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Luna Miguel: “Editores con cierto poder me han intentando sobar”

Por El Mundo  ·  06.01.2020

La escritora, poeta y editora, Luna Miguel, publica ‘El coloquio de las perras‘, en el que reivindica a autoras olvidadas de la literatura latinoamericana como Elena Garro, Gabriela Mistral o Aurora Bernárdez para que sus obras sean leídas.

En este libro, descubres a mujeres brillantes, pero muy desconocidas para el gran público.

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Por desgracia, son escritoras que hicieron cosas importantes en la literatura de sus países, pero entre la sociedad machista en la que vivieron, los compañeros de generación que no las reivindicaron y un sistema editorial que ha tendido a ignorarlas cayeron en el olvido.

¿La literatura tiene género? 

Hay una frase de una escritora transgénero, Elizabeth Duval, que tiene 19 años y dice que toda la literatura es transgénero. La literatura no debería tener género, sino ser fluida y abierta y no negarse a nuevos nombres y posibilidades.

Relatas en el libro el caso de Elena Garro, considerada madre del ‘realismo mágico’, pero a la que su marido, Octavio Paz, prohibía escribir. 

Exacto. Es una escritora que se reivindica cada vez más. Su obra se empieza a leer ahora en serio porque su literatura se está editando en condiciones.

“Escribí contra él, estudié contra él, hablé contra él… Y mi enemigo es Paz”, confesaba Garro.

Si las riñas entre escritores son famosas, imagínate las riñas entre escritores que, además, han tenido una relación amorosa y tormentosa. Este caso se parece al de Sylvia Plath y Ted Hughes. Es una relación en la que se supone que debe haber un respeto intelectual, pero en la que, supuestamente, el hombre de la relación acaba volcando sus actitudes machistas contra la obra de su esposa.

Hay casos como el de Aurora Bernárdez, una de las mayores traductoras de Argentina y mujer de Julio Cortázar, que eligió voluntariamente quedarse en un segundo plano. 

Es una opción válida. A veces, crear en la sombra te puede dar más libertad a la hora de poder decir lo que quieres, porque no te vas a sentir presionada. Pero, ojalá no haya más personas que tengan que escribir a escondidas.

Confiesas que tú también pensabas que las mujeres que escribían en España eran señoras aburridas. 

Sin ir más lejos, el editor Chus Visor dijo hace unos años que no había ni una poeta buena en la literatura española. Creo que hombres tan importantes como él se olviden y nieguen la palabra a tantísimas mujeres, que escribieron en este país durante tanto tiempo, acaba quedando en la conciencia de las personas. Yo he crecido estudiando libros de literatura en los que no aparecía ni una sola mujer de mi país, y las pocas que se veían, como María Zambrano o Gloria Fuertes, pensabas que estaban en un segundo plano porque nadie las mencionaba.

Gloria Fuertes siempre fue ridiculizada. Javier Marías cargó contra su obra y se negó a decir que fuese una gran poeta. 

Marías tiene todo el derecho del mundo a que no le guste Gloria Fuertes. Pero, eso no quiere decir que haya que reventar su escritura ni decir que no hay que leerla. Reventar así de un plumazo a una de las personas que creó una de las tertulias de escritura feminista más importantes de nuestro país, a una persona que no le importó nunca lo que dijeran de ella y que escribió con total libertad, es egoísta. Además, ella fue bandera de lo que él reivindica, que es la incorrección política.

Javier Marías critica que ahora a cualquier mujer oscura o recóndita se la considera genial.

Él tiene una colección maravillosa que se llama ‘Reino de Redonda’, donde publica a escritores oscuros y recónditos, que yo agradezco mucho descubrir gracias a él. Por lo tanto, no sé por qué a ellos les podemos descubrir y, a ellas, no.

También sostiene que las reivindicaciones feministas hacen más daño que beneficio al arte hecho por mujeres. ¿Qué le dirías?

Le diga lo que le diga una mujer mucho más joven que él, no le va a importar. No sé si merece la pena que yo le diga algo.

En el libro se habla de la necesidad de “enterrar al escritor macho”, ¿a quién te refieres?

El escritor macho es ese autor fanfarrón que le importa más casi su red de amistades, que la propia literatura que hace. Es aquel que en un festival de literatura se permite tocarte el culo o aquel que, si escribe reseñas, se pone a hablar de tu físico.

¿Te ha pasado? 

Sí. Voy a festivales desde que tengo 18 años y he visto todo tipo de comentarios hacia mí y hacia mis compañeras. En 2016, publiqué un reportaje en PlayGround, donde un montón de mujeres contaban sus experiencias anónimamente. Me he encontrado desde poetas muchísimo mayores que yo que, con la excusa de acompañarme al hotel para que no me pasara nada, intentaban besarme, aunque yo dijera que no, hasta editores con cierto poder en este país que me han intentado sobar.

Entonces, te ha tocado frenar a los Weinstein de turno.

Si la gente empezara a hablar como ha sucedido en México, nos sorprendería. Aquí la ley es más dura al respecto. Si tú dices un nombre, la perjudicada al final vas a ser tú. Si nos atreviéramos a hablar, pasaría algo muy parecido a lo que ha pasado en México con el #MeTooEscritoresMexicanos. Allí grandes editores han sido retirados de sus puestos después de las acusaciones.

O sea que en México el movimiento #MeToo ha tenido sus consecuencias.

Hay una red de escritoras que se llama ‘Somos Marabunta’, que escriben manifiestos, se reúnen, se apoyan e incluso han conseguido que se tomen medidas para que ninguna escritora que está empezando se encuentre con las barbaridades con las que nos hemos encontrado nosotras.

Sin embargo, hay quien piensa que el #MeToo se ha convertido en una nueva Inquisición. 

Hemos banalizado tantísimo el abuso, el acoso y las violaciones, que nos pensamos que no es doloroso. Nos preocupa más qué repercusiones laborales tendrá para una persona que es posible que haya violado a otra, que el dolor de alguien que ha sufrido la violación. Tenemos un problema para entender el dolor del otro. Pensamos que es peor que un hombre tenga que pedir perdón públicamente a que una mujer viva con esa carga.

Denunciaste que el Festival Cosmopoética sólo invitaba a poetas guapas y solteras. 

Esto es un hecho que se ha comentado muchas veces. Hay una frase maravillosa de Erika Martínez, cuando fue invitada: “No hemos venido aquí a acostarnos con nadie. Hemos venido a leer nuestros poemas”. Es algo que parece que todavía hay que repetir en muchos ámbitos de la cultura.

¿Cuántas veces te han minusvalorado por ser una joven poeta?

No sólo por ser joven, sino también porque mi madre se dedicaba a la edición. Me han llamado tantas veces hija de papá, cuando, en realidad, la editora era mi madre. Ahora lo reivindico: “Si me vas a insultar, por lo menos, llámame hija de mamá”.

¿Una mujer tiene derecho a decir que no es feminista? Paula Echevarría y Cristina Pedroche lo hicieron y las lapidaron. 

Evidentemente, una mujer tiene derecho a decir lo que quiera. Quizás ellas no se consideren feministas y aprecio que sean tan valientes de decir lo que son y lo que no son, pero sería interesante que apoyen la lucha de otras mujeres que lo tienen mucho menos fácil que ellas.

Una editora feminista declaró que dejar el trabajo para cuidar de los hijos es el valle de la muerte. ¿No es despreciar a las amas de casa? 

Puedo entender esa frase como una reivindicación de la creatividad de la mujer y de la paridad en los cuidados. Si yo hubiese dejado mi escritura para dedicarme a la crianza de mi hijo, no me lo estaría perdonando, porque yo lo que quiero es escribir. Yo tengo que buscar una balanza con mi pareja para que entre los dos podamos dedicarnos a la crianza y a la escritura.

¿Ha habido una represión de la literatura hecha por mujeres?

Sí. Ahora, cuando lo dices, alguien puede levantar la ceja porque vas a las mesas editoriales y ves un montón de nombres de mujeres y de reediciones. Pero esto sólo lleva pasando cinco años, desde que el 2014 se celebró lo que en el mundo anglosajón se llamó el año de leer a las mujeres. En la actualidad, la palabra feminismo pesa más que nunca, pero esa represión siempre ha existido.

¿La crítica literaria y la academia han ignorado la literatura hecha por mujeres?

Sí. Hemos tenido presente un canon en el que las mujeres que aparecían lo hacían como cuota. Queda mucho trabajo para que desde la Academia y desde los libros de texto o desde los medios de comunicación, empecemos a asumir en serio los nombres de las mujeres.

La Academia se niega a incluir el lenguaje inclusivo. Algún académico ha dicho que si esto se hacía, abandonaba la RAE. 

Me parece tremendo. Incluimos palabras en inglés, pero no aceptamos a alguien que no se considera representado por la palabra niño y quiera decir ‘niñe’. Entonces, nos echamos las manos a la cabeza.

Si eres hombre, poeta y alcohólico eres un autor maldito. Si eres mujer, poeta y alcohólica, eres una loca desequilibrada. 

El malditismo en ellos es una virtud y, en ellas, una desgracia.

¿Por qué muchas feministas cargan contra ‘Lolita’ de Nabokov? 

No lo entiendo. No sé si cargan tanto contra Lolita, sino contra las lecturas horribles que se han derivado del libro. Esas lecturas en las que la niña es perversa y una actriz mayor de edad poniendo morros rosas… Esas versiones en las que la niña no es una víctima, sino una especie de monstruito demoniaco que provoca a un hombre caer en el más tremendo de los deseos. ‘Lolita’ es un libro que se ha malinterpretado durante mucho tiempo por culpa de algunas miradas, que no son las feministas, sino las que han intentado erotizar a una niña que sufre abusos.

Dices que el feminismo nos debe enseñar a amar, pero también a odiar. ¿Por qué?

No sabemos odiar y lo vemos cada día en Twitter. Ahora que se habla de poliamor y de nuevas maneras de amar, me pregunto cómo serán las nuevas maneras de detestar. Que no nos guste algo no significa que tengamos que ser irrespetuosos.

¿Te refieres a que tenemos que odiar de otra manera? 

Yo creo que odiar puede ser sano: no en el sentido de despreciar y de insultar, sino de estar en desacuerdo. Odiamos de manera muy violenta.

¿A quién odias tú? 

Odio a algunos políticos y, a veces, me odio a mí misma. He odiado mucho a algunos hombres de mi entorno, incluso de mi entorno familiar. A veces, también odio a ciertas personas que utilizan su posición de poder para hacer daño a los demás. Les odio, pero eso no quiere decir que les desee ningún mal.

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