En las navidades del año pasado, Luis Pastor (1952) se cortó un tendón de la mano izquierda mientras cortaba jamón. La lesión le impidió tocar la guitarra durante un tiempo, así que decidió emprender un proyecto que había aparcado en el lugar de los «algún día». Se trataba de poner su vida por escrito, de retratar esa existencia −la suya y la de «millones de españoles»− que vivió el éxodo masivo de los años sesenta, en los que muchos se fueron al extranjero y otros se buscaron el sustento en las grandes ciudades. El único camino que encontró para el relato fue el del verso, que es en realidad el mismo que lleva recorriendo más de cuarenta años, desde que en 1972 dejó su trabajo en una compañía de seguros para dedicarse por entero a la música. Con ese pulso de rapsoda ha escrito «¿Qué fue de los cantautores?» (Capitán Swing & Nórdica Libros), unas memorias en octosílabos que cincelan el pasado a golpe de imágenes.
«Yo no hubiese sido capaz de escribir mi biografía en prosa», sostiene entre risas durante la comida de presentación de la obra. Siguió el ejemplo de José Hernández y su «Gaucho Martín Fierro» y de Violeta Parra, que fijó en décimas buena parte de sus vivencias. Su formación, en efecto, viene del verso y es autodidacta, pues Pastor abandonó muy pronto las aulas para trabajar, aunque no le pesa aquel evento. «Estaba más contento que yendo a la escuela, me sentía un hombre que ayudaba a su familia», recuerda. Toda esa infancia, aunque dura, ya solo tiene forma de felicidad: el paso del tiempo ha terminado por dibujar aquellos años como una suerte de paraíso. «Que la memoria es feliz / si la niñez se recuerda. / Y si tiras de la cuerda, / las campanas tocarán / cantos de felicidad / de aquella vida tan perra», anota en una de las primeras estrofas del libro.
Más que nostálgica, el alma de este extenso poema es orgullosa. Hay mucha reivindicación de la canción protesta y de los cantautores que a través de ese género «cambiaron mentalidades» y que, además, fueron un gran negocio para la industria. Esos artistas −critica el músico− que han intentado ser «borrados de la historia» a pesar de que lograron agitar el panorama cultural de un tiempo donde la censura era la norma. Luego los desaparecieron y el pop, explica, se lo comió todo: «A principios de los 80 ser cantautor era sinónimo de coñazo». En verso se expresa mejor, Pastor: «La democracia es la pera. / Cantautor, a tus trincheras / con corona de laurel / y distintivo de honor / pero no des más la lata, / que tu verso no arrebata / y tu tiempo ya pasó».
La memoria −«presente del pasado»− se antoja indispensable para comprender los matices y los pasos de un largo proceso histórico que nos han traído hasta aquí. «El desconocimiento de nuestro pasado reciente, de lo que es una dictadura, nos lleva a ningunear la democracia», subraya con un tono que baila entre el lamento y el reproche. La desmemoria, el olvido, solo nos lleva a repetir problemas, a tropezar con la misma esquina de la misma mesa. «Lo que está pasando con los nacionalismos en Europa ahora ya ocurrió en el siglo pasado», apunta.
Todavía se intuye en las palabras de Pastor a aquel adolescente que, guitarra en mano, «cantaba a Bob Dylan en una iglesia de Vallecas». Es un poso, el de la juventud, que se preocupa por alimentar, oteando el nuevo panorama de cantautores, escuchando sus cánticos, donde reconoce un gran nivel. «Hay una generación que está escribiendo poemas y cambiando el mercado. Tienen otra mirada, más global», sostiene alegre por un formato que se renueva. «Siete vidas tiene el gato / aunque no cace ratones. / Hay cantautor para rato. / Cantautor, a tus canciones. / Zapatero, a tus zapatos».
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