Luis Pastor cada vez tiene más pinta de trovador medieval, con el mismo pelo largo y barba que cuando era joven, ahora el tiempo encaneció sus melenas, pero se sigue conservando igual de joven que antaño. Los años parecen que no han pasado por él, sólo lo han rozado. Sigue siendo un conversador infatigable, un musicador de los sentimientos y una piedra en el zapato para cualquier poder; ya sabemos, que todo poder es corrupto casi por definición. “Al suelo, que han ganado los nuestros”, gritó cuando triunfó por primera vez el PSOE en las elecciones del 82. Y, ahora, proclama, “ni la derecha ni la izquierda gestionan bien la cultura. No hay buenos proyectos culturales, sean de unos o de otros”. Lo dice cargado de razón, con más de 45 años de experiencia en los escenarios y en la poesía.
El año pasado se cumplieron cuarenta años de la publicación de su disco, quizá el más mítico, “Vallecas”. Un disco en que el cantautor electrificó su música con una banda rompedora y comenzó a escribir las letras de algunas canciones, hasta ese momento había puesto música a los poemas de los más grandes poetas del siglo XX, poetas militantes y demócratas que vieron, algunos desde sus tumbas, sus poemas prohibidos por un cruel dictador demasiado gris.
“A los cantautores nos han ido arrinconando los poderes políticos. No les interesaba nuestro trabajo y nuestro lugar lo ocuparon los músicos de pop y rock”, apunta el cantautor vallecano en una comida de presentación de su libro de memorias, “¿Qué fue de los cantautores?”, que publican al alimón las editoriales Capitán Swing y Nórdicalibros. “El libro surgió casi de casualidad. Desde que compuse ¿Qué fue de los cantautores?, hace ocho años, tenía el proyecto de escribir unas memorias con un periodista pero no terminaba de salir el proyecto hasta que las Navidades pasadas me corte un tendón de la mano cortando un poco de jamón. No podía tocar la guitarra, así que me puse a escribir mis memorias”, explica Luis Pastor a un grupo de periodistas. Dicho poema tuvo la friolera de seis millones de descargas en internet.
Sin embargo, nuestro trovador cacereño no se sentía cómodo con la prosa y decidió escribir sus memorias en octosílabos. 426 sextetos octosílabos, bueno algunos no son sextetos pero da igual. “Me resultó hacerlo más fácil de lo que creía en un principio. Más tiempo me costó hacer las correcciones que escribirlo pese a que conté con la ayuda de mi compañera Lourdes Guerra y algún que otro amigo”, reconoce el cantautor. En el libro hace un repaso a toda su vida, desde la infancia en su pueblo, pasando por su primer trabajo con ocho años en una tintorería de Navalmoral de la Mata hasta su pasado más reciente como cantante y recitador. “La memoria es el presente de pasado”, sentencia con su acento extremeño-vallecano.
En el libro quiere homenajear a todas las personas que forjaron nuestra democracia con una labor callada y que nunca se ha reconocido su labor. “Parece que la democracia la trajeron el rey y los políticos y se ignora a las personas que se jugaron la vida en las huelgas y en las manifestaciones contra la dictadura”, sostiene de manera enérgica Luis Pastor. “Ha sido una historia de perdedores con orgullo”, subraya.
En la conversación, van surgiendo los discos que han ido forjando su carrera, que comenzó cuando tenía 16 años. Su trilogía “Por el mar de mi mano”, Piedra de sol” y “Soy” son discos de los que se siente muy orgulloso y que fueron publicados en las horas bajas de los cantautores. No ocurrió lo mismo con sus “Coplas de ciego”, todo un éxito en la cadena pública de televisión donde interpretaba un ciego a la manera de los recitadores del siglo de Oro -literatura del cordel-, “el programa de Amestoy fue todo un éxito, en cada programa componíamos un par de canciones y luego las recopile en un disco”, recuerda.
“El capitalismo depredador nos lleva a la incertidumbre. Ya no hay ideología. Ha sido muy difícil sobrevivir estos 30 años donde nuestra música no interesa al poder. Nos han querido borrar de la historia, pero hemos sobrevivido gracias a los cafés que programan música y a las pequeñas fiestas en asociaciones de vecinos o en centros de trabajo”, recapitula sosegadamente.
Luis Pastor se define como un artesano de la canción. “Antes era un cantante con mala leche, salía al escenario encogido, con chepa. Ahora, he cambiado, salgo sonriendo y disfruto como nunca en el escenario”, señala con esa sonrisa que dice antes no tenía. El cantautor por excelencia disfruta componiendo música o poemas y, sobre todo, se lo pasa bien encima de las tablas. Ha colaborado con muchísimo cantantes portugueses, brasileños, africanos o sudamericanos. “Tengo que reconocer que la música portuguesa me ha atraído mucho siempre. Me he alimentado de esa frontera musical. Portugal tiene mucho que ver con mi vida”, apunta.
También, ha cantado con muchísimos cantautores españoles. Sólo se entristece un poco cuando hablamos de Lluis Llach. “Siempre fue un señorito de la canción. No comulgo con sus planteamientos. El nacionalismo que él defiende está haciendo que se recrudezcan los nacionalismos fascistas en otras partes del país”, concluye Luis Pastor, una persona eminentemente buena, solidaria y comprometida. Una persona que nunca podrá quedar en el olvido de un pueblo que luchó por la libertad, a la que él ayudó verso a verso, canción a canción.
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