Milímetros y afectos

Por Carlota Moseguí  ·  14.03.2012

El clásico drama de la incomunicación humana nos parece, a estas alturas, algo demasiado existencialista. Perdió su indudable valía tras ser aceptado de forma colectiva. Asimismo, la cuestión alcanza un mayor grado de ambigüedad al identificar la soledad como una de las fobias más temidas por la sociedad. Andrew Kaufman recupera la citada problemática en su breve relato La esposa diminuta, editado recientemente por Capitan Swing.

Este cuento para adultos narra, con cierto humor macabro, la experiencia inexpresiva en las relaciones de pareja. La impasibilidad matrimonial se manifiesta a través de una excelente metáfora. Uno de los afectados, en este caso la mujer, se ve obligada a disminuir su tamaño paralelamente al grado de desvalorización afectiva respecto al cónyuge. Los milímetros extraviados simbolizan el progresivo desánimo frente a la lucha por la estabilidad emocional. El arrebatamiento de la fisicidad corporal y la consternación psicológica se articulan mejor que nunca gracias al embrujo de un ladrón que no roba dinero, sino artículos estrechamente vinculados a las preocupaciones atávicas de sus respectivos dueños.

Kaufman rescata de nuestro fuero interno una idea con tendencia a ser olvidada, sobre todo en momentos propensos al distanciamiento afectivo. El compartir nos hace grandes, mayores. Crecemos en compañía, no aisladamente. Menguamos hasta desaparecer cuando nos dejamos llevar por el profundo abismo de la soledad. La protagonista, Stacey, experimentará el cesar del empequeñecimiento de su cuerpo y alma una vez interiorice dicha proclamación.

Carlota Moseguí

 

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