“Cinco o seis me rodearon, me manosearon y pellizcaron los pechos, me agarraron la zona genital y perdí la cuenta de cuántas manos intentaron meterse en mis pantalones”. Este es uno de los tuits que la periodista y activista Mona Eltahawy acertó a escribir cuando las fuerzas de seguridad egipcias la liberaron después de golpearla y detenerla en la plaza Tahrir de El Cairo y de dejarla 12 horas en manos de los “bastardos” del ministerio del Interior y de la inteligencia militar del país.
Era noviembre de 2011. La Revolución Árabe había triunfado en Egipto (al menos aparentemente), logrando derrocar al dictador Hosni Mubarak. Pero todavía hacía falta una revolución más. Mientras dispersaban las manifestaciones de la plaza Tahrir, los militares “agredieron sexualmente al menos a 17 mujeres bajo la forma de las llamadas pruebas de virginidad”, cuenta Eltahawy a El HuffPost. Y lo peor no fue eso. “Pensé que la gente se enfadaría tanto que harían otra revolución, esta vez por el género. Pero no ocurrió. Acusaron a las mujeres de mentirosas, decían que los militares nunca harían eso”. La rabia que acumuló Mona Eltahawy en esos momentos la llevó a escribir El Himen y el Hiyab: por qué el mundo árabe necesita una revolución sexual, publicado originalmente en 2015 y editado ahora en español por Capitán Swing.
“Hasta que la rabia se traslade de los opresores en nuestros palacios presidenciales a nuestras calles y nuestras casas, a menos que derroquemos a los Mubarak en nuestras mentes, en nuestros dormitorios y en las esquinas de nuestras calles, nuestra revolución nunca comenzará”, escribe Eltahawy en el ensayo. La autora habla de una tríada misógina —compuesta por el Estado, la calle y el hogar— que “trabaja conjuntamente por oprimir a las mujeres”. Y es eso contra lo que la periodista lucha.
No exenta de críticas por defender hace unos años la prohibición del nicab en los lugares públicos —medida de la que hicieron bandera los partidos europeos más de derechas—, Mona Eltahawy ahora piensa de otra manera: “A menos que seas musulmana, calla la puta* boca y escucha a las musulmanas”.
En El Himen y el Hijab menciona la metáfora del caramelo envuelto que se utiliza para convencer a las mujeres de llevar velo. ¿Es muy común este dicho?
No se dice en todas partes, pero es habitual. Está la metáfora del caramelo y el envoltorio, con la que preguntan cuál escogerías, el que tiene el envoltorio o el que no; está la metáfora de la piruleta y las moscas, en la que la piruleta que no está cubierta atrae a todas las moscas; y está la que plantea que nunca dejarías un trozo de carne al aire libre en la calle, porque entonces los gatos callejeros se pelearían por comérselo. Pero yo no soy ni una piruleta ni un trozo de carne. Además, no sólo es un insulto para las mujeres, sino también para los hombres. ¿Es que los hombres son moscas que revolotean, son animales salvajes? Es terrible.
¿Eres también revolucionario en casa y en el trabajo o sólo eras revolucionario cuando estábamos luchando contra el Estado?
También habla de la figura del “dictador en casa”. ¿Es este peor que los dictadores del Estado?
El dictador de la casa es el peor, porque el del Estado y el de las calles luego se va a casa, y allí es más difícil de combatir. En el libro quería explorar qué ocurre cuando las mujeres que participan en la revolución se van a casa, miran a los hombres con los que han participado en la revolución y preguntan: ”¿Eres también revolucionario en casa y en el trabajo o sólo eras revolucionario cuando estábamos luchando contra el Estado?”. Siempre me gusta citar a una mujer del grupo de anarquistas españolas Mujeres libres que luchó durante la Guerra Civil Española y decía: “Los compañeros apoyan la revolución en los bares y en el trabajo, pero cuando llegan a casa, parece que se quitan la revolución al quitarse los zapatos. En casa dejan de ser mis compañeros”. Escribí este libro precisamente para preguntar si esos hombres con los que arriesgábamos nuestra vida para combatir al Estado luego eran dictadores en sus casas. Y algunos lo eran. Muchos apoyaban nuestra revolución feminista, pero otros muchos no. Necesitamos una revolución contra la tríada misógina.
Usted está a favor de que se prohíba el nicab [vestimenta que cubre todo el cuerpo salvo los ojos] por considerarlo una forma de opresión, y por ese motivo la han tachado de islamófoba.
En 2006 o 2007, cuando se empezó a tomar en serio este debate y a llevarse al plano de la ley en países como Francia, Bélgica y zonas de España, mi postura era: estoy a favor de que se prohíba el nicab en todas partes. Pero no quería tener nada que ver con la derecha europea islamófoba y xenófoba que estaba proponiendo esto. Ellos querían dar a entender que les importaban las mujeres musulmanas, pero la cosa no tenía nada que ver con ellas, sino con una agenda racista. Mi postura ahora es: a menos que seas musulmana, calla la puta boca y escucha a las musulmanas. Porque en los últimos 12 años he visto que los debates sobre cómo visten o no visten las mujeres musulmanas entusiasman a los racistas e islamófobos. Las mujeres musulmanas están entre la espada y la pared: a un lado está la espada de la derecha islamófoba y racista —que quiere usar el cuerpo y las palabras de las musulmanas como arma contra la comunidad musulmana— y al otro lado están los misóginos musulmanes que quieren silenciar a las mujeres. Y yo digo: que le den a unos y a otros. No estoy ni de un lado ni del otro. Estoy del lado de las mujeres. Y ya hay mucho debate y discusión entre las mujeres musulmanas sobre el hecho de llevar o no llevar hijab [velo que cubre la cabeza y el pecho] o nicab. Así que ya no escribo de eso.
Mi hermana antes llevaba hijab por la religión, pero ahora lo lleva para mandar a la mierda a los racistas, ahora es una cuestión de identidad.
A veces en Occidente no se entiende todo lo que representa el velo.
Normalmente, el objetivo del hijab es la modestia, y yo me opongo a la modestia, que es sólo para las niñas y las mujeres, porque a los chicos o a los hombres nunca se les pide eso. Pero para mí, para mi hermana y para mi madre el hijab representa tres cosas distintas: mi madre lleva pañuelo por la fe, cree que es un requisito para las mujeres musulmanas. Yo no estoy de acuerdo, y ella no está de acuerdo conmigo. Mi hermana antes llevaba hijab también por la religión, pero ahora lo lleva para mandar a la mierda a los racistas, ahora es una cuestión de identidad. Yo no estoy de acuerdo, y ella no está de acuerdo conmigo. Yo misma llevé hijab durante nueve años, porque quise, porque empecé a pensar que era una obligación y luego leí y decidí que para mí ya no era una obligación. Pero me costó ocho años quitármelo. Desde fuera es muy difícil apreciar lo complicado que es tomar una decisión.
Entonces desde el movimiento feminista en España, por ejemplo, ¿no se debería decir nada al respecto ni posicionarse sobre el uso o no del velo?
Exacto. Eso es lo que creo. Sé que esto molesta a mucha gente, porque dicen que al ser un tema de mujeres también les afecta. Es un tema muy complicado. Pero lo más importante es combatir al patriarcado. El movimiento feminista español haría mucho mejor trabajo enfrentándose al patriarcado en áreas que conoce, en casos como el de la Manada, por ejemplo. Las agresiones sexuales en este país, como en el resto de países, es terrible. Centraos en eso. Hay problemas con el patriarcado en todas las culturas y comunidades, déjame a mí luchar contra lo mío y lucha tú contra lo tuyo. Y juntas luchamos contra el patriarcado, que es el último fin. Dicho esto, me sigo oponiendo al hijab y al nicab, pero quiero que esta conversación la llevemos nosotras.
El movimiento feminista español haría mucho mejor trabajo enfrentándose al patriarcado en áreas que conoce.
La semana pasada, la primera ministra de Nueva Zelanda quiso apoyar a las víctimas musulmanas del atentado en una mezquita poniéndose hijab. ¿Qué piensa de este gesto?
Muchas mujeres en Nueva Zelanda, no sólo la primera ministra, se pusieron hijab un día como apoyo a las víctimas musulmanas de la masacre, y yo me opongo profundamente a esto. Me opongo porque el hijab no es un artilugio, no es un juguete, no puedes llevarlo un día y sentirte bien y querer demostrar al mundo que no eres racista ni islamófoba. ¿Qué pasa los otros 364 días del año? En primer lugar, pienso que ha sido un gesto vago e ingenuo. Se puede mostrar apoyo luchando contra el supremacismo blanco, contra la violencia con armas, contra la islamofobia dentro de tu propia familia blanca. De este modo, apoyarás más a la comunidad musulmana que poniéndote el hijab un día. En segundo lugar, el hijab sigue generando un debate enorme entre las mujeres musulmanas. Estas mujeres blancas que no saben nada del hijab se han puesto del lado de quienes piensan que las musulmanas deberían llevar hijab. Algunas pensamos que no deberían. ¿Por qué van entonces en mi contra? Conmigo no están mostrando solidaridad. Han decidido por todas nosotras que las musulmanas equivalen a un hijab. Soy más que lo que llevo en la cabeza.
[Al llevar hijab] mi madre y mi hermana son lo que se llaman mujeres visiblemente musulmanas; en países con islamofobia las mujeres visiblemente musulmanas son más vulnerables a la violencia, porque es fácil reconocerlas. Mi sugerencia a las mujeres no musulmanas que quieran mostrar su apoyo es: si ves que una musulmana está siendo atacada por llevar hijab, ve a defenderla. Pero no la estás ayudando si un día te pones hijab. Por eso me opongo a esos montajes como el del Día Mundial del Hijab. Ese no es asunto tuyo, no es un juguete.
En El Himen y el Hijab cuenta que, en época de sus padres, lo raro en Egipto (y en otros países) era ponerse el velo y que ahora la situación es justo la contraria. ¿Cree que parte de este ‘resurgimiento’ del hijab y el nicab se debe a la xenofobia que los musulmanes sufren en Occidente?
Algunas mujeres sí lo hacen como una forma de decir: esta soy yo, no vas a silenciarme y tienes que aceptarme así. Ese es el motivo por el que mi hermana lleva hijab. Ojalá las mujeres musulmanas no tuviéramos que usar constantemente nuestro cuerpo para demostrar que somos musulmanas. Ojalá esta no fuera la única forma de señalar que nos oponemos a la islamofobia o a la xenofobia. El cuerpo de las musulmanas es como una pizarra y todo el mundo va poniendo ahí su mensaje, pero, ¿qué pasa con el mensaje que queremos escribir nosotras? No quiero que mi cuerpo equivalga a un hijab.
Los supremacistas blancos tienen mucho más poder y son mucho más peligrosos que ISIS, porque están en el Gobierno.
¿Cómo se ha inoculado el radicalismo en los países árabes, pero sobre todo en las sociedades árabes en Europa? ¿Quién o qué es responsable de ello?
Hay muchos motivos. El radicalismo con el que han respondido los hombres se ha traducido sobre todo en el cuerpo de las mujeres. La forma más rápida de señalar el conservadurismo e incluso el radicalismo es cubrir a las mujeres. La Revolución iraní de 1979 dio lugar a un aumento del conservadurismo y, especialmente en la actualidad, Arabia Saudí, tiene mucha influencia. Gran parte del radicalismo es inspirado, apoyado y financiado por Arabia Saudí. El régimen saudí utiliza una versión muy conservadora del Islam llamada salafismo wahabí, y tiene tanto dinero que está promoviendo su visión del Islam por todo el mundo. Se ve su influencia en los talibanes, en ISIS… Pero no todo el mundo que está influenciado por Arabia Saudí se ha convertido en un radical violento armado. Hay gente que se ha radicalizado en su pensamiento pero no en la violencia, pero hay otros grupos que sí.
También pienso que en Europa el racismo y el populismo de derechas han instigado una respuesta entre las minorías musulmanas que genera este aumento del radicalismo. Es una forma de radicalismo que se opone a otra. Pero lo que más se está produciendo es un aumento del supremacismo blanco, de la xenofobia, de la islamofobia… todo esto está conectado. Y creo que los supremacistas blancos tienen mucho más poder y son mucho más peligrosos que grupos como ISIS. Porque están en el Gobierno estadounidense. Donald Trump es un supremacista blanco, fue elegido por supremacistas blancos. Luego están Orbán en Hungría, Bolsonaro en Brasil, Salvini en Italia, el partido neonazi [Alternativa por Alemania] en el Parlamento alemán, otro en Suecia… Ellos están en el poder y el ISIS, no. Por supuesto que ISIS es muy peligroso y por supuesto que me opongo a ellos, al 150%. Pero son los supremacistas blancos quienes están en el poder, especialmente en EE UU, e inspiran a los hombres que masacran a los musulmanes, como en Nueva Zelanda.
Quizá lo más peligroso es que están en el poder porque la gente los ha elegido.
Exactamente. La gente los ha elegido, pero nosotros no hemos elegido a ISIS. ISIS se autodenomina Estado Islámico, pero yo no les di mi voto. En cambio, en Alemania la gente sí dio su voto al partido neonazi. En Estados Unidos la gente dio su voto a Donald Trump y para mí eso es mucho más peligroso. Ya quisieran los islamistas radicales tener el mismo poder que los supremacistas blancos. Y, en el fondo, los supremacistas blancos tienen creencias cristianas, son cristianos, y son patriarcales.
Ya quisieran los islamistas radicales tener el mismo poder que los supremacistas blancos.
¿Pero cómo se puede combatir esa ideología si está en el poder?
En las elecciones. Hay mucha apatía a la hora de votar, y mucha gente no vota. La derecha es muy disciplinada y va casi siempre a votar.
En España ya tenemos nuestro propio partido de extrema derecha, y una de sus grandes bazas es la inmigración.
Usar el término inmigración en una forma de inspirar miedo a la gente. Lo típico: “Van a quitarte el trabajo, van a violar a tus mujeres… Tienes que votarme a mí, que yo te protegeré”. ¿Pero protegerme de qué? ¿Dónde está el peligro del que tratas de protegerme? Tú eres el peligro. Por eso espero que la gente vaya a votar de forma masiva en España.
Hay gente que cuestiona el concepto de islamofobia.
Creo que es una tontería y que es peligroso. Claramente, el ataque de Nueva Zelanda fue islamófobo. [El terrorista] fue y atacó a las personas por su religión. Hay gente que prefiere hablar de fanatismo antimusulmanes. Para mí es lo mismo. El resultado es el mismo. El atacante masacró a 51 personas. Para mí, es islamofobia. Pero tengo otro ejemplo que ocurrió a mi familia. En 2012 un hombre blanco estadounidense prendió fuego a la mezquita de mi hermano, en el Medio Oeste de Estados Unidos. Dijo que fue porque oyó en Fox News que los musulmanes matan a los americanos. Así que fue a quemar el lugar de adoración de los musulmanes. Esto es islamofobia. Es peligroso jugar con las palabras o dar a entender que nos estamos peleando por las palabras, cuando lo importante no es cómo le llamemos, sino que la gente está muriendo por eso. Están masacrando a la gente.
Es demasiado fácil y demasiado privilegiado decir a las mujeres que simplemente dejen su religión para liberarse del patriarcado. El patriarcado también está fuera de la religión.
¿Y qué piensa del feminismo islámico, otro concepto que causa bastante polémica?
No soy feminista islámica, sino laica. Pongo por separado el Islam y el feminismo. Pero hay muchas feministas islámicas que han hecho un trabajo importante para mí. El patriarcado, que incluye una larga serie de opresiones, ha usado todos los medios contra mí: el racismo, el capitalismo, la homofobia… Así que yo he querido usar todos las armas para luchar, combatir y destruir al patriarcado. Y una de esas armas es el feminismo islámico, que crea un enfoque hacia el feminismo para mujeres que de otro modo no verían el feminismo como algo útil o poderoso. Estas académicas, que entienden la jurisprudencia y las escrituras islámicas, utilizan estos conocimientos para reinterpretar la religión de formas feministas.
Es demasiado fácil y demasiado privilegiado decir a las mujeres que simplemente dejen su religión para liberarse del patriarcado. El patriarcado también está fuera de la religión. Mi objetivo es destruirlo dentro y fuera, y me alegro de que el feminismo islámico esté ahí para combatirlo desde dentro, pero creo que así sólo puede llegar hasta cierto punto, hasta donde alguien dice: ‘Eso es lo que dice Dios’. ¿Ahí qué haces? Por eso soy feminista laica. No quiero que esté mi interpretación frente a la de otra persona. Mi línea roja es cualquier cosa que haga daño a las mujeres y a las niñas en 2019; contra eso lucharé, venga de donde venga.
¿Entonces no es una contradicción ser feminista e islámica?
Ellas creen que no, creen que pueden recurrir a los estudios para reinterpretar la religión. Una de las feministas islámicas más conocidas, Amina Wadud, es amiga mía y sus trabajos me inspiran un montón. Ella dice que Dios es justo. ¿Cómo puede un ser divino que es justo permitir la desigualdad? Ella dice que el Islam enseña que no hay nada entre ti y Dios, independientemente de si eres hombre o mujer. Según su interpretación, puedes ser musulmana y feminista. Yo prefiero mantener una cosa al margen de la otra.
Si hay algo que he aprendido viviendo en cinco países es que la misoginia y el patriarcado son universales.
¿Todas las religiones están corrompidas por la misoginia?
Sí. El patriarcado está en todas, especialmente en las abrahámicas (cristianismo, judaísmo e islam). En España podéis saberlo con la Iglesia católica… Pero si en 2019 queremos que una religión siga teniendo relevancia, hay frenar todos sus elementos misóginos, dejarlos aparte. Hay personas que nunca abandonarán la religión, porque les da mucha tranquilidad o porque perderían la vida o a su familia. ¿Quién soy yo para decir a alguien que la deje? Debemos ser más abiertos con ellos y apartar los elementos misóginos de todas las religiones. Por ejemplo, en Túnez se prohibió la poligamia [legal, para los hombres, en el resto del mundo islámico], y yo estoy de acuerdo. Un hombre no debería poder casarse con cuatro mujeres a menos que la mujer no pueda casarse con otros cuatro. Yo no soy monógama, no creo en la monogamia y no tengo sólo una pareja, pero el Islam permite a los hombres ser polígamos y a mí no. Es injusto. O los dos pueden tener múltiples parejas o ninguno puede.
Ha vivido en cinco países diferentes (Egipto, Arabia Saudí, Reino Unido, Israel y EE UU). ¿En todos ellos ha experimentado misoginia?
Si hay algo que he aprendido viviendo en estos países es que la misoginia y el patriarcado son universales. Afecta de diferentes formas, pero está en todas partes.
¿Y racismo?
Racismo y chovinismo, también de diferentes formas. El Brexit, por ejemplo, fue impulsado por el racismo.