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Más de John Wayne que de Jesús; así se radicalizaron los evangélicos americanos

Por La Razón  ·  05.02.2023

La historiadora Kristin Kobes Du Mez retrata a una comunidad cristiana apoyada sobre la raza blanca y una masculinidad rancia

Fue ante un auditorio en un salón de actos de una pequeña universidad cristiana de Iowa donde el expresidente Donald Trump pronunció, en enero de 2016, aquella mítica frase: «Podría disparar a gente en la Quinta Avenida y no perdería votos». Efectivamente, la audiencia de ese acto de campaña, cristianos evangélicos, le apoyó durante los siguientes cinco años prácticamente sin fisuras. Daba igual la barbaridad que dijera o que hiciera. El 80% de los adeptos a esta fe le votaron en 2016 porque vieron en él la encarnación de los valores que, desde los años 50 del siglo XX, habían ido creciendo en el evangelismo, esto es, la masculinidad más chusca y la raza blanca.

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Han pasado siete años y a Donald Trump, ya oficialmente aspirante a la nominación republicana, le ha salido un alumno aventajado que amenaza con quitarle el amor de los cristianos. Así lo afirma la historiadora Kristin Kobes Du Mez, autora del libro «Jesús y John Wayne» (Capitán Swing), sobre cómo los evangélicos «corrompieron una fe y fracturaron una nación». Una comunidad que, demográficamente va mermando. Hace diez años eran el 25% de la población y hoy no llegan al 15%.

-¿Cómo de importante resultó el apoyo de los evangélicos a Donald Trump en 2016? ¿Se volvería a repetir?

-No hay duda de que no habría ganado sin ellos. Ni la nominación en las primarias republicanas ni las elecciones generales. Fueron esenciales. Sobre lo que pueda ocurrir en el futuro, se observa una cierta división porque algunos creen que es el momento de cambiar y de apoyar a Ron DeSantis. Lo que está claro es que apoyarán a uno de los dos y luego al que sea designado. Se puede decir que muchos evangélicos se sienten muy vinculados Trump en lo personal, más allá de su agenda política. No hay ningún rechazo al ex presidente, de hecho, DeSantis está hecho a su imagen y semejanza. Es su versión más joven y, quizá, una opción más segura y un poco menos dramática.

Antes que a Trump, la comunidad evangélica de Estados Unidos había respaldado a otros republicanos e incluso a un demócrata, Jimmy Carter, del que acabarían «asqueados». Pero el preferido entre los preferidos fue Ronald Reagan. Como dice esta historiadora, era el «hombre perfecto» para hacer lo que tocaba. Había sido un chico malo y había logrado reconducir su vida, un poco como haría años después otro cristiano converso de Texas, George W. Bush, al que también encumbrarían antes de que les resultara demasiado blando.

-Entiendo que a los Clinton no los soportaban, sobre todo a ella.

-Sí, a Hillary la despreciaban profundamente desde los 80, cuando aún estaban en Arkansas. Era una mujer trabajadora, profesional, que se convirtió en un símbolo de muchos de los valores feministas que ellos detestaban. Y todo ello a pesar de que era una devota cristiana, practicante de la Iglesia metodista. Con Bill, en cambio, es verdad que muchos conservadores lo vieron más masculino después de que se destapara la infidelidad.

Portada de uno de los libros de recetas Marabel Morgan, autora de "Mujer Total"
Portada de uno de los libros de recetas Marabel Morgan, autora de “Mujer Total”

En los años 70, las mujeres evangélicas podían aprender a ser la «esposa perfecta» por quince dólares. El curso, llamado «Mujer total», era impartido por Marabel Morgan, una cristiana que había descubierto por experiencia propia los secretos de un matrimonio «feliz». Aquel curso pasó a ser un libro de autoayuda que encabezó las listas de no ficción de 1974. Hasta el día de hoy, se han vendido más de diez millones de copias. Este manual de sumisión total al marido «para dejar de sufrir» incluía consejos de seducción en la cama que pasaban por recibir al «rey de la casa» disfrazada cada día de una cosa distinta, de «bombón ardiente» a vaquera o cabaretera. Cundió el rumor de que lo más sexy era forrarse de plástico transparente, aunque la autora negó que fuera de su cosecha. Eso sí, le encantó la idea.

-¿Hay alguien parecido hoy en día a Marabel Morgan?

-Ya no hay una sola sino varias “infuencers” que, como ella, tienen mucho predicamento. La diferencia radica en que no las encontrarás en libros sino en Instagram. También hay una legión de mujeres normales y corrientes posteando contenido que ayuda a la causa y con un guion calcado. También están en otros espacios como “reality shows” en televisión. Son “celebrities” que presentan un cierto modelo de feminidad, de familia…

-¿Ha evolucionado el ideal de mujer o es igual de retrógrado que en el siglo XX?

-Aquí el espectro se amplía un poco y tienes más variedad. A las que siguen fieles a ese modelo de patriarcado rígido que preconiza la sumisión de las mujeres las encuentras en el extremo más conservador del movimiento. Son esas blogueras que cuelgan fotos de su imagen perfecta de ama de casa y madre de ocho hijos. También hay una versión más moderada que no necesariamente tiene todos esos hijos ni hace gala de sumisión, pero que defiende un estilo de vida cristiano con casas preciosas y niños que se educan en casa.

-Respecto al sexo, parece que las normas han ido cambiando según fuera el objetivo.

-Aquí es importante señalar la importancia que le han dado siempre a las diferencias entre géneros. Los hombres, llenos de testosterona, son agresivos por naturaleza. Pueden ser peligrosos, pero también protectores. No tienen autocontrol y por eso Dios ha creado la mujer tan opuesta. Ellas son débiles, hechas para seguir al líder, no para liderar. Puras y modositas para servir de contrapeso. Por eso recae en ellas la responsabilidad de preservar la virtud a través de una conducta que no sea nunca provocativa ni tentadora. Tienen que vestir de una forma determinada para no animar la lujuria inherente al hombre. Todo esto es antes del matrimonio. Una vez que se ha celebrado el casamiento, están llamadas a satisfacer todas las necesidades sexuales del marido. De pronto, tienen que pasar de ser castas, nada seductoras, a lo contrario. Incluso a llevar disfraces que exciten a su esposo. Por eso, siempre que algún hombre se comporta de manera inapropiada, hay una mujer a la que culpar. Incluidas niñas en algunos casos. También a la mujer que no ha logrado satisfacer al marido y este ha tenido que salir a buscarlo fuera, con una prostituta o quien sea.

-Pero los pastores en los 80 tuvieron sus propios escándalos sexuales.

-Uy, muchísimos. Es imposible llevar la cuenta. No fue solo una época, los escándalos relativos a líderes evangélicos han continuado siempre. Hubo uno que atrajo mucha atención por su carácter sensacionalista. Pero las situaciones de abuso sexual en esos espacios son una constante. El patrón es el mismo: un hombre con poder abusa de alguien de su congregación, al que acaban avergonzando, culpando y, finalmente, expulsando de la comunidad. Ellos obtienen el “perdón” después una asunción de culpa superficial y un supuesto arrepentimiento.

-¿No ha habido un #metoo evangélico?

-Sí. Lo cuento en el último capítulo del libro. Muchas víctimas se animaron a hablar en lo que llamaron el #churchtoomovement. Es verdad que gracias a las redes sociales cuando las víctimas se atreven a dar un paso adelante pueden conectar con gente que las apoya o que han padecido situaciones similares. Otra cosa es si las instituciones han cambiado. Yo creo que no.

-La defensa de la masculinidad es uno de los pilares de los evangélicos, pero también la raza blanca, ¿no?

-Sí. Cuando empecé el libro me di cuenta rápidamente de que la raza era una tema fundamental. El ideal del guerrero, del héroe y todos los modelos en los que se inspira la literatura evangélica eran blancos. Y la mayoría de sus hazañas tenía que ver con lograr la claudicación de poblaciones de color a través de la violencia: Teddy Roosevelt, John Wayne… De hecho, históricamente se opusieron al fin de la segregación en EE UU.

-El devenir de Brasil corre paralelo al de EE UU. ¿Qué culpa tiene el evangelismo?

-Los lazos entre los dos cristianismos evangélicos se remontan al siglo XIX. Misioneros baptistas del sur después de la guerra civil en Estados Unidos fueron a Brasil a hacer apostolado. Las raíces son antiguas y los vínculos se mantienen fuertes hoy en día entre las Iglesias y la cultura popular. Los libros más vendidos allí son de autores americanos traducidos al portugués. Pastores americanos definen en gran medida el rumbo evangélico de Brasil tanto en lo religioso como en lo político. Se ve en las características de los seguidores de Bolsonaro, tienen patrones calcados a los de evangélicos estadounidenses.

El enemigo tradicional de los evangélicos de los años 50, el comunismo, viró después hacia el Islam y la inmigración. Hoy en día, la ideología de género y el movimiento trans es el monstruo de dos cabezas. En realidad, cualquier excusa que sirva para unir a las bases y enardecer los ánimos es válida. El peligro para el resto aparece cuando esos mensajes no funcionan y hay que tirar, literalmente, con bala. Así ha ocurrido tanto en EE UU como en Brasil, donde la escalada hacia acciones no democráticas como la negación de los resultados electorales pintan horizontes mucho más oscuros.

-¿Cuándo empezó este proceso de radicalización?

-Es difícil decirlo, pero el periodo más crítico fue el de los años 60 del siglo pasado. Justo antes del comienzo de la Guerra Fría, a finales de la década de los 40, los evangélicos comenzaron a formar parte del «mainstream». Hasta entonces habían sido ignorados, marginados. Aparecen figuras como Billy Graham y se ponen a defender los roles de género tradicionales, el Ejército y la lucha contra el comunismo. En aquella época, todos los americanos defendían lo mismo, pero llegaron los 60 y todo cambió. Muchos comenzaron a cuestionar esos valores nucleares, aparece el feminismo, el movimiento en defensa de los derechos civiles, las protestas contra la guerra de Vietnam… Es cuando los evangélicos empiezan a enarbolar sus principios contra el resto de americanos y no con ellos. Se arrogan la lucha en defensa de la América cristiana amenazada.

-¿Sigue teniendo tanto peso el mercado de consumo de la población evangélica?

-Totalmente. Es enorme, el único cambio es el lugar en el que se venden esos productos. Desde los 70 hubo un gran crecimiento de la red de distribución en las tiendas de libros cristianas, las radios. Era una industria invisible a los ojos de los que no profesaban esa fe, pero hay generaciones enteras de jóvenes que han crecido oyendo la misma música, leyendo los mismos libros. Esto todavía existe pero ahora puedes comprar esos productos en Amazon, Walmart, Hobby Lobby… Ya no hay librerías concretas porque han cerrado, aunque las editoriales son tan poderosas o más que antes. Es que el mercado dicta la ideología y los editores son guardianes de las esencias. Si quieres que tus libros se publiquen no te puedes saltar ciertas normas o desapareces.

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