¿Qué aconteció (realmente) en el paraninfo de la Universidad de Salamanca el 12 de octubre de 1936? ¿Qué discurso pronunció Miguel de Unamuno mientras (aún) era rector de la Universidad salmantina? ¿Cómo interrumpió la intervención el general Millán-Astray para tratar de paliar la inteligencia?
Este jueves 17 de junio a las 19 horas en el Instituto Cervantes de Madrid, Miguel de Unamuno Adarraga, nieto del filósofo vasco, junto a Ana Chaguaceda Toledano, directora de la Casa-Museo Unamuno, han resguardado en la Caja de las Letras –caja nº 1695– dos preciados documentos históricos. Un dibujo realizado en 1904 por Unamuno, un Don Quijote crucificado en una encina que rinde homenaje al cuadro del Cristo de Velázquez. Y el único testimonio escrito —redactado en 1936 por Ignacio Serrano, catedrático de Derecho Civil de la Universidad de Salamanca– del mítico enfrentamiento en el paraninfo entre Miguel de Unamuno y Jugo (Bilbao, 1864 – Salamanca, 1936) y José Millán-Astray, fundador de la Legión y jefe de Prensa y Propaganda de los golpistas.
Con motivo del evento in memoriam yla presentación del libro La doble Muerte de Unamuno (Capitán Swing, 2021) –coescrito por el cineasta Manuel Menchón, y por el escritor y docente Luis Jambrina–, Miguel de Unamuno Adarraga es entrevistado por elDiario.es. “La inteligencia no muere aunque a veces se ve aplastada por la estupidez, que es, generalmente, mayoritaria y, solo en cierto sentido, más fuerte”, señala el nieto de Unamuno.
Vencer no es convencer
31 de diciembre de 1936. Guerra civil española. Salamanca como epicentro propagandístico del bando sublevado. José Millán-Astray ejerciendo de Joseph Goebbels a la española. La última noche del 36, el escritor y filósofo, Miguel de Unamuno recibió la visita de Bartolomé Aragón Gómez –según los tentáculos de Franco, exalumno y amigo del intelectual vasco (bulo destapado por Manuel Menchón)–. Bartolomé Aragón fue la última persona en ver con vida a Unamuno y el encargado de contar cómo (supuestamente) este había fallecido por causas naturales.
Este relato esperpéntico firmado por el fascismo español fue cuestionado por el director de cine, guionista y escritor Manuel Menchón. Menchón, a raíz de ver cómo se contaba la historia de España en los libros de texto de su hija, tiró del hilo e investigó quién era ese hipotético antiguo alumno de Unamuno. “Bartolomé Aragón no era ni amigo, ni exalumno, ni discípulo. Era un falangista, y no cualquiera”, explicó Menchón a elDiario.es. Ninguno de los documentos epistolares que se conservan –25.000 cartas– del candidato al Nobel iban dirigidos a Aragón.
Indagación que le llevó a Menchón a conocer más sobre el bibliocausto español –quema de libros por los franquistas– y diversos documentos que, tras diez años de trabajo, construyeron el largometraje Palabras para un fin del mundo, gran ausente entre los documentales nominados a los Premios Goya 2021. Contrahistoria –o en términos fotosensibles, negativo– de Mientras dure la guerra, premiada ficción oficial que Alejandro Amenábar llevó a la gran pantalla. “Cuando la vi [Mientras dure la guerra] en una proyección privada le dije a Amenábar: ‘como director de cine muy bien, como biógrafo cuentas cosas que no son ciertas’ (…) No responde a la realidad. Aparecen cosas falsas, como visitas a Franco que nunca existieron”, subraya Miguel de Unamuno Adarraga.
La inteligencia no muere
“Al parecer no bastaba con que hubiera fallecido y su voz se hubiera apagado. Tenían que requisar su cadáver y tergiversar su palabra (…) Que, además, secuestraran su memoria y su personalidad resulta especialmente trágico y doloroso para alguien como Unamuno, ya que de esta forma le estaban arrebatando algo más preciado que la vida, aquello por lo que había luchado durante toda su existencia y a lo que había consagrado sus obras: la manera en que sería recordado”, firman Manuel Menchón y Luis Jambrina en La doble Muerte de Unamuno.
El ensayo escrito por Menchón y Jambrina complementa en profundidad lo expuesto en el documental Palabras para un fin del mundo. Libro que presenta una antítesis a la versión oficializada de los hechos y que señala (y prueba) cómo se armó el engranaje franquista para tratar de convertir a Unamuno en el Judas de la Guerra Civil, en un filofascista. “Si me han de asesinar como a otros, será en mi casa”, escribió Unamuno a un amigo en una carta. Su nieto asegura que gracias al documental de Menchón conoció hechos que desconocía sobre la historia de su abuelo. “Hay cosas que yo no sabía, como la intervención nazi en contra de que le dieran el Premio Nobel”, confiesa Unamuno Adarraga.
Ahora que “la cápsula del tiempo”, albergada en el Instituto Cervantes, guarda parte del legado cultural de uno de los pensadores más notorios del siglo XX, cobra menos sentido (si cabe) el grito fascista de Millán-Astray que anhelaba asesinar la inteligencia y que enaltecía la muerte. Muerte, la de Miguel de Unamuno, que el tiempo no ha enterrado ni olvidado. A pesar de la posverdad y de ser objeto de la acción propagandística de la ultraderecha, el bulo de entonces, las fake news de hoy.
“Mi abuelo era un hombre que siempre decía lo que pensaba, pero no apoyó el golpe como es bien sabido, lo rechazó. La escena del paraninfo se ha intentado deformar. De hecho, los falangistas robaron el féretro. Y lo que querían no era robar el cuerpo, sino el espíritu, el prestigio”, destaca el nieto del escritor de la generación del 98.
La caja nº 1695 del Instituto Cervantes se volverá a abrir el 12 de octubre de 2036 cuando se cumplirán cien años del “vencer no es convencer”, espetado por el autor de Niebla (Renacimiento, 1914) en 1936. “Centenario de aquella ocasión en la que mi abuelo dejó claro para siempre su aborrecimiento al fascismo. Eso que algunos no saben todavía porque no pueden o porque no quieren”, sentenció el nieto de Unamuno antes de guardar los documentos en la Caja de las Letras.
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