Marta Carmona: «El sufrimiento psíquico se mercantiliza y hay quien se ha hecho rico con ello»

Por El Español  ·  06.10.2022


Me levanto, me doy una ducha, me hago un café y una tostada , me tomo un lorazepam (porque
esta mañana habrá que aguantarla de algún modo), me visto de cualquier forma, voy al curro, me
siento junto a mi compañera de despacho y empiezo a llorar. Estoy mal . No me encuentro
enferma, aunque podría, pero tampoco me encuentro sana. De hecho, no me encuentro y, tal vez,
ese sea el problema. Estas palabras pertenecen a Malestamos (Capitán Swing), un libro escrito
por la psiquiatra Marta Carmona y por el médico de familia Javier Padilla , también diputado de
Más Madrid en la Asamblea de Madrid. Lo que buscan es ahondar en las raíces que han
provocado que ese ‘estoy mal’ sea una frase que se escuche más y más veces en las consultas de
salud mental. «Cuando estar mal es un problema colectivo», reza el título de la obra. Lo de que
malestamos no lo dicen sólo ellos. Las cifras avalan la idea de que España tiene una tarea
pendiente con la salud mental, como demuestra el hecho de que seamos el país número uno del
mundo en el consumo de benzodiazepinas (aka diazepam, lorazepam, lexatin). [España ya es el
segundo país de Europa con más trastornos mentales: uno de cada cinco los sufre] «El malestar
del que hablamos no es una depresión clínica ni un trastorno de ansiedad generalizado, tampoco
es una arritmia o una enfermedad neurológica aún en busca de diagnóstico. Y, sin embargo, a
pesar de esta aparente indefinición, es algo que podemos contar a cualquier porque es muy
probable que nos vaya a entender, dado que se trata de una indefinición comprendida
colectivamente «, definen los autores en el libro. Como escribía el sociólogo Manuel Romero en un
texto titulado Habitar en un mundo grande y terrible , quizá, para empezar a comprender este
problema haya que pasar por empezar a comprender que el malestar no es algo aislado, como sí
lo es un trastorno mental, sino de empezar a comprender que las condiciones de la propia
sociedad han convertido el estrés y la ansiedad en el pan nuestro de cada día . «Hay gente que
está viendo que aquellos principios sólidos que les habían inculcado, como el lema ese de
‘esfuérzate, que te va a ir bien’, se han roto», ilustra Carmona sobre la epidemia del malestar .
¿Estamos equivocados a la hora de hablar de salud mental y entremezclar en ella un montón de
conceptos como ese malestar? No es que estemos equivocados. Una de las cosas que hace que
nos surja a Javier y mi la idea de escribir un libro es que sólo tenemos los términos y los
conceptos clínicos de salud mental para hablar de algo que en realidad es muchísimo más amplio.
Estamos utilizando y estirando términos clínicos para hablar de lo que nos pasa porque no se nos
ocurre otra alternativa o porque la mirada que utilizamos es tan individual y tan centrada en el
individuo que no tenemos palabra correctas o mejores. De ahí, el escribir ese libro. Esto es un
poco la idea de «lo mismo yo no estoy mal, es la sociedad quien está mal». Hay algo de cómo nos
estamos organizando, de lo que estamos considerando normal y aceptable que, de alguna
manera, nuestros cuerpos y nuestras cabezas están diciendo ‘no’. Entre todos tenemos que
pensar que eso. Aquí entran en juego las medidas que se están impulsado para paliar estos
problemas de salud mental. Una de ellas es poner más psicólogos en Atención Primaria, pero,
según el libro, esa no es la solución. Por una parte, está el hecho de que la accesibilidad al trabajo
psicoterapéutico en el sistema público tiene que ser mejor. Pero, incluso, aunque dotemos
generosamente de recursos a las redes de salud mental, éstas están concebidas para los
extremos, para aquello que entendemos como un trastorno mental grave, como esquizofrenia o los
trastornos adaptativos más aparatosos. El marco clínico no está pensado para esa cosa cotidiana
del día a día que se me atraganta. Aunque tú te lo pagues. Te puede ayudar en concreto con
algunas cosas, pero no con todo aquello que tiene que ver con las condiciones de vida. El
horizonte vital a medio y largo plazo no es nada halagüeño y, sobre todo, que tenemos la
sensación de tener muy poca capacidad de impacto sobre ese horizonte de largo plazo. El marco
psicoterapéutico no está pensado para eso. Ha dicho una frase que me ha llamado la atención:
puedes pagar por psicoterapia. Esto también abre el melón de la mercantilización de la salud
mental, de hacer negocio a través de ella, como expuso el polémico caso de Therapy Chat. El
capitalismo, sobre cualquier necesidad que detecte, la va a mercantilizar y va a intentar sacar todo
el nicho posible de ella. Y, claro, el sufrimiento psíquico también se mercantiliza. En el camino, hay
alguno que se ha hecho rico, pero la historia es que, incluso a través de la mercantilización, con
personas accediendo a la terapia que necesitaban, el problema macro sigue sin resolverse. En el
libro, hay una frase sobre esto que comenta, precisamente. Lo que bautizan como uberización de
la psicología y viene a decir que estos sistemas lo que hacen es pasarte por chapa y pintura para
devolverte al redil y que vuelvas a producir. Eso es. En el capítulo del café con lorazepam, que la
gente se ha quedado mucho con el ejemplo concreto, lo que quería decir es que tenemos un
problema con los fármacos y hay que verlo con datos macro. Si tantas personas están jugando a
las cocinillas con estimulantes y ansiolíticos, es porque hemos normalizado que, estés como
estés, lo importante es que sigas, sigas y sigas. También se achaca a los médicos una
sobreprescripción de benzodiazepinas. Hay médicos que dicen que sin los ansiolíticos, las
benzodiazepinas, en España habría una Revolución Francesa. ¿Lo cree así? No sé. Ojalá. Si yo
supiera seguro que, si no hubiera benzodiazepinas, iba a ser la Revolución Francesa, cortaba el
grifo y no daba ninguna. El problema de la sobreprescripción ya venía de antes, pero pega un
acelerón importante alrededor de la crisis del ladrillo, entre otras cosas porque se impusieron
políticas de austeridad y las pocas puertas que nunca se cerraron con esa crisis fueron las de los
médicos de Atención Primaria. Cuando una persona estaba al borde del desahucio, había sido
despedida o estaba en una situación de mucho miedo, los médicos de cabecera lo poquito que
tenían para dar era una benzodiazepina. Si hubieran tenido la opción de dar un pago o una renta
básica universal, ya te digo yo que habrían prescrito muchas menos. Creo que esto es lo que
sigue pasando ahora, aunque ya no estamos en el momento de la austeridad, coleamos mucho de
aquello. Me gustaría a mí que mis intervenciones psicoterapéuticas o mis prescripciones fueran
igual de potentes que garantizarle la seguridad económica a alguien. ¿Si eres pobre vas a tener
muchas más probabilidades de tener una mala salud mental? Eso es. Experiencias traumáticas
puede tener cualquiera, en cualquier estrato de la escala social, pero cuanto más abajo estás en el
escalafón, más atrapado puedes verte en situaciones que son tremendamente nocivas para ti y
que a lo mejor no puedes escapar de ellas. Si, además, añades temas de precariedad laboral o de
violencia laboral, cuantas más capas se acumulen, más difícil es. Hay parte de sufrimiento
psíquico que requieren, para poderlas reparar, de mucha energía, de poder pararse y para poder
poner en pausa tu vida, necesitas muchas cosas garantizadas y cuanto más abajo estás en el
escalafón social, más difícil que tienes para hacer eso. Mucha gente lo tiene, literalmente,
imposible. Esto conecta con los estudios que confirman que en las sociedades con menos
desigualdad la salud mental es mejor. Al final el mercado individualista lo que te lleva es a esta
cosa de yo estoy bien, sin preguntarte por los demás. Aunque tú estés bien, vas a vivir con la
amenaza eternamente de qué pasa si un día dejo de estar bien. Segundo, aunque tú no dejaras
de estar bien, no creo que sea deseable estar siendo testigo del sufrimiento ajeno
constantemente. Evidentemente, desgracias puntuales siempre va a haber, pero que sean
puntuales no sistemáticas. ¿Si has nacido en tal barrio ya tienes que ser desgraciado toda tu vida?
Eso no es. En el libro mencionáis una película que se llama ‘Deseando amar’. Yo tuve un profesor
que la definía como «la belleza de la resignación». ¿Nos hemos resignado a estar mal? Claro. Fui
yo la que la mencioné. La película habla de la resignación en una relación de pareja que no puede
estar junta. ¿No sería genial que se limitara a eso? Esta relación de pareja no cuaja, pero mi
proyecto vital sí y, si no lo hace, tendría que tener la capacidad hacer los cambios que sean. La
relación con la resignación es una virtud cuando se aplica a lo que toca, cuando se aplica a todo lo
demás, es una maldición. ¿Un suicida tiene siempre un trastorno de salud mental? A mí me
parece que eso es un análisis muy pobre. Hay casos que son absolutamente decididos y que
vienen por una circunstancia externa. Uno de los ejemplos que se suele poner para explicar esto
es el asedio de Numancia. ¿Quiénes se suicidaban para evitar que entren a su ciudad y que no los
encontraran vivos tenían un trastorno mental? No estaban en una guerra. Cualquier abordaje
simplista patológico del suicido se va a quedar en los extremos. Los hay clarísimamente que sí
tienen que ver con lo patológico, pero entre eso y el ejemplo de la invasión militar hay un espectro
amplísimo y aquí los expertos nos podemos tirar horas debatiendo entre matices. Nosotros en el
libro lo que intentamos decir es que las políticas para evitar el suicidio no tienen que ir solamente
hacia el final de la cadena y atender solamente a la gente que está con la sensación de tener un
riesgo inminente. Cuanto menos hostil sea la vida, menos riesgo de suicidio va a haber.

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