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Los raros somos nosotros: un retrato de la ‘tribu’ occidental

Por La Lectura / EL MUNDO  ·  09.01.2023

Brillante y demoledor, este ensayo del antropólogo Joseph Henrich defiende que la prosperidad secular del mundo occidental se basa en la ruptura del tribalismo y de lo comunal

Con este libro se aprende muchísimo. Las 700 páginas que el autor amontona para defender su tesis empiezan por parecer muchas y acaban pareciendo pocas. Libro gordo pero no obeso, Las personas más raras de mundo es un compendio interdisciplinar de investigaciones sobre asuntos que se van ensamblando en pos de la solución al interrogante que brinda el subtítulo: Cómo Occidente llegó a ser psicológicamente peculiar y particularmente próspero

Las personas más raras del mundo

Joseph Henrich

Traducción de Jesús Negro. Capitán Swing. 809 páginas. 28,50 € Ebook: 13,99 €
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La pregunta la plantea Joseph Henrich (Norristown, 1968), profesor de Biología Evolutiva en Harvard, y la respuesta a su vasta pesquisa podría resumirse en un sola y provocadora línea: prohibiendo el matrimonio entre primos. Todo lo demás (las ciudades, la ciencia, la propiedad, la libertad, la democracia parlamentaria, los derechos humanos, el estado de derecho y sus instituciones, el individualismo, la industrialización, los sistemas de bienestar y hasta la igualdad de género) sería el fruto de una reacción en cadena partir de una serie de reglas sobre matrimonio y parentesco impuestas a machamartillo por la Iglesia católica a lo largo de diez siglos desde la Antigüedad Tardía al Renacimiento.

Y lo cierto es que la tesis, que podría pasar por excéntrica, resulta maravillosamente persuasiva conforme el autor suma argumentos en un libro denso en historia que es también abundante en gráficos y estadísticas.

A LA CAZA DE LAS HERENCIAS

Antes de que la Iglesia prohibiera a los primos casarse entre sí, y a los hombres tener varias esposas, y animara a los recién casados a establecerse en hogares independientes, las cosas en Europa no eran muy distintas culturalmente a cómo eran en el resto del mundo. Las tribus europeas vivían organizados en torno a clanes o linajes, es decir, en estructuras que los antropólogos llaman de parentesco intensivo, y que perduran en buena medida en las porciones no occidentales u occidentalizadas del mundo. ¿Por qué la Iglesia la emprendió contra las redes sociales basadas en el parentesco? Había obsesiones doctrinales, pero sobre todo un interés material: romper el clan y su propiedad comunal era al mismo tiempo promover la propiedad individual y la herencia por testamento. Fue así como la fortuna de muchos potentados acabaría convertida en donaciones a favor del clero.

Con los excesos de una Curia opulenta los europeos ajustarían cuentas más tarde. Lo que nos importa aquí es que el ácido vertido sobre los vínculos tribales reorientó la psicología de los europeos hacia asociaciones de tipo voluntario (ciudades con fuero propio, gremios, universidades) que pusieron en marcha el resto de cambios, a la vez que moldeaban un cerebro atípico: el occidental. Porque una de las tesis de este libro es que los raros somos nosotros: los occidentales. Cosas que nos parecen normalísimas, como no casarnos con primos, censurar el nepotismo, seguir reglas imparciales o confiar en la autoridad desempeñada por un desconocido, en realidad son rarezas de la tribu occidental. También ocurre que si bien no experimentamos una vergüenza invencible al desviarnos del rol social heredado, sí sentimos culpa si caemos por debajo de nuestros estándares. Somos inconformistas: una rareza.

COSTUMBRES, NO IDEAS

Este libro, llamado a convertirse en un clásico de la ciencia social, resulta, por lo demás, bastante curioso. Me explico: Henrich adopta un enfoque donde la cultura, y no la genética, es la que empuja la evolución de la sociedad, algo que será del agrado del lector de sensibilidad progresista. Ahora bien, esa misma sensibilidad quizá halle irritante que la clave del misterio no radique en la propagación de un ideal a través de la educación, sino en un vulgar paquete eclesiástico de tabús, prohibiciones y prescripciones sobre el matrimonio y la familia que cambiaron nuestra psicología para siempre, forzándola a pensar más en términos universalistas e impersonales y menos en términos de la lealtad debida al grupo.

Por otro lado, a un lector conservador podría reconfortarle la importancia crítica otorgada al cristianismo, y en particular a la Iglesia católica, a la hora de explicar el modo de vida próspero de los occidentales, pero quizá tuerza el gesto al leer frases como “el matrimonio cristiano genera una endocrinología peculiar”. En todo caso, tal vez el principal mérito de este libro fascinante sea poner de manifiesto la falta de unidad psicológica de la humanidad. Lo que me hace pensar que es una lectura especialmente recomendable para diplomáticos.

¿Qué es Occidente?

Este libro vuelve a aprovechar el rico y exitoso filón editorial de las investigaciones que buscan desentrañar la clave de la singularidad y el éxito occidentales. ¿Por qué Europa pudo llegar a dominar el mundo? Recoge así el testigo de obras como Armas, gérmenes y acero de Jared Diamond o el formidable Inventing the individual: The Origins of Western Liberalism, de Larry Siedentop, extrañamente no traducido al español.

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