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Luna Miguel: “Hay autoras que han dejado de escribir por culpa del acoso”

Por La Razón  ·  04.11.2019

Viene con una reivindación, que es como un grito, para sacar de ese trastero que es el olvido, a las escritoras eclipsadas por las etiquetas literarias y la sombra dura de novelistas omnívoros. Luna Miguel publica «El coloquio de las perras» (Capitán Swing) que no es únicamente la reclamación de unas mujeres, sino también de unas literaturas, que es lo que enriquece. Una obra que arroja luz sobre Elena Garro, Gabriela Mistral, Rosario Ferré o Alejandra Pizarnik.

–¿El «boom» era machista?

–La respuesta es afirmativa, pero la idea es de Alejandra Costamagna, que dijo que había sido un «boom machista» porque era una etiqueta que más que generacional o estilística era para vender, y que dejó fuera nombres como Elena Garro o Pizarnik… Un movimiento literario global en el que solo hay hombres blancos no es global. Se quedaron las mujeres fuera, aparte de identidades originarias y razas. Me gustan las etiquetas cuando visibilizan a todos, pero cuando excluyen, no me interesan. Son nocivas.

–¿Y existe un «boom» de mujeres olvidadas?

–Más que un «boom» es una historia de la literatura donde las mujeres están olvidadas. Y dentro de ella, en el siglo XX y América Latina y España nos damos cuenta de que nuestras mujeres han sido relegadas. Ha habido una supresión de la escritura de mujeres, porque durante mucho tiempo no han interesado o porque lo que tenían que decir estaba considerado una amenaza o simplemente se corría un velo sobre lo que podían aportar. Hay casos evidentes, como Sylvia Plath o Jane Austen. Si nos ponemos a revisar el sistema editorial en nuestra lengua, nos damos cuenta de que hemos hecho lo mismo o peor porque a las mujeres latinoamericanas las teníamos más olvidadas

–¿Quién de ellas sería un García Márquez?

–Elena Garro es la inventora del realismo mágico. Empezó antes que García Márquez, junto a Rulfo. Ella, para todo el mundo, es la coinventora y madre del realismo mágico. Quien ame al autor de «Cien años de soledad» encontrará en Elena Garro a una escritora igual de potente. No tengo miedo a compararlos. Los dos son igual de potentes. Ella inventa un género y aportó una sensibilidad que él adoptará.

–¿Qué es un escritor macho?

–Le robo el concepto a Cristina Morales y Carolina Sanín. Ellas perfilaron al «escritor macho», que es lo que definiríamos como una persona egoísta y con mala intención, que está escalando en la pirámide del sector editorial o está arriba y a través de su trabajo humilla a las mujeres de su oficio.

–¿Hay muchos?

–Sí, y en diferentes estratos. Está el columnista afamado que dice que el feminismo va a matar la literatura. Y le digo que es alguien que puede vivir de la escritura y no tiene la necesidad de arremeter contra compañeras. También hablo de algo más sencillo, como el editor o el periodista o el autor que puede permitirse el lujo de manosear y ligotear e insultar a escritoras jóvenes que están empezando. El acoso en el sector es una forma de acabar con la literatura de mujeres.

–¿Acoso en el sector ?

–Lo hay. Se ha denunciado, como en Chile o México, donde se señalaron grandes nombres. Alcanzó a esferas muy bestias y terminó llegando al cine y a la música. Y hay poetas que tienen acusaciones a las espaldas. Llevo desde los 16 años publicando poesía y la cantidad de comentarios y gestos y actos que me he encontrado es tan grande y tan dolorosa… Todas hemos vivido algo así en mayor o menor medida y son compañeros de profesión. Cuántas compañeras han dejado de escribir o ir a actos para no soportar eso.

–Elena Garro estuvo a la sombra de Octavio Paz.

–En este caso se mezcla algo feo: la pelea entre autores y los celos por la obra. Octavio Paz tenía celos de sus poemas cuando ya era uno de los autores más reconocidos. ¿Por qué diantres sentía celos de su compañera sentimental? Él estaba implicado con lo social, pero machaca a la mujer con la que comparte todo. Hay un instante tremendo, antes de ser famosos los dos, en que él prohibió que ella escribiera.

–Pita Amor se negó a ser una musa.

–Era una gran escritora. Las reseñas la mencionaban como la nueva sor Juana Inés de la Cruz de la poesía. Tuvo una vida libre, intensa, irónica… eso hizo que algunos no la entendieran. Era divertida incluso en lo más doloroso, como fue la muerte de su hijo, que trató con una maestría tremenda.

–Pero Bolaño defendió a Alcira Soust.

–Aparece en «Detectives salvajes». El trabajo de Bolaño, para quien quiera conocer una parte de la vida de Alcira, es impresionante. Era muy visceral y comprometida con la política. Enviaba poemas a Franco en el aniversario del Guernica. Era una gran maestra que se preocupaba por los demás.

FOTO: LUIS DÍAZ

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