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Lucy Jones: “Con los volcanes no puedes prevenir las pérdidas, la lava se apodera de tu tierra y estás acabado”

Por El Salto  ·  11.10.2021

La sismóloga Lucy Jones (Santa Mónica, California, 1955) decidió dejar un poco de lado su actividad más técnica para integrar en su trabajo aspectos como la psicología y la divulgación científica. Fruto de ese segundo empeño, ha publicado Desastres: Cómo las grandes catástrofes moldean nuestra historia (Capitán Swing, 2021) un libro en el que, a través de las historias de catástrofes como la erupción del Vesubio que acabó con Pompeya, el terremoto de Lisboa que transformó para siempre Portugal, o el huracán Katrina, narra historias de mezquindad y resiliencia, de supervivencia y de intolerancia. La erupción del volcán Cumbre Vieja en La Palma es el pretexto para comunicar con Jones, conocida por su trabajo en la previsión del gran terremoto que afectará a California, su hogar.

Todos los volcanes tienen sus peculiaridades cuando erupcionan, ¿cuáles son las características del de Cumbre Vieja?
La Palma es uno de los pocos volcanes del mundo que está en lo que se llama en un punto crítico. La mayoría de los volcanes se levantan según la dinámica general de la tectónica de placas: el magma asciende para formar la cresta medio-oceánica y la fricción lo vuelve a hacer descender en las zonas de subducción. Hay pocos lugares en el mundo donde se encuentra tal cantidad de roca caliente debajo de las placas que el magma sigue subiendo: La Palma es uno de ellos. Es también uno que tiene mucha gente viviendo a su alrededor. Eso en realidad no es tan inusual, ya que los volcanes crean un suelo muy bueno e, históricamente, la gente se ha asentado cerca de ellos porque es un buen terreno para agricultura.

¿Sigues preocupada por la situación actual del volcán?
Los volcanes son relativamente predecibles porque, antes de que pueda ocurrir una erupción, el magma tiene que llegar desde las profundidades de la tierra hasta la superficie y podemos ver las señales de ese movimiento. Podemos detectar terremotos, un abultamiento del suelo o la emisión de gases. En ese momento sabemos que el magma se está moviendo. No sabemos si llegará o no a la superficie. A veces recibimos falsas alarmas. Pero, lo malo, es que eso no nos dice cuándo va a detenerse. Si tienes una cámara de magma definida, con una cantidad determinada de magma, eso es un límite. No he estudiado personalmente el volcán de La Palma para saber qué se sabe exactamente sobre la cámara de magma, pero un vaciado completo de una cámara de magma generalmente conduce a una erupción bastante grande, así que siempre existe la posibilidad de que esta continúe. Con determinados desastres tú puedes hacer un trabajo para prevenir las pérdidas, pero con los volcanes no puedes prevenirlas, la lava se apodera de tu tierra… y estás acabado.

Respecto a los desastres globales creo que la posibilidad de ver cómo se suceden en todo el mundo nos ha ayudado a sentir empatía por las víctimas, pero también nos ayuda a apreciar su normalidad

¿Qué podemos hacer como sociedad cuando tienen lugar este tipo de tragedias?
Sobrevivimos a desastres cuando estamos juntos. Más que en ningún otro momento, necesitamos ayudarnos unos a otros. Al mismo tiempo, hay una tendencia humana a culpar a la víctima. Ya sabes, es lo que piensas cuando escuchas que alguien tiene cáncer. Tu primera pregunta es, “¿fumaba?”. Queremos pensar que es culpa de las víctimas. Es una forma de protegernos: si es culpa de ellos, yo no voy a cometer esos errores y no me pasará nada a mí. Y hacemos lo mismo con los desastres: es muy fácil culpar a las víctimas y cuestionar por qué vivían tan cerca del volcán. Pero la realidad es que los volcanes no entran en erupción muy a menudo y esos son unos terrenos fértiles. El Gobierno debe intervenir porque, si los deja solos, es muy difícil recuperar la economía y ese es otro problema que se agrava. Esperan décadas de depresión económica si no actúas a tiempo. Me parece perfecto cuando los gobiernos son consistentes y dicen “no se puede construir aquí porque no es seguro” y si elegiste hacerlo de todos modos, entonces tienes que vivir con las consecuencias, pero cuando todos han estado viviendo allí, tenemos que evitar esa tendencia a culparlos. Este es un buen momento para que el gobierno ayude a esas personas.

¿Cómo nos afecta ver los desastres en tiempo real?
Las redes sociales están alimentando esa necesidad humana: obtenemos una dosis de dopamina al ver las noticias más recientes, por lo que no hay forma de que la gente evite ver este tipo de escenas. Pero el lado positivo de eso es que nos ayuda a evitar culpar a la víctima. Una característica de la evolución humana es que se ha expandido el círculo de lo que significa “nosotros”. Ese nosotros, las personas a las que ayudas y te rodean, solía ser solo la familia de uno, luego se convierte en tu clan y tu reino, luego en una nación más grande. Pero ese “nosotros” no equivalía a todos los seres humanos. Respecto a los desastres globales creo que la posibilidad de ver cómo se suceden en todo el mundo nos ha ayudado a sentir empatía por las víctimas, pero también nos ayuda a apreciar su normalidad.

¿En qué sentido?
Han pasado 50 años desde que hubo algún tipo de erupción en La Palma pero este mismo año, Kīlauea [en Hawái] está de nuevo en marcha, en Islandia hubo una gran erupción hace unos pocos meses… Empezamos a darnos cuenta de que en el mundo hay un par de erupciones volcánicas activas todo el tiempo. Es difícil para nosotros planificar algo que no sucede a menudo, pero podemos compensar esa dificultad al ver que sucede en otros lugares. La gente en el noroeste pacífico de los Estados Unidos puede ver lo que está sucediendo en La Palma, y recordar así que también tienen volcanes. Y tal vez hayan pasado más de 40 años desde que estalló el último pero, chico, también tenemos que planificar. Creo que las redes sociales aportan en ese aspecto.

En las últimas décadas, ha habido algunas investigaciones psicológicas muy relevantes sobre cómo las personas conciben el riesgo y la llamada “percepción del riesgo”

Otro de los elementos asociados a esto es el de las fake news. ¿Es un fenómeno nuevo?
Ahora tienen un alcance diferente al que solían tener. Durante décadas he trabajado con terremotos en California. En mis primeros años, en la década de 1980, recuerdo que recibimos una llamada telefónica: “Hola, soy la reina del mundo y quiero decirles que Dios está realmente cabreado y que va a haber un terremoto en California mañana”. Eso pasaba un día, y otro, y otro. Pero solo se trataba de llamar a los sismólogos y nosotros nunca lo compartimos. Así que no tuvo impacto. Muchas de esas “fake news” no son intencionadamente falsas, algunas de ellas proceden de personas con problemas que solo quieren sentirse a salvo. Y, cuando te sientes en peligro, buscas patrones y los vuelcas en las redes sociales. Los humanos buscamos, necesitamos, un patrón que nos haga sentir seguros. Este es un problema que viene de largo, y es que necesitamos educar mejor a la gente acerca de qué pertenece a la ciencia y qué corresponde al azar… y qué parte es una alucinación. Si realmente quieres saber lo que está pasando, puedes chequearlo en el Instituto Tecnológico de California. Hay buenas agencias que están haciendo un monitoreo, y que deben hacerse fuertes, no para atacar a los chalados de Twitter, sino para asegurar que hay canales para difundir la información correcta.

¿Cómo puede ayudar la psicología a tu trabajo?
A lo largo de los años he cambiado mucho mi trabajo. Durante muchos años estuve expuesta a la sensación de: “Oh, cielos, estas personas necesitan algo y yo no estoy satisfaciendo esa necesidad”. En las últimas décadas, ha habido algunas investigaciones psicológicas muy relevantes sobre cómo las personas conciben el riesgo y la llamada “percepción del riesgo”. Tenemos un proceso analítico que yo, como científica o ingeniera, usaré para analizar cuál es la situación, pero es un proceso que lleva una cierta cantidad de tiempo. También tenemos una reacción emocional que se relaciona con la evolución y con cómo corremos o tomamos una decisión adecuada cuando “vemos al lobo”. Y tenemos asimismo el sistema instintivo evolucionado para manejar el riesgo que depende de las emociones, de los efectos sutiles a nivel emocional. Para poder tomar las decisiones correctas necesitamos ese análisis de las emociones provocadas por los desastres. Los científicos seguimos siendo seres humanos, debemos reconocer cómo tomamos decisiones que tienen riesgos a nivel emocional y cómo eso nos ayuda a comprender que debemos abordar esos problemas.

En este momento es un problema global el hecho de que sintamos que no podemos marcar la diferencia con nuestras acciones. Y eso nos está impidiendo exigir acciones a nuestros gobiernos

¿Cómo lo estás llevando a la práctica?
En el proyecto que estoy dirigiendo ahora he llamado a científicos climáticos, que saben qué tenemos que hacer respecto al cambio climático, científicos sociales, que entienden la complejidad emocional que nos lleva a tomar unas decisiones u otras, y músicos, que saben provocar emociones. Estamos componiendo música en un proyecto llamado Tempo, con el que usamos el poder de la música para ayudar a realinear nuestra perspectiva emocional respecto al cambio climático, porque, en este tema, nuestras emociones son a menudo desesperadas: “¿Qué puedo hacer yo?”  Y, si llegas a la conclusión de que no puedes hacer nada que marque la diferencia, no actúas. Creo que, en este momento, es un problema global el hecho de que sintamos que no podemos marcar la diferencia con nuestras acciones. Y eso nos está impidiendo exigir acciones a nuestros gobiernos. Se traslada a los líderes políticos ese sentimiento de que no pueden hacer nada porque hundirán la economía, o por cualquier otra razón.

¿La rabia es el mejor motor en la lucha contra el clima?
La rabia es un factor muy importante de movilización, pero también es un sentimiento muy negativo. Es importante, creo que lo es, pero necesitamos también esperanza. Una de las razones por las que estoy involucrando a estos físicos en el proyecto es para exponer realmente lo que podemos hacer para cambiar esto. La cuestión es que no podemos cambiarlo solos. Especialmente en Estados Unidos, donde tenemos un individualismo muy fuerte, no pensamos en las soluciones grupales. Como explicaba antes, necesitamos a la comunidad para ayudar a La Palma y, del mismo modo, necesitamos trabajar juntos para solucionar el cambio climático. El trabajo conjunto de los seres humanos es esencial durante los desastres naturales: la respuesta social es la clave.

¿Qué vamos a hacer con quinientos millones de personas en movimiento? Eso supone una disrupción cultural que históricamente ha conducido a la guerra

Estamos viendo en estos días a miles de haitianos intentando entrar en Estados Unidos como consecuencia de, entre otros motivos, la tormenta Grace. ¿Son las migraciones el fenómeno más evidente de los desastres naturales de nuestro tiempo?
La migración masiva es potencialmente el mayor impacto social del cambio climático. Habrá partes del mundo que se volverán inhabitables, hará demasiado calor o serán demasiado secos y no se podrá vivir allí. Ya está ocurriendo y va a ir a peor. Para alguien en esa situación, por ejemplo en una isla que va a ser enterrada por el mar, sus opciones son moverse o morirse. Y se van a mover. Está claro que no estamos manejando bien ese tema. En la última década, la respuesta del mundo a esas migraciones han carecido de cualquier empatía. Debemos ver cómo lo solucionamos, porque una parte importante de la población mundial —alrededor del 10%— va a tener que migrar. ¿Qué vamos a hacer con quinientos millones de personas en movimiento? Eso supone una disrupción cultural que históricamente ha conducido a la guerra. Es duro hablar de esto porque no quiero deprimir a la gente. Pero es una razón más para actuar rápidamente y desde la empatía.

Tu gran trabajo es la investigación sobre el terremoto que tendrá lugar en California. ¿Cómo lo llevas a cabo sin caer en la desesperación o el pesimismo?
Es el más grande que tendrá lugar en Estados Unidos. Es también en mi hogar. Vengo de la cuarta generación de californianos, eso no es tan habitual aquí. Y quiero ayudar. Como sismóloga sé que, a pesar de que podría ser un desastre muy grande, puede no matar a mucha gente. A lo largo de los años hemos implementado con bastante eficacia lo que se llama un código de construcción de seguridad humana. Nuestros edificios, en general, no matan a la gente, tenemos problemas con los edificios antiguos, pero tengo muchas más posibilidades de morir en una autopista en California que como consecuencia de un terremoto. Así que la clave no es la seguridad humana, sino la disrupción en la comunidad. Y esa es la razón por la que he cambiado la orientación de mi trabajo: pasé de ser una científica investigadora pura y de trabajar para una agencia científica del gobierno a trabajar en una organización sin fines de lucro para desarrollar la resiliencia.

¿Qué supuso ese cambio?
Una parte de mi trabajo, por supuesto, consiste en presionar para el control de las canalizaciones, de la construcción eficiente y segura, y todo ese tipo de cosas que puede reducir las pérdidas. Pero también consiste en reunirme con las comunidades para incrementar su resiliencia y para que estén listas. Así que hemos desarrollado un programa con el que podemos ir a una comunidad definida, relativamente pequeña: parroquias, escuelas, mezquitas, y cualquier lugar donde la gente se reúna. Cuando algo suceda, la gente podrá acudir a estas organizaciones y estas, a su vez, podrán conectar con otras organizaciones en búsqueda de ayuda o de recursos. Sabes, cuando la gente piensa en Los Ángeles, piensan en las autopistas y en la expansión urbana, no en comunidades cerradas. Estamos tratando con el miedo de la gente a los terremotos para conseguir que estemos listos para ayudarnos unos a otros cuando ocurra el terremoto. Sé que no voy a morir antes de que ocurra, así que me gustaría asegurarme de traer el sur de California de regreso cuando eso suceda.

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