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Marta Carmona: «La ansiedad es la respuesta del cuerpo a una sensación de amenaza»

Por La Marea  ·  13.10.2022

Marta Carmona (Madrid, 1984) es psiquiatra en un centro de salud mental. Tiene un máster en estudios feministas, es miembro del colectivo Silesia, que combate las desigualdades sociales en salud, y forma parte de la junta directiva de la Asociación Española de Neuropsiquiatría (AEN) y de la Asociación Madrileña de Salud Mental (AMSM). Acaba de escribir el libro Malestamos (Capitán Swing), junto con el médico de familia Javier Padilla, en el que ponen de relieve que existe un sufrimiento cotidiano motivado por factores estructurales al que no se puede responder de forma individual. Malestamos analiza “una sociedad que habla de salud mental pero que, en realidad, está hablando de un conjunto de conceptos entremezclados: desesperanza, cansancio, falta de expectativas, estrés, preocupación y dificultad para saber cuándo acabará ese sentimiento».

¿Utilizamos demasiado el término salud mental cuando, en realidad, a veces tenemos un malestar importante o un futuro incierto?

Sí y no. Se está poniendo todo en el saco de los problemas de salud mental o de los trastornos mentales, cuando el concepto al que atendemos a los profesionales, sean psiquiatras, psicólogas, enfermeras de salud mental o trabajadoras sociales, se refiere más a un tema patológico. Se está usando masivamente para el sufrimiento que no es extremo. Ahora bien, ¿esto es un problema de quien usa el término en una conversación de café, o de quien dice ‘tengo una depresión de caballo’ cuando está triste? No creo que la gente elija mal el término, sino que llevamos décadas permitiendo que el sentimiento se exprese así.

Es cierto que se usa demasiado ese término, cuando está diseñado para otra cosa, pero está cubriendo un agujero que estaba sin cubrir. Es lo que muchas veces se llama patologización de la vida cotidiana. Una de las cosas que queríamos hacer con el libro era empezar a poner palabras a ese intermedio que no llega a ser un trastorno pero que sí es un sufrimiento cotidiano. Es importante saber cómo lo nombramos y qué formas tenemos de intervenir.

¿Confundimos ansiedad con un conflicto no resuelto?

La ansiedad no es una patología, es un síntoma que a su vez puede tener mil caras distintas, pero siempre es una reacción a algo que nos está pasando; puede ser un conflicto perfectamente identificado, como ponerme nerviosísima antes de empezar un examen. En cambio, tener un nerviosismo continuamente durante una etapa de mi vida y no identificar exactamente por qué, también puedo decirle ansiedad, pero lo cierto es que hay algo que lo está produciendo, igual que mi relación de pareja hace tiempo que se derribó y estoy intentando mantenerla, quizás es que mi momento vital es horroroso porque no tengo una sola elección a mi alcance que yo quiera escoger, igual es que la convivencia con la familia es desastrosa… Entonces, esa ansiedad que yo tengo se me dispara con cosas banales y con cosas pequeñas.

La ansiedad es la respuesta del cuerpo a una sensación de amenaza, a percibir un peligro en el entorno. A veces, ese peligro está más oculto y en ocasiones es más evidente. El problema es que, en vez de entender la ansiedad como señal de alarma ante un peligro, la entiendo como algo que sucede porque sí. Cuando se habla de ansiedad como si fuera un fenómeno descontextualizado o desvinculado de la vida de esa persona, se convierte en algo dificilísimo de manejar.

¿Necesitamos formar parte de un grupo y tener la sensación de pertenencia para tener más esperanza, en el sentido de que, si yo me caigo, tengo una red de apoyo que me sostiene?

Uno de los factores más relevantes para una buena salud mental, incluso en el extremo más patológico, es tener unas buenas redes personales, gente de tu entorno, sea familiar, amigos, de grupos de apoyo mutuo, compañeras de trabajo con las que haya una buena relación… Tener gente en la que apoyarte y a la que apoyar es una de las cosas que más bienestar genera. Incluso en situaciones de traumas graves, como delirios y alucinaciones, tener estas redes y la posibilidad de apoyo ayuda a que estos problemas no vayan a más y se puedan reparar.

Cuanta más red tengamos y mejor sostenimiento tengamos, mejor estaremos. Vivimos en un día a día en el que se nos dificulta mucho tener estas relaciones. Que podamos establecer estas redes y que podamos participar en las redes de otras personas no es una prioridad en el día a día, lo que deteriora la salud mental y genera malestar.

¿Qué importancia tiene la solidaridad?

Toda. Parece que tener redes te sirve a ti porque sacas un beneficio, cuando lo importante de la red es que también estás generando un beneficio a otros. Ante el malestar del otro también puedes responder. Tenemos el marco individualista tan establecido que lo que me interesa es que se me resuelva mi malestar, no cómo puedo hacer frente al malestar colectivo, que sería preocupándonos todos ante el malestar de todos. Quizás no puedo responder a mi malestar, pero sí al de la persona que tengo al lado.

Entonces, ¿es importante la solidaridad? Es básica para poder entender una comunidad, una sociedad que no sea generadora continuamente de ese malestar. Debemos cuidarnos unas a otras.

¿Existe una tendencia a medicarse y no resolver el problema de fondo, que muchas veces tiene que ver con causas estructurales, como problemas laborales o de acceso a una vivienda digna?

La respuesta a la pregunta así formulada sería ‘sí’, pero me cuesta responder tal cual porque puede parecer que la gente que toma medicación o que va a un grupo terapéutico para aprender a manejar la ansiedad busca soluciones individuales, pero es que este es el marco que estamos permitiendo; y las personas hacen lo que pueden y lo que tienen disponible. Si alguien tiene unas circunstancias horrorosas que le están creando mucho malestar y no tiene capacidad de cambiarlas y su cuerpo le avisa, esta persona debe seguir funcionando y hace lo que puede, con medicación o con psicoterapia. Hace lo que puede para poder seguir quizás en ese trabajo que le está sacando la salud o por atravesar esta época de la vida donde está sobrecargadísima de brindar cuidado a su entorno.

La gente que se está medicando ante un problema que tiene que ver con otra cosa, tampoco tiene muchas otras opciones. Las personas recurren a lo que tienen disponible y uno de los problemas a nivel colectivo es que estamos ofreciendo pocas alternativas a este marco tremendamente individual. Además, existen pocas cosas más rápidas de actuación que la medicación. Si una persona necesita seguir en la rueda de producción del sistema, termina medicada.

¿Es la salida no fácil, pero sí rápida?

Claro, y de alguna forma se tiende a demonizar. Tú puedes analizar, a nivel macro, que tenemos unos niveles de vida que son cada vez más ‘invivibles’ y que la solución para mucha gente es tomar pastillas o intentar entrenar una resiliencia a veces bastante mal entendida. A nivel macro lo ves clarísimamente y es horroroso, pero después en la consulta te encuentras ante una persona que tiene un horario de trabajo infame, que está desbordadísima y no consigue dormir. Tú y el paciente entendéis perfectamente que la medicación no es la solución, pero que se quede sin dormir y tenga que mantener estas circunstancias horrorosas y, además, con mucho sufrimiento físico, tampoco es la solución.

En el libro hemos intentado hablar de evitar los falsos dilemas: medicación sí o no. Muchas personas que toman medicación saben que, en realidad, deberían tener otras respuestas a su alcance, pero si socialmente no las construimos, en la práctica acabas tomando lo que tienes a tu alcance.

El malestar no es una enfermedad, pero perjudica a la salud. ¿Cómo se cura?

Debemos encontrar maneras a nivel colectivo de cuidarnos unas a otras, de brindarnos redes y de brindarnos espacios. Debemos buscar el apoyo del entorno y formas de llevar nuestras vidas que nos permitan estar mejor apoyadas y, sobre todo, apoyar mejor al otro.

Por mucha terapia que haya, si no se solucionan algunos aspectos de la sociedad, ¿no habrá descanso mental?

La psicoterapia, cuando está bien indicada y existe la posibilidad de hacerla bien, es un recurso valiosísimo, pero es una intervención técnica individual. Es como una cirugía de rodilla, quien la necesite saldrá estupendamente bien, pero no tiene sentido en una ciudad con muchas costas y muy incómoda, ponerse a operar las rodillas de toda la población. Lo que tendrás que hacer es un mejor trazado urbano, calambres accesibles y mejorar la ciudad, no poner prótesis de rodilla a todo el mundo.

Se ha normalizado algo la idea de que, ante el sufrimiento, la única respuesta posible es la intervención técnica. Es verdad que, durante mucho tiempo y todavía ahora, acceden menos personas de las que deberían ir, y tiene sentido reivindicar un mejor acceso. Los equipos de salud mental deben tener mejor accesibilidad y trabajar desde el marco psicosocial, y no solo los equipos de salud mental, pero esta intervención técnica debe estar bien hecha y nunca puede ser la respuesta para toda la población.

¿Este malestar es más propio del mundo capitalista occidental?

Hay una lectura frívola sobre el malestar según la cual “en los países ricos tenemos de todo y no sabemos aprovechar lo bueno de la vida y en los países pobres, sí”. Bien, hay países expoliados y donde se deteriora la calidad de vida de las personas y donde existe opresión. Lo deseable es tener un mundo en el que todo el mundo esté bien, donde tengamos la capacidad razonable de escoger qué tipo de vida queremos, donde podamos participar en nuestro entorno y donde podamos implicarnos unos con otros.

En nuestro mundo capitalista hay malestar, pero esto no significa que en otras partes no haya muchísimos malestares y muchas veces mucho más explícitos y que tienen que ver con una expresión de la violencia mucho más directa. Todos los malestares están relacionados con el sistema en el que vivimos.

Malestamos habla también del suicidio juvenil, que en España es la primera causa de muerte entre las personas de 14 y 29 años. ¿Es el ejemplo más grave de cómo las personas no ven futuro, incluso cuando tienen «toda la vida por delante»?

Antes, la primera causa de muerte juvenil eran los accidentes de tráfico y, la segunda, los suicidios, pero ahora esto se ha invertido. No parece que las cifras estén aumentando, pero lo que ha subido una barbaridad son los intentos de suicidio. Las intervenciones en urgencias por este tema han sufrido un aumento brutal. Se está viendo un sufrimiento psíquico muy intenso en la juventud.

Tienen toda la vida por delante, pero, ¿qué les estamos dejando? La generación de los boomers, que después de la Segunda Guerra Mundial y en las décadas siguientes construyó el estado del bienestar, construyó una sociedad nueva, con sus cosas buenas y malas, sigue muy apegada al poder y sigue queriendo organizar las cosas como ellos querían. Cada vez hay un mayor decalaje entre el poder que tiene la gente joven y la capacidad de resolución de los entornos que tiene la gente joven. Al final, los chicos y chicas lo están pasando mal, es un fenómeno multifactorial, pero hay que tener en cuenta que se les está lanzando un mensaje del que nada pintan, del que no pueden tomar decisiones.

Quienes van una generación por encima de estos chicos y chicas están totalmente desolados, han asomado entre dos crisis económicas enormes y las promesas de desarrollo han ido cayendo. Los que vienen detrás ven que los que van por delante no tienen ninguna capacidad de control sobre sus vidas, y piensan, ‘nos queda un planeta calcinado y una sociedad en la que no sabemos qué pintamos’. Hay más enfoques, pero creo que este es uno de los que deben estar sobre la mesa. La forma de responder al sufrimiento más extremo y al malestar común es que todo el mundo debe poder aportar. Todo el mundo debe decidir en qué sociedad estamos y cómo la construimos, chavales y chavalas incluidas.

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