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Mikki Kendall: «El barrio me enseñó que el feminismo es algo más que teoría crítica»

Por SModa  ·  27.02.2022

“Soy la feminista a la que la gente recurre cuando ser dulce no basta, cuando decir las cosas con amabilidad una y otra vez no funciona”. Esta declaración de intenciones de Mikki Kendall, ensayista, activista y crítica cultural estadounidense vertebra su último libro, Feminismo de barrio. Lo que olvida el feminismo blanco (Capitán Swing), un escrito que funciona como una bala. No es una lectura cómoda, tal y como ella misma advierte. Sobre todo, porque la diana hacia la que se dirige es el punto ciego del feminismo actual: las propias mujeres. ¿Cómo se puede ser solidaria como movimiento cuando existe la posibilidad de que algunas mujeres estén oprimiendo a otras? El libro, escrito sin contemplaciones y sin ambages, cuestiona la legitimidad del movimiento feminista moderno que, según Kendall “ha fracasado crónicamente a la hora de abordar las necesidades de todas las mujeres”. La autora insiste en que aún se está a tiempo de remediar eso y conseguir que el feminismo integre por fin las cuestiones de raza, de clase y de orientación sexual. El libro es un grito que nos interpela a todos. Y a todas, especialmente.  Invita a estar airada, enfadada y expresarlo en alto, porque, apunta “nadie se ha liberado de la opresión pidiéndolo cortésmente”.

Citas a tu abuela como la mujer que te inspiró en la vida. ¿Crees que le gustaría ver a la mujer en la que te has convertido?
Mi abuela estaría entusiasmada a pesar de no entender el feminismo tal como lo entendemos nosotras. Una de las cosas que amaba eran los libros. Y siempre le hubiese encantado que yo fuese la persona que los escribe. Y además siempre fue alguien que me apoyó en mis inquietudes literarias y culturales. Así que absolutamente sí, le gustaría la mujer que soy. Su frase para todo el mundo, su respuesta para casi todo era, “ve a la escuela”. Descubrí muy pronto, con ella a mi lado, que ser una niña problemática significaba que podía convertirme en una adulta que se saliera con la suya y lograra cosas porque no estaba pendiente de complacer a los demás. Mi abuela era sabia para su época, pero no se le daba bien juzgar lo que me convenía, se aferraba a sus ideales de clase media. El barrio me enseñó que el feminismo es algo más que teoría crítica, no consiste en decir palabras adecuadas en el momento adecuado. El feminismo es el trabajo que tú haces y por quién lo haces. Eso es lo más importante.

¿Feminismo de barrio frente a qué feminismo? ¿Qué es lo que olvida el feminismo blanco?
Feminismo de barrio frente al feminismo de la clase media blanca que está centrado en cosas como tener o no tener el apellido del marido. O en el derecho a no depilarse. Y el feminismo de barrio se centra en necesidades básicas para la vida. Escribí este libro porque en conversaciones sobre el feminismo percibía que las mujeres de clase baja se sentían excluidas. Porque ellas están luchando por la educación y no por otras cosas menos necesarias. Luchan por comida, por un techo, no luchan por un liderazgo, luchan por sobrevivir. No luchan por vencer el techo de cristal. Luchan por algo que está aún en los márgenes. Y de todo eso, el feminismo blanco se olvida.  Rara vez se habla de las necesidades básicas como una cuestión feminista. Problemas como la inseguridad alimentaria, el acceso a una educación de calidad, la atención médica, unos vecindarios seguros y unos sueldos dignos también son cuestiones feministas.

El capítulo sobre Cómo escribir sobre mujeres negras me ha resultado demoledor. Me pregunto si se puede escribir, siendo blanca, sobre mujeres negras, o relacionarse con mujeres negras, sin ser condescendiente ni caer en estereotipos…
Puede pasar, pero no es lo normal, siempre se caen en estereotipos. Es muy fácil caer, porque los blancos, mujeres y hombres, no se relacionan con gente negra, no tienen amigos negros. Los escritores blancos no suelen tienen relación con gente negra, dirán que tienen amigos negros, pero será mentira: no están en sus casas, en sus barrios, puede que tengan colegas en el trabajo, pero eso es todo. En EE.UU. el 75% de la población blanca no tiene contacto con población negra.  La segregación de alguna forma sigue estando presenta. Así que se repiten los estereotipos sin ser conscientes de que lo que están diciendo es eso, un estereotipo. En el libro hablo de la misogynoir, por ejemplo, que es un término que acuñó la profesora negra, queer, y feminista Moya Bailey para describir una misoginia específica contra las mujeres negras a causa de su raza y su género existente en la cultura visual y popular estadounidense. Eso está tan presente y es tan sutil a veces… tenemos que cambiar nuestra forma de hablar de la negritud, de la pobreza de las mujeres que habitan esos espacios donde el acceso y las oportunidades casi nunca se cruzan, hay que estar dispuestas a escuchar a las niñas y a las mujeres que todavía siguen ahí, no solo a las que han conseguido salir. Y recordar, como digo en el libro, que la respetabilidad es el terreno envenenado que el supremacismo blanco nos ha otorgado. Los blancos nos enseñaron a temer el impacto del rechazo, a aceptar sus estándares sin pararnos a pensar en las consecuencias que tendrían en nuestro bienestar y en el de nuestras comunidades.

La portada del último libro de Mikki Kendall, Feminismo de barrioLo que olvida el feminismo blanco (Capitán Swing). FOTO: DR

¿Cuáles dirías que son las necesidades de las mujeres negras y de las blancas, respecto al feminismo y por qué crees que se necesitan respuestas distintas?
Yo creo que hay diferentes respuestas porque cada feminismo atiende a sus prioridades. Para las mujeres blancas sus prioridades son ser iguales a los hombres blancos, tener el mismo tipo de trabajo. Y lo entiendo. Pero las mujeres negras no buscan eso, aún no, porque para ellas es imposible, es un paso grandísimo que aún no pueden dar. Hay mil cosas que resolver antes de eso, así que la lucha es diferente porque lo que nos preocupa es diferente.

Un capitulo de tu libro dice «las chicas negras no tienen trastornos alimentarios» para alertar sobre eso. No me había parado a pensar que la raza también podía influir en algo así.
Los trastornos alimenticios no se visualizan nunca en las mujeres negras. Cuando pensamos en una joven anoréxica nunca pensamos en una joven negra. ¿Por qué? Porque genéticamente las mujeres negras suelen tener cuerpos más grandes, así que cuando adelgazan nadie piensa que están teniendo un trastorno. Como su cuerpo es más curvilíneo, no tiene pinta de ser anoréxica. Y nadie se preocupa, no saltan las alarmas. Solo pasa por ser una niña normal. Estamos hechas de una genética distinta por eso nuestro cuerpo con trastorno se ve diferente. Cuando yo tuve un trastorno nadie se dio cuenta, porque todos pensaban que simplemente estaba flaca. Pero por dentro es exactamente igual, nos pasa lo mismo que a cualquier joven blanca. El drama emocional es el mismo, la angustia, todo.

«Guapa para ser… negra», se titula otro capítulo. Me gustaría que me explicaras qué es el ‘colorismo’ y cómo influye eso en la vida de las jóvenes negras actuales.
El colorismo es la idea de que cuanto más clara seas, más guapa, lista y bonita serás. En cambio, si eres de piel marrón oscuro tu belleza no se va a reflejar de la misma forma. Hoy el mundo sigue considerando que cuanto más cerca te encuentres de la raza blanca, mejor. No debería tener importancia, pero la tiene. Tu tono de piel no debería condicionar la imagen que nadie tiene de ti, pero lo hace. Tu tono de piel aún puede eclipsar tu personalidad. Eso también lo olvida el feminismo blanco. La belleza en la que normalmente nos enfocamos es la belleza blanca en el tipo de cuerpo de las mujeres negras. Un ejemplo podrían ser las Kardashian, que tienen rasgos ‘blancos’ (a pesar de que son de ascendencia armenia) pero se operan para conseguir los cuerpos que las mujeres negras tienen genéticamente. Hoy en día los adolescentes y jóvenes afroamericanos están adoptando un discurso en el que suponen que las mujeres negras de tez más clara son mejores, de esta forma el colorismo y la discriminación está presente dentro de la misma raza. Lo mismo pasa con la discriminación hacia las mujeres de pelo afro dentro de la misma comunidad. Y luego hay otra categoría de hombres que están interesados en mujeres de tez muy oscura como si fuese una clase de fetiche.

Pusiste en marcha el #fasttailedgirls, (chicas desarrolladas precozmente, adelantadas) que era tu caso. Me pregunto si eso también te condicionó.
Yo era una adolescente alta y curvilínea. Mi cuerpo se formó en cuanto me llegó la pubertad. No sabría decirte cómo sería vivir en otro cuerpo distinto y me di por vencida. Dejé de lado la idea de intentar ser diferente, menos desarrollada. Y eso que tampoco soy el estereotipo de mujer negra fuerte. Cuando me puse en marcha el #fasttailedgirls en Twitter, miles de mujeres se sumaron para manifestar sus emociones. Porque ser adelantada se presenta como algo negativo y las advertencias para que no lo seas son una respuesta errónea al problema de la violencia sexual. Tener ese cuerpo, llevar short, maquillarse o estar en plena pubertad bastan a veces para convencer a algunos de que estás buscando problemas; cuando esa percepción arraiga cualquier cosa mala que te pase será culpa tuya. Como sucede con el conocido como complejo de virgen-puta, prevalece la idea de que a las chicas buenas no les pasan cosas malas. Mi propia abuela me advertía sin parar de los peligros de ser una niña muy adelantada y juntarme con niñas adelantadas durante los ocho años que conviví con ella. Y mi madre también. Claro que estaban preocupados por mí, claro que todo era bien intencionado y que querían protegerme, pero ese no era el problema. Recuerdo cuando un día de viento un hombre se quedó mirándome los pezones erectos y me echaron la bronca por ser demasiado adelantada. No tiene una solución fácil. Es fácil culpar al patriarcado y apuntar con el dedo a hombres que violan y exigir justicia. Lo difícil es detectar a las mujeres que con su actitud pasiva orientan a los violadores hacia sus víctimas al contribuir a la hipersexualización de las mujeres de color haciéndola pasar por empoderamiento. El violador siempre es el culpable de la violación, sin duda. Pero es una descripción incompleta de la cultura de la violación. Más allá de la apropiación cultural o de los episodios accidentales de blackface tenemos un problema si mujeres blancas supuestamente feministas consideran que un disfraz de Pocahontas sexy es un símbolo de empoderamiento en lugar de la representación de una niña violada. No empodera en absoluto considerar que el camino hacia la libertad sexual pasa por convertir una cultura entera en un fetiche.

El mundo audiovisual, de las series, del cine, ¿crees que está teniendo en cuenta estas complejidades? ¿Crees que está representando bien al colectivo de mujeres racializadas?
Noooooo, no nos están teniendo en cuenta como colectivo. La mayoría de los que están haciendo películas y series son ricos y blancos y por eso no tienen conocimiento de lo que es ser una mujer racializada. Proyectan lo que pueden llegar a ver desde el exterior y eso es lo que crea el estereotipo. No suelo ver mujeres como yo en la televisión ni en el cine. Apenas hay series ni películas. Recomendaría Living single Girlfriends, por ejemplo. O interesarse por el cine africano.

¿Qué te llevó a escribir este ensayo?
Me enfadé, estaba harta de que el feminismo solo hablara de ‘estupideces’ de clase alta, mientras que las mujeres que yo conocía sufrían con temas como poder comer, mantener las escuelas abiertas en el barrio, brutalidad policial, pobreza. El feminismo que llegó a mis oídos no hablaba sobre nada de eso, estaba focalizado en todas las mujeres blancas, de clase media-alta. Quería que el feminismo hiciese algún efecto en la sociedad en general, no solo en un pequeño sector ‘privilegiado’. El feminismo debería hablar por todas las mujeres

Cuando leo tu libro yo me siento mal, como feminista y como mujer blanca, por todo lo que hago mal.
No puedes cambiar el pasado, lo único que puedes hacer es mirar hacia el futuro, y decir, puedo cambiar algo.  No escribo esto para hacerte sentir mal escribo para que penséis en estas cosas. Mientras lucháis con vuestras cosas pequeñas de feministas privilegiadas quiero que penséis en las personas que no tienen tanta suerte, que no tienen los privilegios que tenéis vosotras por hacer nacido blancas. Mi feminismo no vale para aquellas que están cómodas en el estatus porque ese camino no conduce a la igualdad de las chicas como yo.  Mi feminismo, que es el feminismo de barrio es para todo el mundo porque todas lo necesitamos. En el libro se explica que si una mujer pobre pugna por llevar comida a la mesa, si una mujer de barrio lucha por mantener los colegios abiertos, si una mujer rural lucha por tomar las decisiones más básicas sobre su cuerpo todos sus problemas son cuestiones feministas y deben ser ejes fundamentales de este movimiento. El maltrato a las trabajadoras sexuales y a las mujeres trans es completamente invisible porque no son el tipo de víctimas ‘adecuadas’. Las chicas como yo éramos objeto de conversaciones en las que nunca participábamos porque éramos un problema que solucionar, no personas de pleno derecho.

¿Quiénes son tus referentes?
Además de bell hooks, que es muy importante, está Gwendolyn Brooks, una escritora de Chicago que tiene una amplia obra sobre mujeres negras.

¿De dónde sale tu feminismo?
Mi feminismo emana del conocimiento de que la raza, el género y la clase influyen en cómo me educan, cómo recibo tratamiento médico, el dinero que gano y el tipo de empleo que tengo. Arremete contra un feminismo que no es un feminismo para todas las mujeres, solo para aquellas que se sienten a salvo en el seno de una sociedad supremacista blanca. No busca la empatía ni la compasión ni el cuidado ni la preocupación por las demás y aun así técnicamente sigue siendo feminismo. El feminismo conservador hace posibles algunas de las peores decisiones políticas bajo el pretexto de que se trata de mujeres protegiendo a otras mujeres. Por ejemplo, tal y como se explica en el libro, cuando la periodista Megyn Kelly fue reprobada por algunos partidarios de Trump por atreverse a preguntarle por su lenguaje misógino, muchos corrieron a solidarizarse con ella para proteger la voz de esa valiente feminista. El hecho de que Kelly se hubiera labrado un nombre por hacer comentarios racistas casuales (por desconcertante que parezca defendió que Santa Claus era blanco) y por otros comentarios intolerantes habituales en Fox News, desapareció de un plumazo en nombre de esa nueva sororidad.

En el libro aborda también cómo el feminismo está dejando de lado cuestiones como lo trans. Es un tema que en España ha generado mucha controversia.
Antes no me parecía que los problemas de las personas trans y de género no conforme fueran para tanto, sobre todo el tema de los baños. Pero una amiga me señaló que no poder usar un baño en público equivalía a ser expulsada de la vida cotidiana. Las mujeres trans suelen ser ridiculizados o ignoradas mientras algunas reconocidas voces feministas repiten las palabras de los conservadores fanáticos que defienden que el género es biológico y que se nace mujer en lugar de considerarlo un constructo social fluido y a menudo arbitrario. Las mujeres trans de color que son objeto de violencia recurrente ven estadísticas que reflejan que su realidad se enarbola para impulsar la idea de que todas las mujeres se enfrentan al mismo tipo de peligros. Pero el apoyo de las feministas blancas a las cuestiones que tienen un impacto directo en las vidas de las mujeres trans siempre ha sido mínimo si es que alguna vez existió. El feminismo dominante suele asumir que para que su trabajo importe las mujeres deben seguir una trayectoria laboral dictada por hombres blancos cisgénero.

¿Qué significa ser cómplice? ¿Cómo se puede hacer algo concreto para avanzar en la dirección necesaria?
Tomar partido y ser aliadas de verdad. En general, una educación en feminismo es territorio de las privilegiadas. Es difícil leer docenas de libros sobre teoría feminista mientras trabajas en una peluquería o tienes que trabajar para llevar comida a la mesa en puestos que exigen energía física y mental. A veces el trabajo de las feministas en la comunidad es más relevante que cualquier texto. Mi libro acaba diciendo que las comunidades marginalizadas ya han desarrollado estrategias y soluciones por cuenta propia. Ahora el feminismo dominante tiene que decidirse, tiene que pasar más tiempo ofreciendo recursos y menos exigiendo que le den la razón. Ser cómplices significa que el feminismo blanco destinará sus plataformas y sus recursos para apoyar a las personas que llevan a cabo una tarea feminista en el seno de las comunidades marginalizadas.

“Soy la feminista a la que la gente recurre cuando ser dulce no basta, cuando decir las cosas con amabilidad una y otra vez no funciona”. Esta declaración de intenciones de Mikki Kendall, ensayista, activista y crítica cultural estadounidense vertebra su último libro, Feminismo de barrio. Lo que olvida el feminismo blanco (Capitán Swing), un escrito que funciona como una bala. No es una lectura cómoda, tal y como ella misma advierte. Sobre todo, porque la diana hacia la que se dirige es el punto ciego del feminismo actual: las propias mujeres. ¿Cómo se puede ser solidaria como movimiento cuando existe la posibilidad de que algunas mujeres estén oprimiendo a otras? El libro, escrito sin contemplaciones y sin ambages, cuestiona la legitimidad del movimiento feminista moderno que, según Kendall “ha fracasado crónicamente a la hora de abordar las necesidades de todas las mujeres”. La autora insiste en que aún se está a tiempo de remediar eso y conseguir que el feminismo integre por fin las cuestiones de raza, de clase y de orientación sexual. El libro es un grito que nos interpela a todos. Y a todas, especialmente.  Invita a estar airada, enfadada y expresarlo en alto, porque, apunta “nadie se ha liberado de la opresión pidiéndolo cortésmente”.

Citas a tu abuela como la mujer que te inspiró en la vida. ¿Crees que le gustaría ver a la mujer en la que te has convertido?
Mi abuela estaría entusiasmada a pesar de no entender el feminismo tal como lo entendemos nosotras. Una de las cosas que amaba eran los libros. Y siempre le hubiese encantado que yo fuese la persona que los escribe. Y además siempre fue alguien que me apoyó en mis inquietudes literarias y culturales. Así que absolutamente sí, le gustaría la mujer que soy. Su frase para todo el mundo, su respuesta para casi todo era, “ve a la escuela”. Descubrí muy pronto, con ella a mi lado, que ser una niña problemática significaba que podía convertirme en una adulta que se saliera con la suya y lograra cosas porque no estaba pendiente de complacer a los demás. Mi abuela era sabia para su época, pero no se le daba bien juzgar lo que me convenía, se aferraba a sus ideales de clase media. El barrio me enseñó que el feminismo es algo más que teoría crítica, no consiste en decir palabras adecuadas en el momento adecuado. El feminismo es el trabajo que tú haces y por quién lo haces. Eso es lo más importante.

¿Feminismo de barrio frente a qué feminismo? ¿Qué es lo que olvida el feminismo blanco?
Feminismo de barrio frente al feminismo de la clase media blanca que está centrado en cosas como tener o no tener el apellido del marido. O en el derecho a no depilarse. Y el feminismo de barrio se centra en necesidades básicas para la vida. Escribí este libro porque en conversaciones sobre el feminismo percibía que las mujeres de clase baja se sentían excluidas. Porque ellas están luchando por la educación y no por otras cosas menos necesarias. Luchan por comida, por un techo, no luchan por un liderazgo, luchan por sobrevivir. No luchan por vencer el techo de cristal. Luchan por algo que está aún en los márgenes. Y de todo eso, el feminismo blanco se olvida.  Rara vez se habla de las necesidades básicas como una cuestión feminista. Problemas como la inseguridad alimentaria, el acceso a una educación de calidad, la atención médica, unos vecindarios seguros y unos sueldos dignos también son cuestiones feministas.

El capítulo sobre Cómo escribir sobre mujeres negras me ha resultado demoledor. Me pregunto si se puede escribir, siendo blanca, sobre mujeres negras, o relacionarse con mujeres negras, sin ser condescendiente ni caer en estereotipos…
Puede pasar, pero no es lo normal, siempre se caen en estereotipos. Es muy fácil caer, porque los blancos, mujeres y hombres, no se relacionan con gente negra, no tienen amigos negros. Los escritores blancos no suelen tienen relación con gente negra, dirán que tienen amigos negros, pero será mentira: no están en sus casas, en sus barrios, puede que tengan colegas en el trabajo, pero eso es todo. En EE.UU. el 75% de la población blanca no tiene contacto con población negra.  La segregación de alguna forma sigue estando presenta. Así que se repiten los estereotipos sin ser conscientes de que lo que están diciendo es eso, un estereotipo. En el libro hablo de la misogynoir, por ejemplo, que es un término que acuñó la profesora negra, queer, y feminista Moya Bailey para describir una misoginia específica contra las mujeres negras a causa de su raza y su género existente en la cultura visual y popular estadounidense. Eso está tan presente y es tan sutil a veces… tenemos que cambiar nuestra forma de hablar de la negritud, de la pobreza de las mujeres que habitan esos espacios donde el acceso y las oportunidades casi nunca se cruzan, hay que estar dispuestas a escuchar a las niñas y a las mujeres que todavía siguen ahí, no solo a las que han conseguido salir. Y recordar, como digo en el libro, que la respetabilidad es el terreno envenenado que el supremacismo blanco nos ha otorgado. Los blancos nos enseñaron a temer el impacto del rechazo, a aceptar sus estándares sin pararnos a pensar en las consecuencias que tendrían en nuestro bienestar y en el de nuestras comunidades.

La portada del último libro de Mikki Kendall, Feminismo de barrioLo que olvida el feminismo blanco (Capitán Swing). FOTO: DR

¿Cuáles dirías que son las necesidades de las mujeres negras y de las blancas, respecto al feminismo y por qué crees que se necesitan respuestas distintas?
Yo creo que hay diferentes respuestas porque cada feminismo atiende a sus prioridades. Para las mujeres blancas sus prioridades son ser iguales a los hombres blancos, tener el mismo tipo de trabajo. Y lo entiendo. Pero las mujeres negras no buscan eso, aún no, porque para ellas es imposible, es un paso grandísimo que aún no pueden dar. Hay mil cosas que resolver antes de eso, así que la lucha es diferente porque lo que nos preocupa es diferente.

Un capitulo de tu libro dice «las chicas negras no tienen trastornos alimentarios» para alertar sobre eso. No me había parado a pensar que la raza también podía influir en algo así.
Los trastornos alimenticios no se visualizan nunca en las mujeres negras. Cuando pensamos en una joven anoréxica nunca pensamos en una joven negra. ¿Por qué? Porque genéticamente las mujeres negras suelen tener cuerpos más grandes, así que cuando adelgazan nadie piensa que están teniendo un trastorno. Como su cuerpo es más curvilíneo, no tiene pinta de ser anoréxica. Y nadie se preocupa, no saltan las alarmas. Solo pasa por ser una niña normal. Estamos hechas de una genética distinta por eso nuestro cuerpo con trastorno se ve diferente. Cuando yo tuve un trastorno nadie se dio cuenta, porque todos pensaban que simplemente estaba flaca. Pero por dentro es exactamente igual, nos pasa lo mismo que a cualquier joven blanca. El drama emocional es el mismo, la angustia, todo.

«Guapa para ser… negra», se titula otro capítulo. Me gustaría que me explicaras qué es el ‘colorismo’ y cómo influye eso en la vida de las jóvenes negras actuales.
El colorismo es la idea de que cuanto más clara seas, más guapa, lista y bonita serás. En cambio, si eres de piel marrón oscuro tu belleza no se va a reflejar de la misma forma. Hoy el mundo sigue considerando que cuanto más cerca te encuentres de la raza blanca, mejor. No debería tener importancia, pero la tiene. Tu tono de piel no debería condicionar la imagen que nadie tiene de ti, pero lo hace. Tu tono de piel aún puede eclipsar tu personalidad. Eso también lo olvida el feminismo blanco. La belleza en la que normalmente nos enfocamos es la belleza blanca en el tipo de cuerpo de las mujeres negras. Un ejemplo podrían ser las Kardashian, que tienen rasgos ‘blancos’ (a pesar de que son de ascendencia armenia) pero se operan para conseguir los cuerpos que las mujeres negras tienen genéticamente. Hoy en día los adolescentes y jóvenes afroamericanos están adoptando un discurso en el que suponen que las mujeres negras de tez más clara son mejores, de esta forma el colorismo y la discriminación está presente dentro de la misma raza. Lo mismo pasa con la discriminación hacia las mujeres de pelo afro dentro de la misma comunidad. Y luego hay otra categoría de hombres que están interesados en mujeres de tez muy oscura como si fuese una clase de fetiche.

Pusiste en marcha el #fasttailedgirls, (chicas desarrolladas precozmente, adelantadas) que era tu caso. Me pregunto si eso también te condicionó.
Yo era una adolescente alta y curvilínea. Mi cuerpo se formó en cuanto me llegó la pubertad. No sabría decirte cómo sería vivir en otro cuerpo distinto y me di por vencida. Dejé de lado la idea de intentar ser diferente, menos desarrollada. Y eso que tampoco soy el estereotipo de mujer negra fuerte. Cuando me puse en marcha el #fasttailedgirls en Twitter, miles de mujeres se sumaron para manifestar sus emociones. Porque ser adelantada se presenta como algo negativo y las advertencias para que no lo seas son una respuesta errónea al problema de la violencia sexual. Tener ese cuerpo, llevar short, maquillarse o estar en plena pubertad bastan a veces para convencer a algunos de que estás buscando problemas; cuando esa percepción arraiga cualquier cosa mala que te pase será culpa tuya. Como sucede con el conocido como complejo de virgen-puta, prevalece la idea de que a las chicas buenas no les pasan cosas malas. Mi propia abuela me advertía sin parar de los peligros de ser una niña muy adelantada y juntarme con niñas adelantadas durante los ocho años que conviví con ella. Y mi madre también. Claro que estaban preocupados por mí, claro que todo era bien intencionado y que querían protegerme, pero ese no era el problema. Recuerdo cuando un día de viento un hombre se quedó mirándome los pezones erectos y me echaron la bronca por ser demasiado adelantada. No tiene una solución fácil. Es fácil culpar al patriarcado y apuntar con el dedo a hombres que violan y exigir justicia. Lo difícil es detectar a las mujeres que con su actitud pasiva orientan a los violadores hacia sus víctimas al contribuir a la hipersexualización de las mujeres de color haciéndola pasar por empoderamiento. El violador siempre es el culpable de la violación, sin duda. Pero es una descripción incompleta de la cultura de la violación. Más allá de la apropiación cultural o de los episodios accidentales de blackface tenemos un problema si mujeres blancas supuestamente feministas consideran que un disfraz de Pocahontas sexy es un símbolo de empoderamiento en lugar de la representación de una niña violada. No empodera en absoluto considerar que el camino hacia la libertad sexual pasa por convertir una cultura entera en un fetiche.

El mundo audiovisual, de las series, del cine, ¿crees que está teniendo en cuenta estas complejidades? ¿Crees que está representando bien al colectivo de mujeres racializadas?
Noooooo, no nos están teniendo en cuenta como colectivo. La mayoría de los que están haciendo películas y series son ricos y blancos y por eso no tienen conocimiento de lo que es ser una mujer racializada. Proyectan lo que pueden llegar a ver desde el exterior y eso es lo que crea el estereotipo. No suelo ver mujeres como yo en la televisión ni en el cine. Apenas hay series ni películas. Recomendaría Living single Girlfriends, por ejemplo. O interesarse por el cine africano.

¿Qué te llevó a escribir este ensayo?
Me enfadé, estaba harta de que el feminismo solo hablara de ‘estupideces’ de clase alta, mientras que las mujeres que yo conocía sufrían con temas como poder comer, mantener las escuelas abiertas en el barrio, brutalidad policial, pobreza. El feminismo que llegó a mis oídos no hablaba sobre nada de eso, estaba focalizado en todas las mujeres blancas, de clase media-alta. Quería que el feminismo hiciese algún efecto en la sociedad en general, no solo en un pequeño sector ‘privilegiado’. El feminismo debería hablar por todas las mujeres

Cuando leo tu libro yo me siento mal, como feminista y como mujer blanca, por todo lo que hago mal.
No puedes cambiar el pasado, lo único que puedes hacer es mirar hacia el futuro, y decir, puedo cambiar algo.  No escribo esto para hacerte sentir mal escribo para que penséis en estas cosas. Mientras lucháis con vuestras cosas pequeñas de feministas privilegiadas quiero que penséis en las personas que no tienen tanta suerte, que no tienen los privilegios que tenéis vosotras por hacer nacido blancas. Mi feminismo no vale para aquellas que están cómodas en el estatus porque ese camino no conduce a la igualdad de las chicas como yo.  Mi feminismo, que es el feminismo de barrio es para todo el mundo porque todas lo necesitamos. En el libro se explica que si una mujer pobre pugna por llevar comida a la mesa, si una mujer de barrio lucha por mantener los colegios abiertos, si una mujer rural lucha por tomar las decisiones más básicas sobre su cuerpo todos sus problemas son cuestiones feministas y deben ser ejes fundamentales de este movimiento. El maltrato a las trabajadoras sexuales y a las mujeres trans es completamente invisible porque no son el tipo de víctimas ‘adecuadas’. Las chicas como yo éramos objeto de conversaciones en las que nunca participábamos porque éramos un problema que solucionar, no personas de pleno derecho.

¿Quiénes son tus referentes?
Además de bell hooks, que es muy importante, está Gwendolyn Brooks, una escritora de Chicago que tiene una amplia obra sobre mujeres negras.

¿De dónde sale tu feminismo?
Mi feminismo emana del conocimiento de que la raza, el género y la clase influyen en cómo me educan, cómo recibo tratamiento médico, el dinero que gano y el tipo de empleo que tengo. Arremete contra un feminismo que no es un feminismo para todas las mujeres, solo para aquellas que se sienten a salvo en el seno de una sociedad supremacista blanca. No busca la empatía ni la compasión ni el cuidado ni la preocupación por las demás y aun así técnicamente sigue siendo feminismo. El feminismo conservador hace posibles algunas de las peores decisiones políticas bajo el pretexto de que se trata de mujeres protegiendo a otras mujeres. Por ejemplo, tal y como se explica en el libro, cuando la periodista Megyn Kelly fue reprobada por algunos partidarios de Trump por atreverse a preguntarle por su lenguaje misógino, muchos corrieron a solidarizarse con ella para proteger la voz de esa valiente feminista. El hecho de que Kelly se hubiera labrado un nombre por hacer comentarios racistas casuales (por desconcertante que parezca defendió que Santa Claus era blanco) y por otros comentarios intolerantes habituales en Fox News, desapareció de un plumazo en nombre de esa nueva sororidad.

En el libro aborda también cómo el feminismo está dejando de lado cuestiones como lo trans. Es un tema que en España ha generado mucha controversia.
Antes no me parecía que los problemas de las personas trans y de género no conforme fueran para tanto, sobre todo el tema de los baños. Pero una amiga me señaló que no poder usar un baño en público equivalía a ser expulsada de la vida cotidiana. Las mujeres trans suelen ser ridiculizados o ignoradas mientras algunas reconocidas voces feministas repiten las palabras de los conservadores fanáticos que defienden que el género es biológico y que se nace mujer en lugar de considerarlo un constructo social fluido y a menudo arbitrario. Las mujeres trans de color que son objeto de violencia recurrente ven estadísticas que reflejan que su realidad se enarbola para impulsar la idea de que todas las mujeres se enfrentan al mismo tipo de peligros. Pero el apoyo de las feministas blancas a las cuestiones que tienen un impacto directo en las vidas de las mujeres trans siempre ha sido mínimo si es que alguna vez existió. El feminismo dominante suele asumir que para que su trabajo importe las mujeres deben seguir una trayectoria laboral dictada por hombres blancos cisgénero.

¿Qué significa ser cómplice? ¿Cómo se puede hacer algo concreto para avanzar en la dirección necesaria?
Tomar partido y ser aliadas de verdad. En general, una educación en feminismo es territorio de las privilegiadas. Es difícil leer docenas de libros sobre teoría feminista mientras trabajas en una peluquería o tienes que trabajar para llevar comida a la mesa en puestos que exigen energía física y mental. A veces el trabajo de las feministas en la comunidad es más relevante que cualquier texto. Mi libro acaba diciendo que las comunidades marginalizadas ya han desarrollado estrategias y soluciones por cuenta propia. Ahora el feminismo dominante tiene que decidirse, tiene que pasar más tiempo ofreciendo recursos y menos exigiendo que le den la razón. Ser cómplices significa que el feminismo blanco destinará sus plataformas y sus recursos para apoyar a las personas que llevan a cabo una tarea feminista en el seno de las comunidades marginalizadas.

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