El mundo observó con estupefacción el pasado sábado cómo unos miles de mercenarios del grupo Wagner, comandados por Yevgueni Prizoghin, tomaban la localidad fronteriza rusa de Rostov del Don y avanzaban durante horas, sin encontrar gran resistencia, hacia Moscú. El presidente Vladímir Putin anunció en un solemne mensaje a la nación consecuencias terribles para los traidores, pero a última hora los dos protagonistas de este enfrentamiento llegaron a un oscuro acuerdo que devolvió —al menos, de momento— la tranquilidad a las calles rusas a cambio de que Prigozhin se retirara libre de cargos a un exilio en Bielorrusia. Mark Galeotti (Surrey, Inglaterra, 57 años) está convencido de que estos hechos se estudiarán en el futuro como uno de los puntos de inflexión que marcarán la caída de Putin.
Galeotti —director de la consultora Mayak Intelligence, profesor honorario de Escuela de Estudios Eslavos del University College London y autor de libros traducidos al castellano como Tenemos que hablar de Putin y Una breve historia de Rusia, ambos de Capitán Swing, y Las guerras de Putin, de Desperta Ferro Ediciones— es un profundo conocedor del entramado del régimen de Putin, que describe como un híbrido entre Estado moderno y sistema feudal. Galeotti respondió este lunes a las preguntas de EL PAÍS, a través de una conversación de Zoom desde su casa de la costa este de Inglaterra.
Pregunta. El pasado fin de semana debió ser fascinante para un especialista en Rusia como usted. De todo lo que ocurrió, ¿qué es lo que más le llamó la atención?
Respuesta. Una de las cosas más sorprendentes fue la poca resistencia que encontró Prigozhin. Quedó claro que las fuerzas de seguridad no estaban dispuestas a unirse a él, pero tampoco a detenerlo. Fue revelador. Una demostración real de la debilidad del Estado. El mundo vio un Estado que parece muy potente por fuera, pero que está hueco, que se está devorando por dentro. Irónicamente, creo que su acuerdo final con Putin era el mejor que podían haber obtenido los dos. A Putin lo sacó de un apuro. No quería verse obligado a bombardear Rostov del Don. Y en cuanto a Prigozhin: no apostaría nada por su salud a largo plazo, pero al menos logra vivir un día más. Y sale de una situación que claramente le había sobrepasado.
P. Hemos visto al Putin más débil en sus más de 20 años en el poder. ¿Qué efectos puede tener en Rusia?
R. Lo único que le queda al régimen es fingir que no ha pasado nada. Pero es cierto que Putin parece ahora más débil que nunca. Su régimen descansa sobre tres pilares: la legitimidad personal de Putin, las grandes cantidades de dinero para tapar cualquier problema y el control del aparato de seguridad. Los dos primeros pilares ya se estaban debilitando por la guerra de Ucrania. Sobre el tercero, el respaldo del aparato de seguridad, esta es la primera vez que tenemos una idea real de cuánto apoyo tiene Putin. Y las Fuerzas Armadas y la Guardia Nacional no se unieron a los hombres Wagner, pero tampoco los detuvieron. Esto muestra que el control ruso del aparato de seguridad no es completo. El régimen de Putin se está debilitando en todos los frentes. Putin está aterrorizado de parecer débil. Si sacrificara a [el ministro de Defensa, Serguéi] Shoigú en las próximas semanas, parecería que es parte del acuerdo con Prigozhin. Y esto no lo puede permitir. Así que, paradójicamente, Shoigú está ahora más seguro que antes de la rebelión.
P. ¿Y en la guerra de Ucrania? ¿Es la rebelión de Wagner una oportunidad para las tropas de Zelenski?
R. No creo que vaya a tener un gran impacto en la guerra. Pero supone una ventana de oportunidad para Kiev a corto plazo y un problema a largo plazo. La oportunidad viene de que Wagner, una fuerza de combate coherente, disciplinada y efectiva, estará durante un tiempo fuera de servicio. Es posible que algunos de sus hombres se integren en las unidades militares regulares, pero no será inmediato. Si la semana que viene los ucranios lanzan un ataque que rompa la línea defensiva, habrá menos fuerzas para mantener esa posición. Sin embargo, a más largo plazo, la lucha constante entre Prigozhin y la cúpula militar ha sido un problema para la coordinación militar rusa. Ahora, con Prigozhin desaparecido, puede haber más unidad. Y hay un segundo elemento beneficioso para Moscú: de todos los generales rusos, el más competente es Serguéi Surovikin, que a principios de año fue destituido como jefe único de las Fuerzas Armadas rusas en Ucrania. Hasta cierto punto, fue eliminado precisamente por su cercanía a Prigozhin. Pero fue de los primeros en pedir a Wagner que detuviera el golpe. Y esa declaración de apoyo al Kremlin puede devolverlo a la primera línea, lo que no sería bueno para Ucrania.
P. ¿Estamos ante el principio del fin de Putin?
R. Diría que sí, pero no sé cuánto durará. Es decir, estoy seguro de que cuando se escriba la historia, este será un momento crucial en el que la gente se dio cuenta de su debilidad y su escasa capacidad de respuesta. Pero lo que no sé es si la próxima crisis la vamos a ver en una semana, un mes o un año.
P. ¿Puede este movimiento alentar a otras personas a desafiar a Putin, ahora que han visto que su poder no es tan macizo?
R. No creo que la amenaza provenga de personas específicas. El problema es que el régimen de Putin se está volviendo cada vez menos capaz de responder a las crisis. Esta vez logró sobrevivir. Pero la próxima vez, ¿quién sabe?
P. La población rusa ha visto una columna de tanques hacia Moscú que nadie parecía capaz de parar. Es obvio que Rusia no es una democracia, ¿pero cómo puede dañar a Putin esta visión de su propio pueblo?
R. Que no sea una democracia no significa que la opinión de la gente no importe. Putin es reacio a la nueva movilización que reclaman los generales porque sabe que habría una reacción popular masiva. Confía en esperar hasta después de las elecciones regionales de septiembre. Putin sí se preocupa de lo que opina la gente. Es uno de los motivos por los que su gente realiza obsesivamente encuestas de opinión. Él ha presenciado el colapso de dos regímenes autoritarios por el poder de la gente: Alemania Oriental y la Unión Soviética. Gran parte de la identidad política de Putin se envuelve en la idea de que él es un hombre fuerte que sabe cómo defender Rusia. Pero Prigozhin ha dicho a los rusos que la guerra iba mal, que las bajas son mayores de lo anunciado y que el problema es la burocracia y la corrupción. Estas declaraciones han tenido mucho eco en las redes sociales. La gente tiene la sensación de que él sí está dispuesto a cuidar a sus propios hombres. Esta comparación entre los dos es bastante reveladora. Y socava la legitimidad y credibilidad de Putin.
P. Muchas capitales occidentales temen que un país como Rusia, con uno de los mayores arsenales nucleares del mundo, caiga en el caos.
R. Obviamente, la gran pesadilla es la implosión de Rusia y su fragmentación. Pero no hay síntomas realistas de ese escenario. Las regiones no están buscando separarse y el aparato estatal sigue siendo bastante fuerte. El Estado burocrático funciona. Y sobre el miedo a que a Putin le suceda alguien peor, es difícil imaginar un régimen más agresivo. Sobre todo porque ningún sucesor tendría el mismo poder personal que tiene él. Y eso implicaría la necesidad de pactos, lo que tiende a alejar las cosas de los extremos.
P. En su discurso del sábado, Putin pronunció la palabra traición seis veces. Y la traición es, según sus propias palabras, lo único que no perdona. ¿Cómo de creíbles son las garantías de seguridad a Prigozhin?
R. No creo que le vaya a pasar nada inmediatamente. Si sucediera, Putin quedaría como un mentiroso y Prigozhin como un mártir, el santo patrón de todos los soldados descontentos con lo que ocurre en el frente ucranio. Por supuesto que Putin no olvidará ni perdonará nunca lo ocurrido, pero creo que si le pasa algo a Prigozhin será en un tiempo.
P. ¿Cuál era el objetivo de Prigozhin? Nunca tuvo opciones reales de triunfar en su rebelión. ¿Era un movimiento a la desesperada o tenía apoyo de algunas élites?
R. Fue un ejercicio tanto de desesperación como de optimismo. Prigozhin creyó que las unidades del ejército se pasarían a su lado y no lo hicieron. Y creyó que Putin haría concesiones. Pero se encontró con ese discurso inflexible del presidente. Entonces Prigozhin ya estaba contra las cuerdas. Esto es solo especulación, pero mi sospecha es que Prigozhin pensó que iba a ser arrestado o destituido porque estaba perdiendo su lucha con Shoigú. En esas circunstancias, pudo pensar que era mejor golpear primero. Un intento desesperado de salvar su piel. Creyó que mediante una demostración de fuerza podía hacer que Putin retrocediera.
P. Este tipo de funcionamiento, ¿no es más propio de un sistema feudal que de un Estado del siglo XXI?
R. Es una situación extraña. Rusia es un híbrido. En muchos sentidos, es un Estado burocrático moderno muy reconocible. Pero por encima de ese Estado, las personas que lo dirigen, lo hacen de una forma feudal. Una autocracia en torno a la corte del zar Vladímir en la que se utilizan diferentes instituciones como instrumentos políticos en los que los individuos buscan desplazar a otros y aumentar sus responsabilidades. Este es el tipo de naturaleza extraña del Estado de Putin. Es a la vez una burocracia moderna y una corte medieval.
P. ¿Y qué efectos puede tener en Wagner y en sus negocios en África y otros lugares?
R. Asistiremos a una desconexión. Creo que los días de Wagner como fuerza de combate en Rusia y Ucrania han terminado. Pero el Grupo Concord, que incluye a Wagner, va a sobrevivir. Y en particular, sus operaciones en África, que son demasiado lucrativas y útiles no solo para Prigozhin, sino para el Estado ruso. Parte del trato será que esa parte de Wagner pueda seguir funcionando, con o sin Prigozhin.
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