Muy pocos documentos han descrito el horror que la dictadura franquista infundió en tantas familias durante casi 40 años como el libro “Los topos”, de Manuel Leguineche y Jesús Torbado, que acaba de reeditar la editorial Capitán Swing con una presentación muy oportuna y actual de José Colmeiro.
El “making off ” de esta obra que debería ser de lectura imprescindible en la enseñanza obligatoria está a la altura de sus autores. A sus veintipico años, Torbado ya era poseedor del premio Alfaguara y Leguineche ya era un habitual entre la tribu de reporteros de guerra. Ambos colaboraban en una revista, Hogar 2000, cuando leyeron la noticia de que un hombre que había pasado lustros escondido había por fin decidido salir a la luz, abandonar la topera, tras la aprobación de la amnistía el 1 de abril de 1969 con respecto a los delitos cometidos antes de la proclamación de la victoria de los sublevados.
Esa ley fue dando a conocer, aunque muy a cuentagotas, historias terribles de españoles que vivieron (sufrieron, más bien), un exilio interior –así lo definió en un libro publicado en Francia en 1961 Miguel Salabert– atroz que a muchos, como el que era presidente del colectivo de periodistas madrileños, les causaba hasta desprecio o directamente les movía al insulto (“tontos de a pie”, les llamaba, entre otros, el presidente de la Asociación de la Prensa de Madrid, Lucio del Álamo). En ese momento, Leguineche y Torbado iniciaron una investigación de intensidad regular que se prolongó durante ocho años y que llevó a la pareja de periodistas a recorrer España entera en busca de “topos”. Obviamente, encontrarlos no era fácil, ni mucho menos. Pese al indulto del 69, el miedo siguió marcando la existencia de muchos partidarios de la II República: ahí está el caso de Protasio Montalvo, alcalde del municipio
madrileño de Cercedilla que no abandonó su infravida hasta el año 1977, es decir, más de 40 años después de empezar a vivir como un forajido en un país que, ironías de la vida, lo quiso exterminar por defender su democracia.
El libro se publicó, tras centenares de horas de entrevistas grabadas, de conversaciones con familiares, de seguir pistas que condujeran a otros “escondidos”, en 1977. Algunos hablaron de oportunismo (!) y otros, sobre todo publicaciones extranjeras de “prestigio”, decidieron fusilar sus historias sin necesidad de mencionar la fuente. En cualquier caso, como es fácilmente comprensible, este macrorreportaje de testimonios pronto se convirtió en una referencia no solo para los propios españoles, sino para los historiadores hispanistas. En los testimonios, en los relatos que recogieron para este libro, los autores optaron por ser fieles a la narración de sus protagonistas, en un intento, logrado, por preservar totalmente la memoria de los “topos”. En ellos está el mérito del libro, así como en el trabajo de sus autores, que hay que recordar que tenían 26 y 28 años cuando iniciaron esta obrasíntesis de un trabajo periodístico sin parangón del que ahora podemos volver a disfrutar.
José Gómez
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