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Muhammad Ali: el boxeo más allá de la vida y la muerte

Por The Objective  ·  23.11.2022

Capitán Swing traduce y publica en España ‘Vida de Ali’, el galardonado ensayo del periodista Jonathan Eig acerca del boxeador Muhammad Ali, un mito del deporte

Alguien dijo una vez que el boxeo es un deporte de mitos y de ritos. Al Jackson Jr., fundador de  Booker T. & the MG’s y batería de Sam & Dave, Otis Reading… y otros artistas del sello Stax, aplazó una sesión de grabación en Detroit con Major Lance porque prefirió ver en la gran pantalla del Mid-South Coliseum de Memphis el tercer y último combate de Joe Frazier contra Muhammad Ali, que en la historia se ha conocido con el título de Thrilla in Manila, celebrado en Filipinas el 1 de octubre de 1975.

El rey de la colina

Joe Frazier fue el campeón de los pesos pesados al ganar a Buster Mathis por K.O. técnico en el undécimo asalto, el 4 de marzo de 1968, en el Madison Square Garden de Nueva York, pero no eran pocas las voces que decían que el verdadero campeón era Muhammad Ali. Por lo tanto, Joe Frazier quiso que Ali volviera al ring después de su exilio por negarse a ir a la guerra de Vietnam, para así disipar las dudas. Pudo haber sido en Tokio, Japón, pero fue Nueva York el emplazamiento de la primera pelea entre Ali y Frazier, señalada para la ocasión el 8 de marzo de 1971. 

La expectación que despertó el combate fue de tal magnitud que empequeñeció los espectáculos de Frank Sinatra, quien accedió al Garden como fotógrafo de la revista Life y fue testigo desde el ring side de la primera derrota del de Louisville en su carrera profesional. Según The New York Times en su crónica del día siguiente, el triunfo de Joe Frazier sobre Ali por el título mundial de los pesados fue una batalla clásica de 15 asaltos donde Smokin Joe «rompió las alas de la mariposa y aplastó el aguijón de la abeja». Pudo dar fe del gancho de izquierda de Frazier que tumbó a Ali en el duodécimo asalto el mismísimo Frank Sinatra

Con el rostro inflamado, Muhammad Ali acudió a The Dick Cavett Show, en la cadena ABC, para pedir revancha a Frazier tras ese primer choque: «No me quiere ver más. ¡Qué tontería! Desde que peleé con Joe Frazier, he tenido ocho combates. Este será el octavo y ya no quedan entradas en el Madison Square Garden, pero no sabe por qué tengo el mismo caché que él. Yo he tenido ocho combates y él dos. Sus dos peleas han sido con hombres (Terry Daniels y Ron Stander) con los que yo no podía competir porque me habrían echado del pabellón». A Daniels y Stander les siguió George Foreman en Kingston (Jamaica), el 22 de enero de 1973, pero quizá la confianza de Frazier en su racha de victorias jugó en su contra, lo que propició que Foreman le diera una paliza para quitarle el cinturón mundial de los pesados. Fue ahí cuando Frazier pidió la revancha a Muhammad Ali, que había caído contra Ken Norton el 31 de marzo de 1973 en el Sports Arena de San Diego. Sin embargo, seis meses más tarde, el 10 de septiembre de ese mismo año, Ali se resarció de la anterior derrota con Norton ganándole esta vez.

La segunda cita de Ali contra Frazier, el 28 de octubre de 1974, fue considerada como un gran acontecimiento. Ali ya no bailaba como antes, pero aseguraba en las entrevistas previas que iba a ganar a Frazier: «Caerá. Frazier no esquiva puñetazos, ya no es el mismo. George Foreman lo destrozó, Joe Bugner lo machacó y yo acabaré con él», adelantaba el boxeador. Y Joe Frazier cayó, aunque consideró que había sido un resultado injusto. La afición y la prensa, por otra parte, valoró la pelea como «mediocre» por varias razones, sobre todo por lo quemado que estaba Ali, tanto en lo deportivo como en lo mediático. Más si se tiene en cuenta que puso a la opinión pública afroamericana en contra de Frazier, como demostraba la revista Boxing Illustrated: «¿Es Joe Frazier un campeón blanco en una piel negra?».

El periodista Jonathan Eig, autor de Vida de Ali (Capitán Swing, 2022) no sabe si se puede considerar racista a Muhammad Ali, pero sí reconoce que usó herramientas e insultos racistas para atacar a Frazier, como llamarle «feo», «estúpido», «Uncle Tom», etcétera: «Esas son algunas de las cosas más crueles que se le pueden decir a un hombre negro. Ali tuvo que saber que había racistas blancos que iban a escuchar estas palabras y pensar que estaba bien utilizarlas. Él debería haberlo sabido», indica para THE OBJECTIVE en una entrevista por videollamada.

Sin opción para la amistad

En la última entrevista con Oprah Winfrey, Muhammad Ali aseguraba que era famoso por ser musulmán. Jonathan Eig cree que en parte sí: «Ciertamente, le ayudó a ser un icono en todo el mundo. Su religión le unió con mucha gente que, de otro modo, no se hubiera interesado en él. En países con muchísima población musulmana, países no necesariamente aliados de los Estados Unidos, Ali fue un icono, una causa por la que interesarse. De hecho, el ser impopular en los Estados Unidos le hacía más popular en otros lugares del mundo». Si los americanos blancos odiaban a Ali, era una razón más para los musulmanes para acogerlo, porque era un rebelde. No representaba todos los valores americanos, pero sí algunos de ellos. Eso le hacía capaz de ser un americano y un extranjero a la vez, y eso es también lo que hizo que surgiera esa sensación de hermandad. 

Eig cree que su religión, definitivamente, le ayudó a descubrirlo, a animarlo, y se convirtió en alguien –especialmente después de los atentados del 11 de septiembre del 2001– en quien los musulmanes podrían ver a un americano sin sentirlo como un enemigo. «Les ayudaba a ver a los musulmanes que no todos los americanos eran malos y ayudaba a los americanos a ver que no todos los musulmanes eran malos. Esto le ayudó a convertirse aún más en un icono mundial después de haber terminado hacía muchos años su carrera deportiva». 

En su número de abril de 1968, Esquire sacaba en su portada la foto de Carl Fischer que exhibía a Muhammad Ali atravesado por seis flechas, como el San Sebastián de Francesco Botticini. El publicista y diseñador George Louis decía que siempre buscaba lo que él llamaba «la gran idea»: mostrar a Muhammad Alí como un mártir. Jonathan Eig explica que cuando le estaban tomando esta foto a Ali, él llamó a Elijah Muhammad, su mentor en la Nación del Islam, y le preguntó si estaba obrando bien, debido a que era un símbolo cristiano: «Siempre pensó que le harían la foto y que quería ser portada, pero no se había dado cuenta de que a Elijah Muhammad podía no gustarle y por eso le llamó, para pedirle su aprobación. Ali definitivamente se sintió como un mártir en algún momento, así que le era fácil empatizar con San Sebastián».

El 4 de abril de 1968, con la revista Esquire todavía caliente en los quioscos, era asesinado en Memphis Martin Luther King Jr. Eig piensa que esto es solo una coincidencia, puesto que la portada estaba planeada antes del atentado contra Martin Luther King. «Esa fue una época de asesinatos en América. Ali fue enviado a prisión queriendo ser sacrificado por sus creencias… y luego Robert Kennedy fue asesinado al poco. Fue un tiempo donde sacrificábamos a algunos de nuestros líderes más abiertos y francos».

Después de ganar a Sonny Liston el 25 de febrero de 1964, Cassius Clay anunció que cambiaba su nombre de esclavo por el de Muhammad Ali. Ese anuncio llegó tras hacer pública su unión a la Nación del Islam (en un principio, y de manera momentánea, su nombre al ingresar era el de Cassius X). En 1967, se negó a luchar en la guerra de Vietnam, declarándose objetor de conciencia: «Sea cual sea el castigo por defender mis creencias religiosas, aunque sea ponerme frente al fuego de las ametralladoras, me enfrentaré a él antes de renunciar a mi mentor, Elijah Muhammad, y a la religión del Islam. Estoy dispuesto a morir». A Ali le retiraron la licencia para boxear y el título de los pesos pesados y se exilió durante tres añosDurante ese tiempo, Joe Frazier le apoyó. Los dos, además de amigos, fueron campeones olímpicos: Ali en Roma 1960 y Frazier en Tokio 1964.

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Butch Lewis, miembro del equipo de Frazier, recordaba un viaje a Nueva York con Joe. Pasaron por el Hotel Sheraton, donde se alojaba Ali, y le subieron a la limusina. Lewis cogió un dinero y no intentó dárselo a Ali y decirle que era un préstamo de Joe, sino que se lo metió en el bolsillo de la camisa y Frazier le dijo: «Haré todo lo que pueda para ayudarte a recuperar tu licencia». No era este el primer préstamo que Joe le hacía a Ali. En agosto de 1970, en un viaje en el Cadillac dorado de Frazier con el periodista Richard Durham presente, Smokin Joe le entregó 100 dólares a su entonces amigo Muhammad Ali, que prometió devolvérselo la semana siguiente.

Teniendo en cuenta los insultos de Ali hacia Frazier, Jonathan Eig valora que «Muhammad Ali fue muy egoísta y se olvidó o no le importó que Joe Frazier le hubiera hecho estos favores. Él solo pensaba en sí mismo y eso quizá le hizo ser muy competitivo. La gente de los negocios diría: ‘tienes que aplastar a la competencia’, no hay opción para la amistad, todo lo que importa es ganar y, quizá eso es lo que pensó Ali».

Un séquito de blancos

«Siempre lo hacía todo complicado», asevera Eig. «Ali se metió con sus rivales negros más que con los blancos, así que eso parece un tanto racista. Él dijo que era miembro de la Nación del Islam y que estaba en contra de la inmigración, pero su entrenador, su gerente empresarial, muchos de sus amigos más cercanos, eran blancos y se puede decir de él que era un hipócrita». Elijah Muhammad no tardó en afear la conducta de su hermano Ali al acusarle de decantarse por el hombre blanco cuando supo que no tendría que alistarse en el Ejército: «Cometió una tontería volviendo al cuadrilátero. Perdió el respeto de la sociedad y del mundo del islam al año siguiente». Jonathan Eig afirma que el padre de Ali, Cash Clay, odiaba a Elijah Muhammad y pensaba que la Nación del Islam era un fraude y que estaban intentando estafar a su hijo. «Cash Clay tuvo muchos problemas por ser negro y pensaba que los negros tenían aún muchos problemas para tener tratos justos en este país pero, a pesar de todo, no era tan extremista. Pensaba que la Nación del Islam estaba equivocada y que era mejor trabajar desde dentro del sistema para intentar cambiar América». Eig cuenta que, probablemente, Cash Clay estaba de acuerdo con Marcus Garvey –«la gente negra liderará América»–, pero no con la Nación del Islam.

Elijah Muhammad y Malcolm X despreciaban la filosofía no violenta de Martin Luther King. Y Malcolm X, como Elijah Muhammad, también se distanció de Muhammad Ali. Manteniendo la misma reflexión, Jonathan Eig cree que Ali fue un mal amigo también con Malcolm X: «Él fue un amigo maravilloso para mucha otra gente, pero cuando Joe Frazier realmente le necesitó y cuando Malcolm X le necesitó como amigo, él les dio la espalda. Es interesante porque fue muy leal con muchos otros amigos, les daba dinero, hacía todo lo que tenía que hacer, como viajar por todo el país si alguno estaba enfermo. Fue un amigo maravilloso a veces, pero con Frazier y Malcolm X no lo fue»

Se podría discutir acerca de si Malcolm X y la Nación del Islam utilizaron a Muhammad Ali, pero también se podría discutir si realmente Muhammad Ali sabía lo que estaba haciendo, como se pregunta Jonathan Eig. «Él estaba de acuerdo con ellos. Estaba de acuerdo con sus opiniones acerca de que la integración (racial) era una pérdida de tiempo, incluso aunque tuviera muchos amigos blancos y mucha gente blanca en su séquito. Ali era demasiado listo como para ser manipulado. Él estaba acostumbrado a que le utilizaran pero también a utilizarles a ellos». ¿También el Klu Klux Klan? Es sabido que Ali asistió a una reunión del Klu Klux Klan, que estaba en contra de la integración al igual que la Nación del Islam. «Estaban de acuerdo en ciertos puntos», apoya Eig. «Llegaron a un cierto terreno común y, de algún modo, se convirtieron en aliados parciales. Es repugnante en cierta forma, porque ellos no estaban viendo la foto completa, solo estaban viendo que el Klan era racista y que mataba a gente negra. Se centraban sólo en un punto en el que estaban de acuerdo y eso era suficiente para ellos. La Nación del Islam le estaba dando al Klan la vida».

Alí, mientras tanto, era un habitual en los informes y documentos del FBI, en concreto por las reuniones con Malcolm X. «No me sorprendió que el FBI los estuviera monitorizando. Me sorprendió mucho más que no le prestaran tanta atención a Muhammad Ali; no parecía preocuparles tanto Ali como Malcolm X o Martin Luther King. Quizá le dieron de lado por ser un atleta y no pensaron que podría ser una amenaza real que agrupara a la gente negra», razona Jonathan Eig. «Ellos estaban más preocupados por una figura que reuniera a toda la gente y liderase las protestas en todo el país. Quizá pensaron que Ali no estaba interesado en liderar políticamente la causa y creo que tenían razón». 

Lo más parecido a la muerte

«Ladies and gentleman. The government and the people of the Republic of Philippines, in colaboration with Don King Productions Incorporated, formly presents… THE THRILLAAAAA IIIIN MANILAAAAAAA!».

«Don King fue una persona fascinante que estaba totalmente centrado en el dinero», continúa Jonathan Eig. Don King prometió muchísimo dinero a Ali y Frazier e hizo muchísimo dinero para ellos. Decía que pudo hacerlo porque era negro y los boxeadores querían trabajar con gente negra. Sin embargo, el mismo promotor les estafó y, probablemente, se llevó mucho más de lo que merecía, pero tanto Ali como Frazier sabían a lo que se exponían al trabajar con Don King. «Ayudó a todo el mundo a llevarse mucho dinero y a hacerse más famosos pero, también, lo convirtió en un juego turbio. Él estaba, como muchísima gente en el boxeo, inventándose las reglas a medida que avanzaba».

El costo del combate en Manila, el tercero y último entre Ali y Frazier, ascendió a 10 millones de dólares. Muhammad Ali recibió 6 millones y Joe Frazier la mitad. Ferdie Pacheco, médico de combate de Ali, reveló en el documental de John Dower, Thrilla in Manila, que «el combate se celebra allá donde el dictador lo necesita para que la gente no piense en la revolución que hay en marcha en las montañas, o de lo mal que van las cosas o el hambre que pasan». Pacheco se refiere a la situación política y social que atravesaba Filipinas durante el régimen de Ferdinand Marcos y el alzamiento de los rebeldes comunistas en contra del dictador. Su esposa, Imelda Marcos, declaraba en el citado documental que «el poder no se usa, solo se siente», pero negaba las cifras económicas anteriormente mentadas: «Eso habría sido un soborno».

Muhammad Ali llegó dos semanas antes a Manila y fue recibido por las multitudes. Frazier, en cambio, aterrizó a una hora «intempestiva» y nadie le dio la bienvenida. Ali aparecía en Filipinas habiendo ganado con anterioridad a Jerry Quarry (17 de junio de 1974) y a Jimmy Ellis (2 de marzo de 1975). Y además de haber vencido a Frazier en el 74, revalidó en cuatro ocasiones el entorchado mundial del peso pesado, incluido el combate en el Stade du 20 Mai de Kinshasa (República Democrática del Congo) frente a George Foreman el 30 de octubre de 1974. Curiosamente, Frazier se cruzaría con Foreman el 15 de junio de 1976 en Uniondale (Nueva York), menos de un año después del Thrilla in Manila.

Ali contaba entonces con 33 años y 48 victorias, de las cuales 34 fueron por K.O., y solo dos derrotas. En cuanto a Frazier, tenía 31 años y 32 victorias (27 por K.O.), y también dos combates malogrados. Durante los días previos a la velada del Araneta Coliseum de la ciudad filipina de Quezon, Muhammad Ali se dedicó a insultar a Smokin Joe Frazier: «Tengo un lugar secreto en el que me preparo para Frazier: voy al zoo. Y he escrito un poema: ‘cogeré a ese gorila en Manila’». Esto formaba parte del espectáculo de Ali tanto fuera como encima del ring, pero era más hiriente en el caso de su viejo amigo Frazier. «Ali trató bastante mal a Frazier, especialmente fuera del ring, con un montón de insultos racistas para intentar herir a Joe y para ganar fans, pero creo que lo que realmente estaba intentando era humillarle. Es uno de los puntos clave en su relación. Una cosa es tratar de desquiciar al otro o de desconcentrarle y otra cosa es usar los estereotipos más racistas para hacerlo», añade Jonathan Eig.

Hay quien tipificó de homicidio aquel tercer encuentro de Joe Frazier contra Muhammad Ali. «Es lo más parecido a la muerte que veréis nunca», dijo Ali al llegar a su esquina en el décimo asalto. Los dos púgiles estaban destrozados, rotos, agotados. La tunda que se habían dado los dos demostraba que no era una pelea por el cinturón mundial, sino una lucha entre ellos por la corona del campeón del mundo. Frazier no veía, estaba ciego a causa de los golpes, y su rival no podía casi mantenerse en pie. El inusual horario de la pelea (las 10 de la mañana) y el calor convirtieron el Araneta Coliseum en una sauna que se antojaba horno crematorio. 

Esta epopeya salvaje pactada a 15 rounds finalizó su historia en el capítulo 14 con Eddie Futch, preparador de Frazier, arrojando la toalla. Desde un accidente sufrido en 1964 en un entrenamiento, Joe Frazier peleó con la visión del ojo izquierdo mermada. Cuando le preguntaron cómo pudo ganar tantos combates con un solo ojo, Joe respondió que «no fueron muy largos». En Manila, en cambio, debía tumbar a Ali o morir antes del último asalto con el ojo derecho tocado. «Joe Frazier estaba loco», sentenciaba Ferdie Pacheco en Thrilla in Manila, donde se muestran las imágenes del momento en el que el protector bucal de Frazier salía volando hacia la quinta fila de butacas de prensa junto al ring por un derechazo de Ali en el decimotercer round.

En su rincón, Muhammad Ali abría la puerta de la «habitación del sueño» antes del decimocuarto asalto. Como Futch, Angelo Dundee también temía por la vida de su luchador, pero la toalla se arrojó finalmente desde la esquina de Joe Frazier, pese a que Wally Muhammad, el segundo de Angelo Dundee, escuchó a Ali pedir que detuvieran la pelea. Dundee no se lo podía creer y mucho menos Ali, que se desplomaba sobre la lona segundos después de levantarse de su taburete para celebrar la victoria. Futch ya había tenido suficiente con las muertes –que había presenciado– de ocho boxeadores y no quería repetir el recuerdo con Joe Frazier, que aún sangrando abundantemente por la nariz y la boca quería seguir. Hasta el final de sus días, Frazier se preguntaba qué hubiera sucedido de haber continuado peleando. Eddie Futch nunca se arrepintió de la decisión que había tomado.

A más de 20.000 kilómetros de allí, en Memphis, cuando Al Jackson Jr. entraba en su casa después de haber visto la pelea en el Mid-South Coliseum, alguien le disparó en el pecho causándole la muerte, quizá su esposa, que ya había intentado acabar con su vida tiempo antes.

La matemática de Ali

Joe Frazier aventuró que Dios le daría un día una paliza a Muhammad Ali por sus ofensas. Aunque esta opinión depende de lo espiritual de cada persona, Jonathan Eig cree que Ali estaba siendo castigado mayormente por el boxeo, en concreto por los muchísimos golpes en la cabeza que recibió. CompuBox Inc., a petición de Eig, reunió las estadísticas de cada uno de los golpes de las peleas de Muhammad Ali que se encontraban en los 47 combates completos que había en material fílmico de los 61 que tuvo como profesional. Según los datos arrojados por CombuBox Inc. a través de esas 47 peleas, el boxeador norteamericano recibió una media de 14,8 golpes por asalto a lo largo de su carrera profesional. En comparación, la media de otros nombres del peso pesado, como Joe Frazier, es de 15,2. 

La estimación total de los golpes que impactaron en Muhammad Ali a lo largo de su carrera, también de amateur, es de 200.000. Este recuento también está basado en las declaraciones que Jonathan Eig había recogido de rivales, entrenadores, representes y sparringsLa suma de todos los asaltos de Ali daba cifras de unos 260 como amateur, 548 asaltos como profesional, 12.000 (aproximadamente) durante las preparaciones y 500 en exhibiciones. Tal y como se indica en Vida de Ali, es posible que este boxeador recibiera menos de 14,8 golpes por asalto de amateur o en las exhibiciones.

Sin embargo, también era probable que recibiera más de 14,8 golpes durante las sesiones con sparringsEl «cálculo prudente» que se hace en el pie de página multiplicaba los 14,8 golpes por los 13.308 asaltos de Ali, mostrando un resultado de 196.958 golpes. «Pero si quieres creer en una moral universal de que él estaba siendo castigado por cómo trató a las mujeres y a sus amigos, ciertamente, puedes argumentarlo», apostilla Jonathan Eig, que cuenta que Joe Frazier realmente sentía que Ali estaba siendo castigado y que mucha gente a la que no le gustaba Ali sintieron que estaba recibiendo su merecido cuando él comenzó a padecer Parkinson, «pero yo creo que es mucho más simple que eso. Recibió muchos golpes en la cabeza y eso tuvo sus consecuencias», subraya.

¿Cuál de los dos era mejor boxeador: Cassius Clay o Muhammad Ali? Por poner dos ejemplos patrios con autoridad en la materia, el director José Luis Garci y el periodista y comentarista Jaime Ugarte sin duda creen que Cassius Clay. Jonathan Eig secunda lo mismo, aunque recuerda que justo después de convertirse en Muhammad Ali, antes del incidente de Vietnam, tuvo algunas de sus mejores peleas. Sirvan de muestra las de Cleveland Williams (14 de noviembre de 1966) o Floyd Patterson (22 de noviembre de 1965). «Creo que no hay que hacer distinción entre Cassius Clay o Muhammad Ali. La pregunta es: ¿lo prefieres en los 60 o en los 70? Claramente, es mucho mejor boxeador en los 60». 

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