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Luna Miguel escribe con rabia un catálogo de ausencias, permitiendo que las perras ladren más fuerte

Por Zona de Obras  ·  24.04.2020

El coloquio de las perras bien podría ser una forma de venganza contra una literatura macho, así lo cuenta la propia Luna Miguel en una carta a Rosario Ferré: «Yo creo que escribir también es hacer justicia o, por qué no, vengarse».

A cada pequeño capítulo de este ensayo literario sobre mujeres le sucede una misiva dirigida a su protagonista. En éstas, la autora devuelve a nuestro imaginario lo que nos fue arrebatado, otorgándole la visibilidad e importancia obviada. Luna Miguel tiende la mano a aquellas escritoras que fueron víctimas de una sociedad misógina y ante la que no tuvieron la oportunidad de rebelarse. Ellas estaban locas, perturbadas, eran lesbianas, musas, algunas sólo tenían belleza y otras fueron más conocidas por una sombra paternalista; infantilizadas, ninguneadas y desprestigiadas, destinadas a una condena: la ausencia.

Luna Miguel se desvincula del machismo que ha acompañado al mundo editorial hispanohablante. Toma el título prestado de una obra de Rosario Ferré, que, a su vez, lo hace de un cuento de Cervantes, y conversa con aquellas escritoras desconocidas, ladrando, reivindicando.

La loca de Elena Garro, la perra de Rosario Ferré, la bellísima Pita Amor, la ignorada Alcira Soust Scaffo, la desconocida Aurora Bernárdez, la incomprendida Gabriela Mistral, la tortillera y puta de Agustina González, la maldita Alejandra Pizarnik y tantas otras voces que entrañan una nueva historia de la literatura.

Luna Miguel se permite hacer un alto dentro de este ensayo y, no sin cierta sorna, reivindica al escritor macho como aquel que se encuentra en peligro de extinción y que aúlla, «pero su quejido es penoso y torpe». Ella se ha permitido comenzar a darle caza: «las perras van a ladrar muy alto y van a ser escuchadas».

Ya se sabe: «hay ilusión por un ladrido». Ladren muy fuerte.

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