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Más orgasmos en los países comunistas

Por Cadena SER  ·  13.10.2019


Ya en 1911 se hablaba de crisis sexual. Lo hizo una rusa, una de las pioneras del feminismo obrero, que ocupó varios cargos en los gobiernos de la URSS: Alejandra Kollontai. Ella es una de las mujeres citadas en el ensayo de Kristen Ghodsee, que edita en España Capitán Swing con el sugerente título de Por qué las mujeres disfrutan más del sexo bajo el socialismo.

Etnógrafa y profesora de Estudios de Rusia y Europa del Este, la autora norteamericana ha pasado años investigando qué sucedió con las mujeres en países que pasaron del socialismo estatal al capitalismo y, (¡Oh sorpresa!) Las cosas fueron a peor. Porque como diría Groucho Marx: “¡Hay tantas cosas en la vida más importantes que el dinero… ¡pero cuestan tanto!”

Así podría resumirse en qué consiste todo en este sistema económico en el que vivimos, también el sexo. “El capitalismo no tiene problemas en mercantilizar el sexo, ni siquiera en aprovechar las inseguridades que existen en las relaciones para vendernos productos y servicios que ni queremos ni necesitamos. Las ideologías neoliberales nos hacen ver nuestros cuerpos, nuestra atención y nuestros afectos como objetos que comprar y vender”, establece como tesis este ensayo. 

Apunten otra frase, en este caso de otro Marx, de Karl. “El progreso social puede ser medido por la posición social del sexo femenino”. Y en ese caso las sociedades comunistas estaban mejor. en casi todos ellos se redujo la dependencia económica de las mujeres respecto de los hombres.

La autora también expone todo lo negativo y no afirma, en ningún momento que haya que volver a los regímenes comunistas; sino adoptar las medidas sociales que beneficiaban a la mujer y, por extensión, a toda la sociedad. Entre esas medidas están los subsidios a las madres, la creación de guarderías estatales -que no costaban un duro a las familias, no como ahora, donde las guarderías se llevan un gran porcentaje del sueldo de padres y madres-, la división del trabajo, reparto en las tareas del hogar. Como lo oyen.

Si el socialismo se aplica bien, dice la autora, tiene efectos liberadores para la mujer.

“Conduce a la independencia económica, a mejores condiciones laborales, a un mejor equilibrio entre trabajo y vida, y, sí, a un mejor sexo”. El orgasmo, parece, tiene que ver también con la economía o, como diría un marxista, con las condiCIones materiales de la producción. 

La libertad sexual de las mujeres también se vio beneficiada de que en la URSS fuera legal el aborto o de que la religión se hubiera eliminado. Recuerden aquello del opio del pueblo.

Rosa Luxemburgo, Flora Tristán o Clara Zetkin, Inessa Armand o Nadezhda Krupskaya... son referentes femeninos que pocas veces aparecen en nuestra mente. Todas eran comunistas, todas del este de Europa. Sus posiciones revolucionarias apoyan las tesis de Ghodsee y evidencian las críticas a estos gobiernos que, cuando vieron descender la natalidad, aplicaron medidas contra las mujeres. Por ejemplo, el aborto dejó de ser legal en algunos países comunistas, como relató magistralmente el rumano Cristian Mungiu en la película 4 meses, 3 semanas y 2 días.

Lo más interesante del estudio es observar cómo las medidas que muchas feministas reclaman hoy, ya las iniciaron las comunistas. La autora expone ejemplos de su propia maternidad, de su precariedad antes de llegar a la universidad, y las relaciones sexuales de amigos y amigas, ligadas al intercambio económico aunque sean dentro de la pareja y el matrimonio. También los esfuerzos que una mujer debe hacer para poder conciliar en la actualidad y las ideas al respecto que había bajo el socialismo.

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