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Luis Pastor: “El independentismo es una nueva casta política de señoritos”

Por El Español  ·  06.12.2017

“Vengo cantando en el tiempo desde que tengo memoria”. Luis Pastor es el hombre que estuvo allí: víscera viva de una España que nació con las manos atadas. Sabe que en las muñecas nos quedan aún restos de cuerda que sacudir, heridas calientes. Llegó de Cáceres a Madrid a principios de los sesenta y se atrincheró en Vallecas, donde se convirtió en el altavoz insurgente de los niños desasistidos.

Hoy se ríe de las amenazas de muerte, de los avisos de bomba que recibía antes de los conciertos, de todas las veces que la Policía le detuvo por pensar libremente. Era joven, dice, y ponía el testiculario donde ponía el convencimiento. Publica ¿Qué fue de los cantautores? Memorias en verso (Capitán Swing), un guiño a esos “patriotas de bandera, españoles de primera de la España verdadera, aquella tan noble y fiera que a otra media asesinó brazo en alto y cara al sol…”. Resistencia a sorbos de octosílabo.

¿Cómo late la canción protesta en España? ¿Se ha descuidado, cree que habría más cosas que decir?
Yo creo que la canción protesta como fue en los años setenta nunca va a volver. Era un movimiento político en plena dictadura. A falta de libertades, los cantantes fuimos la punta de lanza para hacer reivindicaciones sociales, queríamos cambiar, queríamos libertad y democracia. A partir de los ochenta ya no se puede valorar la canción de autor desde el mismo parámetro: han entrado en juego las individualidades, unos se han mantenido, otros han triunfado más…

¿Tienen herederos?

Sí, hay generaciones de jóvenes que se van adhiriendo, pero con señas de identidad propias y diferentes. Mi hijo Pedro Pastor tiene 21 años y cuando tenía 16 dormía todos los días en la Puerta del Sol durante el 15-M. La canción de autor vuelve a tener preocupaciones sociales y sale de esa endogamia del amor y el desamor. También hay jóvenes de otras generaciones: Pedro Guerra, Ismael Serrano… que vienen de esa tradición donde la poesía es un arma arrojadiza y crítica.

¿No cree que el rap de los últimos años ha hecho mucho por la canción protesta? Igual no tenemos que pensar siempre en hombres con guitarra, hay vida más allá.

Totalmente, tanto el rap romo el rock, esas expresiones de finales de los setenta, ese rock de barrio… eran obreros como nosotros que se agarraban a una guitarra eléctrica. Hay otras maneras de rebelarse y de protestar. Ellos conformaban una protesta no sólo de discurso, ideológica, sino también estética, como el rock radical vasco. Tienes razón con lo de los raperos; yo creo que el mejor discurso ahora mismo lo tienen ellos, al menos con su jerga interminable… que te puede gustar más o menos el típico rapero que incide mucho en el “yo, yo, yo”, y eso huele, tufea, pero hay oros análisis políticos de rap que te dejan con la boca abierta. Y autores que están en medio del camino. Mi hijo Pedro hace rap con su guitarra española.

¿Dónde están los cantautores de derechas en España? ¿Puede existir ese espécimen?

(Risas). Pues existía uno en los setenta, que era de Fuerza Nueva, De Raymond. ¿Sabes dónde cantaba? En la Unión Soviética (risas). Te lo juro. Era del sindicato de Franco, un capo de la organización… era de extrema derecha y se iba con su gira a la Unión Soviética.

¿Y qué decía en las letras?

No sé, igual el Cara al sol, hablaría de la gloria… (risas). Pero también es verdad que hay gente dentro de la canción de autor que no se define políticamente y son excelentes personas, y sus comportamientos sociales en la vida son generosos. Hay que tirar por tierra el mito de que ser cantautor de izquierdas es ser buena persona, porque es mentira. De todo hay en la viña del señor.

¿Usted se considera un cantautor rojo?

Sí, claro.

En el libro es recurrente el término “rojo”.

Sí. En aquellos años, y hablo de hasta el 79, se empleaba desde lo despectivo, lo hacía la derecha. Era un insulto ser rojo y los hijos de los encarcelados o fusilados tuvieron ese estigma, eso de vivir con el insulto de “rojo de mierda, roja de mierda”. Por otra parte está mi visión, el orgullo de ser rojo y asumirlo, ser heredero del movimiento campesino, obrero, de la República y de las luchas de aquella España concreta.

A los 20 años usted era cristiano y marxista.

¡Sí! Teníamos dos pósters a la misma altura: el de Jesucristo y el de Che Guevara. Los dos eran ejemplos de compromiso humano. Jesucristo no tenía tanto que ver con el dios etéreo y abstracto, con la parafernalia de la Iglesia… sino con el hombre comprometido a nivel social que dio su vida por los demás. Ahí se formó el movimiento obrero y sindical en España. Todo eso procede de la Juventud Obrera Cristiana, donde se planteaba una Iglesia diferente. Ellos tenían la necesidad de exculpar su comportamiento en la Segunda Guerra Mundial, todo su apoyo al fascismo.

Cuando eso pasó en España ya había pasado en otros sitios de Europa en los años 50… a principios de siglo, con toda la explotación de la era industrial de los jóvenes, hay un mundo que se desenvuelve desde el lado humanista y cristiano que converge con la lucha del comunismo. Hay una clase trabajadora y oprimida que se había formado en las ciudades, pero venía de la clase campesina, y de repente descubre el valor de su fuerza, de su revolución, de sus líderes. Éramos esclavos. Yo he conocido las dos Iglesias. La buena, que era la de mi barrio de Vallecas y sus curas. Y la de mi pueblo, que era una en la que el cura se follaba a la que podía y dejaba hijos por todas partes. Esos curas falsos y mentirosos que utilizaban la confesión para tener poder. Yo conocí también a los otros y ellos me ayudaron a cambiar, hay que reconocerlo y hay que ponerlo en valor.

La censura franquista hizo que sólo viesen la luz cuatro canciones de su primer disco.

Nos pasaba a todos. Teníamos nuestros trucos y estrategias para colarles algún gol. Dependía del día que fuese, de cómo se hubiese levantado ese día el censor… era un cargo de funcionario político y de curas de la Iglesia. Recibían todas las obras y decidían. Recuerdo que mandé la de ‘Vallecas 75’ y me la prohibieron, así que la volví a mandar llamándola ‘Vengan a ver’, y me la aprobaron.

Una censura azarosa.

Totalmente gratuita (risas). Afectaba a todas las ramas artísticas del país, hasta a las cabareteras, pero con los cantautores había persecución directa, porque estábamos enfrentados a ellos. Yo lo recuerdo ahora con risa y alegría, y también con esa frustración de “¿no me dejas grabarla?, pues yo la canto, y trágatela”. Te mandaban a dos secretas a cada concierto tuyo con las letras apuntadas, pero lo que hablabas entre canción y canción no lo controlaban. A lo mejor se enfadaban, se iban dando gritos y al rato aparecían los grises y te disolvían. Son aventurillas que en el fondo te reconfortan. Me acuerdo de cuanto canté en El Chaminade y después vino la policía a casa de mis padres a detenerme.

En Están cambiando los tiempos, cantaba “pero sobre nuestros hombros no montarán más tiranos”. ¿Ve herencias franquistas en la España de 2017?

Sorprendentemente, en la España de 2017 hay muchos tics franquistas. Desde la bandera española que ondea en miles de balcones y esa gente que sale en la tele, en partidos de fútbol, diciendo “yo soy español, español, español”, esa eñe apretada me da dolor de estómago. Me dan dolor los nacionalismos, tanto el catalán como el español. Yo en los setenta donde más cantaba era en Cataluña, en los cinturones de los barrios obreros creados por andaluces o extremeños. ¡Y que ahora haya un abuelo español y un nieto independentista y que estén peleados…!

Esta nueva realidad de extremos está alimentando también el franquismo. Hay tics que me tocan los cojones. Y me toca los cojones que nos metan a todos en el mismo saco, porque los nacionalismos son excluyentes: que en Cataluña hayan llamado “facha” a Serrat es imperdonable. El independentismo es una nueva casta política de señoritos, representan a una burguesía trasnochada que está en una huida hacia adelante para tapar la corrupción de sus líderes políticos. El independentismo se ha alimentado de una mentira, y también de una realidad, que es el ninguneo del Gobierno central. Gente como yo, que estaríamos de acuerdo con un referéndum pactado… estamos hartos ya de este juego que nos está haciendo daño a todos.

Yo, por el hecho de cantar en español, hace muchos años que no toco en ciertos sitios, como Cataluña o País Vasco. Hace años que las autonomías se han cerrado a su cultura. Ahora sólo toco en Cataluña en el festival BarnaSants. Y esto mismo pasa en País Vasco, y en menor grado, en Galicia. Cierran fronteras a los que nos expresamos en castellano. Soy más portugués que catalán o vasco, y te lo digo, mi último disco es en portugués, y allí nadie me dice que si canto en español. Canto en lo que me da la gana. Lo de Cataluña nos está dividiendo, está haciendo que nos olvidemos de las cosas importantes que pasan y nos miremos el ombliguito. Soy afromeño, soy catalú, catalán y andaluz… soy lo que quiero ser, y los nacionalismos me la traen floja.

¿La Transición fue un éxito o un fracaso?

A nivel de convivencia fue un éxito, pero a nivel de renuncias y del franquismo no juzgado fue un fracaso. No se ha pedido disculpas, no nos han dejado enterrar a nuestros muertos. Nunca se han arrepentido de esos 40 años de dictadura, y en estos últimos años se están retroalimentando y se sienten orgullosos. Después del golpe de Tejero, los fascistas se escondieron, tenían miedo, pero después de Aznar han salido, están en la derecha, están metidos ahí, en sus frentes… y están mandando, llevan años instrumentalizando y les están dando alas.

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