sexual en un año con un #MeToo, dice, “demasiado blanco”. Tipos de violencia sexual como la que sufren con especial vulnerabilidad las mujeres refugiadas, el abuso infantil o las  date rapes. Este último término ni siquiera tiene traducción al español: es como se llama a las agresiones sexuales que se dan durante citas, normalmente en el contexto cerrado de los campus universitarios.  “A veces un violador es un hombre en un callejón con un cuchillo. A veces es un amigo que conoces de hace mucho. A veces es un tío que te encuentras por la calle. A veces es tu marido, tu novio, tu hermano o tu madre”, dice Gay.

También la artista Jana Leo tardó más de dos décadas en asumir del todo lo que le había sucedido. Ella prologa el libro que edita Gay y lleva 17 años tratando de analizar la violencia sexual. Su proyecto más famoso es el libro  Violación Nueva York, pero el último es otro: una serie de vídeos que se proyectan en el Centro Cultural San Juan Bautista del Distrito de Ciudad Lineal de Madrid y que también ha empezado a llevar a institutos. Con un equipo audiovisual y actores narran tres episodios basados en vivencias propias: el hombre que le obligó a hacerle una felación, la novicia que abusaba de ellas en el internado y el chico con el que pensaba que se iba a acostar y al final la violó con un amigo.

“Al principio no quería hablar de que eran experiencias propias, precisamente porque me iban a decir: ¿todo eso te ha pasado? Pues sí, eso y más. Pero a su vez, a estas alturas ya es una cuestión política hablar en primera persona”, cuenta. Precisamente porque algunas de las experiencias sobre las que trabaja pasaron hace 30 años cree que su análisis tiene un plus: ahora lo ve en perspectiva y sabe cuáles son las consecuencias. “Yo, por el tiempo, tenía muy claro cuáles son los efectos que produce una violación en una persona. Cuando dicen ‘ya ha superado el trauma’ me muero de risa. Es como si te cortan un dedo, ¿aprendes a vivir sin un dedo? No, aprendes a apañarte”, comenta.

“Es importante conocer las consecuencias de una agresión sexual a larga distancia. Porque todo cambia, toda persona que ha vivido algo así, sobre todo de joven, sabe que algo cambia de su forma de ser. Aunque para cada persona sea diferente”. Fue ya pasados los 50 años, cuando le diagnosticaron por fin el origen de sus problemas digestivos, que hablando con su madre identificó el inicio con el mismo momento que sucedió la agresión en el portal a los 15. No sabe hasta qué punto incidió o no pero ahora sí que sabe, como Gay, que “te pasas toda la vida queriendo pensar que no es para tanto. Resulta que sí lo es: puede serlo a nivel psicológico y físico. Cambia tu estructura motor”.

Hay otra autora que investigó y narró su propia violación a años vista y que recientemente llegó a nuestro país. Es Joana Connors y lo hizo desde su profesión, el periodismo. Lo materializó en un reportaje largo, Te encontraré [errata naturae], que salió publicada unos 25 años después de ser agredida sexualmente en un teatro a punta de navaja mientras ejercía su trabajo. El mismo tiempo que también tardó en contárselo a sus hijos. En su libro habla de que es consciente de que la suya es una violación “estereotipada, el tipo de violación que vemos en el entretenimiento”, y precisamente la contrapone a las date rapes de las que hablaba Gay: “En EEUU está lejos de ser realmente lo típico. La gran mayoría de las violaciones allí son cometidas por personas que la víctima –o sobreviviente– conoce: un familiar, un novio o esposo, un compañero de trabajo, una cita”.

Desde ahí y con otros casos que ha cubierto, a Connors le dio incluso para analizar su propio ‘privilegio’: “Desafortunadamente, al menos aquí, todavía es muy difícil enjuiciar una violación por un conocido o pariente. Por lo general se convierte en un ‘él dijo, ella dijo’. Cuando es un extraño, especialmente con un arma, es mucho más probable que la acusación siga adelante, simplemente porque está claro que no hubo consentimiento”. El agresor de Connors era negro, condición de la que habla y valora extensamente, sobre todo tras conocer a su familia décadas después. “Durante el juicio, sabía que tendrían más probabilidades de creerme por serlo. Aunque sabía que era culpable, sentí una extraña sensación de que esto era injusto”.  

Existen tantas maneras de reaccionar a un episodio violento o llevar un trauma como personas. Hace poco, Sonia Cruz Coronado, psicóloga de la fundación ASPACIA –entidad gestora del Centro de Atención Integral a Mujeres Víctimas de Violencia Sexual de la Red de Violencia de Género de la Comunidad de Madrid–, recordaba en un reportaje sobre las secuelas en la vida sexual tras una violaciónque “no todo el mundo reaccionamos igual ante una situación traumática, y depende de factores como el tipo de violencia sexual, si ha sido algo puntual o crónico, o la historia de vida de la víctima”.

Jana Leo, por ejemplo, cuenta que decidió –mucho tiempo después– encararlo en libros, investigación y exposición pública porque, más allá de sus propias secuelas, le molestaba cómo reaccionaba la gente: “Incluso a la hora de tener sexo con un chico, en el momento que lo sabía ya me trataba de diferente manera”. Por eso eligió como Connors o Gay contar el hecho y contar las consecuencias, porque “el problema más gordo no es que te pasen cosas, sino que no puedas decir las cosas que te pasan. Y decírselo a la sociedad: que la sociedad reconozca los efectos. Me he pasado toda la vida pensando, pensando sobre lo que me había pasado y en cómo evitarlo. Como todas. Ahora hay que obligar a los hombres a que piensen ellos cómo evitarlo. Hay un gran porcentaje de hombres que no hacen sus deberes. El paso número uno para evitar la violación es reflexionar, todos”.

Belén Remacha, eldiario.es