Luna Miguel: «La generación de escritores macho ya se está muriendo»

Por El Salto  ·  20.11.2019

El peso del canon machista, haber escrito obras fascinantes y ser pioneras es lo que tienen en común las autoras que Luna Miguel reivindica en El coloquio de las perras (Capitán Swing, 2019), un libro con el que la escritora y periodista (por ese orden, creo) se suma al trabajo de recuperación gracias al cual, si estás atenta, tu lista de lecturas pendientes tendrá pocos autores de los de siempre. Pocos vargasllosas y javieresmarías. Este trabajo de recuperación que Luna Miguel hace también cada día desde su cuenta de Twitter cobra forma de libro. Un libro, además, que no se limita a ofrecer una lista de nombres y referencias biográficas. 

Desde Cómo acabar con la escritura de las mujeres, la obra de Joanna Russ publicada en 1938, son muchas las autoras que —por suerte— nos han explicado que las escritoras escriben mucho y escriben bien, aunque luego el canon se encargue de ponerles un velo y dejarlas a un lado. Así, las perras de Luna Miguel están unidas a las perras de Rosario Ferré, autora de El coloquio de las perras original, publicado en 1990 (año de nacimiento de Luna) en el que Ferré analiza la misoginia de los grandes autores de la de la considerada como alta literatura. Un concepto, por cierto, bastante impugnable.

El coloquio de las perras pretende ser un homenaje a las escritoras hispanohablantes que sortearon todo tipo de obstáculos para hacer su literatura. ¿Quiénes son esas perras y de que os conocéis?
Estas perras son once autoras que he leído intensamente durante los últimos dos años, y son autoras que, para desgracia de la literatura y de la gran literatura, han quedado al margen. Aunque yo soy muy activa en redes sociales y comparto libros, creo que el mensaje se diluye en el día a día, y pensé que este formato fuera no solo biografía, sino también crítica e investigación sobre la vida y la obra de estas autoras para ponerlas en contexto, puede darles el sitio que creo que merecen.

En tu libro hay bastante reproche. ¿Te sientes una especie de justiciera literaria?
No sé si como una justiciera, entre otras cosas porque yo también las he tratado así. En el capítulo de Agustina González, la única española que hay que es una escritora a la que fusilaron durante el franquismo, escribo una carta a Agustina. Es una carta en la que me lamento de haber denostado durante todo este tiempo a las escritoras españolas que escribieron durante el siglo XX o antes. Desde Carmen Martín Gaite hasta Josefina de la Torre Sandoz, o la propia Gloria Fuertes.

Son escritoras a las que veíamos de vez en cuando en la televisión, que aparecían citadas nota a pie de página de nuestros libros de la escuela… autoras que difícilmente veíamos en los suplementos culturales. Cuando era adolescente y empezaba a leer, leía a mucho más una Sylvia Plath, porque había un aura, quizá porque venía de fuera. Durante mucho tiempo hemos renegado de mujeres que escribieron en nuestra propia lengua que, por algún motivo, no eran alta literatura.

Me gustaría pensar que soy el gato de Sailor Moon y que he llegado ahí para colarme con mis patitas entre las bibliotecas y tirar libros para que alguien los vea

Y si encima nos vamos a las autores de América Latina, que están lejos, en un continente que a veces ni siquiera entendemos, esto es aún mayor. No sé si el justiciera… No sé si Sailor Moon pero sí me gustaría pensar que al menos soy el gato de Sailor Moon y que he llegado ahí para colarme con mis patitas entre las bibliotecas, hacer así con la mano y tirar los libros para que alguien los vea. Porque yo también he sido parte del problema como lectora, como editora e incluso como periodista. Si leo mis primeros artículos las revistas de cultura en las que he colaborado durante toda mi vida, siempre hablaba de hombres. Fue hace relativamente poco tiempo, quizá unos cinco años cuándo mi mente cambió.

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Luna Miguel: «El boom no solo fue boom machista, a mi juicio, sino también clasista» DAVID F. SABADELL

Ese aura que veías antes en las escritoras en otras lenguas, ¿la ves ahora a las perras de tu libro?
Completamente. Además, me he dado cuenta que el aula específico que veía Sylvia Plath también era provocado por una mirada condicionada por el machismo: ella me atraía porque era una chica suicida, loca, maldita… aunque es mucho más. Eso lo trato en el capítulo de Alejandra Pizarnik, de la que se dice que es la Silvia Plath en español. Esto solo se dice porque ambas se suicidaron, porque sus vidas no tienen absolutamente nada que ver.

Todo tiene que ver con cómo miramos. Hay épocas en las que te apetece más leer poesía y otras en las que te apetece más leer ensayo, pero es cierto que a todas estas escritoras antes ni siquiera las hacíamos caso porque pensábamos que no era literatura, qué eran las “mujeres de”. El cambio empieza a darse cuando tu propio mundo cambia y te das cuenta de que no estás “leyendo a la mujer de” sino que estás “leyendo a”, y ese complemento es importante.

En El coloquio de las perras hay una selección de autoras. ¿Quién se ha quedado fuera?
La argentina Glauce Baldovin, por ejemplo. Carmen Ollé. Una de mis favoritas, que dicen que es la verdadera pionera del boom: María Luisa Bombal, chilena. La mexicana Josefina Vicens, que además firmaba como un hombre para poder publicar sus novelas…

¿Da para una segunda parte?
Me encantaría. Me pongo a pensar en nombres españoles y echo alguno de menos, como el de Josefina de la Torre y muchísimas más. Pero en España creo que hay mujeres que están haciendo un trabajo muy grande de recuperación. Ediciones Torremozas, por un lado, publica muchísimo. Este mismo año ha sacado la antología Versos con faldas, que era la tertulia feminista que hacía Gloria Fuertes y todas las poetas que se reunieron con ella. Elena Medel es autora de la investigación “Cien de cien”, de recuperación autoras españolas del siglo XIX y XX totalmente olvidadas y que ella recupera leyendo revista por revista en la Biblioteca Nacional. No hay hoy ninguna escritora que no esté recomendando leer a otras escritoras.

La presentación de tu libro incluye el sintagma “por el hecho de ser mujeres”. ¿No piensas en que a veces cansa el “por ser mujer”?
Sí, pero por desgracia es muy real. En este caso, además, es “por ser mujer”, “por ser latinoamericana”, en algunos casos “por ser indígena” o “por ser descendiente de indígena”, o “por ser afrodescendiente”. En el caso de América Latina se suman muchos más apellidos, como “por ser precarias”. Por ejemplo, las autoras del boom que más conocemos, Elena Garro y Alejandra Pizarnik, tuvieron la suerte de poder salir de su país con el resto de escritores del boom que vivieron en París. O sea que el boom no solo fue boom machista, a mi juicio, sino también clasista. Los escritores que conocemos fueron escritores vivieron de profesiones donde tenían posibilidades para tener una vida muy digna, pero por ejemplo Eunice Odio viajó por Latinoamérica sin saber muy bien dónde caer muerta, hasta el punto de que no tiene tumba. A la etiqueta “por ser mujer” y estas otras dan rabia, pero es que son reales y por desgracia las conocemos bien y queda mucho para pelearlas.

No entiendo que Javier Marías rechace e insulte directamente a escritoras que están muertas y no pueden defenderse 

He puesto una pregunta que no sé si transcribir literalmente. Te la leo. “El gilipollas de Javier Marías dijo que no le salía de los huevos tomar en serio a Gloria Fuertes. ¿Es tu libro una respuesta a todos los tíos a los que no les ha salido del rabo considerar a su misma altura a sus compañeras escritoras?”.
Desde luego. Hay un capítulo que se lo dedico a todos ellos qué es el de “Para enterrar al escritor macho”, donde recupero palabras de dos escritoras a las que admiro mucho que son Cristina Morales y Carolina Sanín. Juntas dieron una charla en Cartagena que fue brutal sobre el escritor macho y sobre la necesidad de disparar al canon. Precisamente el creador de ese canon occidental, blanco, hetero y macho, Harold Bloom, ha muerto el mismo Día de las Escritoras.

Es interesante leer las opiniones de estas mujeres llevaban mucho, mucho, mucho tiempo disparando contra ese canon. En el capítulo cito varias veces a Javier Marías porque me parece muy peligrosa su postura. Yo le admiro como editor de Reina de redonda, una editorial muy exclusiva y muy difícil de encontrar, pero muy interesante. Por eso no entiendo que rechace e insulte directamente a escritoras que, además, están muertas y no pueden defenderse. No entiendo a las personas que ante ese boom de recuperación de textos apartan a mirada, porque si una cosa me fascina como escritora, como editora, como lectora, como persona… es descubrir cosas nuevas.

Leer también es intentar buscar cosas diferentes que te abren la puerta a mundos que no conocías. Con este boom de recuperación de autoras se está abriendo la puerta a un mundo que no conocía, que es el que nos contaban las mujeres del siglo XX. Si tú como escritor y como editor no eres capaz de ver que ahí hay algo de lo que tienes que aprender, es que eres un puto egoísta.

Parece hasta que se ha leído a Joanna Russ…
Sí, ese borrado se sigue haciendo. Por suerte es una generación de escritores macho que se está muriendo, les queda poco tiempo de vida y confío mucho más en lectores, editores, críticos jóvenes que no tienen esta rabia, que no se sienten amenazados. ¿No quieren cosas de calidad? Pues que lean cosas de calidad que no habían leído antes.

Hablas de ese “borrado de autoras” pero no paramos de ver escritoras siendo reconocidas por la maquinaria literaria, como Olga Tokarczuk, Siri Husvedt, o Mariana Enríquez… Mientras hablamos de borrado, en mi cola de lectura tengo también a Katixa Agirre, Edurne Portela, Marta Sanz, Anna Pacheco… 
Porque ha habido un trabajo muy grande de nosotras mismas de hacer esto, pero los grandes premios los siguen ganando ellos. Y está la desigualdad económica en el mundo editorial, pero eso no se publica. Estoy convencida de que si supiéramos cuáles son los adelantos editoriales, a muchos de esos autores sería el doble, triple o más que las autoras. Aunque ahora parezca que el nombre Cristina Morales o el de Lucía Baskaran están ocupando la primera línea de las librerías, mientras que al fondo está Mario Vargas Llosa, nosotras tenemos vidas precarias y Mario Vargas Llosa no.

Obviamente, hay un cambio brutal para bien porque la representación ya es bastante grande. Estamos ahí y estamos hablando, nos entrevistan y hacemos muchas cosas, pero al mismo tiempo el pastel se lo siguen llevando ellos.

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Arelis Uribe: “Toda la creación viene de las heridas”

PATRICIA REGUERO
En una entrevista con Virginie Despentes le preguntaba por qué no eligió crear un personaje femenino fuerte para su trilogía, a lo que ella responde que es su derecho como autora crear los personajes que le dé la gana. En El coloquio de las perras está la queja de los escritores han contado mal a las mujeres, lo que lleva a la petición de que sean las mujeres quienes se retraten a sí mismas. ¿No acaba siendo un poco limitante como creadoras el esperar constantemente que las mujeres hablen de mujeres?
Sí, limita y sobre todo creo que no ha habido retroalimentación. En El coloquio de las perras original, el de Rosario Ferré, ella lo que hace es poner a dos perras a hablar sobre los escritores del boom, desde Carlos Fuentes a Cortázar a García Márquez, sobre lo mal que han retratado a la mujer y el estereotipo que hay de las mujeres en su narrativa.

Ella lo analiza de una manera brillante y señala cómo el protagonista es el macho y de las mujeres hay un retrato muy malo. Creo que esto también es culpa de que no haya habido esa lectura, y que si los escritores leyeran a las escritoras y vieran su manera de crear personajes femeninos, lo mismo aprenderían a crear ellos también personajes femeninos. La ficción es la ficción, pero es que para hacer un trabajo de ficción también te informas, porque al fin y al cabo cuando tú escribes ficción estás reflejando algo real.

El concepto de alta literatura es un concepto que se usa desde las academias más rancias: es clasista y racista y además limita al arte

Me lo decía Antonio Mercero, un autor de novela negra: los asesinatos de mujeres en la novela negra son pura trama. La muerte de la mujer es estética. Creo que con eso da una clave de cómo hemos retratado a las mujeres en la literatura, que es como si fueran simples cosas pasajeras.

Has mencionado el concepto de la “alta literatura”. ¿No es este un concepto a impugnar desde una narrativa feminista?
Desde luego. Pensamos que hay un camino a seguir que es que a un escritor le den el Nobel, pero esto no va de estar aquí o aquí sino también de todo lo que está en el medio. En el capítulo que dedico a Victoria Santa Cruz, a la que ni se la considera escritora, porque escribía canciones —fíjate tú la gran diferencia, ella cantaba sus obras— me pregunto si, en vez de una escalada, la literatura debería ser escalera en la que estamos dándonos la mano. Me importa todo lo que está en el medio y que nos hemos perdido, por eso tienes toda la razón en el concepto de alta literatura es un concepto que se usa desde las academias más rancias: es clasista y racista y además limita al arte. ¡A la mierda la alta literatura!

FOTO: DAVID FERNÁNDEZ

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